De esposa ejemplar a ramera empedernida (16)

Una desgracia tiene lugar, y Lucía cae en manos de un degenerado, que le hará todas las vejaciones que se pueda imaginar... a ella y a su suegra. El final está cerca.

De Esposa Ejemplar a Ramera Empedernida XVI

Secuestro y Violación

No tuve el valor de encarar a mi marido al día siguiente, así que tomé el primer bus que encontré que iba a Cobán. Estaba mal, me sentía muy mal. Era el peor temor de mi vida el que estaba apareciendo frente a mi como un monstruo terrible, mi matrimonio estaba a punto de acabar para siempre.

Mi vida cambió tan rápidamente, que aun ahora no entiendo bien por qué hice muchas cosas, y siempre le achaco las responsabilidad a mi afán por ayudar a Arturo. Pero, ¿no habrá sido porque en el fondo, muy en el fondo, siempre fui esto, una ramera empedernida? Si, creo que la verdad está en ambos caminos.

Sin embargo, aun faltaba lo peor para mi

Llegué a la posada, casi estaba a punto de llorar. Estaba decidida a tomar mis cosas e irme, me sentía tan mal que no podría ver a la cara a nadie allí. Pero cuando entré, Pamela me tenía una terrible sorpresa.

¡Seño Lucía, seño Lucía!

¿Qué pasó Pamela?

El señor Nor tuvo un accidente… está en el hospital bien grave.

¡¿Cómo?!… ¡¿Pero qué le pasó?!

Lo asaltaron, le robaron el pick up y le metieron un balazo en el pecho.

¡Dios mío!

¡Y la señora no aparece!

¡Cómo, ¿Cómo que no aparece?!

Desde anoche que se fue a ver al señor al hospital no ha regresado

¡Pamela, debe estar con el, ella nunca se separaría de el!

¡No porque yo ya llamé y me dijeron que don Norberto había estado solo toda la noche, que nadie lo llegó a ver! – eso si era grave, doña Carmela jamás lo hubiese dejado solo.

Me quedé asustadísima, ¿en dónde podría estar Carmela?, ¿qué le habrá pasado? Mil cosas pasaron por mi mente, todas trágicas y horribles. Pensé en llamar a mi esposo, pero no me atreví, no me atreví… ¡qué gran error!

Entonces, vi que un hombre maduro entró, y desde que le vi la cara, quedé helada, petrificada, era el mismo hombre que me había violado. Me vio de lejos y se me acercó deprisa, sin darme tiempo a reaccionar, o a salir de mi estupor siquiera.

Perra, si querés volver a ver a Carmela con vida, te vas a venir conmigo ahora

¡¿En dónde está doña Carmela?!

Miralo por vos misma… – me tomó del brazo y me sacó casi a rastras de la posada, de lejos vi como Pamela corría a esconderse.

Me subió por la fuerza a su carro y me abofeteó con fuerza, yo estaba aterrada, quería gritar, pero no me dejó, tapó mi boca con una mano y echándome su peso encima. Me amenazó con que iba a lastimar mucho a la señora si yo no cooperaba.

¿Creíste que te me ibas a escapar tan fácil perra? Entendé, sos mi ramera ahora, y siempre lo serás hasta el día de mi muerte… – las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas, estaba aterrada – ahora te voy a soltar, pero si hacés cualquier ruido, te voy a lastimar mucho, mucho. – me quitó la mano de la boca y se levantó de mi, me quedé sobre el asiento llorando

Manejó y me llevó hasta una finca en las afueras de la ciudad, a rastras me llevó hasta una habitación, en donde me lanzó sobre una cama y me comenzó a abofetear otra vez.

Bueno mi perrita sucia, ahora si vamos a hablar. Quiero que te convirtás en mi perra personal, mi ramera, a la que podré usar como se me de la gana siempre, y tu no podrás hacer más que obedecer, obedecer y obedecer

¡¿Qué?!

Si perra, lo que oíste, te quiero como mi ramera privada

Usted está loco… – me calló de una nueva bofetada.

¿Loco?… no, no es locura… bueno, tampoco digo ser el ser más cuerdo de este mundo, ¿verdad? – me sonrió maliciosa y socarronamente – Me he encaprichado contigo… y yo siempre hago mis caprichos.

¡Yo soy casada y tengo hijos!

¡¿Y qué?! A mi ellos no me interesan en absoluto.

¡No! ¡Nunca lo voy a hacer! ¡Amo a mi esposo y no lo voy a traicionar nunca!

Pero si ya lo hiciste… has trabajado como puta desde hace meses

-… – no pude responderle nada.

Además, lo mismo decía la vieja, y ya vez.

¿Qué vieja, de qué me está hablando?

Esteban salió y regresó jalando una cadena, a cuyo extremo, cual una perra, venía a gatas doña Carmela, que en cuanto me vio rompió en llanto y gritos.

¡Esteban, ella no, a ella no!

¡Callate perra, esta es mi voluntad y se hace, punto!

¡Ella no, animal, desgraciado! – Esteban le comenzó a dar de golpes hasta que se calló.

Sacó un paquetito con fotos y me las dio, era yo mientras era violando por ese tipo. ¡Maldita sea!, me iba a chantajear.

A tu esposo le encantaría verlas, y a tus hijos… y a todos. Estas son solo copias, yo tengo los negativos y puedo sacra tantas como quiera. Además, ese orgasmo escandaloso que tuviste mientras te tomaba video no se ve muy bien para una señora como usted, ¿no le parece?

¡Maldición! – dije, poniéndome a llorar, seguro se sintió vencedor, me tenía en la planta de sus manos.

¡Cómo pude ser tan estúpida!, Cobán no es una ciudad grande, era obvio que tarde o temprano me lo iba a topar de nuevo. ¡Lo debí denunciar, debí meterlo preso! Pero no, en mi afán de no hacerle las cosas más difíciles a Arturo, decidí mejor callarme… y ahora, era una grandísima puta, en manos de ese degenerado y a su merced. Y ese día, de pié y frente a mi, mi violador se veía más imponente que la primera vez.

¡Por Dios santo Esteban, tranquilizate! ¡Ella no tiene nada que ver en esto, es solo entre vos y yo!

¡Y con Norberto, y con tu hijos y tus hijas!

¡Ellos no saben nada!

¡¿Nada de qué?! – pregunté asustada y confundida.

¡A callar, par de perras, a callar! ¡A mi nadie me abandona Carmela, nadie, mucho menos una perra como tu! Me pertenecías, siempre me has pertenecido, ¡pero ese hijo de puta de Norberto se metió!… no sabés como lo odio Carmela, no tenés idea de cómo lo odio. – mi suegra lloraba a mares, yo también.

Y… y… casi lo matás, desgraciado… – musitó ella entre dientes.

Se lo merecía, se lo merecía… además, todavía no he terminado con el

¡Nooooo!, ¡no te atrevás a hacerle más, ya no, ya no!

No, no te preocupés… me bastará cuando te mire convertida en no más que una perra… ¡Como siempre fuiste!, no como ahora, que te vestís como persona, solo sos un remedo de mujer. – volteó su mirada hacia mi - ¿Sabías que tu suegra es una perra entrenada? Yo la entrené, le enseñé todo lo que una esclava sexual debía saber para atender bien a su amo… ¿y como me lo paga?, ¡escapándose con un hijo de puta! – no podía creer lo que escuchaba, pero bueno, tampoco podía creer cuando la vi cogiendo con Spencer – ¡Le voy a enseñar a respetarme, maldita perra! – decía agarrando con mucha fuerza y violencia a la señora del cabello – ¡Las 2 van a ser mis perras de ahora en adelante! – y comenzó a azotar a mi suegra con un cinturón.

¡Déjela, animal! – le gritaba yo, pero de un fuerte manotazo me tiró al suelo.

No me rendí, no me podía quedar allí, así que me puse de pié y traté de correr hacia la puerta para huir, pero Esteban me alcanzó y se interpuso entre la salida y yo. Me recibió con una patada en el vientre que me lanzó para atrás y me sacó el aire. Luego se me fue encima y me empezó a pegar en la cara, dejándome semi inconsciente. Aun pude escuchar los gritos y súplicas de Carmela para que se detuviera, y como este me subía sobre una mesa. Luego, lo más claro que recuerdo fue cuando me desperté amarrada con cuerdas, sentada en una silla de madera en la habitación.

¿Qué, ya no te sentís valiente? ¿Qué, ahora tenés miedo? – me dijo, no le quise responder – ¡Sos una niña presumida y consentida! – me pegó una cachetada, una lágrima corrió por mi mejilla y empecé a llorar.

Se retiró de mi, vi que doña Carmela lloraba en voz baja, sentada sobre la cama, tapándose la cara con las manos. No sabía, no tenía ni idea de lo que ese degenerado estaba dispuesto a hacernos a las 2.

Bueno Carmela, empezá de una maldita vez… y esto va para las dos, ¡si no hacen todo lo que les ordene de ahora en adelante, otros van a pagar el precio! Tus hijos – me dijo a mi – y los tuyos. – le dijo a ella.

Ella, hecha un mar de lágrimas, se arrodilló frente a el. Aun sollozando le abrió la bragueta y le sacó la paloma, semi dormida, pero grande de todas maneras. En ese instante recordé lo que me hizo sentir aquella vez que me violó, era una paloma de longitud un poco más larga de lo normal, pero de un grosor impresionante. Sentí también una rabia tan grande como nunca la había sentido, un odio profundo hacia ese hombre, y una impotencia maldita.

Carmela chupaba esa verga, que poco a poco crecía en el interior de su boca hasta legar a su tamaño normal, hacerse inmensa, 17 cm de carne dura, venosa y palpitante, tan gruesa que ella era incapaz de metérsela entera. Tomaba el grueso capullo en forma de hongo y lo chupaba intensamente, largo, para luego pasarle la lengua como si fuese un helado. Esteban cerraba los ojos y respiraba despacio, muy profundamente.

Estiró una mano y la tomó a mi de sus largos cabellos negros, metiéndole así la verga en la boca. Luego Esteban hizo que se pusiera detrás de el, ella, como si ya lo supiera de antemano, desabrochó su cinturón y le bajó el pantalón, para meter su lengua y boca en medio de las 2 nalgas del viejo degenerado ese, lamiéndole y chupándole el culo.

Dale… dale perra, dale… chupame allí como se lo hacías al imbécil de Norberto… ¡si, oh si!… chupame el culo… ¡Mire Lucía, como es de puta su suegra, je, je, je!

Estaba aterrada, aquello me producía un asco indecible, sentía ganas de vomitar. Mientras tanto, Esteban se terminó de despojarse de la ropa, mostrando un cuerpo que debió haber sido imponente en sus tiempos. Un torso lampiño, ancho y duro, aunque su musculatura ya hubiese acusado el paso de los años, recordemos que Esteban era un hombre ya maduro. Brazos gruesos y fuertes, aun seguía bien hecho el viejo asqueroso.

Agarró a mi suegra del pelo y comenzó a cogérsela con violencia por la boca, podía ver como ella ni siquiera trataba de oponer resistencia. En sus ojos leía que le faltaba el aire, que le dolía… y algo más.

¡La va a ahogar animal! – le grité a Esteban.

¡Callate estúpida! – me gritó y me pegó un manotazo que casi me tira al suelo – Te voy a desatar y no quiero que hagás nada estúpido, sino que tomés parte en esto. De todas maneras ya sabés cómo funciona todo esto, ¿o no, puta? Si tratás de hacer algo, me las vas a pagar como no tenés una idea… – ante estas amenazas no tuve opción.

Entonces la agarró de la cabeza y le comenzó a dar más duro, la escuchaba gemir adolorida, como pidiendo compasión sin palabras. Yo me arrodillé a su lado y la abracé, susurrándole palabras de aliento al oído, acariciándole la espalda y lo senos. Si, los senos, hasta yo misma me sorprendí.

Varios minutos después (que a nosotras se nos hicieron eternos) Esteban alcanzó el clímax, eyaculando directamente dentro de la garganta Carmela, que empezó a toser escupiendo semen por la comisura de sus labios. Luego que el se retirara, ella seguía tosiendo, expulsando de su interior todo el semen que le dejó, el degenerado de Esteban montó en cólera.

¡Cómo se te ocurre dejar caer mi semen, perra! – comenzó a azotar a la señora con su cinturón, ella se apresuró a recogerlo con la boca, seguida por mi, pues también había empezado a azotarme; de todas maneras nos dejó feas marcas rojas a lo largo de nuestras grupas – Así está mejor… perra, enseñale a tu nuera como te gusta el sabor del semen… yo sé que le encanta, se le nota… se le nota…+

Las 2 nos miramos a los ojos, llorando, y, sin palabras, nos dijimos la una a la otra "perdón", ya no había nada que hacer. Nos pusimos a jugar con el semen con nuestras lenguas frente a el, ambas con la mirada en el suelo, las 2 estábamos a punto de llorar.

Ahora compartan el semen entre ustedes

¿Qué? ¿Cómo? – pregunté.

Si, que lo compartan… Vero ya saben cómo, ¿no perra?, ¿te acordás de cuando contrataba a aquellas putas? Hacé con tu nuera lo miso que hacías con ellas o me desquito con ella luego. – Carmela me vio como diciéndome "perdón", y se dirigió a mi, que, estática y sorprendidísima, recibí en los míos, los labios de mi suegra.

No podía creer como ella me besaba tan apasionadamente, ni tampoco el poco tiempo que me tomó corresponderle la caricia. Breves momentos después estábamos entrelazadas en un profundo beso de lengua y todo, intercambiando el semen de Esteban con lujuria y avidez. Y cuando desunimos los labios, gruesas líneas de esperma quedaban adheridas en el camino. Nos olvidamos de todo a nuestro alrededor, pero cuando volvimos a nuestros cabales, rompimos en llanto.

¡Ja, ja, ja, ja, ja!… ¡no se hagan las moscas muertas, si las 2 son una putas sucias, unas grandes rameras, ja, ja, ja, ja!… ahora, viene el final. – dijo Esteban, poniéndose de pié y mostrando que no había perdido ni un ápice de su erección.

Agarró a Carmela de los hombros y la empujó violentamente contra la pared, la agarró de los muslos y la levantó en el aire, clavándole de un sólido empellón toda su voluminosa talega. Mi suegra pegó un grito que trató de ahogar mordiéndose los labios, no estaba lubricada todavía, le había dolido horrores.

¡Ella todavía no estaba lista! – protesté.

¡Ella siempre está lista! ¿No lo sabías Lucía?, tu suegra es una ramera viciosa, se le puede penetrar aun en seco, que en apenas minutos se moja hasta empaparse.

Le comenzó a dar duro, su cara estaba deformada en una fea mueca de dolor, todo su cuerpo tensado, mordiéndose los labios y la lengua y tratando de evitar gritar o gemir, seguramente en un último destello de dignidad. Veía como sus gigantescos y hermosos senos se estremecían a cada embate, como todo su cuerpo temblaba, mientras yo no podía hacer otra cosa que ver la manera tan salvaje como violaban a la madre de mi amado esposo… y restregarme los senos. No esperaba eso, bueno, no esperaba absolutamente nada de lo que estaba ocurriendo ese día, lo cierto es que de repente, mi gesto, además de ser preocupado y temeroso, era también de vergüenza y excitación.

La señora fue tomada como una piñata, los golpes de la pelvis del tipo sobre su sexo parecían puñetazos en una bolsa de arena y su cuerpo se estremecía de una forma terrible cada vez. Ese pene gordísimo le entraba una y otra vez sin compasión, lacerando salvajemente su delicada vagina. Carmela ya no pudo más y perdió la compostura que había mantenido.

¡¡¡¡AAAAARRRRRGGGGGHHHHH!!!! – berreó desesperada.

¡¡SIIIIII PERRA!! ¡¡GRITAAAAA… GRITAAAAA!!… ¡¡SOS MI PERRAAAAAA!!

¡¡¡¡AAYY!!!!… ¡¡¡¡AAYY!!!! ¡¡¡¡AAYY!!!! ¡¡¡¡AAYY!!!!… ¡¡¡¡ME ESTÁ HACIENDO PEDAZOSOOOS!!!!

¡¡ASI TE GUSTA PERRA, ASÍ TE GUSTA!!… ¡¡DECILO PERRA, DECÍ COMO TE GUSTABA QUE TE COPGIERA YO!!

¡¡¡¡COMO A UN ANIMAAAAAAAYY!!!!

¡¡¡SIIIIII!!!… ¡¡COMO A UN ANIMAL!!… ¡¡SOS UN ANIMAL, UN ANIMAL!!

¡¡¡¡UN ANIMAL SIIIIIIII…AAYY!!!!… ¡¡¡¡NORBERTO MI AMOR PERDONAMEEEEEEE!!!!… ¡¡¡¡DELE AMO, DELE!!!!… ¡¡¡¡PÁRTAME A LA MITAAAAAAAADDDDD!!!!

¡¿Cómo podía ser eso posible?!, la estaba violando de la manera más brutal, la humillaba como a un animal, ¡y ella se regodeaba de ser precisamente eso en sus manos, un animal! Aquello era demasiado para mi y me tapé la cara con las manos para llorar. No lo entendía, no lo podía entender.

Pero tampoco me podía quedar así, sin hacer nada. Hice esfuerzos y recobré la compostura e hice algo para acabar con esa escena de una vez por todas. Me colocó detrás de ese desgraciado y le comencé a besar el culo, al tiempo que le trataba de meter un par de dedos. Y cuando lo logré, los comencé a mover hasta que, poco después, Esteban reventó en un intensísimo orgasmo. No le dio ni tiempo a sacar su macana del interior de mi suegra, inundándole el interior de su vagina mientras bramaba y maldecía en voz alta. Quedó encima de ella, sostenido con los brazos a los lados de ella.

Lucía, tengo que admitir que nunca me imaginé que fueras tan puta, tan perra, vas a ser una ramera magnífica… je, je, je… – me dijo mientras yo lo miraba llorando y aterrada - perra… perra mía… – apenas podía hablar, estaba jadeando – su nuera es… es… es… una maestra… pero ni se crea que con hacerme acabar así esto se va a terminar rápido

¡Pero ya la violó como a un animal! ¡¿Qué más quiere?!

¡La violé, ja, ja, ja, ja! ¡Cómo tanto que sufrió ella!… decile perra, decile a tu nuera cuánto sufriste

Ella no me pudo sostener la mirada, solo se volteó hacia el lado opuesto de donde yo estaba, se tapó el rostro y se puso a llorar… solo se puso a llorar

El resto de la tarde fui testigo y víctima de las violaciones consentidas más salvajes y brutales de mi vida. Después de cogérsela así, Esteban me arrancó la ropa y me dejó desnuda, y de inmediato obligó a la abuelita de mis hijos mamarme el sexo hasta hacerme acabar. Vi el rostro de mi suegra brillante de fluidos y del semen de ese animal.

Luego nos violó, otra vez, varias veces a las 2. La colocó arrodillada sobre mi cara, contra la pared en la cabecera de la cama. Así, mientras me barrenaba las entrañas, le tenía que chupar la vulva. Luego nos cambió e hizo lo mismo, pero con ella sentada sobre su miembro, frente a mi, y yo arrodillada en el suelo con la cabeza metida entre sus piernas. Esteban volvió a terminar dentro de su vagina y yo tuve que limpiarles todo.

Nos obligó a hacer un 69 hasta acabar las 2. Luego nos puso en 4 con los culos en pompa frente a el, y se puso a meternos objetos entre la vagina, rematando con una última cogida en la que nos puso como quiso, tomándonos como muñecas de trapo. Nuestros gritos y súplicas al final eran completamente ininteligibles, tan solo roncos berridos de mujeres desesperadas, que, cubiertas de sudor y semen, con los ojos casi saltados y el corazón a punto de salírseles del pecho, eran sometidas a una tortura salvaje, inhumana.

La imagen final que retengo en mi memoria es a Esteban sujetándonos violentamente frente a su verga tiesa, que nosotras pajeaban nerviosas. Luego, cuando estalló, fueron potentes y largos chorros que su talega expulsó y que se estrellaron contra nuestros rostros, que con nuestras bocas abiertas buscaban recoger todo lo que podían. Y luego, me vi lamiéndome, lamiéndonos mutuamente, limpiándonos la corrida de ese tipo, besándonos con lujuriosa pasión, tocándonos, manoseándonos… estábamos totalmente fuera de nuestros cabales.

Luego nos propinó una golpiza que nos dejó inconscientes. Y lo primero que recuerdo al despertar, era la imagen de mi suegra, con el cuello encadenado a una reja a mi lado, llorando amargamente

Nos llevó con el… – me decía – no sé en donde estamos… perdón Lucía, perdón… esto es mi culpa, yo no quiero que usted se convierta en una perra como yo… perdón

Continuará

Garganta de Cuero

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