De esposa ejemplar a ramera empedernida (13)

Un salvaje encuentro sexual, un giro inesperado, quién es ese hombre y qué tiene que ver con su suegra?

De Esposa Ejemplar a Ramera Empedernida XIII

Destrozada

¡¡¡AAAGGGHHH!!!… ¡¡¡AH!!! ¡¡¡AH!!! ¡¡¡AH!!!

¡Tómala perra! ¡Tómala!… ¡Sos una perra asquerosa, una cosa sucia y asquerosa!

¡¡¡AAAGGGHHH!!!… ¡¡¡AH!!! ¡¡¡AH!!! ¡¡¡AAAYYYYYY!!!… ¡¡¡OOOGH!!!… ¡¡¡ME PARTE!!! ¡¡¡ME PARTE A LA MITAAAAAAAAAAD!!!… ¡¡¡AAAAAAHGGGGGHHHHH!!!

¡Así te gusta mujerzuela!

¡¡¡AASGGHHHH!!! ¡¡¡AAAGGGGHHHH!!!

Acostada boca arriba sobre la cama, piernas abiertas en el aire en V, tobillos fuertemente sujetados entre las manos de ese terrible semental, rictus deformado, tenso, en un gesto de dolor, y aferrada a las sábanas, estaba soportando una cogida terrible de ese enorme negro, que había pagado caro por mi cuerpo.

No era un arquitecto, como el resto de la convención, se trataba de un turista jamaiquino que se encaprichó conmigo, luego de verme bailar deshonestamente sobre un mesa, en medio de lo vítores de mis clientes. Rápidamente adivinó a lo que me dedicaba, y, sin rodeos, llegó a ofrecerme dinero a cambio de mis servicios. Se trataba de una cantidad considerable, así que dejé a mis 2 compañeras con los demás, mientras yo me alejaba con el del brazo. Eso ocurrió 2 días antes de que nuestro viaje terminara.

No me habló, no me dirigió la palabra para nada en todo el camino a mi habitación. Inmediatamente comprendí que yo no era para el más que un animal salvaje que el tenía derecho a utilizar como se le diera la gana, una vagina caliente en donde podría masturbar su pene y desquitar todo los ardores de su interior… y me lo hizo saber desde el primer momento que cruzamos la puerta. De una bofetada me tiró al suelo… y empezó mi largo y doloroso, pero disfrutado tormento.

El gigantesco pene del tipo perforaba salvajemente mi más que dilatado ano, sujetándome fuertemente de los muslos. Ya me había hecho añicos la vagina, y no satisfecho con ello, ahora me destrozaba el culo. Gritaba del dolor que sentía al ser atravesada de esa manera, le suplicaba que parara, que ya me dejara, le ofrecía que ya no le iba a cobrar, pero que parara. Angie y Sophie llegaron cuando ya me estaba sodomizando, y por más que le suplicaron y forcejearon con el no lograron separarlo de mi. Hasta le propinó un fuerte golpe a Angie, mientras tiraba a Sophie al suelo y cerraba la puerta del cuarto con llave para que no pudiéramos pedir ayuda, estaba totalmente a su merced.

Pero en el fondo me encontraba tremendamente excitada, hasta podría decir que lo gozaba. Ya estaba acostumbrada a no ser más que un objeto sexual que puede ser usado para cualquier cosa y ya le había hallado el gusto a eso, muy a mi pesar.

¡Mastúrbame puta de mierda!

¡¡¡AH!!! ¡¡¡AH!!! ¡¡¡AH!!!

El negro me sacó la verga del culo y yo la tomé entre mis manos, jamás había visto pene semejante en mi vida. Lo comencé a frotar y a sobar lo mejor que podía. Entre aullidos roncos de placer le sobrevino la dulce conmoción del clímax. Eyaculó furiosamente varios chorros de semen que cayeron y se esparcieron sobre mi rostro y pecho. El gigante color azabache se quedó inmóvil unos minutos, con los cerrados, mis 2 amigas y yo pensamos que ya todo había terminado, pero no era así, su pene todavía estaba duro.

A los pocos minutos, volvió a la carga y continuó dando buena cuanta de mi cuerpo sumiso, esta vez barrenándome el sexo. Yo me limitaba a abrirle las piernas lo más que podía para tratar de facilitarle el paso al monstruo largo de carne que me barrenaba las entrañas. A esas alturas de nada me servía continuar oponiéndome, de nada me servía.

Los minutos se me hicieron eternos, ese infeliz era un animal salvaje, no le importaba nada de lo que yo pudiera sentir. Yo ya no era más que eso, un simple, redondo, carnoso y abultado culo, con una vulva a su lado, y una mujer pegada a todo aquello.

Ya ni sé cuánto tiempo pasó, solo recuerdo la cara aterrada de mis compañeras que solo podían limitarse a ver, impotentes, como su amiga estaba siendo llevada a los límites del dolor y la humillación. Agarrándome violentamente del pelo, me tiró al suelo, se quitó el condón y derramó sobre mi, por última vez, el contenido entero de sus testículos. Chorros y chorros de blanca esperma cubrieron el rostro de la pobre puta que se afanaba por tragar y degustar todo lo que podía, no porque su cliente así lo hubiese exigido, sino porque ella así lo quería. No pude dejar de saborear su dulce néctar por salvaje e inhumanamente que hubiera cogido. No, yo era una esclava del deseo, del placer, de la piel y de la carne, del semen y del dolor.

Acostada boca arriba, sobre el suelo al pié de la cama, desnuda, con el cuerpo cubierto de sudor y de semen, aliento jadeante y mirada perdida en el techo, el negro me dejó tirada como un trapo sucio. Mi vagina y ano estaban dilatadísimos, devastados ante tan brutal cogida, las más terrible hasta entonces y durante mucho tiempo, muy pocas veces he sido revolcada de esa manera otra vez. Jadeaba y respiraba aceleradamente, mi corazón seguía excitado y mi alma adolorida, también pocas veces me había sentido tan, tan… tan cosa, tan poca cosa. Me gustaba la sensación, es cierto, pero en el fondo odiaba ser un objeto desechable.

Miraba a ese desgraciado vistiéndose, pensando en sus asuntos, metido en sus cosas, como si nada hubiese pasado en ese cuarto, como si yo no estuviera allí. Me impresioné de la presencia de ese tipo, tan alto, tan corpulento. Su espalda ancha parecía un paredón, con esos músculos grandes y duros tan bien marcados. Sus abdominales formaban un perfecto six pack, sus piernas parecían 2 columnas pintadas de ébano, gruesas y fuertes; sus nalgas redondas, grandes y duras, muy carnosas. Solo la cara desentonaba un poco, no me gustaba su cara, era malencarado, narizón, feo, y con unos ojos fríos, con la frialdad de un asesino en serie. Y mis amigas, en un rincón temerosas que recordara su presencia, estaban más asustadas que yo.

Me dejó sobre la mesa mi paga, dentro de un sobre, y me dirigió una sonrisa sucia y cínica que no me agradó nada. Pocos clientes me habían parecido tan desagradables.

Sophie y Angie me ayudaron a ponerme de pié, muy trabajosamente, me dolía horriblemente todo el cuerpo, me dieron muy duro de verdad. Me llevaron hasta la ducha y dejé caer el agua tibia lentamente por mi piel, mientras limpiaba de mis poros la suciedad y podredumbre que ese salvaje dejó en mi. "¿Cómo es posible?" me preguntaba, yo no era así.

Y al salir, me derrumbé le llanto sobre el hombro de Angie, mientras Sophie me trataba de consolar abrazándome por la espalda.

Llegó el último día de nuestra estancia, aun faltaba una magnífica fiesta a la que yo no asistiría, estaba mal y no me expondría a más salvajes pendencieros. Sin embrago Sophie y Angie si tendrían que ir, no podían quedarse a mi lado durante la noche y las comprendía.

La convención había continuado su marcha, las 3 habíamos cogido como locas, no solo con nuestros clientes, los 5 hombres que nos contrataron, si no con mucho otros, algunos porque nos ofrecieron dinero, otros simplemente por placer.

Tengan cuidado muchá, tengan mucho cuidado. – les supliqué.

No te preocupés, vamos a estar con mi amigo. – me respondió Angie.

Con el que llevaste a Alfredo y al otro el primer día.

Si, ese, el perro. Lástima, te lo quería presentar Lucy.

¿Y por qué?

Es que el está metido en esto por las mismas razones que tu, para sostener a su familia. El pobre vive un tormento eterno, pues es muy fiel, y cada vez que tiene que vender el culo le duele hasta el alma por su esposa.

Me lo imagino… definitivamente lo comprendo.

Hoy íbamos a hacer una orgía con el, para darles un espectáculo a nuestros "jefes"… ¡qué mierda que ese negro te halla hecho todo esto!

Si, que mierda

Se despidieron y salieron de la habitación, yo me quedé tirada sobre la cama, vestida únicamente con un camisón y medio llorosa. Necesitaba desesperadamente hablar con alguien, me sentía muy mal, de verdad que muy mal. Tomé el teléfono y marqué el número del celular de mi esposo, pero nada, no me contestaba. Eran ya las 9 de la noche, ¿en dónde estaba a esas horas?

Al día siguiente regresamos todas a Cobán, Sophie cargaba una goma terrible, Angie se veía un poco más entera, yo me sentía acabada. Llegamos a la empresa y le contamos todo, con lujo de detalles, a Felipe. Se enojó muchísimo cuando le contamos lo que ese tipo me había hecho.

¡¿Pero es que no vieron nada sospechoso en ese tipo?!

¡Era como todos los demás! – le respondí llorando - ¡No podía saberlo, si todos mis clientes pueden ser asesinos en serie potenciales!

Si se le notaba un poco más agresivo, pero igual, nunca hubiésemos podido saberlo. – agregó Angie en mi defensa.

Miren niñas, yo puedo intentar mandarlas con las personas más "normales" que pueda, pero si ustedes no se cuidan cuando estén solas de nada va a servir.

¡Pero no podía saber! – insistí-

Iban contratadas por 5 hombres, ¿qué hacían cogiendo con otros? – nos quedamos calladas, ante eso no teníamos argumentos – Espero que el dinero extra que hayás ganado, Lucía, justifique este sufrimiento. – se dio la vuelta y se fue, y yo me quedé en silencio, por supuesto que ese dinero no justificaba esa vejación.

Regresé a la casa cansada, adolorida, ida, triste y sola… como siempre. Entré y me fui a mi habitación. Mis bebés estaban mirando la tele, los saludé y ellos se lanzaron a mis rodillas, qué recibimiento tan bonito. Les pregunté por sus abuelitos y me dijeron que no estaban, lo cual era lógico pues el carro de Norberto no estaba en el garaje. Sin embargo algo sospeché.

Me dirigí hacia la bodega, quería ver lo que tenían escondido allí dentro, seguramente algunos juguetes y otras cositas. Tomé la llave que fabriqué, la metí despacio en la cerradura y entré, suerte que esa puerta no rechinaba, para ser una bodega la mantenían muy bien aceitada… seguro para que nadie se diera cuenta de quien entraba o salía.

Entré despacio y calladamente, escuché voces, por lo que me metí de inmediato en donde acostumbraba, debajo de esa gran cortina. Desde allí podía dominar todo lo que pasaba en la bodega. Allí estaba mi suegra, desnuda, sola, parada en medio de un nutrido grupo de hombres de color que nunca había visto.

Ella, parada en medio de todos, con sus enormes senos colgantes, más no caídos, de pezones grandes coronados con 2 brillantes argollas; caderas anchas, cintura estrecha, culo grande y firme. Su cabello ondulado colgaba de su cabeza libre, era acariciado suavemente por uno de ellos, todos la miraban con ojos ambiciosos. Y no era para menos, Carmela, a sus 56 años, con su 1.75 bien formado y su piel morena clara, además de un hermoso rostro gatuno, era un auténtica diosa del placer.

Pero entonces pasó algo, reconocí a uno de los hombres que la miraban, era el que le acariciaba el cabello y quien, aparentemente, llevaba la voz cantante… ¡era el jamaiquino que me había destrozado en el Petén! Un miedo atroz recorrió todo mi cuerpo, ¿qué hacía ese hombre aquí?

Te recomendaron bien esta posada… tiene una perra muy buena Orel… – dijo uno de los hombres al negro ese, que, aparentemente, se llamaba Orel.

No le respondió, más bien se fue al grano y la comenzó a manosear, tocando con sus grandes manotas sus enormes senos. Lo vi mejor, tenía un cuerpo colosal realmente. Vi en sus hombros, tan grandes y gruesos, una gaviota tatuada, primorosamente dibujada sobre su piel de ébano.

No podía pensar claramente en ese momento, ¿tenía doña Carmela algo que ver con ese tipo?, ¿se conocían desde antes?, ¿acaso sabía que yo era una prostituta? o, ¿simplemente fue coincidencia que el hombre que me había tomado como un animal 2 días antes, se hubiera hospedado en la misma posada donde yo vivía? Esa segunda posibilidad me parecía la mas improbable de las 2… pero trataba de creerla a como diera lugar.

Los demás comenzaron a participar. Todos eran de raza negra, algunos más jóvenes que otros. A pesar de mi susto mi sexo comenzó a palpitar acalorado. Ya se los dije, mi cuerpo actuaba independientemente de mi voluntad.

Quiero ver si de verdad usted sola puede aguantar con estas 6 vergas… – retó Orel.

Prueben… – respondió mi suegra visiblemente atemorizada.

Orel aventó a mi suegra hacia el grupo, que la agarraron y empezaron a meterle mano por todos lados, dándole palmadas sobre los senos y nalgadas. Vi como, embelesados de su tamaño, algunos se concentraban en apretarle y estrujarle las chiches, otros iban más lejos y se las chupaban. Le metían los dedos entre la vagina y el ano, o le amasaban las nalgas y la jaloneaban del pelo, doña Carmela estaba completamente cubierta de manos que la recorrían por cada rincón de su delicioso cuerpo.

La lamían y besaban estando ella de pié, la calentaron hasta dejarla a punto de hervor, su gesto de temor inicial ya había desaparecido por completo. Poco a poco los hombres se fueron desnudando, dejando frente a mi la colección de vergas mas grande que había visto en mi vida, y todas duras como una roca. Y doña Carmela, ella estaba como en otro mundo, completamente abandonada a lo que quisieran hacerle.

Ella se arrodilló, comenzando a pasar la lengua sobre cada uno de esos troncos que se le ofrecían. Estuvo lamiendo y chupando como por 10 minutos, antes que Orel la pusiera de pié con algo de violencia, levantándola del pelo, y tirándola luego sobre un colchón que ya habían colocado antes. Inmediatamente el se le tiró encima, besándola con fuerza y ensartándole de un golpe seco todo su instrumento. Pensé que le habría causado daño cuando recordé el dolor terrible que me causó a mi, pero ella, lejos de gemir y quejarse del dolor, comenzó a pedirle más.

¡¿Y eso es lo que dudaba que me fuera a entrar?!

¡Es que apenas estás en calentamiento, perra!

Orel le dio duro, tanto como me dio a mi, ella gemía y gemía, al tiempo que lo agarraba de las nalgas y lo hacía penetrarla más duro y rápido. De repente, el tipo se puso de pié, jalándola de las nalgas y cargándole en el aire, así, sus penetraciones eran más fuertes y profundas, pues era todo el peso de la señora el que se estrellaba con cada potente empellón de sus caderas. Mi suegra gritaba y gemía como una loca.

¡¡¡¡SIIIIII!!!! ¡¡¡¡DALE, DALE DUROOOOOOOO!!!!… ¡¡¡¡AAAAAYYYYYY!!!! ¡¡¡¡AAAAAYYYYYY!!!!

Los otros 5 negros se pusieron en fila, y uno a uno, por turnos, fueron sodomizando a la señora. Primero fue un gordo chaparro, con una verga igualmente corta, pero muy gruesa y dura. Por su estatura, fue Orel el que hacía que el ano de la señora bajara y subiera sobre su pene, mientras el casi estaba colgando de ella. Luego le tocó a un muchacho muy alto y delgado, con un pene más bien normal. Lo mismo, penetró a mi suegra como un desesperado. Y así los otros 3, un gordo alto, con un pene muy bonito, un tipo musculoso con uno delgado pero largo, y luego uno delgado y bajito, pero con un pene descomunal.

Una vez que cada uno pasó visitando el hoyo trasero de la madre de mi esposo, Orel se sentó en el suelo y mi suegra lo comenzó a cabalgar. Nuevamente, uno a uno, fueron cogiéndosela por el culo, dándole muy duro, como animales. Y cuando terminaban, se quitaban el condón y eyaculaban sobre su cabello, revolviéndolo luego. Así, mi señora suegra quedó con el pelo embarrado de semen, todo pegajoso y sucio.

Y al final, como 20 minutos después, Orel terminó, sobre el cuerpo medio muerto de mi querida suegra, sobre la cual ya habían pasado como 2 o 3 veces cada uno de los otros hombres. ¡Yo no podía creer que ella hubiese hecho eso, era barbárico! ¡Yo me hubiera muerto! Pero bueno, eso es algo que yo, tarde o temprano, terminaría haciendo

Decidí irme antes que me vieron, me escabullí y cerré la puerta, me fui directo a mi habitación, no quería que me vieran. Mi suegra salió como a los 25 minutos, sucia y chorreada, en los brazos de Orel que la llevó hasta su habitación, venía hecha un mar de lágrimas. Como media hora después mi suegro regresó, pero ya todo estaba como si nada.

Más adelante les contaré como este suceso desencadenó una serie de acontecimientos que casi acaban con lo que quedaba de mi vida… y la de mi suegra. hasta pronto y espero sus comentarios.

Continuará

Garganta de Cuero ( garganta_de_cuero@latinmail.com )