De esposa ejemplar a ramera empedernida (07)

El último día de vejaciones a manos de Germán... quien la convirtió en una puta por primera vez.

De Esposa Ejemplar a Ramera Empedernida VII

Ramera por Primera Vez II

Mi vida cambió tan rápidamente, que aun ahora no entiendo bien por qué hice muchas cosas, y siempre le achaco las responsabilidad a mi afán por ayudar a Arturo. Pero, ¿no habrá sido porque en el fondo, muy en el fondo, siempre fui esto, una ramera empedernida? Si, creo que la verdad esta en ambos caminos.

Más o menos, un mes después de entregarme por dinero por primera vez, se me hizo habitual visitar a ese degenerado una o dos veces por semana, en donde me entregaba por completo a su voluntad, dejándome hacer las cosas más asquerosas, muchas de las cuales no voy a detallar aquí.

Recuerdo bien el último día de la estancia en la posada de Germán (así se llamaba), fue un día en que me sentí liberada. Llegué a su habitación como siempre hacía, con toallas y jabones en las manos. Era de mañana, por lo que ninguno de los señores estaba y mis nenes se hallaban en el colegio. Iba sudorosa, había estado trabajando duro y no me bañé, así le gustaba a el. Entré y me senté en la cama, como siempre. En eso oí que la puerta se abrió y se cerro, levanté la vista, y allí estaba ese hombre.

Bueno perra, mañana me voy así que esta va a ser la última vez que estemos juntos… ¡me has sacado un buen pisto, pisada. – más o menos 5000 – La próxima vez que venga voy a traer más pisto y te va a ir peor, hija de puta.

Me bajó los tirantes del vestido, uno de color negro escotado. Acercó su boca a mi oído y me susurró: "Me he divertido tanto contigo que no tenés idea… sos la ramera más puta, perra, sucia y caliente que he probado… quitame el resto de mi ropa, despacio…". Lo obedecí sumisamente, ¿qué más me quedaba? Quedó semidesnudo, sólo con un bóxer negro que no me dejó sacar. Su paquete ya se miraba muy apretado.

Tomó mi cara con suavidad y me besó, metiendo su lengua entre mi boca y acariciando la mía, siempre tenía un aliento a culo y los dientes asquerosos, en ese momento yo solo deseaba que todo eso terminara de una vez. Cuando se separó, me dio una gran cachetada y me ordenó "Lamé el sudor que cubre mi cuerpo hasta secarme, acabo de hacer ejercicios…". Me agarró violentamente del pelo y me obligó a recorrer con la boca por todo su pecho. Me volvió a golpear para que sacara la lengua y lo lamiera, tuve que hacerlo asustada.

Lamí su pecho peludo, su cuello grueso y su vientre gordo y aguado. Un poco más abajo estaba el inicio del matorral de vellos desordenados y malolientes, con su larga tranca ya parada, aun no quería llevarme allí, así que me hizo ponerme de pié. Me obligo a lamer sus axilas, que desprendía un penetrante olor a macho que en ese momento, no sé por qué, me pareció delicioso. Subí por sus brazos y me bajó hasta sus piernas y sus pies, haciéndome saborear cada uno de sus dedos.

Todo esto excitaba mucho a ese cerdo, que respiraba con fuerza, gozándose conmigo. Y yo, maldita sea, no pude permanecer invulnerable a todo eso, y súbitamente caí en la cuenta que mi vagina estaba caliente y mi vulva mojándose, justo cuando se despojó de su última prenda liberando su pene venoso que esperaba por mí.

Mierda, si ni a mi marido se lo había chupado aun, y a este desgraciado lo dejaba hasta orinarse en mi boca abierta. Germán me obligó a lamerlo como al resto de su cuerpo.

¡Perra asquerosa de mierda!, ¡qué rico me la chupás, se ve que te encanta, hija de puta… ¡sos una amante de las vergas! Y mi leche, ¡te la tomás como la bebida más dulce de este mundo!

Germán me metió su pene entre la boca y me cogió literalmente con el, luego me lo sacó y lo comenzó a restregar por todo mi rostro, mientras mi boca trataba de seguirlo instintivamente. Me lo volvió a dar y lo chupé y a lamí como a un helado, siempre manteniéndome aferrada del pelo. Yo trataba de hacerlo lo mejor que podía para que no me lastimara y para que todo aquello terminara rápido. En ese encuentros siempre estaba muy asustada, pero extrañamente excitada, mi cuerpo me traiciona siempre en esas situaciones.

Escuché a ese hombre gemir, primero en voz baja, pero más fuerte cada vez, hasta que eyaculó raudales de semen en mi boca, manteniéndomela abierta por la fuerza. Me la rebalsó hasta que gruesas gotas caían por mi cuello. Además, sus potentes lechazos me cubrieron la cara por completo.

¡¡¡¡AAAARRRRGGGGGHHHH!!!! ¡¡¡¡ERES UNA PERRAAAAAAAA!!!! – me gritaba, enloquecido de placer.

Se derrumbó sobre la cama, jadeante, sudoroso, mirándome y sin soltarme la cara, no permitió que escupiera ni una gota. Sus ojos brillaban con furia, con calor y excitación enfermizos.

Quiero ver que te lo tragués todo, no vayás a dejar ni una sola gota sin tragar. Pero antes quiero que lo saborees

Hice lo que me ordenó mansamente, para ese momento mi vagina estaba palpitando pidiéndome a gritos un buen trozo de carne caliente. Como dije, mi cuerpo me traicionaba y ya no podía dar marcha atrás.

Germán estiró su mano y la metió bajo mis piernas, acariciándome la vulva. La halló caliente y mojada, muy mojada. Y yo no opuse la menor resistencia a esas caricias intrusas.

¡Je, je, je, je! Tu sos de ese tipo de perras que nunca está satisfecha. Mientras más palo te de, más vas a querer, no importa lo mal que te deje, siempre vas a querer más… ¡Mierda, que buena suerte! Ponete en cuatro patas perra.

Lo obedecí sumisamente, colocándome en 4 patas con mi precioso culito al aire. Germán se me acercó mí y me metió un par de dedos por la vagina. Los sacó y se los llevó a la boca, los chupó con deleite, "me encanta tu sabor" me dijo.

Colocó la cabeza de su larga paloma justo sobre mis labios menores, me sujetó del pelo y empujó mi cintura hacia abajo para dejarle el culo en pompa. Empujó entonces con violencia y me penetró hasta el fondo, provocándome un agudo dolor del que pronto me repuse.

El tipo no esperó ni medio minuto para comenzar a darme como un animal. Empecé a gritar y pedirle compasión, pero lo que recibí fue más brutalidad pues eso lo enardecía más, ¡qué estúpida soy! Pero el dolor inicial pronto se convirtió en placer, aun me cuesta comprenderlo, supongo que no hay mucho que entender en realidad, más que el hecho de que el dolor desgarrador es capaz de elevarme a la cúspide del placer. No me di cuenta de cuando, pero de repente me vi tirada en el suelo gimiendo, tensada en medio de un poderoso espasmo de placer que me recorría completa.

Germán se corrió poco después dentro de mí, inundando nuevamente el interior de mi cuerpo, quedándose de rodillas detrás de mi, sin sacarme la verga que, poco a poco, se fue saliendo sola en la medida que se adelgazaba. Después se puso de pié y me levantó del pelo. Sin decirme una sola palabra me obligó a vestirlo mientras le lamía todo el cuerpo… eso no me lo pidió, lo hice por mi cuenta. Pero a pesar del orgasmo y de seguir excitada, comencé a llorar sin consuelo, no lo entiendo, no puedo.

Me tuve que vestir mientras me veía lascivamente, de igual manera me sonrió.

Bueno perra, ha sido un placer estar contigo estas 4 semanas. Sos la mejor puta que he probado, la mejor… la mejor

Terminó de arreglarse y salió sonriéndome maliciosamente, y yo me quedé con los 500 de ese día entre los dedos, sola, muy sola

Continuará

Garganta de Cuero

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