De esposa ejemplar a ramera empedernida (06)

Cuánto es lo que vale la dignidad humana? Con cuánto dinero se puede perder el respeto propio? Lucía lo averiguará en manos de un tipo asqueroso.

De Esposa Ejemplar a Ramera Empedernida VI

Ramera por Primera Vez

Después de la segunda vez que vi a mis suegros en medio de sus sucios jueguitos sexuales, y ahora con Spencer, no me quedó duda que eran un par de pervertidos. Y tan sanos y serios que se miran, nadie podría imaginar eso de ellos… nunca. Bueno, en realidad yo no podía opinar sobre ellos, siendo yo igual de puta.

Yo empezaba a mejorar poco a poco, el miedo a salir a la calle, que me quedó luego de ser violada por Esteban, empezaba a desaparecer, y me atrevía a salir de mañana al mercado. Eso era bueno para mi, pues mis suegros dejaron de preocuparse un poco.

Por otro lado, en la posada había logrado mantener a Spencer a raya, lejos de mi. Lo evadía cada vez que podía y no le daba oportunidad ni de saludarme. Me preguntaba la razón por la que no se iba, luego supe que trabajaba para una ONG y que pasaría en el país los próximos 6 meses… 6 meses para estar escondiéndome de el todo el santo tiempo.

Con Arturo las cosas tampoco iban mejor, nuestra relación había caído en un frío muy feo, bastante. Yo, impotente, lo veía desde lejos sufrir por nosotros. El nunca se quejaba, jamás lo haría frente a mi, pero yo sabía que no la estaba pasando bien. Sobre todo, a veces cuando le hablaba de noche, el me contestaba muy cansado y deprimido, eso me mataba.

Las cosas siguieron como si nada con mis suegros. Cierto día en que regresaba del mercado, me topé con una sorpresa. Mi suegra estaba en la cama, con el pié vendado e inmovilizado. Me dijo que se había resbalado con un trozo de jabón en el corredor y que se dobló el pié, pero que estaba bien. Le hice bromas y me burlé un poco de ella, nos llevábamos muy bien así que le hizo mucha gracia.

Pero hablando después con Pamela, supe que no se cayó en el corredor, y que vio a don Norberto y a Spencer sacarla en brazos de la bodega. ¿Jabón?… mis narices, esos estaban cogiendo y la señora salió lesionada.

Por la noche, el tema de conversación de la cena fue el accidente de la señora.

Te digo Carmela, tenés que hacer un poco más de ejercicio, tu condición no es buena

No seré miss Universo, pero tampoco estoy tan mal. – contestó ella molesta, con argumentos que realmente no tenían mucho que ver con lo que su marido le decía… pero yo sabía que si.

No digo nada de tu físico… estoy hablando de tu resistencia y agilidad

¡Pues nunca te habías quejado antes! – Carmela sonaba como una amante celosa y sentida.

Solo digo que antes no… no… te caías… así… - ¿"así"?, ¿cómo?

Pues bien, al otro día doña Carmela me manda a llamar, y me pregunta, muy discretamente, si estaría de acuerdo en hacerme cargo de la posada mientras iba al gimnasio por las mañanas. No le pude decir que no, aunque, la verdad hubiera preferido no hacerle… ustedes ya saben.

Y mis temores no estaba injustificados, pues ni bien se había ido doña Carmela, Spencer llegó desde atrás y me abordó, rodeándome por la cintura y besándome en el cuello.

¡No, déjeme!

Pero te gusta

¡No, ya no! – me volteé y me le planté de frente, y el, al ver mi determinación, se detuvo.

Bueno, bueno, no se enoje, yo le dije que no la iba a dejar ir tan fácilmente.

Y yo que nunca más volvería a pasar, soy una mujer casada y quiero serle fiel a mi marido.

¡Y vaya que si lo ha sido!

¡Yo sé que le fallé, pero eso no se volverá a repetir!

Ya veremos

¡Pues lo verá!

Usted no sabe ni lo que dice ni quiere

¿Cómo?

Quiere ser una mujer fiel… pero conmigo gozó como una perdida.

¡Ese fue un error que no se repetirá!

Pero usted lo quiere y lo desea

¡Mentira!

¡Usted es la única que se miente! Usted lo quiere, lo desea y lo necesita, y le aseguro que no pasará mucho tiempo antes que vuelva a caer.

¡Piense lo que quiera, no me importa!

Lástima, una mujer como usted se podría hacer millonaria trabajando de puta.

¡Cómo se atreve, imbécil!

¡Solo mírese a un espejo! ¡Está buenísima! Cualquier hombre pagaría muy bien por su cuerpo… incluyéndome a mi. – se dio la vuelta y se fue, dejándome con el hígado en la boca.

No sé porqué me dijo eso último, pero me dejó pensativa. No lo quería admitir, pero la posibilidad de vender mi cuerpo a cambio de dinero pasó por mi mente varias veces. Sabía bien de las penurias de mi esposo, que si bien, nunca se había quejado frente a mi, no me parecía que la estuviera pasando bien, lo conocía muy bien y sus ojos me lo decían. Y ese dinero extra, nos caería de perlas… pero inmediatamente sacaba esos pensamientos de mi mente, maldiciendo a Spencer pues a el le echaba la culpa.

Pero justo en ese momento pasó algo que me cambiaría la vida… bueno, más bien que terminaría de precipitar mi caída, algo extraño, muy extraño.

Justo cuando Spencer se alejaba, aparecía otro huésped, un hombre gordo y barbudo horrible, sucio, de aspecto francamente desagradable. Desde que llegó me inspiró una profunda desconfianza por la forma con la que veía a Pamela, a Carmela y a mi. Pero yo estaba lejos de imaginarme el tamaño de sucio pervertido que ese tipo era.

Buenos días… – me dijo, con su voz ronca.

Buenos días – le respondí – ¿Cómo pasó la noche?

Mmmm… ¿podría llevarme jabón y toalla a mi recámara?

¿No había ya?

No… no había

Bueno, ahorita se lo llevo

Me extrañó que no tuviese eso en su cuarto, si yo misma era la encargada de llevarlos. Pero no reparé mucho tiempo en eso, fui hacia la bodeguita y saqué las cosas que ese señor me solicitó y me fui a su habitación. Al entrar, lo encontré vestido en bóxer, con su gran panza de cervecero colgándole, sus piernas peludas y la misma expresión de "todo me vale madre" en la cara, de verdad que era desagradable… y mucho

Aquí están sus cosas señor, ¿necesita algo más?

Si, que me enjabone el cuerpo

¿Cómo dice?

Si, que me lo enjabone… y luego, pues depende de cuánto pisto se quiera ganar usted

¡Patán asqueroso, ¿cómo se atreve?!

¿Qué? ¿Me va a decir que al inglesito no le cobró nada las 2 veces que se la cogió? – me quedé pasmada, ¡obviamente se dio cuenta, si cuarto queda a la par del de Spencer!

Eso… esas… esas son cosas que a usted no le interesan

Bueno, si, son asuntos suyos… ¿cuánto me cobra?

¡Pero qué hombre tan imbécil! Le grité, le dije que era un gusano sucio y asqueroso y que mejor si se iba de la posada pues le diría a mis suegros su sucia proposición. Y a punto de darme la vuelta estaba cuando lo vi sacar un grueso fajo de billetes de 50. Parsimoniosamente los fue depositando uno a uno, sobre la cama, hasta llegar a los 500 quetzales. Me quedé mirándolo, callada, nuevamente la idea que Spencer me había dado volvió a revolotear en mi cabeza.

Primero, usted no les va a decir nada, pues si son sus suegros como me acaba de decir, no creo que le convenga que ellos lo sepan. Número dos, no creo que este dinero le caiga mal, al contrario, a todo el mundo le caen bien 500 varas extras entre las bolsas. Y tercero, déjese de mierdas, que yo la oí gemir y pedirle más a ese cerote, pero que una perra esquinera y drogadicta… todo en esta puta vida tiene un nombre, usted es puta porque lo es y punto.

Me quedé pasmado, parada frente a ese tipo asqueroso sin saber ni siquiera qué decirle. Entonces pensé en el dinero que estaba sobre su cama, eran 500 quetzales, buen dinero. Me pareció que entregarme por eso, para ayudar a mi pobre marido y a mi familia, era menos grave que hacer sexo solo por placer con otro hombre. Talvez eso no sería infidelidad, tan solo una transacción comercial, en el que la mercancía a tratar era mi propia persona, tal vez así no sería tan malo… tal vez

Bueno, ¿qué decidió? – me preguntó el hombre.

-

¿Bueno?

-

Señora… ¿qué decidió?

¿Qué tendría que hacer? – una pérfida sonrisa le iluminó el rostro.

Todo lo que yo quiera durante una hora completa

"Todo lo que yo quiera durante una hora completa", esas palabras aun retumban en mis oídos.

Ese hombre se me acercó despacio, mirándome de pies a cabeza de una forma que me dio miedo. Ese día vestía una falda amarilla de algodón, con una blusa blanca, tejida; zapatos bajos y el cabello recogido en una cola, un atuendo bastante conservador.

Ese hombre no se fue con delicadezas de ningún tipo, en cuanto me tuvo a su alcance me empezó a manosear, agarrándome los senos y las nalgas.

¡Esas nalgas me quitan el sueño! ¡Está más culona que una yegua!

Me despojó de toda la ropa, que dejó tirada en el suelo. Luego me jaló del brazo y se sentó en la orilla de la cama, obligándome a tenderme boca abajo sobre sus piernas.

¡Perra maldita! ¡A mi ninguna ramera me dice asqueroso u otra mierdada! - ¡zap!, ¡zap!, me empezó a dar fuertes nalgadas – Ese culote de yegua que tenés me las va a pagar… ¡vas a aprender a respetarme!

Me azotó el culo con fuerza, mucha fuerza. agarró uno de mis brazos y me lo llevo a la espalda, doblándomelo, luego puso el otro encima y me inmovilizó, con una sola de sus manotas, mientras que con la otra me seguía dando duro. Yo le suplicaba que parara.

¡Nos, ya no! ¡Por favor, se lo suplico!

¡Callate perra! ¡Te voy a castigar porque te lo merecés! ¿Verdad que te lo merecés?

¡Si, si! ¡Me lo merezco, pero por favor, piedad, deme algo de piedad! ¡¡Ay!! ¡¡Ay!! ¡¡Ay!!

¡Ni mierda perra! ¡No te voy a dar nada de piedad hasta que esto te guste! ¡Hasta que me supliqués que siga!

¡Pero no! ¡No, ya no!… ¡¡¡SE LO SUPLICOOOOOOOOOOO!!!

¡Pedime que te pegue más duro!

¡¡¡NOOOOOOOO!!!

¡¡Pedímelo perraaaaa!! – me agarró del pelo con muchísima violencia, zarandeándome la cabeza, no tuve más que hacerle caso.

¡¡Deme duro por favor!!

¡¡¿Querés más duro, perra?!!

¡¡¡SIIIIII!!!… ¡¡¡QUIERO QUE ME PEGUE MÁS DUROOOOOO!!! – en ese instante ya no fui yo la que habló, mi cuerpo empezó a caminar solo, sin mi consentimiento.

Ese gordo inmundo me continuó pegando hasta que cansó, creo yo. Y yo le seguí pidiendo… no, ¡suplicándole!, que me pegara con más fuerza, pues era una puta, una ramera sucia y asquerosa que merecía que la mataran a golpes.

Se detuvo entonces, sin soltarme las manos me jaló del cabello con la otra y me estampó el beso más sucio que se saboreado, ni siquiera se lavó los dientes ese infeliz. "Sos una ramera", me decía a cada rato. Metió la mano entre mis piernas y me empezó a restregar el sexo, metiéndome los dedos sin ninguna delicadeza, como si adentro estuviera hecho de hule. Metía sus dedos y los sacaba, para llevárselos a la boca y saborear mi sabor, "sabor a hembra caliente" me decía el degenerado ese.

Súbitamente se levantó del suelo, tirándome al piso, las nalgas me dolían horrores y yo estaba llorando por eso. Se bajó el bóxer, dejándome a la vista una densa mata de pelos desordenados, en medio de los cuales, había una verga aun dormida.

Sos una ramera, una gran ramera… ¿viste como te mojaste solo por estarte golpeando? – llevé mi mano a mi sexo y, efectivamente, estaba muy mojado… y yo excitadísima – Chupámela perra

Volvió a sentarse y yo, arrodillada, me acerqué, ignorando por completo el mal olor que emanaba de su sexo, mi cuerpo, nuevamente, estaba trabajando solo. Me metí la verga flácida en la boca y me puse a chuparla como si fuera un caramelo. Rápidamente cobró vida y fue creciendo lentamente dentro de mis labios. ¡Jamás me imaginé que eso me fuera a calentar tanto! Sentir un pene crecer entre mi boca mientras lo chupo fue una sensación que me encendió aun más, sentí claramente como la humedad de mi vagina se iba convirtiendo en ríos de fluidos que escurrían gota a gota por mis piernas.

Me saqué su miembro de la boca y lo vi, quedé impresionada. Era muy largo, aunque no demasiado grueso, pero si duro y venoso. "¿Qué mirás?" me preguntó impacientándose. Me agarró del pelo y me obligó a volver a la faena, esta vez dirigiendo el mi cabeza, haciendo que bajara y subiera por su fierro al rojo vivo. También me obligó a lamerle y chuparle los huevos, ahora que lo piensa, debí haber vomitado, pero a mi me sabía a manjar en ese momento de ofuscación mental.

Me levantó violentamente del pelo y me tiró sobre la cama. Separó mis piernas, ansioso, y se lanzó encima de mi delgado e indefenso cuerpecito. Me estaba apachurrando, casi no me dejaba respirar. Y para evitar cualquier intento de resistencia de mi parte, me sujetó de las muñecas con una sola de sus manotas.

Con la otra mano, colocó su pene enardecido en la entrada de mi vagina y empujó fuerte, hasta que me llegó al fondo, entonces, me agarró como piñata. Ese gordo sucio me cogía como si tuviera algún tipo de motor, metiéndomela hasta el fondo con furia y a un ritmo infernal. Y yo, para no llamar mucho la atención, intenté acallar mis gritos, pero casi me fue imposible, sentir lo violentos corrientazos que el mete y saca de ese aparato dentro de mi vagina me provocaban casi me obligaba a pegar de alaridos. Lo hubiera hecho si no fuera porque el peso de ese animal me estaba asfixiando.

Me dio duro como por 15 minutos, tiempo durante el cuelo alcancé el orgasmo, que me dejó casi desmayada. Lo siguiente ya no lo recuerdo bien, pues estaba en una condición domo de trance. Recuerdo que me cambió varias veces de posición, moviéndome y manejándome como una muñequita de plástico. Y al final, lo recuerdo muy bien, ese desgraciado infeliz me llevó hasta la regadera, en donde eyaculó con fuerza, en medio de gritos y alaridos de victoria, sobre mi cara, esparciéndome después el semen sobre toda mi cara con su misma verga, para, acto seguido, orinar encima de mi… jamás me sentí tan humillada en toda mi vida.

Cuando volví en mi, estaba tirada sobre el suelo de la regadera, cubierta de una asquerosa mezcla de esperma y orín. Mi cuerpo estaba cubierto de sudor y marcado con moretones, producto de pellizcos, mordidas y golpes. Me sentía adolorida y magullada… pero extraña y enfermizamente bien, con una horrenda sensación de confort.

Me puse de pié temblando, confundida, sin poder entender lo que había pasado allí realmente. No podía salir así, así que prendí la ducha y dejé que el agua limpia se llevara consigo la podredumbre de ese ser sucio. Luego salí, mi ropa aun seguí en el suelo, el tipo estaba fumando sobre su cama, leyendo una revista. Me vestí y salí, no sin antes tomar mi dinero, me pagó 100 más. Y a medida que me acercaba a mi habitación, caminaba más rápido cada vez, no quería que el llanto de la vergüenza y dolor me atrapara en el corredor.

Continuará

Garganta de Cuero

Pueden enviarme sus comentarios y opiniones de esta serie a mi correo electrónico, con gusto las leeré. garganta_de_cuero@latinmail.com . Besos y abrazos.