De esposa ejemplar a ramera empedernida (02)

En su camino hacia la depravación, Lucía se da cuenta que sus suegros no son lo que parecen.

De Esposa Ejemplar a Ramera Empedernida II

Pareja de Perros Viejos

Desnuda frente al espejo del baño, no daba crédito a lo que acababa de pasar. Me habían violado, me citaron a una trampa y caí como una estúpida y me violaron. Pero lo que era peor, me gustó, ¡lo disfruté como una loca! ¡Me sentía la mujer más sucia y traicionera de este mundo!

El semen de Esteban aun escurría entre mis piernas, su olor seguía impregnado en mi cuerpo, mezclado con mi sudor, y en mi vientre continuaba la dulce sensación de esos poderosos orgasmos que sentí junto a el. Con Arturo no los tenía, y no es que fuera mal amante, simplemente no lograba tener orgasmos, y cuando los conseguía, era solo uno y no muy intenso.

No lo podía creer no lo podía creer. Ese cuerpo que veía frente a mi, lo había entregado únicamente a mi esposo, y estaba dispuesta a que el fuera el único, el primero y el último. Lo veía como un templo al que solo un sacerdote podía entrar… y acababa de ser profanado de la forma más vil.

No soy alta, apenas mido 1.65, y soy muy delgada, con senos pequeños, pero bien formados, mirando al frente. Eso si, cintura de avispa y caderas anchas, coronadas con un impresionante par de nalgas, duras, grandes y paraditas. Piernas torneadas y piel morena, con ojos cafés y cabello lacio hasta media espalda. A mis 30 años seguía siendo muy hermosa. Pero eso no justificaba el placer que había sentido, ese placer malsano que me estaba matando.

Me lavé y me acosté, después de darles las buenas noches a mi nenes, Lucy y Arturito, suerte que mi suegra no me vio al llegar. Me tapé con las sábanas y me puse a llorar hasta que perdí el conocimiento y caí en un profundo y pesado sueño.

¡Mami, mami! – los estruendosos gritos de mis nenes me despiertan sobresaltada.

¿Qué?… ¡¿Qué pasó?!

¿Hoy viene papa? – me pregunta Lucy.

¿Hoy?… ¡Si, si hoy viene papa!

Mis nenes empiezan a celebrar, hacía más o menos un mes que no lo veían. Salen del cuarto corriendo, mi suegra lo espera en la puerta.

Lucía, se quedó dormida

Si… si Carmela

Apúrese que ya viene Arturo… dígame, ¿cómo le fue en la entrevista?

¿La entrevista? – le dije yo tratando de inventar una excusa creíble.

Si, en la entrevista

Pues, la verdad… no quise… era… muy matado y no pagaban bien

Mmmm… lástima, pero bueno, mejor así, usted tiene 2 nenes que cuidar y no puede estarse dando el lujo de no atenderlos como se merecen. Además, Arturo es bueno, muy trabajador, yo sé que va a conseguir algo.

"Ojalá" me dije, ojalá

Mientras me bañaba para recibirlo pensaba en cómo lo recibiría, me sentía sucia, traidora, malvada, no merecía que el me viniera a ver. Era muy difícil, ¿cómo hacer para aparentar que no había pasado nada, que su pura e inmaculada esposa seguía siéndolo, pura e inmaculada?

El llegó como a eso de las 11, los niños salieron corriendo a recibirlo, el los abrazó y los besó, estaban felices los 3. luego me vino a abrazar a mi, yo traté de parecer lo más normal que podía, pero mis ojos me traicionaban. Arturo me abrazó y me besó con ternura, me sentí tan segura envuelta en sus brazos fuertes y entre su pecho duro y musculoso. El se dio cuenta, y cuando nos hallamos solos me preguntó si tenía algo.

No amor, nada… es imaginación tuya

Pero es que te miro triste

Es que te extraño mucho

Yo también te extraño… pero te prometo que esta separación va a ser solo momentánea

Ojalá… ojalá

No era mentira que lo extrañaba a rabiar, pero el verdadero motivo de querer regresar era la vergüenza que sentía, ¿qué haría si Esteban se volviese a aparecer?

La noche llegó, y con ella la intimidad junto a mi esposo. Se sentó en la cama y me tomó de la cintura llevándome hacia su cuerpo. Yo, como siempre, me dejé llevar. Se puso a acariciarme la espalda, rozando mis nalgas, acariciando mis piernas, Arturo nunca tocaba mis partes pudorosas sin una previa autorización de mi parte.

Besó mi vientre, luego fue subiendo hasta llegar a mi cuello y luego a mi boca. Y yo mantenía los ojos cerrados para evitar que viera que estaba a punto de llorar, me sentía indigna de esas caricias.

Así y todo nos metimos debajo de las sábanas, con las luces ya apagadas. Nos desnudamos allí, como siempre hacíamos, y seguimos besándonos. No sé si estaba excitada, me hallaba en un estado de confusión muy grande. Por un lado estaba la vergüenza y los tremendos remordimientos por lo que me había pasado. Es cierto, sí fui violada, pero ese placer malsano que sentí no debió ocurrir nunca. Por el otro, mi cuerpo vibraba ante las caricias de mi esposo como si tuviese voluntad propia. Para cuando me di cuenta, el largo y hermoso miembro de Arturo estaba entrando y saliendo de una más que mojada vulva.

¡Cómo era eso posible! ¡¿Qué me estaba pasando?! Sentía una gran vergüenza y unos y terribles remordimientos, pero también un placer sexual como nunca había sentido junto a mi esposo. El se dio cuenta y aceleró los embates de su poderoso miembro en mi interior. ¡Qué sensación!, ese día Arturo parecía estar más caliente y excitado que de costumbre, mucho más potente y menos delicado y sensible. Su duro pene me penetraba sin compasión, estirando al máximo los límites de mi corta y estrecha vagina a cada golpe de sus caderas. Me sentí como una perra montada por un gran macho por un momento, y eso fue lo que me hizo volver en mi misma

¡Arturo! – exclamé en un grito ahogado y lo empujé con fuerza por lo hombros.

Mi esposo reaccionó y se levantó con brusquedad sorprendido (creo que hasta asustado), saliéndose de mi interior y cayendo en el suelo, junto a la cama. Nos vimos a los ojos asustados, no sabíamos ninguno por qué. El nunca me había tomado con tanta brusquedad y yo nunca había actuado así para el, algo estaba mal allí, algo ya no funcionaba entre los dos. Y, naturalmente, yo sentía que era por mi culpa.

Tan solo nos pudimos ver as las caras, con ojos avergonzados y tristes, preocupados. Me habría gustado decirle algo, pero ¿qué? El solo me dijo casi murmurando "perdón", se acostó a mi lado y se durmió.

Al día siguiente las cosas no se veían normales, tanto el como yo rehuíamos a nuestra compañía. Mi razón ya la saben, pero la de el no, ni yo la sabía. Temía que hubiese pensado algo malo de mi por lo de anoche, era una idea que me atormentaba y que hacía que le huyera. Si ustedes piensan que soy una ridícula, quizá estén en lo correcto, pero entonces es muestra de lo poco que saben sobre la psicología de una mujer, de una mujer conservadora y acostumbrada a ser sumisa.

Por la tarde mi marido se fue de regreso a la capital, tan solo nos despedimos con un corto y frío beso, a diferencia de mis niños que lo llenaron de besos y caricias. De reojo me di cuenta que mi suegra, doña Carmela, nos veía seria.

Lucía, ¿puedo hacerle una pregunta?

Si claro Carmela.

¿Usted y Arturo están enojados?

No… – tragué saliva, mi suegra tenía un sexto sentido muy desarrollado - ¿por qué lo dice?

Es que conozco a mi hijo y lo vi un poco frío y distante con usted… y usted estaba igual

Es que… tuvimos una discusión en la noche… – mentí.

¿Por qué nena? ¿La separación? – me preguntó, ella me decía nena y me trataba con mucha ternura.

Si, si… es por eso… – volví a mentir, eso fue suficiente para tranquilizar a la señora, que me dio un amistoso sermón sobre los sacrificios que los 2 debíamos hacer por el bien nuestro y de los niños; la señora estaba tan equivocada

El resto del domingo la pasé muy triste, pero pensar en mis hijos me ponerme de pié y salir con ellos, los llevé a caminar por el pueblo, les compré un helado y los llevé de regreso a la casa, para todo eso ya eran como las 6:30 de la tarde. Nos encontramos con una vecina, que tenía 2 hijos de las misma edad que Arturito.

Lucía, hola, ¿cómo está?

Bien, bien… allí, pasándola

¡Qué bueno!… Fernandito quería invitar a sus niños a dormir a mi casa, es que le compramos una carpa de acampar y están empatinados con ella, figúrese que el nenón de mi esposo se las puso en el jardín y ahora mismo están jugando a los expedicionarios.

¡Siiiiiii!… porfa mama… – me rogaron Arturito y Lucy al unísono, no pude negarme, si yo estaba amargada no había razón para que ellos estuvieran igual, además, esos vecinos eran personas confiables y muy bondadosas.

Mis niños ni siquiera esperaron a ir por ropa y sus piyamas a la casa, salieron corriendo detrás de Fernandito y se metieron a su casa, yo me reí junto con la señora, me hacía falta. Pues bien, ella me invitó a una taza de café, y yo le dije que aceptaría, pero antes debía ir por la ropa de mis bebés.

Entré a la casa, enfilé hacia la habitación de ellos, y en el camino escuché algunos ruidos peculiares salir de la habitación de mis suegros. Quedé muy intrigada, así que me apresuré a pasar y tomar las cosas por las que iba. Al salir, decidí declinar la invitación de la vecina, yo tenía que averiguar de qué se trataban esos ruidos, y es que si algo tenemos las Ovalle, es que somos muy curiosas.

Regresé rápidamente, subí al segundo piso buscando a mis suegros pero nada, nada. Se habrán ido, me dije, pero entonces vi que estaba abierta la puerta que daba hacia una sección apartada de la casa. Verán, mis suegros eran propietarios de una casa antigua, muy grande, que habían convertido en una posada de tipo bohemia, rústica y con un restaurante de platos típicos. La familia vivía al fondo, en una casita separada, pero unida a la posada por un corredor, y a esa sección apartada por otro más.

Siempre me dijeron que ese anexo era una bodega vieja, llena de cachivaches que deberían haber tirado desde hacía mucho. Pero ahora, por alguna extraña razón lo dudaba. Y como vi la puerta abierta decidí entrar. Me di cuenta que a lo lejos que había una luz prendida, por lo que empecé a avanzar despacio, sin hacer ruido. Me coloqué detrás de unas cortinas, de cuclillas, como estas caían hasta el suelo, no podía ser vista.

Escuché pasos detrás de mi, yo cerré los ojos pensando que ya había sido pescada. Pero no fue así, los pasos se detuvieron justo delante de mi y pude ver que se trataba de don Norberto, mi suegro.

¡Qué bien te mirás mujer!… ¡Siempre has sido una perra de lo más rica! – me sorprendí muchísimo, a don Norberto jamás lo había oído decir una sola mala palabra, pero lo que más me intrigaba era saber con quién hablaba.

Lo soy para ti amor… - ¡era doña Carmela!, ¡¿cómo era eso posible?!

Don Norberto avanzó unos metros, desapareciendo de mi campo de visión. Regresó luego jalando de una cadena, a la cual venía pegada su esposa, del cuello y con un collar de perra. Quedé fría y estupefacta, ¿qué clase de gente era esa y a qué estaban jugando?

¡te acordaste de qué fecha es hoy! – le dijo Carmela emocionada cuando el le entregó un regalo.

¿Y cómo olvidarlo?

Es que, como sos tan despistado

Si… pero no tanto

Carmela abrió el paquete, sacando de allí un hermoso collar dorado, con cuentas de colores y un bello broche, muy hermoso. La madura señora se enterneció y se arrodilló para besar a su marido, que se agachó para tal efecto. Estaba celebrando algo, pero no decían qué.

¡Gracias Nor, gracias! ¡Sos un amor, no sabés cuánto te amo!

Y yo a ti Carmelita

Guardaron silencio un momento, los ojos enternecidos de Carmela dejaron paso a unos más lujuriosos, llenos de calor y de deseo. Los de Norberto no los podía ver bien, pues estaba de costado hacia mi, dándome la espalda, pero adivinaba el mismo brillo.

Dámela… – le pidió Carmela.

Suplicá por ella

Por favor amor… te lo suplico… dámela

Eso no es suficiente

La necesito de verdad… te lo suplico, te lo ruego… ¡dame tu verga! - ¡a la gran puta!, jamás imaginé ver a mi suegra, la respetable Carmela, rogar por una verga como una vulgar y necesitada ramera.

¿Qué harías por ella?

Lo que sea, lo que me pidieras… soy tuya, mi cuerpo es tuyo y podés hacer con el lo que se te de la gana… total, yo no dejo de ser tan solo una perra

¡Mi perra!

tu perra

Norberto la tomó de los cabellos con ternura, pero c}a la vez con firmeza, y la acercó hasta su miembro, el que la mujer tomó entre sus labios. Yo no podía ver bien esa mamada por la posición en que estaban.

Mmmmm… Carmela, sos una maravilla de perra… ¡Haaaaaaa!… ¡No parés!

-… (chomp, chomp, chomp)

Vení, vení

Norberto tomó a su esposa de la cadena y la levó como una perrita hasta otro sitio. Podía apreciar perfectamente un hermoso y muy generoso par de tetas bamboleándose a cada paso de la vieja, que avanzaba en 4 como una verdadera perra. No sabía por qué, pero me estaba calentando, y mucho. Mi raja palpitaba ardiéndome y enrojecida, tenía una terrible necesidad de tocarla, algo que jamás había hecho antes.

Como los perdí de vista, me salí de la cortina y busqué otro lugar para esconderme. Encontré otro lugar y me oculté allí, detrás de unas cajas metálicas, podía ver perfectamente a través de unos agujeros. ¡Me volví a quedar helada!, allí estaban mis 2 suegros, desnudos y mirándose mutuamente. Doña Carmela, una mujer de 56 años, morena clara y, 1.75, entrada en carnes, pero de constitución firme y dura, cabello negro crespo hasta media espalda, sin canas pues se lo pintaba, un rostro gatuno, de rasgos muy hermosos, se hallaba parada frente a su esposo, en espera de órdenes. En su figura esbelta y estilizada destacaba un enorme par de tetas, que afuera de su ropa se veían aun mayores de lo que yo creí. Redondos, el paso de los años los habían vuelto un poco más caídos, pero aun se conservaban soberbios. Sus pezones oscuros exhibían sendas argollas plateadas, gruesas. Su obligo tenía otra más, más delgada, y con el collar de perra y la cadena, mi suegra se veía como una gran diosa-esclava.

Por su parte, don Norberto no dejaba de sorprenderme menos, el, siempre un hombre tan serio y respetado, siempre tan correcto, un auténtico caballero, ahora lo veía parado, desnudo frente a su señora, con ojos desencajados de lobo hambriento. Era un hombre de 63 años, de piel blanca y ojos azules, cabello gris, elegantemente recortado y barba igualmente gris, en forma de candado. Era alto y de porte imponente, 1.80 de estatura con una musculatura aun definida a pesar de los golpes de la edad. Pecho velludo (no tanto como mi Arturo) y amplio, también exhibía argollas en sus pezones. Debajo de su vientre, que ya dibujaba una panza, aparecía un soberbio falo, tan largo como el de mi marido (18 cm) pero circuncidado y bastante más grueso, con algo plateado brillándole en la punta. ¡Era una arete, un piercing! Entraba justo debajo del frenillo y salía por el meato, jamás en mi vida vi algo igual. ¡Mis suegros eran un par de pervertidos!

Nor… Norberto… lo necesito… de verdad

¿Qué cosa?

Que me cojás

Suplicame

Te lo suplico amor… por favor… soy tu puta, hago lo que tu querrás… siempre… por favor Nor, te lo suplico, te lo rugo, haceme tu perra esta noche, ¡quiero ser tu perra sucia!

Gritalo

Sabés que no puedo… Lucía nos puede oír… o los niños… ¡por favor mi amor, por favor!

Norberto dibujó una sonrisa sucia en la cara y le ordenó "de rodillas". "Gracias" le oí contestar a ella, era algo sumamente patético.

Nuevamente, Carmela tomó el pene de su marido entre sus labios y se puso a chuparlo, casi no lo podía mamar por el grosor, pero si lo lamía con una gran maestría mientras masajeaba sus huevotes. Norberto respiraba profundo y casi gemía del placer. De repente, le quitó sorpresivamente el falo a su mujer, que protestó.

¡Pero amor!… yo quería tu semen

y lo tendrás… pero todavía no. – los 2 sonrieron pícaros y cómplices.

Norberto se arrodilló al lado de su mujer y se comenzaron a besar con fuerza, sus manos comenzaban a subir desde su estómago plano hacia arriba, tocando y acariciando sus hermosos senos antes de estrujarlos suavemente. Carmela cerraba los ojos y sonreía, estaba sintiendo mucho placer y quería más. Y más todavía cuando Nor se puso a jalonearle y retorcerle con suavidad las argollas de sus pezones. La boca y lengua de mi suegro iban desde las tetas a su cuello, los hombros y todo lo que tenia a su alcance. Carmela levantó un poco la cabeza y le susurraba cosas que no podía escuchar, pero sabía que eran palabras de amor.

Sus manos la recorrieron completa, la atrajo hacia si y la colocó sobre sus rodillas, le acariciaba la espalda y la nalgas, al tiempo que con sus labios succionaba sus pezones oscuros y tiraba de sus adornos de plata, haciéndola jadear suavemente. Y ella seguía con los ojos cerrados y con cara de placer, no podía creer lo que estaba viendo, no podía creerlo de ellos.

La comenzó a besar con fuerza, con profundidad, abrazándola y agarrándole las nalgas, ella restregaba su sexo sobre la paloma de su señor, pero no se atrevía a penetrarse, aparentemente ese era un placer exclusivo de el. Norberto la paró, le dio la vuelta y la volvió a sentar en sus piernas, lamiéndole la espalda y jugando con sus senos y pezones. Metió una mano entre sus piernas para restregarle el sexo, metiéndole varios dedos y jugando con su clítoris, ¡que también tenía una argolla!

Carmela se puso a gemir, abriendo la boca, jadeando, ojos cerrados y rictus de inmenso placer. Despacio, ella se dio la vuelta, quedando nuevamente de frente a su esposo, que volvió de lleno contra sus inmensos senos. Norberto le estaba metiendo dedos por el culo y vagina, haciendo círculos con ellos y sacándole largos gemidos de gozos. Yo estaba petrificada y, para mi sorpresa, mojadísima.

¡¡¡OOOHHH!!!… ¡¡¡OOOHHH!!!… ¡¡¡OOOHHH!!!… – gemía ella – ¡¡¡NOR… TE AMO!!!

Gozá perra, gozame que hoy te voy a devorar entera

¡¡¡OOOHHH!!! ¡¡¡OOOHHH!!! ¡¡¡OOOHHH!!!… ¡¡¡¡OOOAAAAAGGGGGHHH!!!… – la mujer comenzó a gritar, como si la estuviese lastimando, pero la expresión de supremo placer me decía la verdad - ¡¡¡MEMUEROOOOOO!!!… ¡¡¡AH!!! ¡¡¡AH!!! ¡¡¡AH!!! ¡¡¡AH!!!… ¡¡¡¡AAAAAAAHHHHHHHH!!!!

Mi suegra se revolvía como una puta asquerosa sobre las piernas de su esposo, teniendo un orgasmo fuertísimo que casi le sacaba los ojos. Ella le sonreía, lo besaba susurrándole cosas que no escuchaba, pero que por la intimidad y ternura del movimientos de sus labios, supe que eran cosas de amor, otra vez.

Mi perra preciosa, ahora te voy a montar

Norberto la dejó en el suelo, e levantó y abrió un baúl. De allí sacó 2 pared de esposas que colocó una en cada mano de la señora, luego las pasó por debajo del collar de perra, colocando el extremo de que faltaba en sus muñecas junto al otro extremo. Así, Carmela quedó con los brazos pegados a su cuello, sin posibilidad de poder moverlos.

Acto seguido, Nor le puso un candado en cada argolla de sus pezones para que el peso le jaloneara esas sensibles partes. La mujer gimió y empezó a respirar mucho más rápidamente, aquellos artilugios la habían excitado como una brasa.

Norberto se acostó en el suelo y la jaló, poniéndola de rodillas sobre su pene, parado cual mástil. Ella se dejó caer sobre este y entro de un tirón. Comenzó a subir y bajar, apretando duro con las caderas para metérsela hasta el fondo. Ella no dejaba besarlo, de verlo a los ojos, de lamerle la cara y de gemir fuertemente.

¡¡AAHH!!… ¡¡AHHHHH!!… ¡¡MMMMM!!… ¡¡OHHHHHH!!… ¡¡AHHHHHH!!

¿Te gusta amor?, ¿te gusta?… – le decía el suspirando.

¡¡AHHH!!… ¡¡¡SIII!!!… ¡¡AHHHH!!… ¡¡ME ENCANTA NOR, ME ENCANTA!!… ¡¡AHHH!! – le contestó.

Continuaron cogiendo, cada vez aceleraban un poco más el ritmo y ninguno paraba de decirle vulgaridades al otro. No los reconocía, no eran los mismos abuelos de mis hijos, estos eran una pareja de perros calientes, los desconocía por completo

Norberto la hizo incorporarse, quedando sentada sobre su tranca. Así, con vigorosos movimientos de caderas, la comenzó a penetrar con furia, sus gigantescos senos se estremecían, rebotando como pelotas, con los pezones siendo permanentemente jaloneados por los candados. Ella tenía un gesto desfigurado, no parecía una persona humana, sino un animal enloquecido, enloquecido de placer.

¡¡¡AAHHH!!!… ¡¡¡MAS!!!… ¡¡¡MAS DUROOOO NOOOORRRRRI!!!… ¡¡¡MAS DUROOOOOO!!!

¡¡SENTILO PERRA, SENTILO!! ¡¡AHHH¡¡… ¡¡MMMM¡¡… ¡¡¡PUTA MADRE, QUÉ RICO!!

¡¡¡AHHHH!!!… ¡¡¡AHHHH!!!… ¡¡¡AHHHH!!!… ¡¡¡AHHHH!!!… ¿TE GUSTA…? ¿TE GUSTA AMOR?

¡¡¡SIIIIIIIII!!!… ¡¡¡¡ME ENCANTA!!!!

¡¡¡¡NOOOOOORRRRRRR!!!!… ¡¡¡¡NOOOOOORRRRRRR!!!!… ¡¡¡¡AAAHHH!!!! ¡¡¡¡AAAHHH!!!! ¡¡¡¡NOOOOOORRRRRRRBEEEEEEERRRRRRTOOOOOOO!!!! … ¡¡¡¡AAAAAGGGGGHHHHHH!!!!… – con semejante cogida, Carmela marta alcanzó el orgasmo nuevamente, ya llevaba 2.

¡¡¡¡DALE CARMELA, DALE!!!!… ¡¡¡¡GOZÁ AMOR MÍO, GOZAAAAA!!!!

¡¡¡¡OOOOOOOOOOOUUUUUUUUAAAAAAAGGGGGGGHHHHHHHHH!!!!

¡¡¡¡AH!!!!… ¡¡¡¡AAAAHHHHH!!!!… ¡¡¡¡AAAAHHHHH!!!!… ¡¡¡¡AAAAHHHHH!!!!

Norberto comenzó a jadear con fuerza, estaba a punto de terminar. Su esposa saltó de su pene y cayó pesadamente al suelo, el se arrodilló sobre su cabeza, abrió su boca y le disparó adentro largos chorros de semen blanco, que la mujer tragó y saboreó como un verdadero manjar.

Los dos pararon sin fuerza, el se derrumbó sobre el cuerpo sudado de su mujer, ambos jadeaban satisfechos. Se quedaron en el suelo, el abrazándola a ella, que seguía relamiéndose el semen. Yo no quería ser descubierta, así que me salí de mi escondite y caminé despacio hasta la puerta.

Fui violada apenas 2 días antes, y ahora veía a mis suegros coger como animales degenerados. Habían muchas que no alcanzaba a comprender, muchas cosas. Y por desgracia, estas terminarían alcanzándome al final del camino

Continuará

Garganta de Cuero

Pueden mandarme sus opiniones y comentarios a mi correo electrónico, me gustaría mucho leerlos. Besos y abrazos. garganta_de_cuero@latinmail.com