De esposa ejemplar a puta de lujo (17)

Por fin se van a pasar las vacaciones a Palma, donde Mario empieza a abusar desde el primer día de Sonia y Marta como le da la gana.

Al día siguiente nos íbamos a Palma pero como a Mario le surgió un emergencia de una paciente que iba a parir, dijo que el cogería un vuelo por la tarde y que yo me podía ir por la mañana con Marta.

Antes de ir a buscar a Marta para ir al aeropuerto, llamé a Ana por el móvil, para que me contara quien era el tal Paco, el que me había follado en la consulta, y que la conocía a ella ya que la nombró cuando hablaba con Mario.

Se puso muy contenta de que la llamara, le conté lo del día anterior, y me contó que Paco tenía 3 chalets en lo mejor de Madrid con putas de alto nivel, que ofrecían sus servicios allí o donde quisiera el cliente en cuestión. Me contó que ella trabajaba para él y que era el clásico chulo putas, aunque pagaba bien a sus chicas.

Entonces me quedaron claras muchas cosas, sobre todo lo que Mario haría conmigo en cuanto se cansara de mí.

Luego llamé a Marta, la dije que iría a buscarla con un taxi y que Mario se reuniría con nosotras en Palma. Además la dije que desde que saliera de casa ya tendría que vestir con la barriga fuera, así que la indiqué que se pusiera unos vaqueros y un top, y que toda la ropa que llevara, fuera de la que usara antes del embarazo.

Mientras iba en el taxi a su casa, pensaba en que algunos veranos había veraneado con mi familia en Palma, alquilábamos un apartamento y pasábamos allí el mes de vacaciones, aunque era difícil, sólo quedaba que me los encontrara allí.

En fin cuando llegué a su casa sin bajarme del taxi la llamé por el móvil para decir a Marta que bajara.

Cuando bajó fue impresionante, llevaba una minifalda vaquera abrochada justo por debajo de su barriga, y un top también de tela vaquera. Se veía que llevaba sujetador, ya que las tiras negras del mismo se le veían por los hombros.

Era un auténtico espectáculo verla con toda la tripa al aire con un piercing que coronaba su ombligo, no me extraña que el portero de su casa que la ayudaba a llevar las maletas no la quitara ojo sobre todo del tatuaje sobre su trasero. Por no hablar de la pinta que tenía con las rastas. Yo al ser mas joven no llamaba tanto la atención, pero que una mujer de 40 años llevara el pelo como una negra jamaicana chocaba bastante.

Yo iba con unos pantalones blancos de licra muy ajustados, que transparentaban mi tanga azul celeste y un polo rojo sin mangas por encima del ombligo, sin sujetador porque en verano me daba calor, por lo que se marcaban todos los pezones en el polo, y se me movían las tetas al caminar.

Al portero casi le da algo al verme, y en el camino al aeropuerto el taxista no nos quitaba ojo. Le dije a Marta que no llevaba tacones y me contestó que con el embarazo estaba muy pesada y que le costaba mucho caminar con ellos.

La contesté que Mario siempre nos quería con ellos, así que en el aeropuerto la obligué a comprarse 3 pares de 12 cm, con tacón de aguja y de los que acaban por la parte de los dedos en punta y le tiré todos los suyos planos.

Ver a una embarazada de 7 meses con esos tacones es un numerito, por el contoneo al caminar, además del auténtico suplicio que es para ella utilizarlos.

Cuando llegamos fuimos al hotel que estaba en Andraitx un pueblo turístico muy cerca de Palma de Mallorca, con puerto marítimo y playa. Un verano lo pasé allí con mis padres.

Al día siguiente por la tarde llegó Mario nosotras le esperábamos en la piscina del hotel, tomando el sol.

El me había elegido todos los bikinis que debía usar, siempre sin la parte de arriba, siendo en todos la de abajo un tanga diminuto, que consistía en un triangulito que me tapaba sólo labios vaginales y clítoris, lo demás era una tira por el culo que no se veía que se unía al triangulito por los lados de las caderas con unos cordones que de lejos no se veían. Si me miraban por detrás parecía que iba desnuda.

Cuando llegó se cabreó con Marta porque llevaba la parte de arriba, y le dijo que mal empezaba que se la quitara. Ella se la quitó, y aparecieron sus tetas medio caídas por el embarazo y la edad. La gente que había en la piscina se la quedó mirando. Miró la besó en la boca y empezó a recorrerla la barriga y las tetas con sus manos.

En definitiva esto fue lo que pasó.

Mario: Vaya Marta ya veo que nuestro viaje e Tenerife dio sus frutos, que será niño o niña.

Marta: Un niña.

Mario: Veo que te has adornado el cuerpo con algún que otro piercing y tatuaje.

Marta: Si Sonia me dijo que te gustaba.

Después de un rato tomando el sol.

Mario: Marta no te veo fumar y tu antes lo hacías.

Marta: Es que lo he dejado por el embarazo.

Mario: A mi tu embarazo me importa 2 cojones, vete ahora mismo a la barra del bar y cómprate un paquete de tabaco que no sea light, y te vienes ya fumando, que me da morbo ver a una tía preñada fumar uno detrás de otro, que la niña se vaya acostumbrando.

Marta: Como quieras.

La pobre Marta se fue sólo cubierta con su tanga a comprar tabaco, y le dijo a un camarero que se lo encendiera. Las señoras mayores de la piscina la miraban con desprecio, y a las chicas jóvenes se las oía decir que parecía mentira con la edad que tenía.

Cuando anochecía, nos subimos a la habitación del hotel, Mario sólo dejó que nos pusiéramos unas camisetas para cubrirnos las tetas, y se aseguró de mojarlas para que se marcaran bien.

Nos dijo que le gustaba como quedaba nuestro cabello con las rastas y nos preguntó que como lo llevábamos.

Le contestamos que era muy cómodo ya que nunca teníamos que peinarnos ni ir a la peluquería, sólo nos mojábamos el pelo con agua en la ducha o en la playa y lo secábamos un poco con una toalla y nos echábamos una cera para mantener la rastas aunque eso sí, le contamos que era bastante antihigiénico porque no nos podíamos lavar la cabeza con champú y que nos picaba. Por eso nos rascábamos cada dos por tres.

Nos contestó que había leído sobre el tema y que eso era el primer mes que luego la cabeza ya se acostumbraba a que la limpiáramos sólo con agua y que no hacía falta usar champú.

En el hotel, ellos se inscribieron como marido y mujer, en una habitación y yo sola en otra. Dejé las cosas en la mía y me metí con ellos en la suya.

Mario estaba cachondo por la que había montado en la piscina y por lo entregada que estaba Marta.

Marta estaba nerviosa, ya que no había visto a Mario durante los últimos meses. Los siete meses de embarazo habían hecho mella, en su cuerpo cosa que la hacía sentir insegura, se sentía pesada, gorda, nada ágil, poco erótica, le daba cierta vergüenza que su Mario la viese con el cuerpo así. Estaba confusa y nerviosa. Cuando llegué a la habitación se estaba fumando un cigarro mientras Mario meaba en el baño.

Cuando salió Mario del bañó esto fue lo que pasó:

Mario le dijo a Marta que se pusiera de pie y que se quitara el tanga, porque quería verla desnuda.

Ella se sentía morir, la misma vergüenza que había sentido la primera vez que se había desnudado ante él se incrementaba ahora por la vergüenza de mostrarle su cuerpo desnudo del todo.

Desnúdate, su voz era ahora más severa, ella comenzó a desnudarse mientras un rubor subía a su cara e intentaba ocultar, inconscientemente, su cuerpo.

Mario Sintió deseos de besarla, echarla encima de la cama. Aunque fuera ginecólogo sentía un profundo deseo por tocar su vientre, y las formas producidas por el embarazo que el había provocado en una mujer madura y casada.

Su excitación le hizo tener una erección como hacia tiempo que no veía en Mario. Marta intentaba esconder su cuerpo y se ruborizaba, aquello le gustó, supongo que por su personalidad dominante.

A continuación la ordenó que colocase sus brazos en la espalda. Después jugó con sus dedos dentro de su boca. La lengua de ella reaccionó como meses antes en el viaje a Tenerife, lamiendo y chupando aquellos dedos. El no podía dejar de mirar sus pechos, con sus manos comenzó a acariciarlos lentamente, rozando la piel, estirando suavemente los pezones. Ella gemía.

Ella seguía nerviosa. No se sentía capaz de complacer a Mario con ese cuerpo.

No la dejó pensar y la ordenó que le quitara el bañador. Ella comenzó a desnudar su cuerpo usando su boca, él se dejaba hacer, mientras ella besaba cada milímetro de piel que descubría. Deseaba aquel cuerpo y deseaba complacerlo. Lo oía susurrarle y aquello le hacía sentirse bien aunque la gustaba mas cuando su voz se hacia firme y autoritaria.

No sabía cuando y como la tomaría. El estaba completamente excitado, ella beso su sexo, lamiéndolo lentamente, lo oyó gemir y eso hizo que comenzase a lamer y a besarlo con más intensidad.

Poco a poco iba olvidando cualquier reparo, duda o indecisión, él siempre conseguía ponerla así.

Cerró primero sus ojos al sentir su lengua, su boca chupándole lentamente, después los abrió mirándole fijamente a la cara. Aguantó un poco más, pero después la hizo apartarse y tirando de un collar que llevaba en el cuello, la llevó al baño. La hizo sentarse y que se pusiera a mear.

Marta se puso colorada de vergüenza y bajo la cabeza. Le daba mucha vergüenza, pero al mismo tiempo hacía que se sintiese totalmente desnuda, expuesta, y entregada.

A todo esto yo me estaba masturbando viendo todas las escenas.

Volvió a sentir la misma sensación mientras notaba el placer de orinar. Después el hizo que se levantase, la ayudo a inclinarse y me obligó a mí a limpiar su sexo con mi lengua lentamente, de las gotitas de orina que pudieran quedar. Le gustaba vernos indefensas, ofreciéndole la complicidad de algo tan íntimo.

Haciendo que se notase hasta que punto éramos suyas. Después comenzó a acariciar y a meter los dedos en su coño. Ella se aguantaba con las manos en la bañera mientras él usaba sus dedos, primero lentamente, después rápido, después lentamente.

Jadeaba, el sentir la mano de Mario en su intimidad, y al limpiarla yo con mi lengua se había excitado de una forma brutal. Notarlo ahora jugar con su sexo, le hacía cerrar los ojos y sentía temblar todo su cuerpo. Luego empezó a acariciar su clítoris. Sentía unas ganas terribles de correrse. Hacia tiempo que no jodía con un hombre y ahora todas las sensaciones eran mayores.

Entonces Mario paró. Noté en la cara de Marta su desolación.

A continuación la hizo que se arrodillase y ponerse a cuatro patas todavía en el baño, y tirándola del pelo la llevó en esa postura lentamente a la habitación. Al gatear se notaba lo pesado de su cuerpo, su embarazo, pero ahora lo sentía excitante, se sentía como su perrita preñada.

Aquel día, caminando lentamente a 4 patas y sintiendo su vientre tenso, su sexo mojado y ardiendo, deseaba más que nunca entregarse a Mario.

Yo me estaba poniendo tan cachonda como Mario. Estaba preciosa. Notaba como ella se movía lentamente. La veía disfrutar, su cara antes de vergüenza, ahora estaba radiante con una sonrisa de complicidad y de placer. Al llegar al cuarto la hizo sentarse sobre sus talones.

La acarició en su cara mientras jugaba con su pelo, con sus pechos, con su vientre. Sus manos no paraban mientras miraba sus ojos y su sonrisa. Ella sentía sus manos paseándose por su cuerpo, acariciando, palpando, pellizcando, le gustaba sentirlas en sus pezones y en su tensa piel del vientre.

Estaba deseando notarlo dentro de sus agujeros, follándola fuerte, chuparlo, hacer todo lo que él quisiera. Confiaba totalmente en él. El la dijo que pusiera sus brazos detrás de la espalda para empezar a masajear sus tetas, Le gustaba como estaban. En esa postura a pesar del embarazo, estaban firmes y tensas. Ella temblaba mientras notaba los dedos de Mario pellizcando sus pezones.

Mario se incorporó y con Marta sentada sobre sus talones, le metió su verga en la boca, y la dijo que empezara a mamársela despacio, ayudándose de las manos. Ella tenía que hacer grandes esfuerzos para mantener el equilibrio por el embarazo. Empezó a meterse los cojones en la boca, chupándolos y luego fue ascendiendo hasta el glande.

Al empezar a mamársela le hizo daño con el piercing de la lengua, Mario dio un grito y la propinó una hostia que provocó que Marta se cayera al suelo de espaldas. Yo la incorporé, mientras sangraba por el labio.

La limpie la sangre con un clinex, entonces Mario la dijo que como volviera a hacerlo la sacaba la niña del vientre a patadas. Ella se puso a llorar y le contestó que desde que se hizo el piercing en la lengua no había mamado ninguna polla y le faltaba práctica.

Yo intenté tranquilizar a Mario, y empece a chuparle la polla y a enseñar a Marta como debía hacerlo para no lastimarle el miembro. Después siguió ella y enseguida cogió como debía poner la lengua para no hacerle daño.

Cuando Mario estaba a punto de correrse la ayudó a incorporarse e hizo que se pusiese sobre la cama. Se echó en ella y la coloco sobre él de un golpe.

Ella, tuvo un poco de miedo pensaba en su niña, pero nuevamente al sentir las caricias, los tironcitos en los pezones, en el clítoris y del piercing de su ombligo, la hicieron olvidar todo y concentrarse en el placer. Notó como el se echaba y como la hacía sentarse sobre su miembro. Lo notó duro y latente y un jadeo profundo salió de su boca al sentir como la penetraba. Lo sentía dentro de ella, caliente, su cuerpo quería moverse, y el la dijo que lo hiciera rápido que quería ver como se follaba mientras la agarraba por los pezones.

Ella no podía aguantar más y tuvo un orgasmo, comenzó a moverse como si le pasara una corriente eléctrica mientras notaba como su niña se movía en su interior y las manos de Mario jugaban con su cuerpo, estirando y apretando sus pezones una y otra vez.

Al poco tiempo Mario se corrió abundantemente dentro del sexo de Marta, y se dirigió a ella cariñosamente, llamándola buena perrita.

Cuando ambos se repusieron Mario me ordenó que les limpiara.

Primero limpié la polla de Mario, y luego la vagina de Marta, que además estaba encharcada de sus propios flujos. Mientras ellos se reponían fumando un cigarro, yo me empleaba en el trabajo de limpieza.

Tiene gracia a Mario siempre le gustó poner motes a sus chicas, e igual que a mí me llamaba cariñosamente zorrita, incluso delante de gente, desde aquel día cuando se dirigía a Marta la llamaba perrita.

Mario al final fue bueno conmigo, y le dijo a la perrita que me lamiera el sexo hasta que me corriera. Marta hizo un buen trabajo, con su lengua y dedo, y debido a lo cachonda que estaba lo consiguió enseguida.

Luego nos quedamos dormidos en la misma cama, mientras yo pensaba que qué nos tendría Mario preparado para el día siguiente.

Continuará.

Se agradecen comentarios.

Autor: Corsarionegro

Correo: corsarionegroesp@yahoo.es