De esposa ejemplar a puta de lujo (05)
Sonia es introducida en el mundo Gay, para que acabe haciéndose una experta en el arte de dar placer a las mujeres. Además su matrimonio se rompe después de que su marido no pudiera aguantar mas el tipo de vida de su mujer.
Al día siguiente en el trabajo no hacía más que pensar en lo que me iban a meter ahora. A mi nunca me habían gustado las mujeres, y aunque últimamente me había acostado con Ana y la puta rusa que me alquiló Pablo y me resultaba placentero, de ahí a hacerme plenamente bisexual me parecía un abismo.
Por cierto me acordé de Pablo, le llamé y le conté que no quería volver a verle que quería a mi marido y que no me parecía bien ponerle los cuernos. Con gran desconsuelo suyo me dijo que quería seguir siendo mi amigo y que le llamara para tomar una copa algún día.
Después del trabajo fui al club a mi sesión de aeróbic, masaje y rayos UV. Cuando estaba con Ana en la sauna, me dijo que el sábado nos iríamos por chueca, a locales gays, así que el sábado por la mañana iríamos a comprar ropa adecuada.
El sábado fuimos a tiendas típicas del público gay, nos compramos vaqueros ajustados, chaquetas vaqueras y de ante, pañuelos para la cabeza, bragas y sujetadores de colores bastante bastos, bisutería dorada como pulseras y largos pendientes, botas y mocasines de ante, etc., según Ana nos poníamos a la moda gay, para dar una imagen hipi y más juvenil.
Comimos en un restaurante y Ana me empezó a dar instrucciones, me dijo que me vistiera y maquillara lo más provocativa posible con la ropa que habíamos comprado, y que pensó que me iba a presentar como su novia. Que ella haría el papel de marimacho y yo el de su putita complaciente.
Por la tarde fui al cine con mi marido y el niño, y al llegar a casa me duché y empecé a vestirme con la ropa que compré por la mañana. Me puse unas bragas y un sujetador granates, una blusa blanca escotada que transparentaba el sujetador y que me llegaba a la mitad de la tripa y que se ajustaba a la misma con una especie de goma, un vaquero azul clarito desgastado muy bajo de caderas y ajustado que me marcaba la raja de mi coñito y que se sujetaba con un cinturón dorado.
Entre el pantalón tan bajo de caderas y la blusa tan corta se me veía el piercing del ombligo y la mitad de mi corazón tatuado sobre el sexo, además de la goma granate de las bragas.
Para terminar unas botas bajas doradas con tacón y plataforma de unos 10 centímetros haciendo juego con el cinturón y una cazadora vaquera de un color negro gastado que me llegaba justo a la cintura dejando el trasero a la vista. Toda la ropa era una horterada.
Luego me maquillé en tonos rojos llamativos y me pinté las uñas en el mismo color. El pelo me lo recogí en una coleta con un pañuelo de tela colorado, que hacía juego con un bolso de charol rojo muy pequeño, en el que sólo me entraba el monedero, el móvil, el paquete de tabaco y el mechero.
Cuando salí del baño Carlos se me quedó mirando y me preguntó que adonde iba vestida como una niñata de 15 años de Malasaña. Le contesté que había quedado con Ana y que no me esperara despierto, que me vestía así porque sólo tenía 28 años y que todavía era joven. Se cabreó mucho y me dijo que parecía un puta de la Casa de Campo.
Me fui dando un portazo, cogí el coche y me fui a buscar a Ana. Ella iba vestida más o menos como yo pero más como un hombre, sin enseñar la tripa, con el pelo totalmente recogido y engominado y sin maquillaje, y fumando tabaco negro.
Eran las 11 de la noche, nos fuimos hacia Chueca, y me dijo que la siguiera el rollo todo el rato. Entramos en un bareto gay, había hombres y mujeres por igual, me di cuenta al entrar que sólo las mujeres se nos quedaron mirando, la verdad es que yo debía ser un bocado muy apetitoso para cualquier lesbiana, y los hombres debían ser todos gays.
Fuimos a la barra y nos pedimos unos whiskys con cocacola, nos encendimos unos cigarros y Ana empezó a estudiar a las tías. Se fijó en dos que eran bastante guapas dentro de lo que cabía, con el pelo rapado y con un cuerpo muy andrógino, parecían y vestían como chicos. Poco pecho, con pocas curvas y delgadas pero atléticas.
Ana me tomó la mano y fuimos cerca de ellas. Mientras tomábamos la copa me dijo que esa noche me entregaría a esas dos tías, así que íbamos a empezar a ponerlas calientes. Ana empezó a meterme mano descaradamente, a besarme metiendo lengua, a tocarme las tetas, así estuvimos unos 20 minutos. Luego me dijo que fuera al baño contoneándome, que cuando volviera ya habría empezado a intimar con ellas.
Me fui al baño moviéndome de la forma más guarra posible, yo la verdad estaba muy nerviosa, había follado con mujeres, pero que parecían mujeres, pero esas dos eran como tíos, y no sabía si aquello me iba a gustar.
Me metí en el WC a hacer un pis, salí y me miré al espejo del baño. Me sentía extraña, nunca en mi vida me había vestido de una forma tan vulgar, tenía razón Carlos parecía una niñata de Instituto calientapollas.
Me encendí un cigarro y me dirigí hacia ellas. La música estaba muy alta, Ana se pegó a mi oído, me dijo que las había contado que era una niña de papá y que ella era mi novia.
Las comentó que tenía 24 años y que estaba estudiando periodismo, y que vivía en un apartamento en la Castellana que pagaba mi padre. También les contó que le gustaba entregarme a otras mujeres y que era muy sumisa. Total había preparado el terreno para que aquellas dos bolleras se despacharan conmigo.
Nos presentó, se llamaban Rosa y Belén. Nos pedimos otras copas y empezamos a hablar, se veía que tenían un nivel cultural muy bajo, una trabajaba de limpiadora en un Hospital y la otra en una frutería, luego tendrían ganas a una niña de Papa. No paraban de decirle a Ana la novia tan guapa que tenía, que cuerpo, que tenía unos labios muy sensuales, etc.
Nos recorrimos todos los garitos de chueca, y me estuvieron metiendo mano descaradamente toda la noche y siempre una me acompañaba al baño para verme mear.
Cuando cerraron los bares a eso de las 4 de la mañana, yo la verdad estaba muy mareada, entre que me fumaba un cigarro detrás de otro, y que Ana no paraba de pedir copas ya no sabía ni lo que pasaba. Como cerraron todos los bares Ana dijo que fuéramos a mi apartamento (en realidad era el de Ana) para tomar la última copa.
Cuando las dos lesbianas vieron mi coche dijeron, vaya con la niña de papá, mientras se dedica a golfear por ahí, su papaito la regala un escarabajo de 4 kilos, y la paga un apartamento en la Castellana, pues vamos a tener que espabilarla. Yo tal y como iba no podía conducir, así que Ana cogió el coche, y me dijo que me sentara con ellas atrás.
Me senté entre las dos. No pararon de meterme mano todo el camino, me besaban metiendo lengua en la boca, mientras me tocaban las tetas, culo y coño.
Al llegar al apartamento, se abalanzaron cobre mí, y empezaron a quitarme la ropa, aunque eso sí con bastante cuidado, primero la chaqueta vaquera, y luego mientras una me quitaba la blusa y el sujetador, la otra hacía lo propio con los vaqueros y las bragas.
Se quedaron como anodadas al ver mi sexo depilado con el tatuaje encima en forma de corazón. Ana les contó que me había tatuado, y puesto el piercing en el ombligo por ella, y que me depilaba el sexo porque me obligaba.
Me tiraron a la cama y empezaron a desnudarse, incluida Ana. Me pusieron a 4 patas, (Ana siempre grababa cuando me acostaba con alguien en su apartamento) y además me pusieron una venda en los ojos par que no pudiera ver nada.
Empezaron a hablar entre ellas y pronto sentí una mano que acariciaba mis nalgas y pechos con rudeza. Debía ser una de las dos lesbianas. Me inquietó no saber cual de aquellas chicas me tocaba.
Entonces comencé a sentir la sensación mojada de una lengua que me lamía mi vagina. Fueron unos cuantos lametones profundos, que parecían querer limpiármelo. Luego sentí de nuevo una mano sobre mis nalgas, pero esta vez me las separaba y empezaba a introducir un consolador que pretendía hacerse paso dentro de mí.
Doblé la espalda, entonces la mujer me tomó del pelo y puso una mano encima de mi trasero. Tiraba hacia atrás con fuerza de mi pelo, por lo que me veía obligada a recular hacia detrás y a penetrarme en el consolador.
El consolador me iba penetrando como si fuera una polla de un hombre de 25 cm que te penetra por detrás, luego tenía que estar utilizando un consolador de correas recibido a la cintura de una de ellas.
Mientras tanto otra de ellas se abrió de piernas delante de mí, tiró de mi cabeza hacia abajo y me dijo que la comiera el coño. No estaba depilado, luego no era el de Ana.
Mi situación es que una me la metía por detrás mientras me comía el coño de la otra. Como podía aguantaba las embestidas de mi amante que me follaba sin cuidado alguno, más bien parecía que quería hacerme daño, como desgarrarme el coño. Las embestidas eran cada vez más fuertes y profundas, consiguiendo que finalmente me corriera, corriéndose el coño que tenía en la boca casi al mismo tiempo.
Luego repitieron la misma operación pero cambiando los puestos, y ahora en vez de por la vagina me daban por el culo, cosa que me hizo mucho daño ya que el consolador sólo estaba lubricado por mis fluidos vaginales y el mete y saca lo hacía con todas sus ganas.
Ana se debía estar observándolo todo mientras se masturbaba.
Al rato, cuando las dos lesbianas se corrieron (el consolador tenía otro falo por dentro pero más pequeño), me hicieron una doble penetración, con dos consoladores, uno por el culo, el otro por la vagina, nunca había hecho algo así ni con dos hombres, y con dos consoladores de ese tamaño era mucho más doloroso.
Me ensartaron sin contemplaciones, pegue un grito de dolor, mientras Ana las animanaba diciéndolas que me gustaba.
Mientras me embestían Ana se abrió de piernas delante de mi cara ordenándome que le comiera el coño. Daba gusto lamer un coño depilado, no como los de las otras dos tías, que estaban llenos de pelos.
Mientras tanto sentía los dos consoladores tocándose por dentro de mis entrañas, en unos 10 minutos ya estaba bastante dilatada, y empecé a gozar. La verdad es que era un objeto de placer total para aquellas 3 mujeres, con mis 3 agujeros dando placer.
Después de 20 minutos de mete y saca y varios orgasmos se salieron de mí. Me di cuenta que satisfacer a los hombres es más fácil porque se corren una vez y tardan en recuperarse hasta poder correrse otra, pero las mujeres podemos hacerlo varias veces, por eso estuvieron bombeando hasta que se cansaron.
Eran ya las 6 de la mañana, se vistieron dándole la enhorabuena a Ana por el cacho de zorra que tenía como novia, me dieron dos besos en la boca y dijeron que esto había que repetirlo.
Ana y yo nos quedamos solas, me encendió un cigarro y me dio un beso, diciendo que estaba orgullosa de mi, me comentó que quería que probara lo que era acostarme con lesbianas tipo marimacho, porque era importante que lo probara todo en estos meses, pero que hasta que acabara el trimestre me las buscaría más femeninas.
La verdad es que ahora me gustan las mujeres tanto como los hombres, pero no términos medios, es decir, mujeres como yo, femeninas en su manera de comportarse y vestir, no marimachos.
Me iba a duchar antes de irme a casa, pero Ana me dijo que no lo hiciera que quería que me sintiera sucia cuando llegara, y que después del todo, no había restos de semen en mi cuerpo. Recogí la ropa del suelo y me vestí.
Cogí el coche y me fui hacia casa, ya se me había pasado la borrachera, aunque estaba terriblemente cansada y dolorida por mis zonas íntimas, me encendí un cigarro cuando estaba llegando y miré el reloj, eran las 7 de la mañana, saque el móvil del bolso y tenía 6 llamadas perdidas de Carlos. Desde luego como Carlos me estuviera esperando despierto si ese día no me mandaba a la mierda no lo haría nunca.
Cuando llegué estaba amaneciendo, aparqué el coche y me miré al espejo del parasol, la verdad es que mi cara era un poema, todo el maquillaje corrido, y unas ojeras como nunca había tenido. Mi aliento olía a tabaco y whisky, por no hablar de lo que no se veía. Como Carlos me viera así montaría en cólera.
Entré en casa intentando no hacer ruido, pero era difícil con los tacones que llevaba, de repente se encendió la luz, y allí estaba Carlos, en pijama y con una cara de cabreo como no había visto nunca.
Sin mediar palabra me propinó una hostia con ida y vuelta, mientras me decía que era una zorra de lo peor, yo estaba groggy y no atinaba a decir nada, pero la verdad es que tenía razón, con la cara que llevaba, y la vestimenta de guarra de baja estofa, no tenía disculpa.
Gritaba que no entendía como una mujer podía cambiar tanto en tan poco tiempo (estábamos a primeros de marzo y había conocido a Mario en septiembre) y que si era una puta, que me iba a joder como a tal.
Me arrancó la blusa y me rompió el sujetador, los pantalones, me los quitó poniéndome a 4 patas y el tirando desde detrás, no era fácil quitarlos al ser tan ajustados, por último las bragas las rompió por un lado y me las quitó.
Se quitó la parte de abajo del pijama y el calzoncillo y me la clavó directamente por detrás en la vagina, cambiándose al rato al culo. Mientras bombeaba me seguía insultando llamándome chupapollas, puta y cosas así. No paraba de azotarme y pellizcarme el trasero con la palma de la mano, de vez en cuando me pellizcaba también los pezones, yo intentaba resistirme pero me tenía bien cogida.
Se corrió abundantemente en mi ya dolorido culo, demasiado sexo del duro en esa noche, a pesar de cómo me trató tuve un orgasmo. El se dio cuenta y me dijo que era tan guarra que incluso me corría cuando me insultaban y maltrataban.
Entonces me giró poniéndome de rodillas dejando su polla a la altura de mi boca, me dijo que se la limpiara con la lengua, que era algo que se me daba muy bien.
Cuando acabé dejándosela inmaculada, me propinó otra hostia que me partió el labio, empujándome luego contra el suelo del salón quedándome allí tirada, con los ruidos el niño se asustó y se puso a llorar. Mirándome con desprecio y asco me dijo que me acostara en la otra habitación que no quería que su hijo durmiera conmigo.
La verdad es que se había forzado mucho la situación y Carlos tenía que reventar por algún sitio. Haciendo lo que me daba la gana en todos los sentidos, lo que incluía llegar a las tantas todos los días, destrozar la vida y la economía familiar a base de gastar en juergas, ropa y en embellecer mi cuerpo, y que encima tuviera casi la completa certeza de que le ponía los cuernos, provocó esa brutal reacción en Carlos y el final de mi matrimonio.
Aquel día supuso un punto de inflexión en mi vida y supe que esa noche se había roto como la había conocido hasta ahora. Ya sólo me unía con Carlos nuestro hijo de 2 años, al que yo apenas veía.
Me metí en el baño, me duche y empecé a llorar, mi matrimonio se había ido a la mierda, y ya hasta mi marido me trataba como a una zorra. Desde luego Mario y Ana habían conseguido gran parte de lo que querían en tan solo 6 meses.
Tenía los carrillos inflamados de los golpes y el labio inferior sangrando. Además tenía bastantes moretones en el trasero de los golpes y pellizcos de Carlos. Me fui a la cama a las 8 de la mañana estaba amaneciendo, hecha polvo física y mentalmente por lo que había pasado con Carlos. Me tuve que acostar desnuda, porque toda la ropa estaba en el dormitorio conyugal. me quedé dormida y me desperté a eso de las 2 de la tarde.
Cuando me desperté no se oía ningún ruido, me levanté y me tuve que poner el vaquero y la blusa de la noche anterior sin ropa interior, ya que Carlos me la rompió. Me di una vuelta por la casa y comprobé que no había nadie. Carlos se habría ido a comer con el niño fuera.
Llamé a Ana con el móvil y le conté lo que había pasado. Me dijo que si me había pegado y violado una vez, lo volvería a hacer y mas si yo no cambiaba mi ritmo de vida y volvía a ser la esposa ejemplar de hace 6 meses.
Llegamos a la conclusión de que como yo ya no podía cambiar mi estilo de vida porque me gustaba, volvería a sacudirme y más fuerte, y eso me aterrorizaba, así que tenía dos opciones:
1ª.- Ir a la comisaría y denunciarle por maltratos y violación, cosa que me sería muy fácil, por las señales en el cuerpo, y por las dilataciones y desgarros que después de la nochecita anterior tendría en mis zonas íntimas. Eso supondría que Carlos acabaría a lo mejor 2 años en la cárcel me concederían la custodia de mi hijo, y nos tendría que mantener de por vida.
2ª.- Irme ahora de casa y abandonarle. Como también soy abogada sabía que eso supondría abandono del hogar y que perdería la custodia de mi hijo. Carlos no me pasaría una renta, pero me tendría que pagar la mitad del valor del piso al ser bienes gananciales.
Me di cuenta que la mejor opción era la segunda. No me interesaba la custodia de mi hijo por la vida que estaba llevando, un crío era un incordio, y además era la solución menos traumática para el niño. Su padre no iría a la cárcel mantendría su buen sueldo y le garantizaría una vida cómoda, por otro lado, yo quedaría libre sin cargas familiares, para hacer lo que me diera la gana y empezar un nueva vida junto a Mario.
Al final decidí irme de casa. Ana me dijo que me fuera a vivir con ella, así que rápido antes de que llegaran, me puse unas bragas y un Wonderbra con la misma ropa del día anterior, e hice mis maletas, con todas mis pertenencias (que eran muchas). A las tres ya estaba en el apartamento de Ana.
Ana me dio un beso, yo me puse a llorar desconsoladamente. Me dijo que no me preocupara que no me iba a arrepentir de nada por el tipo de vida que había elegido. Me sirvió un whisky con agua para darme ánimos nos sentamos en el sillón y me abracé a ella acurrucándome en su regazo. Se encendió un cigarro y luego lo puso en mis labios para relajarme, diciéndome que todo había pasado y que ahora estaría más libre.
Al cabo de un rato, empezamos a organizarnos. El apartamento tenía 2 habitaciones, una muy pequeña con una cama, y la otra era el dormitorio principal con una gran cama circular de matrimonio. Decidimos que dormiríamos juntas en la de matrimonio, y si alguna de nosotras iba alguna noche con compañía, la otra dormiría en la habitación pequeña.
El apartamento además tenía un salón donde también estaba la cocina, y un baño bastante grande con jacuzzi.
Me dijo que tendríamos que repartir gastos, ella pagaba todo incluido (alquiler, luz, gas, agua, etc.) 200.000 pts. al mes, así yo pagaría la mitad. Tenía una asistenta que iba lunes, miércoles y viernes de 9:00 a 14:00 horas que le costaba otras 50.000 pts. así que yo pagaría 50.000 pts. Para mis adentros pensé otro golpe a mi maltrecha economía, con el ritmo de vida que llevaba, no me alcanzaba el sueldo, y Además me tuve que alquilar una plaza de garaje, porque en Cuzco no había quien aparara.
Esa tarde, Ana me dijo que me relajara, que nos metiéramos en el jacuzzi, que me iba a dar un masaje reparador. Así que empezamos a quitarnos la ropa, ella me miraba como sorprendida de que llevara la misma ropa del día anterior, nos metimos en el jacuzzi bien caliente mientras me besaba y lamía los moretones, como hace una gata para curarse una herida.
Empezamos a masturbarnos, tocándonos y frotándonos labios mayores, menores y clítoris, nos chupábamos y besábamos los pezones y la parte interna de los muslos, tuvimos varios orgasmos haciendo todo muy lentamente. A la hora o así, nos secamos y nos tumbamos desnudas en la cama, quedándonos dormidas.
Por la tarde a las 8, me llamó Carlos al móvil, y mientras Ana me lamía la vagina con infinita dulzura en la cama, le conté que le había abandonado, que lo de la noche anterior había sido demasiado y que no quería recibir mas malos tratos, ni tampoco denunciarle por el bien de nuestro hijo.
El me pidió perdón y me dijo que volviera, que quería que todo fuera como antes del otoño que debía cambiar, pero le dije que lo mejor era divorciarnos y llegar a un acuerdo no traumático para el niño, entonces me respondió que si eso era lo que quería que me pondría en contacto con su abogado y cortó el móvil.
Ana me dijo que había hecho lo mejor, mientras me besaba dulcemente.
Luego me dio unas normas de convivencia con ella. Me indicó que a partir de ahora no debía tener ninguna intimidad con respecto a ella, nunca me cerraría en la habitación o el baño aunque estuviera orinando, duchándome, masturbándome, o poniéndome un tampax, y que cuando estuviéramos solas en casa, siempre iría en bragas o tanga sin nada más, que había buena calefacción.
Ana quería que me acostumbrara a enseñar mi cuerpo como algo natural y a no avergonzarme de mi intimidad.
En fin lo que si estaba claro es que iba a empezar una nueva vida, en la que Mario a través de Ana y luego Mario directamente harían conmigo lo que quisieran.
Continuará.
Se agradecen comentarios.
Autor: Corsarionegro
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