De esposa ejemplar a perra sumisa (12)

Davidson me tiene completamente sometida y rendida a sus pies, me hace actuar como la más caliente, desesperada y experimentada perra. Esa noche se consumará todo, me tomará como su esclava y me sacará de la vida de mi familia... seré suya para siempre.

Capítulo XII

Entré en desesperación, sabía que ese día llegaría pero no estaba ni remotamente preparada. Sin embargo sabía muy bien que era inevitable, estaban en juego la vida de mi esposo y de mis hijos. por otro lado sabía que, aunque no me fuera con el Sr. Davidson, nada volvería a ser igual, ya estaba yo muy pervertida, mi marido no merecía a una perra como yo a su lado, ni mis hijos tener una madre tan sucia, irme era la única salida. Por la tarde, cuando Fer regresó a la casa, lo recibió fría y parcamente, no sabía cómo decírselo, así que opté por hacerlo a quemarropa.

El Sr. Davidson llamó hoy en la mañana… – vi que Fer se quedó frío.

¿Qué quería? – me preguntó tratando de ocultar el miedo en su voz.

Me dijo que ya es hora de que comencemos a pagar por su ayuda

¡Al hijo de puta no le basta lo que te hizo aquella noche!

Claro que no, ¿cómo le va a bastar? – le replicó sin ánimos y con una sonrisa triste.

¿Y cómo quiere ese pedazo de mierda que le paguemos?

¿Y cómo creés tu? – mi marido se quedó callado, si bien era una pregunta tonta, yo usé con él un tono duro y áspero que nunca utilizaba con él, entonces lo hice, se lo solté – Quiere venir a cenar con nosotros hoy y que pase la noche con él… le dije que si.

¿Qué quiere qué?, ¿el hijo de puta lo dijo y tu aceptaste?… ¿por qué no me consultaste?

¿Para qué, qué otra respuesta le podíamos dar?

Pues no sé… tal vez hubiésemos podido negociar con él y

¡…y que dejara de pagarle el tratamiento a Fernandito! – repliqué desesperada.

¡O talvez conseguir un mejor trato!

¡No has entendido nada Fernando, nos tiene en sus manos, somos de él… DE ÉL!

¡No somos de nadie y esta mierda se va a acabar en cuando los doctores digan que el nene está curado! – en ese momento callé, no dije nada más pero si le regalé una larga mirada de tristeza, no tenía idea de nada y eso me mataba, le había mentido muy bien.

Pensá lo que querrás pero no permitiré que mi sacrificio sea en vano, – le dije, y casi meto la pata pues estuve a punto de dejar entrever que algo me había hecho – si he de volverme una perra sucia lo haré y le permitiré que me haga lo que se le de la gana… ¡pero no voy a poner en peligro a mi familia, jamás! ¡Él va a volver a caminar me cueste lo que me cueste!

¡Pero Pamela, Fernandito ya casi está bien…!

¡Quiero que dejés de intervenir, – Fernando abrió los ojos y se quedó mudo – ya no tenés ni voz ni voto en esto!

¡¿Pero por qué?!

¡Porque yo soy la que se convertirá en una puta, yo soy la que se va a degradar y lo haré por amor a todos ustedes! ¡No lo arruinés amor, te lo suplico! – me levanté me fui, dejándolo con cara de idiota y sin saber qué decir o qué hacer, yo solo iba susurrando en voz baja "amor, perdoname, perdoname".

Dediqué El resto de la tarde a preparar la casa para recibirlo, me esmeré y cuidé de cada detalle, talvez demasiado. Pero no pude evitarlo, sentía un genuino interés por quedar bien con él, por agradarle, era mi amo, ya se había apoderado de cada parte de mi, sé que, Fer se molestó aunque no me dijera nada. Luego dejamos a la nena con una vecina (el nene seguía en el hospital), Davidson llegó a las 7 PM en punto junto a Marvin, su secretaria (no era Elisa) y un hombre muy corpulento. Casi al mismo tiempo llegó inesperadamente mi hermana Lucía.

Estemmmm… – dijo Fer, titubeando y nervioso, su llegada nos angustió pero él lo solucionó – Lucía, te presento a algunos compañeros de trabajo… ellos son… e… pues

James Davidson para servirle… – dijo rápidamente el amo, que pareció captar la intención de mi esposo, tomando y besando galantemente la mano de Lucía – ellos son el señor Marvin Batres, Ruth Madriz y su esposo el señor Orlando Rayo.

Mucho gusto… – contestó Lucia.

Bueno Fer, espero que no te caigamos de sorpresa porque no nos gusta molestar. – me dijo mi amo tuteando a mi esposo, que apenas pudo ocultar su malestar e ira.

No… no hay problema… Jimmy. – le respondió igual, le tenía que seguir la corriente.

Ya metidos en ese teatro pasamos a la mesa a degustar la cena. Fer se veía nervioso y cohibido, especialmente por la actitud del amo, alegre, platicador, ingenioso y encantador, era un hombre de mundo, conocedor y simpático. Lo descolocaba y molestaba mi actitud, que junto con Lucía reíamos de sus ocurrencias. Pero no lo pude evitar, era mi dueño y por más que traté, hizo pasar a Fernando a un segundo plano casi de inmediato. Al acabar la cena, y mientras recogíamos los platos, me lo reclamó en la cocina.

¿No creés que te estás portando demasiado amigable con ese? – me dijo muy molesto.

Pero vida, es necesario para que mi hermana no sospeche que pasa algo malo. – le respondí mintiéndole de nuevo.

Pero parece como si de verdad te agradara, como si te interesara mucho.

Pues no voy a negar que es ingenioso y que sus bromas son graciosas, pero yo sé muy bien qué es lo que quiere en verdad. Pero le tenemos que seguir la corriente… hacelo por mi hermana, ella no pude saber nada de esto Fernando.

Mi amado esposo acabó dándome la razón, aun sin estar del todo convencido y yo cada vez me sentía peor, hubiera preferido que me gritara y que me insultara, era lo que me merecía. Salimos de la cocina y nos sentamos en la sala junto a los demás y para la sobremesa. De nuevo toda mi atención estuvo enfocada en el negro, por más que lo intentaba no lograba desviarla de él. Pronto estuvo rodeado por mi hermana y por mi mientras nos contaba una divertida anécdota, a Fer lo molestó mucho. Por otro lado Marvin sacó unas botellas de wisky y las puso en el centro, sabía que así sería como drogarían a mi esposo.

Oportunamente Lucía se despidió poco después, lo que nos alivió a Fer y a mi, pero también nos inquietó pues ahora no habría nada que pudiera reprimir al amo. Aparte, a mi me rompió el corazón pues a ella tampoco la volvería a ver, y por la premura de los preparativos no pude despedirme ni nada. Así continuó la noche, Fer se veía molesto pues miraba a su esposa riendo a carcajadas al lado de Davidson, entretenida y alegre. Eso hizo que se descuidara y tomara unos pocos tragos del licor que le ofreció Marvin, pronto la droga comenzó a hacerle efecto hasta dejarlo en un estado de profundo letargo, ya no se movió del sofá, al contrario, se hundió en él y empezó a dormitar.

No pude evitar verlo allí, totalmente indefenso y ajeno a lo que estaba pasando a su alrededor, ignorante del calibre de perra en que se había convertido su castísima esposa. Entre los chistes y las risas que provocaba las bromas de Davidson sentí ganas de llorar, el fin estaba cerca y lo mejor es que él no lo viera llegar.

Sin ser notada me puse de pié y subí a mi habitación, saqué un papel y un lápiz y me legué a escribir mi carta de despedida. No pude evitarlo, comencé a llorar

"Amor… aquella primera noche que fui suya le ofrecí algo. Le pedí que ayudara a mi hijo, que le devolviera su cuerpo, que pudiera caminar y correr otra vez. Y lo hizo… cada día se encuentra mejor, cada día nos sorprende con algo nuevo, y ahora sé que se va a recuperar por completo. Y mientras tanto él me estuvo poseyendo todos los días sin excepción, por las mañanas, cogiéndome como se coge a una puta, usándome como se usa a una perra viciosa y adicta, humillándome como solo se puede humillar a una esclava. Su verga descomunal y sus huevos enormes me enviciaron de sexo y me pervirtieron… me convirtió en lo que soy ahora… y aunque me carcomen los remordimientos yo sé que no podré volver atrás nunca, he cruzado una puerta por la que jamás debí cruzar.

Me ha llegado el momento de pagar así que hoy voy a terminar de entregarme a él. Este día, y por todo el tiempo que él lo deseé, voy a ser suya para lo que quiera, seré su esclava, su perra, su cerda… su mujer, lo que él quiera. Seré una noble bestia, un animal salvaje y hermoso para que disponga de mi, como mi amo, como mejor le plazca. Por favor mi amor, no me busqués que yo ya no volveré más, te lo ruego. Cuidá de nuestros hijos, velá porque lleguen lejos y sean hombres de bien. y recordá por favor, que esto lo hice por el amor que una madre le tiene a su hijo… y recordá que siempre te amaré…".

Rompí en un llanto incontrolable, un dolor en el alma como jamás había sentido antes. Era el fin, ahora lo podía sentir sobre mi piel, podía ver las noches de soledad, de tortura y de lujuria que me esperaban, pero también podía ver a mi hijo corriendo, a mi hija convirtiéndose en una mujer de bien, casándose… y a mi esposo feliz en brazos de otra mujer, eso era lo único que me daba fuerzas y me hacía seguir adelante.

Me obligué a ponerme de pié y a calmarme, dejé la carta debajo de la almohada, tomé una frazada y bajé, cubrí a Fernando con ella, le acaricié el pelo y la cara y lo besé con ternura y amor, probablemente sería el último beso que le daría al amor de mi vida. Luego volteé hacia donde estaban los demás, estaban en silencio, viéndome con atención, el negro sonreía con arrogancia y suficiencia.

¿Está hecho perra?

Si… creo… ya está dormido

Muy bien

¿Debo preparar maletas amo?

No veo para qué… bueno, talvez la ropa que Marvin y la señorita Godínez le dieron.

Bueno

Pero espere Pamela, todavía no me apetece que nos retiremos

¿Cómo dice?

Quiero divertirme un poco más… la velada estaba siendo magnífica, ¿no le parece?

Sin decir nada, la secretaria puso música de salsa en el radio de la sala y el amo me sacó a bailar sin que me pudiera negar. ¡Maldito hijo de puta, iba a humillarme dentro de mi casa antes de llevarme con él, gracias a Dios Fernando estaba en otros mundos! La tal Ruth bailaba con su supuesto esposo, Orlando, junto a nosotros, las 2 estábamos contoneando las caderas de formas sensuales y sugestivas para deleite de nuestro amo, que continuó hablándome de cualquier cosa, muy animadamente y como si aquello fuera de verdad una fiesta y no lo que realmente era. Y como siempre logró envolverme en su juego, pronto me tuvo riendo y girando sobre mi misma, exhibiéndome y coqueteándole abiertamente, ya caliente.

La canción terminó y Marvin se acercó al equipo para cambiar el disco, vino entonces un breve momento de quietud, suficiente para que de nueva cuenta bajara sobre mi toda la amargura de ese momento. Me di la vuelta y me quedé viendo las flores de mi jardín interior.

Usted tiene el mejor culo del mundo. – me dijo el negro, me puse roja – De hecho señora, es un culazo que está para comérselo. – logró sacarme una tímida risa de azoramiento.

Se me acercó por detrás, yo bajé la cara y los ojos y sentí cuando me pegaba su entrepierna al culo y me abrazaba por la cintura. Empezó a acariciarme la base de las tetas, despacio y con firmeza para hacerme sentir sus dedos sobre mis carnes. Decidí encararlo y me di la vuelta

¡Pare Amo, mi esposo está aquí!

¿Y?… eso lo hace más emocionante para mi… – me respondió.

Me soltó y me di la vuelta de nuevo, pero él me pegó una brusca y durísima nalgada, me dio la vuelta y me pegó a su cuerpo. Era inútil forcejear, mi metro y medio era una menudencia frente a su metro 90, además, nunca lo hubiera hecho ni aunque hubiese podido. Me agarró del culo y me levantó en vilo, mis hermosas tetas le quedaron a la altura de la boca y él me las empezó a lamer y morder por encima de la blusa. Me soltó y me dejó de pié frente a él, estaba agitada, mi pecho se inflaba y desinflaba al compás de su respiración acelerada. Mientras tanto, el negro maldito se había sentado en el sofá grande.

Siéntese en mis piernas perrita, – me dijo palmeándose las rodillas y mirándome fijamente – se le nota que está caliente y que quiere verga… es una perra picarona Pame.

Cerré los ojos y suspiré, terminé por aceptar mi destino, de todas maneras ese hijo de puta me tomaría en donde quisiera, por las buenas o por las malas. Me le acerqué mimosa y me senté en una de sus rodillas, Davidson esbozó una sonrisa de triunfo y se la dirigió a mi marido, que aun se hallaba inerte y drogado en su sofá.

¿Ya ve?, sé distinguir perritas calientes y viciosas de lejos. Dígame, ¿qué quiere que le haga? – no le respondí, pero no pude ocultar una sonrisa que aparecía de pronto en mis labios.

Davidson, con facilidad y soltura me agarró de las nalgas y me giró sobre su rodilla, poniéndome de frente a él con las piernas abiertas y a ambos lados de su poderosa humanidad. Dejé que me manipulara sumisamente aferrándome a su cuello, estaba rendida y totalmente entregada, ardía de ganas por ser cogida.

Me abrió la blusa y me quitó el brasier, mis pequeñas y hermosas tetas no tardaron en ser atrapadas por sus gruesos labios, me las chupó como un niño de pecho. Los ojos se me cerraban sintiendo su boca recorriendo mis pezones, jaloneándomelos y hasta mordiéndomelos. Yo le agarraba la cabeza y le acariciaba la nuca, empujándolo más hacia mi cuerpo para sentirlo más y mejor. De pronto me soltó las chiches y subió la cabeza, nos besamos despacio y con ternura, acariciándonos con labios y lengua… como solo besaba a mi marido. Y cuando recordé que él estaba detrás de mi, me sentí enloquecer, jamás pensé que tenerlo detrás, con la posibilidad de verme rendida en brazos de ese hijo de puta me pudiera dar tanto morbo, ¡qué sucia perra era ya, gracias a Dios Fernando estaba drogado!

¿Dígame qué soy perrita, dígame quién soy?

Es… es… es un gran macho

SU macho

Si… mi macho

Muy bien, ya entendió… ahora va a bajar de mis rodillas y me la va a mamar… si lo hace bien talvez la recompense.

Bajé lentamente de su regazo y me puse en cuclillas, quedándome así esperando. El negro se abrió la bragueta y sacó su monstruosa verga negra como el carbón, surcada de venas y tan larga y gruesa como un pepino. La agarré, le bajé el prepucio y la llevé a mi boca, empecé a mamarla impetuosamente con un gran placer de mi parte. Bajando hasta sus enormes huevos y luego subía hasta el glande, tragándomela hasta la garganta. Davidson me agarró del pelo y elevó las caderas, me ordenó que le chupara el culo y yo obedecí. Empecé a pasarle la lengua en su oscuro orificio, ensalivándolo abundantemente y haciendo un sucio, pero excitante, chapoteo. Me detuve cuando me levantó rudamente del pelo.

Bien perrita, muy bien

¡Cójame por favor! – le dije casi suplicándole – ¡Por favor, Amo!

¿Querés que te coja? ¿Qué tanto lo deseás perra?

¡Mucho, lo necesito… quiero que me haga su mujer por siempre, quiero ser su hembra, su puta, su perra, su esclava! ¡¡HARÉ LO QUE QUIERA, LO QUE ME PIDA!! – y empecé a lamerle la verga de nuevo como una poseída.

Se puso de pié rápidamente y me levantó, me bajó el pantalón y me arrancó el calzón, dejando expuesto mi sexo y mi culo perfecto. Me tomó de las axilas y me elevó como si no pesara nada (para alguien como él debía ser así), dejándome caer sobre su monstruoso órgano, invadiéndome de una sola y dolorosa estocada.

¡¡¡¡AAAAAAAAGGGGGHHHHHHH!!!! – grité, obligándome a callar para no hacer escándalo.

Inicio a cogerme como un toro desbocado, sentía que me iba a partir pero igual me limitaba a gemir lo más calladamente que podía y a gozar. Respiraba entrecortadamente y le pedía más, que no se detuviera, que me diera con furia, que me hiciera de su propiedad por siempre. Me dio así por unos 10 minutos, haciéndome saltar en el aire para calvarme al dejarme caer, a veces ni siquiera llegaba a bajar, sus golpes de cadera eran tan fuertes y veloces que me mantenían en el aire. Alcancé el orgasmo casi al inicio, apenas logré controlar mis gritos entrecortados, y no paré durante todo el lance, era un placer tan extremo como nunca había experimentado. Incluso la humedad de mi sexo era también exagerada, mis jugos se salín de mi vagina en largas líneas.

Sonriendo y riendo con autosuficiencia e infinita soberbia, el negro me soltó y me dejó caer, pero yo ya estaba perdida de caliente, así que, sin que me lo pidiera me arrodillé, le agarré la talega y empecé a lamérsela por todo lo largo, limpiándosela amorosamente de mis propios jugos.

¿Quiere seguir perrita? – me preguntó sabiendo de antemano la respuesta.

Si… ¡me muero por seguir!

¿Y su marido? – me preguntó de nuevo con una torva sonrisa en los labios, a mi se me fue la sonrisa de excitación.

Fernando no puede ver lo que estamos haciendo… ¿verdad?… – volteó a ver a Marvin.

Le dimos una droga hipnótica fuerte en su bebida… aunque tenga los ojos abiertos no está viendo nada porque su mente vuela por otros mundos. Mañana no se acordará ni de lo que soñó, no se preocupe señora… – contestó este.

Entonces – proseguí – siga partiéndome con su vergota Amo, que me he hecho adicta a ella.

Su marido ni se imagina todo lo que has estando haciendo a sus espaldas estos 2 meses, ¿verdad Pamela?

No… no tiene ni idea… ¡¡PERO VAMOS QUE YA NO AGUANTO LA PUSA!! – ni mi dolor ni mi humillación tenían límites, Pamela se había estado viendo con ese hombre todos los días durante los últimos 2 meses y yo ni me lo imaginaba.

Pero vamos a su habitación perrita… me apetece cogerla en la cama que comparte con su marido. No sé… lo siento estimulante.

Para él talvez era estimulante, pero yo no quería que me cogiera en el lecho en donde había hecho el amor tantas veces con mi marido, en donde había concebido a mi hijo. Pero no le podía decir que no a nada, era mi amo, además estaba ardiendo y necesitaba que me siguiera cogiendo cuánto antes… y deseaba, por último, que todo esto llegara a su fina lo más rápidamente que pudiera.

Me puse de pié y comencé a caminar hacia arriba, a mi habitación, el amo se quedó atrás, me veía con atención, avanzando desnuda y contoneando las caderas obscenamente. Entré y me quedé frente a mi cama… mi cama, en donde tantas noches de pasión pasé al lado de mi esposo. Pero esa noche ese lecho sagrado sufriría la deshonra de verme convertida en una cosa, una perra sucia y asquerosa.

Impulsada por una fuerza extraña abrí mi armario y revolví hasta encontrar una vieja maleta en donde mantenía oculta la ropa que Marvin y Elisa me habían dado. Sin pensar en lo que hacia, actuando como una especie de zombi, me puse una escueta tanga blanca que se me metía por todos lados y un collar de perra, rosa, con una plaquita de plata. Así lo esperé, con la cabeza clavada en el suelo y sentada en mi cama. Él llegó poco después, se me quedó viendo satisfecho y se desvistió, tomando luego asiento en una silla. Entró también el otro hombre, el tal Orlando, y al igual que el amo se desnudó, me imaginé lo que planeaban hacer conmigo, me poseerían entre los 2.

Pero no tuve deseos ni fuerza mental para preocuparme, mi sexo empezó a latir con fuerza y a arder. Aparte, me hallaba perdida en el impresionante físico del negro, un Dios de ébano, digno de un mister olimpia. Marcaba cada uno de sus desarrolladísimos músculos y no mostraba ni asomo de grasa. Era una máquina de sexo que exhalaba una abundante sensualidad masculina.

No tuvo que decirme nada, ya sabía perfectamente lo que tenía que hacer. Me levanté y me puse de rodillas frente a Orlando, un hombre alto y de cuerpo delgado pero marcadísimo, blanco y rubio, con una verga impresionante pero no tanto como la del amo. Se me acercó y me puso su pene parado y belicoso enfrente, inmediatamente lo devoré como una perra caliente y golosa. Rodeé su glande con los labios, lo acariciaba con mi lengua y lo succionaba vigorosamente. Me lo metía hasta donde podía, ensalivándolo y saboreándolo con intensidad. Al mismo tiempo me asía del pelo como si fueran riendas y movía las caderas para meterle la verga más profundo.

Por mi parte tampoco perdía el tiempo, con una mano me frotaba con fuerza el sexo y con la otra hacía lo mismo con el culo del hombre, colando adentro mis deditos para acariciarle el ano. Eso le encantó a Orlando, lo oía resoplando y respirando agitadamente, de pronto me agarró con más fuerza del pelo y me obligó a meter la cara por debajo de él para lamerle y besarle el culo. Yo lo hice, y tanto le gustó que se dio la vuelta y se inclinó sobre la cama, parándome y ofreciéndome el culo. Yo le separé las nalgas y metí la cara entre ellas, le di un beso negro que lo hizo alucinar. Le lamí de arriba abajo, ensalivándoselo todo, metiéndole la lengua tanto como podía como si me lo estuviera cogiendo y él cerraba los ojos entregado a un goce increíble.

Necesito que me cojas ya… rómpame en mil pedazos, hágame suya… vióleme como quiera… – le dije, deteniéndome y poniéndome de pié e inclinándome sobre la cama de espaldas a él con las nalgas abiertas.

El tipo se me colocó detrás y me dejó ir su gran falo de una sola estocada, entró con facilidad por lo mojada que estaba. Pegué un largo gemido y un profundo suspiro y me tendí por completo en el colchón. Sus poderosas embestidas no se hicieron esperar.

¡¡¡¡AAAAGGGGHHHH!!!! ¡¡¡¡AAAAGGGGHHHH!!!! ¡¡¡¡AAAAGGGGHHHH!!!! ¡¡¡ORLANDO, ORLANDO, CÓJAME, CÓJAME DUROO!!! ¡¡¡¡DUROOOOOOOGGGGGGHHHHH!!!!

Ese hombre me puso a gemir roncamente con la cara metida en el colchón, entre largos le pedía más, que me diera más duro. Y cuando mi cuerpo fue invadido por fuertes estertores que tensaron al máximo todos mis músculos grité, chillé, aullé y mugí a todo pulmón mi clímax, con los ojos abiertos y desorbitados. Luego me dejé caer sobre la cama rendida mientras Orlando me seguía clavando desde atrás.

Estaba rendida, agotada y extasiada, entregada al siervo del Amo como una verdadera esclava. De repente sentí que Orlando me metía dedos entre el culo tras haberlos lubricado con los jugos de mi sexo mientras continuaba penetrándome. Mi excitación creció de nuevo, yo paré la cola y me preparé, si quería encularme que lo hiciera, total, para eso estábamos allí. Rápidamente mi muy usado ano ya daba bastante de si, así que me sacó la verga de la vagina y la colocó sobre la otra entrada, comenzó a empujar, yo me aferré con fuerza a las sábanas y cerré los ojos, poco a poco ese ariete me fue atravesando el recto, haciéndome sentir cada una de sus venas, cada cm. de su dura barra de carne. Y aunque dolió, no me opuse ni protesté, estaba a su disposición.

¡¡¡¡AAAAAAAOOOOOOOGGGGHHHHH!!!! – gemí.

Orlando me sodomizó por más de media hora, sin cuidados ni delicadezas, frotándome el sexo y sin detenerse. Yo gocé como loca, sus dedos me arrancaron más de 3 orgasmos que celebré a gritos, al final quedé casi desmayada

Tome su mano perra, límpiesela con la boca… – ordenó Davidson y Orlando llevó su mano a mi cara, se la limpié con la lengua y me tragué mis propios jugos.

Aun dentro de ese estado de éxtasis descontrolado, Orlando me puso boca arriba con mis piernas sobre sus hombros y me penetró, mi conducto anegado se tragó entera su estaca. Inició una nueva y ruda cogida, buscaba hacerme sentir su falo caliente dentro de mis entrañas y lo logró. Me decía al oído que era una perra maravillosa, la puta más caliente que conocía, y otras cosas que lejos de insultarme me enardecían más, pues en segundos volví a acabar a gritos

¡¡¡OOOHHHH!!! ¡¡¡AAAAHHHHHH!!! ¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAGGGGGGGGMMMMMMM!!!! – estallé con furia y esta vez si quedé medio muerta, por un rato no supe más de mi.

Acabe de una vez Orlando, o nos me va a dejar nada… – escuché todavía que le dijo el amo.

Orlando se salió de mi y se empezó a pajear con fuerza hasta que acabó a chorros sobre mi cuerpo moreno y empapado, me llenó de su blanca esperma de pies a cabeza. Entonces el Sr. Davidson tomó su lugar

La verdad no sabría decir a ciencia cierta qué fue lo que me hizo ni durante cuánto tiempo, pues aparte de que ya estaba totalmente agotada físicamente, estaba tan caliente y excitada que ya ni podía pensar con claridad. Dije una vez que esos desgraciados me mantenían tan caliente que no podía concentrarme mucho en mis diarios quehaceres. Cada día me era más difícil razonar las cosas, cada día me era más duro tratar de poner fría la mente, pues vivía en una calentura que parecía ser eterna y que me trastornaba. Je, ojalá pudieran ver como estaba meses después de irme con el negro, estaba irreconocible, hasta parecía retrasada mental.

Solo me recuerdo pegando de alaridos de placer puro y frío, el amo me llevó hasta el paroxismo. Me recuerdo suplicándole por más, rugiendo roncamente, llamándome puta y perra a mi misma, totalmente fuera de control. Acabó quién sabe cuánto tiempo después de haber empezado, me dejó tirada en el piso frío, cubierta de sudor y de semen, con cada orificio de mi cuerpo abierto e inflamado, casi en carne viva, con numerosas y muy visibles marcas surcándole toda la piel.

Él bajó antes que todos, esbozando una maligna y cáustica sonrisa. Ruth y Orlando se quedaron conmigo preparándome para irme con ellos, tomaron la maleta con mi ropa de puta y él me tomó de la cadena y así bajamos, yo a 4 patas, mi esposo aun se hallaba en el mismo sillón en que lo dejamos. Por un momento me vi a mi misma como una auténtica perra de raza, llevaba la mirada perdida y mi boca babeaba .

Bueno perrita, velo por última vez… ahora vámonos… – me dijo el Amo, devolviéndome a la realidad… esa era la última vez que ver a mi esposo.

¿Puedo… puedo despedirme Amo? – pregunté como una súplica.

Mmmm… bueno, supongo que es justo, aunque de todas maneras no te va a escuchar.

Mi vida – le dije a punto de llorar – esto lo hago por amor a ti y a nuestros hijos… te amo Fernando, te amo como nunca volveré a amar jamás… – Davidson no me dejó decir nada más, me tomó de la correa y me llevó de allí para siempre, me fui con él con total mansedumbre, pero sumida en la desesperación y la impotencia.

Hay mucho más que contar amigos, pero mi historia llega a su fin en este momento, aun trato de olvidar muchos de los recuerdos que tengo de mi cautiverio, que fue largo y muy duro. Quiero darles las gracias por haberme acompañado en este recorrido… quien sabe, talvez nos volvamos a ver más adelante

FIN.

Garganta de Cuero.

Pueden mandarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, con gusto los leeré y contestaré.