De esposa ejemplar a perra sumisa (09)

De mano de Elisa me convierto en una auténtica perra viciosa, una verdadera puta ninfómana y sumisa, adicta al sexo, al dolor y a la humillación.

Capítulo IX

Después de esa mañana de lujuria y cariño que viví en manos de Elisa, las cosas no volvieron a ser las mismas. Nació entre nosotras una fuerte tensión, no solamente sexual. Queríamos estar juntas siempre, hablar y platicar. Pero primero que nada éramos esclavas y teníamos un Amo, y por nuestro bien no lo debíamos olvidar. Davidson le dio a ella la tarea de convertirme en una perra sucia y viciosa y lo tenía que conseguir a como diera lugar… por mucho que nos doliera.

Pero bueno, esa era la vida que había elegido y le tenía que hacer huevos. Y así continué con mi rutina, con mi proceso de doma y adiestramiento. Básicamente lo que quería el Amo es que me convirtiera en una ninfomanía, una mujer adicta al sexo y a la degradación. Y para ello Elisa me vendía a quien estuviera dispuesto a pagar bien por mí, el cual me tomaba y me hacía lo que se le daba la gana, para dejarme después tirada en donde fuera, molida y sucia, sintiéndome muy vacía, y cada día que pasaba sentía que caía un poco más bajo.

Mi aspecto físico también cambió, ella me sometió a una dieta balanceada y a un programa de ejercicios caseros, de manera que pronto estuve mas llena con mejor condición. A mi marido le mentí diciéndole que los ejercicios eran solo por salud… pobre, siempre me creía. También me enseñó algunos trucos sexuales, por ejemplo, me mostró cómo utilizar los músculos de mi vagina para el placer de quien estuviera conmigo, y el mío propio. Es lo que vulgarmente llaman "mujer con perro". De eso a provocarme orgasmos solo con tensando mi sexo fue solo cosa de tiempo.

Me enseñó a ser multiorgásmica y a tener orgasmos mojados, a eyacular. Claro, esto no era más que aprender a orinarme mientras gozaba con el clímax, sin embargo reconozco que fue algo extraordinario. Y por último, me enseñó a gozar con el dolor y la humillación, aunque con eso no me faltaba mucho, pues ya disfrutada de esas 2 cosas, principalmente de la segunda. Tuvimos sesiones de femdom en que, en base al morbo que me daba, logró hacerme llegar al orgasmo a base de azotes en varias partes de mi cuerpo, algo increíble.

Podría pasarme horas y millones de bytes contándoles por todo lo que pasé en mi camino de emputecimiento, pero en estos momentos pocos recuerdos llegan a mi mente. Por ejemplo, recuerdo a un curioso cliente que tuve una vez. Estaba sentada sobre la cama de un moteles, cuando entró un caballero elegante, medio calvo y con apariencia de ser muy correcto, de edad mediana, con anteojos, delgado y con facciones angulosa. Me puse de pié y me mostré frente a él, tenía puesta un baby doll morado que dejaba transparentar mis pequeños, pero turgentes y formes. Al tipo se le hacía agua la boca.

Me pagó por adelantado el importe de mi cuerpo (Elisa me vendían cara) e inmediatamente se dirigió al interior del dormitorio y comenzó a quitarse la ropa en una muy elaborada ceremonia, con mucha meticulosidad: primero los zapatos, que dejó alineados en una esquina; luego el saco, que puso en una percha, al lado de donde colgaría luego, con mucho cuidado, su camisa; dobló esmeradamente (y por la raya) el pantalón y lo colgó en otra. Al final, la corbata que también doblo. Se quedó en calzoncillos, calcetines y camiseta.

Viendo como se desvestía, me quité el baby doll y me senté desnuda en la cama, esperándolo. El se bajó el calzoncillo y dejó salir una pequeña verga, delgada y un poco curva, que de inmediato me metió. Me lamía y manoseaba como un desesperado, la verdad era desagradable y muy poco erótico. Sus caderas casi rebotaban, no sé cómo describirlo, era muy extraño verlo coger. Y digo verlo, porque sentirlo era difícil, mi sexo ya estaba acostumbrado a alojar cosas mucho peores.

Apenas transcurrieron unos pocos minutos, y el tipo eyaculó dentro de su condón. Quedó tirado sobre mi, respirando como si tuviera la nariz tapada, se arrodilló y me agradeció entrelazando los dedos de sus manos frente a su pecho e inclinándose varias veces, me hizo gracia. Luego sacó su ropa y con idéntica meticulosidad y solemnidad, se la puso de nuevo. Se arregló la corbata, revisó frente al espejo que estuviera impecable, y con un saludo de su cabeza, salió. Elisa se rió mucho cuando le conté.

Entre mis clientes también hubieron muchos jovencitos curiosos y calentones. Generalmente los iniciaba, pues la mayoría, aunque dijeran lo contrario, apenas tenían experiencia. Por ejemplo, cierto día estuve con un muchacho como de 15 o 16 años, alto, delgado, cara infantil y llena de acné. Como se veía un poco nervioso lo invité a sentarse tratando de iniciar una conversación, pero él solo me respondía con monosílabos. En su mirada podía ver una gran excitación, me veía de forma sucia, como un perro hambriento detrás de un aparador de pasteles.

Como no había caso tratar de platicar, me puse de pié y me di la vuelta, me subí la bata que traía, dejándole a la vista mi precioso trasero, tan duro y parado que a más de uno le corta el aliento. Me lo comencé a acariciar, mis morenas nalgas se veían suculentas con la tanga roja que llevaba, bien metida por en medio. Le tendí la mano y lo invité a pasar a la cama, en donde me quedé solo con la tanga, pues mis senos estaban desnudos. El muchacho se quedó parado con cara de idiota, como paralizado, mirándome casi sin pestañar, con los ojos fijos en mis pezones adornados. Y como no se movía, yo misma tuve que acercarme a el para desvestirlo.

Le saqué la chumpa, la camisa, el pantalón y los zapatos, pero el seguía mirándome las chiches como un zombi. Por último, le bajé el bóxer que traía y ¡oh, sorpresa! frente a mi cara quedó en forma horizontal un terrible miembro erecto, de considerable grosor y longitud. Ahora la que estaba con la boca abierta y gesto de tonta era yo. No me pude contener e inmediatamente engullí con fruición ese impresionante falo, apenas me cupo un poco su gordo glande con forma de hongo. Lo succioné entre lamidas largas e intensas, le pasé la lengua por todo lo largo y chupé suavemente sus huevos, que también estaban grandes.

"Soy una puta, una puta sucia, sucia" me repetía yo misma al darme cuenta de cuanto me gustaba estar así y que no podía esperar por sentirlo horadándome las entrañas. De la mano lo conduje a la cama y lo tendí sobre las sábanas, le puse un condón XXL y me monté sobre él, sentí cada centímetro de mi intimidad que se abría y estiraba ante el paso de ese monstruo. No tuve muchas dificultades, yo ya estaba muy fogueada, pero si me sentía llena y muy abierta con esa cosa ensartada hasta el fondo.

Una vez ensartada, me quedé quieta unos minutos, solo me incliné sobre su cara para ofrecerle mi pechos, los que chupó y lamió como su fueran a ser los últimos senos de su vida. Luego me enderecé y tomé sus manos, llevándolas a mis senos, "¡mas suave!" lo regañé pues parecía que me los quería arrancar. Y así, empecé a cabalgarlo, levantándome un poco y volviendo a bajar, eso si un poco más despacio por el tamaño de esa cosa.

De verdad que me gustó, era la primera vez que montaba así a un semental de ese pelo sin que me obligara, era yo la que lo estaba montando a el como me daba la gana, como yo quería, y eso me excitó todavía más. Me gusta estar tan llena, pues con miembros gruesos (no largos, la mayoría de hombres ignoran que lo importante no el la longitud, sino el grosor) es fácil recibir un masaje en el clítoris. Así, poco a poco fui aumentando la velocidad de las metida, haciéndolas más enérgicas y profundas, hasta que el jovencito largó un torrente de semen que desbordó el condón y se salió por lo lados. Cuando vi sus ojos, estaban en blanco.

Algo molesta (todavía estaba caliente y el cerote terminó muy rápido) me bajé de él y me tendí a su lado. "¿Te gusto?", le pregunté, recibiendo por toda respuesta un gruñido gutural y su cuerpo que se me iba encima, fui montada por él. ¡El pequeño pervertido me metió una gran paliza! Pocas veces mi vagina había sido perforada por un arma tan grande y usada durante tanto tiempo. No hay duda que la juventud ayuda mucho, pues el vigor de ese muchacho es algo que casi no he vuelto a ver, ni bien acababa, ya estaba duro otra vez y volvía al ataque.

Me cogió hasta el agotamiento, incluso aprovechó que, tras uno de mis devastadores orgasmos (que eran devastadores), casi quedé inconsciente para hacer conmigo lo que se le dio la gana. Finalmente el muchachito se fundió y cayó a mi lado, quedándose dormido hasta que Elisa nos fue a tocar a la puerta.

Así, podría seguir contándoles más experiencias mías, muchas, pero la mayoría estoy tratando de olvidarlas. Pues a pesar de lo bien que estaba ganando, ser una puta igual me consumía poco a poco, aun añoraba los tiempos felices en los que no era más que una ama de casa cuya máxima preocupación era llegar al final de mes con el dinero que mi marido me daba.

Aparte, no todos mis trabajos fueran sencillos o seguros, viene a mi mente en ese momento una aventura que tuve con otro cliente. Este había pedido que llegara vestida formal y sobria. Para la ocasión elegí un traje sastre gris oscuro, con una falda que me llegaba hasta medio muslo y se ceñía bien a mis caderas y glúteos. Arriba, solo llevaba puesta la chaqueta, formando un escote que mostraba que no llevaba nada debajo, solo un baby doll negro de encaje.

¡Muy bien perra, te mirás deliciosa!… vamos a la habitación. – me dijo el cliente, que me vio de pies a cabeza, como examinando la mercancía, antes de tenderme la mano y llevarme a su habitación

Era un hombre de unos 45 o 50 años, alto y robusto, de piel blanca y cabello castaño, ralo por el paso de los años. No me agradó, su trato para mi era pesado y grosero, era obvio que no me consideraba más que como una mercancía, una cosa que lo tiene que satisfacer.

Ahora, puta de mierda, te vas a poner de rodillas frente a mí y me la vas a mamar rico… – liberó su enorme verga y me la metí a la boca, empecé a mamar como una verdadera puta – Te gusta, ¿verdad?

Si papito, me gusta… – le respondí de la forma más puta y vulgar que podía, diciéndole exactamente lo que el quería escuchar.

Se la mamé por unos 10 minuto hasta que sentí, casi sin previo aviso, como salía su semen y me inundaba la boca, aunque trataba de tragármelo no podía, era demasiada leche. A esas alturas conocía muy bien su sabor y había aprendido a degustarlo como si fuera un manjar.

Limpiámela bien perra, la quiero muy limpia.

Si señor

Acto seguido me levantó y comenzó a acariciarme y estrujarme los pechos y nalgas, diciéndome lo rica que estaba, que no era más que una gran perra en celo. Me quitó la ropa y me tiró sobre la cama. Yo estaba que me quemaba en un fuego interno incontrolable, y más cuando corrió el diminuto hilillo del baby doll a un lado y me clavó de un sólo golpe tras ponerse un condón. Su pene era normal en cuando a largo y grosor, cuando me lo metía podía sentir cada centímetro abriéndose paso dentro de mi, moviéndose despacio al principio, pero luego rápido y duro. El dolor no fue tan intenso como pensé, pero también ayudó el placer que sentí, me dio tan fuerte que terminé rendida en el piso toda desmadejada.

Luego se acercó a mi desde atrás, me levantó de las axilas y me volvió a tirar sobre la cama, esta vez boca abajo. Sentí la punta de su garrote rozar mi culo y un toque de electricidad recorrió mi cuerpo. Aterrada lo empujé y traté de salir corriendo pero me atrapó y me empezó a abofetear. Yo le suplicaba que no, que de seguro me iba a destrozar por allí, que tuviera piedad de mi. Pero el no me oyó, y solo me volvió a abofetear, tirándome sobre la cama. Metió sus manos debajo de mi vientre, paró mi colita, me metió un par de dedos entre el culo y, poco a poco, me fui llenó con su gran trozo de carne en medio de un dolor desgarrador, el cual, pronto se volvió placer.

¡¿Estás gozando perra?!

¡¡¡¡AAAAGGGGGHHHHHHH!!!! ¡¡¡¡MMMNNFNFFFFFFGGGGGRRRRMMMMMMM!!!!

¡¡TE HICE UNA PREGUNTA PERRA, ¿ESTÁS GOZANDO?!!

¡¡¡¡SSSSIIIIIIIIII!!!!… ¡¡¡¡ESTOY GOZANDOOOOOO!!!! ¡¡¡¡AAAAYYYYY!!!! ¡¡¡¡AAAAYYYYY!!!! ¡¡¡¡AAAAYYYYY!!!!

¡¡¡SOS MI PERRA, MI PUTA SUCIA!!! ¡¡¡SOS MI RAMERA Y SOLO MÍA!!!

¡¡¡¡AAAAYYYYY!!!! ¡¡¡¡AAAAYYYYY!!!!… ¡¡¡¡SIII, SOY SU RAMERA AMOOOOOOO!!! – ¿amo?, ¿por qué lo llamé amo?

Ese desgraciado terminó mientras me enculaba, me dejó tirada en el piso a los pies de la cama, con un terrible dolor que invadía mis cavidades y una humillación horrible me envolvía entera. Salí de allí apenas caminando, con la paga entre mi bolsa, me subí al carro en donde ya me esperaba Elisa nos fui de allí. Ella me veía preocupada y me preguntó qué me había hecho, yo se lo conté todo. Y al final, terminé agregando:

Lo lograste, el Amo va a estar muy orgulloso de las 2… pues aunque el dolor era casi insoportable… al final… gocé como una loca… y lo volvería a hacer sin pensarlo 2 veces.

Ella no dijo nada, solo se volteó y clavo los ojos en el camino, pensativa y en silencio. Pero eso si, ni con toda su fuerza podía evitar mostrar en sus ojos la tristeza que le daba haberme convertido en eso

CONTINUARÁ

Garganta de Cuero.

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