De esposa ejemplar a perra sumisa (06)

Marvin continúa domándome, cada vez gozo más siendo sometida y abusada por él. Hasta que, una mañana, me lleva con mi Amo, el Sr. Davidson, que me evaluará para ver mis avances como esclava sumisa.

Capítulo VI

¿Nunca han sentido esos remordimientos, en que hacemos algo que nos gusta, pero que sabemos en nuestro interior que solo nos hace daño? Es como aquel niño que se encuentra con el pastel de cumpleaños de su hermano, y que, sin poder evitarlo, le mete los dedos y las manos. Empieza a llorar, pues sabe bien que se hará merecedor de una buena regañada y castigo, pero no para de comer. Por supuesto, no quiero justificarme diciendo que soy como un niño inconsciente de sus actos, a mis 24 años no podía decir eso ni de broma, lo dije solo para que me comprendieran.

En cuanto regresé a mi casa me derrumbé a llorar como una magdalena, con mis partes adoloridas pero principalmente mi alma y mi dignidad. Marvin me redujo a no más que un objeto de placer, me maltrato a gusto y me dio muy duro. Y yo, al final, acabé gozándolo todo como una verdadera cerda. ¿Qué me estaba pasando Dios mío, yo no era así?

Entonces vino a mi mente una pregunta, ¿de qué se trataba realmente ese proceso de doma y adiestramiento que ese hijo de puta supuestamente me estaba dando? La respuesta era realmente sencilla y yo ya la sabía, pero no me atrevía a verla, no la quería ver más bien. Sin embargo, el resto de la semana, y también la siguiente, la tónica se repitió, Marvin pasaba por mi a las 9 AM, me llevaba al mismo motel y teníamos sexo. Bueno, si a eso se le podía llamar así, más bien era una especie de violación solapada. Y yo, siempre, siempre, acababa gozando como una loca.

También cumplió lo de la ropa, cada vez me llevaba una nueva prenda, ya fueran tangas, sostenes de media copa y muy ceñidos, cacheteros, baby dolls; también faldas minúsculas que no alcanzan a taparme todas las nalgas, tops y blusas escotadas y muy ceñidas, en fin, todo tipo de prendas que me hicieran ver puta y vulgar.

Por otro lado mi esposo por fin logró conseguir un trabajo, era algo extraño pues sus horarios eran un poco erráticos, pero la paga era buena. Me repetía un y otra vez que ahorraría lo suficiente como para poderle pagar al Sr. Davidson la totalidad del tratamiento de Fernandito y así el negro no nos volvía a buscar ni nos haría nada. Y yo fingía entusiasmo y esperanza, pero sabía la verdad, a alguien como James Davidson no le importaba el dinero sino la degradación del ser humano, no iba a cambiar una esclava como yo por un poco de dinero que, de seguro, a él le abundaba. Y en cuanto al Sr. Davidson, pues no lo volví a ver durante esas 2 semanas, sin embargo, al cabo de ellas, reapareció en mi vida.

Buenos días Pamela, ¿cómo amaneció?

Bien… papito… bien, ¿y tú qué tal? – era Marvin, a quien le debía decir papito, lo saludé con melosidad y voz sexy, como una puta arrastrada, tal y como él esperaba de mi.

¿Está lista para hoy?

Si papi… para ti siempre… – me molestaba tener que tratarlo así, me sentía ridícula y tonta, además de vulgar… pero también me daba morbo y ya saben como es el morbo conmigo.

El día de hoy quiero que se arregle muy bien perra, es un día especial

Muy bien… me arreglaré muy puta papi

El Sr. Davidson evaluará sus progresos personalmente.

¿El señor… el amo? – un balde de agua fría me cayó encima.

Así es Pamela, su amo en persona, así que deberá esforzarse y esmerarse más que nunca. Y lo tendrá que hacer pues no quiero que me haga quedar mal, ¿está eso claro?

Si… si… claro

Colgamos, me quedé paralizada, el negro me iba a evaluar, podía imaginarme que significaba eso y me daba miedo… pero también un morbo terrible. No perdí tiempo, me metí a la ducha y lavé a concienca cada rincón de mi cuerpo, luego me vestí de una forma provocativa, pero evitando caer en vulgaridades, con un traje de falda y saco amarillo, la falda como una cortísima mini y el saco casi como una torerita. Elegí una blusa corinta de tirantes y 2 tallas más pequeña de la que yo usaba, sin brasier, por lo que mis senos quedaban muy apretados y se me marcaban mucho los pezones. Debajo, un coqueto calzoncito de encajes, negro, tipo cachetero, que se me metía entre mis hermosas nalgas. Zapatos de tacón fino y alto, amarillos, y el pelo recogido en una cola, con medias negras además.

Marvin me recogió puntualmente en donde siempre y enfilamos al penthouse del negro, iba muy nerviosa, él también. No nos dirigimos la palabra en todo el camino, ni siquiera cuando llegamos, sencillamente caminamos al elevador, los 2 sabíamos bien hacia donde nos dirigíamos.

Buenos días Pamela, ¿amaneció bien? – me saludó Davidson cuando entramos.

Si… si… bastante bien… Amo… – no estaba segura de cómo debía tratarlo, así que opté por lo que se me hacía más fácil, un tímido y temeroso respeto.

Marvin me ha hablado muy bien de su desarrollo, aparentemente no me equivoqué cuando le dije que era una perra de lujo, una esclava perfecta, – logró hacerme ruborizar – aunque no me extraña tampoco, siendo Marvin un entrenador de perras tan bueno como es. – Marvin le hizo una respetuosa reverencia – Sin embargo, y a pesar que confío y respeto el criterio de Marvin, a mi me gusta supervisar personalmente el progreso de mis bestias, me parece que ya le informó que pienso evaluarla, ¿no es así? – asentí con la cabeza sin poder pronunciar palabra alguna – Muy bien, ¿está lista entonces?

S… si Amo… – no lo estaba, pero ¿qué más podía decir?

No sabía qué hacer ni qué esperar, sabía más o menos por donde iría esa evaluación, pero no más. Pero entonces… ¡ZAP!, recibí una violenta bofetada que me volteó la cara y me hizo caer. ¿Quién lo hizo, de dónde vino el golpe? No fueron ni Marvin ni el negro, los tenía enfrente y no se movieron.

Te voy a enseñar lo que es ser una buena mujer, perra pedazo de mierda… – dijo una potente y autoritaria voz, me asusté mucho, ni siquiera Marvin me había golpeado tan fuerte antes.

Antes de poder reaccionar esa persona me agarró del pelo y me puso de pié, me arrinconó contra la pared y me plantó un beso violento. Luego me tiró sobre un sillón y se plantó frente a mi, era la perra de la señorita Godínez, la puta que hacía de secretaria de Davidson y que me había lamido el sexo aquella primera y fatídica noche. Vestía un apretado corsé de cuero, rojo oscuro, con vivos color sangre, botas del mismo estilo hasta las rodillas y una extraña gorra de látex. Sus senos iban tan apretados que parecían hasta hinchados en su pugna por salir de esa prenda, y por detrás su enorme y redondo trasero estaba cubierto apenas con por hilo dental que se perdía muy adentro de sus garrafales nalgas.

Vos solo sos una perra sucia y caliente, como todas, lo único que necesitás es quien te dome. Te voy a demostrar lo ramera que sos, que, por más que peleés y tratés de resistirte, al final vas a terminar rogándome que te coja como a un gusano inmundo.

La mujer se me fue encima y me sometió casi sin esfuerzo, y no porque me hubiese dejado, al contrario, me resistí, pero era demasiado fuerte. Me tomó de las muñecas y me las esposó a la espalda, luego me colocó una bola de hule en la boca amarrándola por detrás de mi cabeza para ahogar mis gritos. Me colocó sobre sus hombros y me llevó a una habitación, allí me dejó caer sobre la cama. Me sacó la falda y rasgó mis medias, luego me arrancó mi blusa, dejando mis senos expuestos. Salió de la habitación un momento y regresó acompañada del Sr. Davidson y de Marvin, además de una vara metálica con anillas colocadas más o menos a una distancia de 5 cm cada una. De nuevo me sometí a pesar de mis intento desesperado por defenderme, me puso unas pulseras de cuero en los tobillos con una argolla incorporada y las aseguró a las anillas de la vara, una en cada extremo. De esa manera no podía cerrar las piernas por más que quisiera.

Yo trataba de suplicarle, llorando a mares, que no me hiciera nada y que tuviera piedad de mi. Pero ella hacía oídos sordos a mis gemidos y lamentos, que, de hecho, la excitaban más. Sacó una caja llena de vibradores y penes de gran tamaño que me hicieron temblar, también ganchos y otros artilugios que no conocía.

Sin decirme nada me colocó en los pezones 2 ganchos de madera que me dolieron mucho. Chillé y me revolví desesperada sobre la cama pero ella solo se divertía con eso. Empezó a restregarme los labios vaginales, primero despacio, pero pronto aumentó hasta ser un vigoroso frote. Se ensalivó un dedo y empezó a tratarlo de meter entre mi ano, y para evitar que me pudiera mover más, se subió a la cama y se arrodilló encima de la barra. Con una mano se puso a manosearme los senos mientras seguía metiéndome 2 dedos por la vagina y el pulgar en mi ano, moviéndolos en forma de tenazas. Me entraban más profundamente cada vez, estirando mis delicados pliegues íntimos.

Avergonzada descubrí que poco a poco mi vagina se iba humedeciendo, que mi cuerpo comenzaba a cubrirse de sudor y que mi temperatura subía. Quise justificarlo diciendo que era por el miedo, que mi cuerpo quería que la cosa saliera un poco más fácil pero yo sabía la verdad, cada vez las caricias intrusas me iban pareciendo una poco más placenteras. Me estaba violando y me gustaba.

¡Ya vi que te gustó, perra! ¿Ya vez?, ¡solo tenías que acostumbrarte! – me dijo la mujer, riendo y viendo que mis gemidos ya no eran de terror, ahora se combinaban con un creciente placer que aumentaba sin que yo pudiera detenerlo hasta hacerme estallar en un fuertísimo orgasmo.

¡¡¡MMMGGGGMMMMFFMFMMM!!!… ¡¡¡MMMGGGGMMMMFFMFMMM!!!… – exploté gimiendo sin control en un fuerte grito ahogado – ¡¡¡¡¡MMMMMMMMMGGGGGGMMRMRRRRRFFFFFFFFFF!!!!

Me convulsioné en la cama hasta que los fuertes espasmos dejaron de recorrerme, quedé tendida e inerte, ya no recordaba nada, nada más venía a mi mente, nada, estaba en blanco, muy relajada. Una extraña sensación de bienestar se posó sobre mi, por primera vez en mucho tiempo me sentía feliz y la tensión por todo lo que me estaba pasando desaparecía. Sin embargo abrí los ojos de nuevo y volví en mi, la tipa esa me veía con cara lujuriosa y ojos sucios, lo mismo que los otros 2.

¡Lo gozaste cabrona, lo gozaste! ¡Puta madre, muy pocas veces he visto putas como voz! – dijo la perra de Godínez, impresionada de mi acabada.

¿Lo ve Señor Davidson?, le dije que ya había aprendido a gozar con el maltrato. – dijo Marvin con una expresión que me recordaba a un perrito moviéndole la cola a su amo.

Así es, ya lo veo… – le contestó el negro – me lo imaginaba, pero no esperaba que aprendiera tan rápido… has hecho un buen trabajo. – el pecho de Marvin se infló, henchido de orgullo – Elisa, prosiga por favor… – así que así se llamaba esa mujer, Elisa Godínez.

Ella salió de la habitación y regresó con una cámara, me tomó muchas fotos mientras trataba por todos los medios de esconder mi rostro. No siempre pude, ella me agarraba del pelo y me obligaba a estar de frente a la lente. Tomó mis senos mientras me los agarraba, pellizcaba o acariciaba, y a mi vulva siendo penetrada o restregada. Acabé mojada otra vez y quedó registrado en fotografías.

¡Vean a esta perra! ¡La estoy violando y se calienta!, miren como está de mojada.

Volvió a salir, esta vez regresó con una cámara de video y un trípode, los cuales colocó a un lado de la cama. Con la cámara encendida y filmando se despojó de su ropa, era una treintañera alta, morena, trompuda y chichuda, de apariencia vulgar, con senos y un culo enormes. Sus pezones eran gruesos, en medio de aureolas amplias y protuían por encima de sus tremendas ubres. Su sexo estaba cubierto de un denso matorral de vellos oscuros. De entre los artilugios que llevaba sacó una especie de cinturón negro, que no era más que un arnés de cuero, con una tremenda verga de goma verde adherida. Me asusté mucho cuando la vi.

Si te gustó lo de antes, ahorita vas a gozar como una perra de verdad… – me dijo.

Se me trepó encima y ahora si entré en pánico, colocó ese falo artificial, gordo y venoso, en la entrada de mi vagina y restregó un poco su gran cabeza de hongo para mojarme y calentarme un poco más. Por desgracia logró su objetivo, para el momento de la primera embestida ya me tenía revolcándome como un gusano sobre el colchón, ardiendo en las dulces fiebres de la excitación. Era esa extraña mezcla de esa irrefrenable calentura y honda vergüenza la que me ponía así y me hacía perfecta para esa sesión de sexo morboso, violento y humillante.

Por fin empujó esa paloma tiesa por el estrecho conducto de mis entrañas, abriéndose paso con rudeza y forzando las delicadas paredes. Grité a pesar de la bola entre las mandíbulas, me dolió horrores… pero me dio un gran placer a la vez cuando sentí los testículos de goma topar con mis nalgas. Elisa se detuvo, quedó pensativo, una idea se le cruzaba en la mente. Súbitamente me la sacó aliviándome mucho, pero eso no duraría, solo quería darme la vuelta y dejarme boca abajo.

¡Qué culo más bueno tenés perra! – me dijo, de verdad que tengo un culo muy bueno, es redondo, duro y bien paradito – Lo vas a mantener paradito o te va a ir muy mal.

Metiendo su mano bajo mis caderas y jalándome de las esposas con la otra, puso en pompa mi culito. Para evitar que lo bajara, enredó los dedos de una mano entre mis largos cabellos negros y con la otra posicionó el grueso hongo en la entrada, abriéndose paso sin compasión y casi lacerándome. Me lo enterró hasta el fondo, provocándome un gran dolor, luego se quedó quieta un momento, susurrándome lo puta que era.

¿Ya vez Pamela? Estás mojadísima y muy caliente, perra, ¡casi me lo estás suplicando!

Empezó un salvaje mete y saca, sus caderas se estrellaban con mucha fuerza y velocidad contra mis nalgas, enterrándome esa barra hasta el fondo. Me la sacaba despacio y me la metía como una ráfaga, arrancándome gemidos casi inhumanos. Yo lloraba, las lágrimas rodaban por mis mejillas y el sudor por mi frente y mi cuerpo… y en mi vagina grandes cantidades de fluidos, apenas minutos después de empezar a violarme, me sentía en otro mundo, el placer estaba rompiendo mi débil y frágil defensa. Volví a reventar en un potentísimo orgasmo que me dejó sin aliento y casi sin sentido, quedando colgada de los cabellos como una muñeca de trapo en manos de su titiritero.

No sé cuánto tiempo me violó, solo sé que se dio gusto conmigo. Al final, me desclavó y volvió a colocarme boca arriba, se acuclilló a horcajadas apenas unos centímetros sobre mi rostro y empezó a pajearse con fuerza. Le tomó menos de un minuto acabar a gritos encima de mi cara, soltando calientes y abundantes chorros de orina sobre mi, inundándome la boca (la que, inexplicablemente mantenía abierta) y empapándome por completo. Luego cayó de bruces y quedó encima mío, jadeando, sudando, poco después se puso de pié y me liberó. Quedé sentada contemplando la pared, pálida, fría, desnuda y confundida.

Es una de las mejores perras que ha tenido Amo… – la oí decirle a Davidson.

Si, tiene un enorme potencial sin duda… – le contestó.

No se preocupe, yo me encargo de continuar con su doma

Creo que domada ya está Marvin.

Pero aun intensa revelarse señor.

Si, pero no me molesta… al contrario, me da un raro morbo. Me gusta verla debatirse entre sus arraigados preceptos morales y la inhumana excitación que siente. Con ella, Marvin, me parece que tu trabajo ha concluido… muy satisfactoriamente, debo decirlo.

Muchas gracias señor, me halaga

Elisa, te pasaré el relevo a ti

¿A mi amo?

Si, mi feroz perra… quiero que la convirtás en una perra tan viciosa como tu… ¿podrás hacerlo?

¡Por supuesto Amo, no lo voy a defraudar! – volteé a verlos, vi a la puta de Elisa Godínez de rodillas y lamiéndole los pies a su Amo… nuestro Amo, que me miraba con atención y una media sonrisa en la cara.

CONTINUARÁ

Garganta de Cuero.

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