De esposa ejemplar a perra sumisa (03)
Me voy con Davidson a su casa en donde me somete y domina a su antojo, haciéndome gozar como una loca... fue mi primer paso en mi degradación. Además, esa noche, acepto convertirme en su esclava para siempre.
Capítulo III
Subimos a la gran Hummer, yo aun iba totalmente desnuda y con la cara embadurnada del semen del negro. El guardaespaldas arrancó el carro y partimos, Davidson se fue platicándome de no sé qué cosas, no las recuerdo, pero lo que si recuerdo bien era su mano paseándose sobre mis muslos, acercándose peligrosamente a mi intimidad. Tragué saliva, mi cuerpo se conmovía y mi vagina se mojaba, al mismo tiempo mis pezones se ponían durísimos y bien parados, lo que invitó a mi "amo" a acariciarlos.
Tiene un cuerpo hermoso Pamela todo en pequeño, pero bien formado y firme.
Gra-gracias le respondí tímidamente.
Pero a pesar de sus constantes roces y tocamientos, mi mente estaba ida, volaba entre las cosas que me habían pasado esa noche, pero principalmente en su nueva propuesta, ¿cómo iba a hacerlo, convertirme en su esclava por siempre a cambio de que no tocara a mi esposo? Yo sabía que para él, un hombre en una familia conservadora y algo machista, sería mucho más duro soportar las cosas que este negro degenerado le quisiera hacer. Y yo, que lo amaba con locura, no podría soportar verlo sufrir las vejaciones que yo estaba sufriendo ahora.
De pronto volví de mis cavilaciones cuando sentí algo frío que me mordía un pezón, era uno de los 2 ganchos metálicos, uno más de sus curiosos artilugios, que Davidson cerró en cada uno en mis pezones. Esa nueva sensación encendió en mi otra cosa que no conocía, que disfruto mucho siendo dominada, me da un gran morbo. Aun lo desconocía, pero ya casi era obvio luego que me pusiera el collar de perro y esas cosas. Me sentía un objeto de su propiedad, muy sumisa a el. Y esa sensación de pertenecerle a alguien, me gustaba y me gusta todavía.
Espero que no le moleste
Un poco
Pero un poco no es malo que suerte que los traía, pues ya parecía que se hallaba en otro mundo y aun no termino con usted Pamela.
James Davidson, jamás podré olvidar ese nombre ni a ese hombre. Ya dije que era guapo, de piel bastante oscura y pelo rozado corto, casi a ras del cráneo, de rasgos viriles y armoniosos y que usaba una pequeña barba en el mentón. Rondaría los 45 años, mediría 1.90, con un cuerpo fuerte y bien cuidado, con una musculatura muy desarrollada y marcada, de gimnasio. Poseía una descomunal verga de 25 gruesos y duros cm. e iba completamente depilado.
Pamela, me encanta, es una de las mejores perras que he probado y han sido muchas realmente. Sus ojos su cuerpo sáqueme el pene del pantalón y chúpemelo.
Le obedecí inmediatamente, bajé el cierre de su pantalón, saqué su pene semi erecto y procedí a lamerlo como si fuese un helado. La segunda felación que hacia en mi vida, me sentía insegura y me esforzaba por hacerlo bien. Por su parte le hacía mucha gracia ver el empeño que le ponía a la tarea, esa inexperiencia era una de las cosas que más le gustaron a de mi. Yo, Pamela de Lozano, una orgullosa y digna madre, que aparentaba ser una auténtica beata, estaba reducida ahora a una chupavergas principiante.
Continué con la faena durante todo el trayecto, casi podría decir que me gustó, pronto tuve metido ese pene, ya duro y parado, hasta el fondo de mi boca, me entraba con dificultad. Lo succionaba fuerte y le acariciaba el glande con la lengua. Antes de llegar a nuestro destino, su penthouse, Davidson sacó su pene de mi boca y me ordenó que se lo guardara, lo hice con mucho cuidado. Luego me cubrió con una gabardina y así bajamos, seguidos de Marvin y las 2 mujeres, y subimos por el ascensor hasta su morada y entramos. Sin perder tiempo me ordenó quitarme la gabardina, quedé desnuda, solo con la tanguita, el collar de perra y los ganchos en los pezones.
Estaba avergonzada y mortificada, mi sexo estaba mojado, ¿cómo era posible en un momento así? Me utilizaba como un animal, como una mercancía, hice cosas que me asqueaban y apenaban en lo más hondo del alma, ¿cómo podía estarlo disfrutando, cómo podía mi sexo estar mojado? El negro percibía regocijado el conflicto en el que estaba su puta. Sabía que terminaría entregándomele en bandeja de plata si continuaba con su juego, que por calentura sería capaz de cualquier cosa. Pero que después me estaría muriendo de la vergüenza, que no me podría explicar porqué lo había hecho, y eso lo calentaba más todavía. Le gustaba tener que trabajar para domar a una bestia tan noble como yo. Se despojó de la ropa también él, quedando solo en slips, exhibiendo su impresionante cuerpo de ébano depilado por completo y su gran erección.
Quiero que avance hacia mi a gatas como una verdadera perra, muy despacio y al acecho. me sometí, me puse en 4 y avancé lentamente hasta llegar a sus pies Béseme y chúpeme los pies. volví a obedecer y me sorprendí de mi misma, nunca me imaginé arrodillada a los pies de un hombre, desnuda, chupándole los pies, y caliente encima de todo Mmmm, me gusta su lengua Pamela, tiene mucho potencial mmmm ahora, témeme la verga con los labios y sáquemela sin usar las manos.
Me desconcerté un momento, no sabía como hacer eso, pero su fría voz me devolvió rápidamente a la realidad. Arrodillada me puse a tratar de bajar los slips con los labios, trataba de tomar un borde con los dientes pero no encontraba la manera. Y el cabrón se reía de los repetidos y vanos intentos de su perra, me sentía muy humillada, hasta que, finalmente, él mismo se bajó la prenda y quedó desnudo. Entonces si pude tomar su falo con la boca y empezar otra de las incontables mamadas que le daría en mi vida. Él me tomaba del pelo, haciéndome la cabeza de atrás hacia delante al mismo tiempo que movía de igual manera las caderas, pero en sentido contrario, de manera que cuando yo me acercaba, su pelvis también. Literalmente me estaba cogiendo por la boca y yo me asía de sus piernas, dejándolo hacer conmigo lo que se le diera la gana. Empecé a sudar, a gemir y a jadear sin darme cuenta. Mis senos pedían a gritos un poco de atención, se tambaleaban de un lugar a otro, al ritmo de las acometidas de mi amante.
Pamela, camine al sillón. me soltó y avancé lentamente en 4, me alcanzó y le puso la correa a mi collar Acuéstese boca arriba, con las piernas abiertas y levantadas en el aire.
Davidson se acercó con su negrísima verga erguida y rígida, brillante de fluidos y de mi saliva. Me contempló un rato era una sumisa extraordinaria, lo esperaba acostada boca arriba en el sillón, con las piernas abiertas y levantadas, sostenidas con mis brazos, la cabeza recostada en el respaldo y las nalgas en el borde, de manera de dejar mi sexo y ano totalmente expuestos.
Comenzó a pasarme los dedos por todo lo largo de mi raja, despacio y presionando con maestría para mojarme aun más. Tomaba mis jugos con los dedos y luego me los llevaba a la boca para que los chupara como si fuese un néctar. Hizo a un lado la tira de la tanga y colocó su pulgar sobre mi ano, empezó a presionar suavemente, un intenso escalofrío recorrió mi cuerpo, me encantó no se por qué. Hundió su dedo en mis entrañas al mismo tiempo que otros 2 se enterraban en mi sexo, el escalofrío se hizo más grande e intenso. Mi clítoris palpitaba desesperado, me tenía al rojo vivo, me costaba tener los ojos abiertos, se me cerraban del inmenso placer. No me di cuenta de cuando introdujo otros 2 dedos más, pero si cuando los comenzó a meter y sacara, cogiéndome con ellos por ambos lados. En su cara podía ver como se deleitaba con tenerme entre sus manos, mansa y entregada completamente, volviéndome loca de placer.
Entonces colocó su pene en las puertas de mi feminidad, tomó mis piernas y me penetró, era la segunda vez en mi vida que tenía sexo con otro hombre que no fuera mi marido. Yo me sujetaba del asientos, gimiendo con fuerza, frunciendo el ceño y apretando los dientes, era esa mezcla de dolor y placer, morbo y vergüenza, lo que me volvía loca.
¡¡¡AAAGHHH!!!
¡Vamos perra, yo sé que le gusta!
¡¡¡DIOS MÍO!!! ¡¡¡OOOUUGGHH!!!
¡Vamos Pamela, aguante, aguante! ¡Grite si quiere perra, grite como una desesperada!
¡¡¡ME VAAAAAA ME VA A PARTIR !!! ¡¡¡AAAAAAGGGGHHHHH!!!
¡Si, la voy a partir en 2 porque le gusta, perra!
Paró y me dio la vuelta, me puso en 4 sobre el sillón, sujetó con fuerza la correa a modo de rienda y me penetró salvajemente de nuevo. Sus embates sonaban contra mis nalgas como aplausos, mis tetas se movían violentamente de un lado a otro. Estaba a punto de explotar, deseaba tanto llegar al orgasmo, pero él me lo impedía, se detenía cada vez que mis gemidos se hacían más fuertes. Luego me tomó de un brazo y me acostó boca abajo sobre la mesa de centro quedaban colgando mis caderas y cabeza. El morbo era gigantesco, no me dejaba pensar con claridad, tan solo estaba ese sentimiento de sumisión y pertenencia a el. Volvió a la carga pero esta vez a través de mi ano, que aunque ya me lo había dilatado acabó arrancándome un largo grito y luego roncos gemidos. Me sujetaba de los bordes de la mesa y cerraba con fuerzas los ojos, apretando la mandíbula, era virgen de esa parte pero a él no le importaba, esta vez no me quería dejar viva. Su pelvis se estrellaba fuertemente contra mis nalgas, sus huevotes rebotaban por todos lados, mis senos se zarandeaban violentamente y yo me esforzaba mucho por no desfallecer.
¡¡¡¡AAAAHHHH!!!! ¡¡¡¡AAAAHHHH!!!!
¡Aguante perra! ¡Yo sé que le gusta!
¡¡¡¡AAAAHHHH!!!! ¡¡¡¡AAAAHHHH!!!!
¡Dígamelo! ¡Dígame que le gusta!
¡¡¡¡SSSIIIIIIIIIII!!!! ¡¡¡¡ME ENCAAAAAANTAAAAAA!!!! ¡¡¡¡AAAAGGGGHHHH!!!!
¡¿Lo quiere más duro perra?!
¡¡¡¡SSSSIIIIIIII!!!! ¡¡¡¡AAAAGGGGHHHH!!!! ¡¡¡¡PAARTAMEEEEE EN DOOOOOOSSSSS!!!!
Y vaya si lo estaba haciendo, los golpes de su pelvis eran extremadamente violentos. Podía sentir el sudor de su cuerpo caer sobre el mío, que estaba empapado. Y su rígido falo entrar y salir de mi interior horadando mis entrañas, casi arrancándome el ano. Me dio como un animal hasta que se cansó y me la sacó, reteniéndome debajo de la mesa del comedor, lamiéndole los pies y el sexo, mientras le suplicaba que me dejara terminar, tal y como me lo había ordenado. Me encontraba extasiada, me gustaba sobremanera que me sometiera de esta manera, me sentían tan dominada por él recompensó mis súplicas con una abundante cantidad de semen que recibí y tragué como el más fino de los alimentos.
Te voy a enseñar un truco Pamela. Quiero que te acostés en el suelo, con la pelvis sobre esas 3 almohadas grandes que se encuentran sobre el sillón largo. obedecí, quedé como él me había ordenado Ahora te voy a dejar acabar masturbándote. Pero poné atención, que antes de llegar al clímax, quiero que te metás este consolador y lo apretés y frotés contra la parte delantera de tu vagina, muy adentro, ¿entendido?
Si señor
Hice como me ordenó, comencé a masturbar mi casi amoratada vulva como loca y breves momentos después sentí la llegada del final, por lo que introduje con rapidez el consolador y me froté como él me había indicado. Fue increíble, terminé en un orgasmo tan fuerte que hasta me oriné, pareciendo que eyaculaba con fuerza, llegando mi orín hasta mi rostro y boca abierta.
James Davidson volvió a montarme otras 3 veces esa noche (era increíble su vigor), sobre la mesa, en el sofá y de último en el suelo, en donde fui tomada en la posición del misionero, con mi pierna derecha sobre su hombro y la izquierda rodeándole la cintura. Escuchaba las palabras lascivas que mi patrón me susurraba al oído, en que me decía que era la mejor perra que había probado en toda su vida. Al mismo tiempo me sentía observada por Marvin y las 2 secretarias, era increíble, hasta se me había olvidado que allí estaban.
Es usted la perra más puta y sucia que he conocido, es lo máximo Pamela
Gracias no podía creer que le dije gracias a esas palabras, realmente estaba trastornada.
Pero aun no me ha respondido
Repuesta ¿qué respuesta?
A mi propuesta conviértase en mi esclava para siempre y dejaré a su esposo fuera de esto. - me quedé fría, no sabía qué pensar ni qué decidir.
¿Y a Fernando qué le haría usted? la cara se le iluminó con una pérfida y burlona sonrisa.
Todo absolutamente todo no menos que usted, por lo menos
"¡Maldición" me dije, "es demasiado". Realmente no creía que mi Fer lo pudiera soportar, él, que tan viril y masculino había sido siempre. No, él no, además, mi amor por él era muy fuerte y al final me llevó a decidir. Si estaba en mis manos salvarlo de un futuro terrible, salvando además a mi pequeño hijo, lo haría, mi amor por él era mucho mayor que el miedo que este hombre me daba.
Y ¿si dijera que si, qué haría yo?
Usted nada yo sería el que le hiciera de todo a usted
¿Y qué sería?
Lo que a mi se me diera la gana todo lo que a mi se me diera la gana. temblé y una lágrima de miedo y dolor resbaló por mi mejilla, pero mi decisión ya estaba tomada.
A a acepto pero no le vaya a hacer nada a mi esposo ni a mi hijo.
No tocaré a su marido y terminaré de darle todo el tratamiento a su hijo. Pero desde hoy usted queda por siempre a mis órdenes, lista para satisfacer cualquier petición que tenga, para realizar cualquiera de mis caprichos. Usted ya no es una mujer, de ahora en adelante es una perra a mi servicio, una esclava sin voluntad, sin pasado ni futuro nada, solo yo existo ahora para usted solamente yo.
Terminé profundamente dormida entre sus brazos. Al despertar nuevamente me hizo suya y luego me fue a dejar a mi casa. En silencio subí a mi habitación, allí me encontré a mi esposo sobre la cama, profundamente dormido, todavía vestido y con el lecho sin hacer. Me agazapé en un viejo sillón que allí teníamos y me puse a llorar en silencio, ¿qué había hecho, por Dios, qué?
Sin embargo, dentro de mi tenía la certeza de haber hecho lo correcto, después de todo era un sacrificio que haría por amor a mi esposo y a mi hijo, por ellos, y no por algún capricho tonto mío. En ese momento también tomé otra decisión, dejaría a Fernando totalmente afuera de todo esto, él no debía enterarse de nada mientras yo se lo pudiera seguir ocultando. Claro, llegaría un momento en que acabaría sabiéndolo, pero mientras tanto, tenía que dejarlo a oscuras de todo.
Pensando en ello estaba cuando lo sentí moverse sobre la cama, sobresaltado y sudoroso, como si hubiese estado en medio de una pesadilla terrible. Me vio y abrió los ojos como platos, como un rayo se puso de pié y e me acercó, yo esperaba un abrazo, pero se detuvo en seco, viéndome con los ojos llenos de vergüenza. Yo no me atreví a verlo de frente
Pame Pamela amor ¿qué qué te hicieron mi vida qué te hicieron? pero yo solo negué con la cabeza sin poder articular palabra
CONTINUARÁ
Garganta de Cuero.
Pueden mandarme sus comentarios y sugerencias a mi correo electrónico, con gusto los leeré y contestaré.