De esclava a emperatriz (3: confidente)

E'lari intercala servicio a su nuevo señor con placer insospechado. Pero, sin saberlo, se ve introducida en el juego de los poderosos. Si te gusta el episodio, valóralo y coméntalo. Lograrás que E'lari cumpla su destino...

Torre de Raven.

Tres meses después.

-¡Aaahhh, sí...! ¡Ese culo tragón, elfita...! ¡Oohhh...!

-¡¡HHHHH...!!¡¡HHHHHHHHH...!!

E'lari mordía la almohada para no gritar conforme la verga abría su interior. Recostada boca abajo y con un cojín bajo las caderas, ofrecía limpiamente sus intimidades para ser penetrada a conciencia. El glande abría camino haciéndola llorar, pero el resto del miembro, suave y liso, calmaba y hasta parecía besar el sensible interior de su ano.

-¡Vamos! ¡Sí! ¡Sí! Vaya culo, joderrrr...

-¡¡HHHHHH...!!¡¡HHHHHH...!!

Su trasero había sido violentado múltiples veces por varones de la raza enana, vergas gruesas, bulbosas y llenas de venas. Podía acoger con relativa facilidad el sexo de un humano. Aún así dolía. No llegaba al punto del desgarro, como tantas veces había sufrido, pero el capitán Stahl sabía cómo ahondar en su recto hasta que placer y dolor se daban la mano en un viaje que la elfa no sabía si desear o aborrecer. Ahogaba sus gemidos y sus gritos en fino lino, deseando que su amante humano terminase pero casi temiendo que ese fin llegara.

-¡¡HHHHHHHH...!! ¡¡HHHHH!!

-Joder, me voy a correr... ¡Me voy a correerrrr...!

El capitán salió bruscamente del interior de E'lari y ella, buena conocedora de los gustos masculinos, con relativa velocidad se dio la vuelta y se puso de rodillas sobre la cama. Ignorando el escozor de su ano abierto, la elfa juntó los pechos y abrió la boca, lista para esperar la descarga de semen con que el humano la regaría enseguida.

-¡Eso, eso! ¡Abre bien la boca, elfita!

El capitán Stahl se sacudió el miembro con violencia, masturbándose tan deprisa que los jugos internos de E'lari, atrapados en los pliegues del prepucio, hicieron espumilla.

-¡Ohh...! ¡Oooohhhhhhhhhhh...!

Y allí se vino sobre la joven. Ráfaga tras ráfaga el esperma caliente cruzó el rostro de E'lari, acertando la boca en su mayoría. Gotas disparadas sin puntería alguna dieron de lleno en sus ojos, obligándola a cerrarlos para protegerlos. La lengua acogió el viscoso líquido, debiendo paladear cucharadas y cucharadas del mismo, como si aquel humano exprimiera sus testículos hasta dejarlos secos. Cegada como estaba, no pudo prepararse para lo siguiente: la verga entera penetró su boca hasta casi la garganta.

-Trágate toda la leche -pidió el humano-. ¡Toda, joder! ¡Ohh, síii...!

Entre el miembro semierecto aplastando la campanilla y la cantidad obscena de semen resbalando lengua abajo, E'lari ahogó una tremenda arcada. El movimiento involuntario provocó que el esperma rebosara de sus labios y cayera hacia sus pechos, manchando la barbilla de jugos sexuales y saliva.

-Buena elfita... buena...

Las recias manos del capitán Stahl le agarraron de la cabeza, acariciándole las puntas de las orejas e impidiendo que E'lari pudiera alejarse del miembro que violaba su boca. Tuvo una nueva arcada y más semen acabó saliendo por su nariz, mezclándose con las lágrimas que brotaban de sus ojos y uniéndose a la cascada que goteaba de su boca.

-Bien... bien... -suspiró Stahl.

El humano por fin soltó la cabeza de la joven y retiró su miembro. Mientras E'lari tosía y expulsaba saliva y semen, su rostro enrojecido por el esfuerzo de aguantar las ganas de vomitar, el humano se dejó caer en la cama, acostándose al lado de la elfa con evidente satisfacción.

-Muy... muy bien, preciosa... -la felicitó.

Una recia mano, una mano acostumbrada a sostener espadas y a alimentar caballos, palmeó su trasero con ganas de jugar, tratándola como si fuera una mascota bien adiestrada que por fin realizaba correctamente un truco. E'lari terminó de toser y consiguió respirar pausadamente. Miró hacia atrás, hacia el humano tendido sobre las sábanas, y sonrió con dudas.

-¿O-os ha complacido, mi señor...?

-¡Por las tetas de Kéh, elfita! -exclamó él-. ¡Ha sido magnífico, como siempre! Vamos, ven -abrió los brazos para recibirla-, túmbate junto a mí...

E'lari obedeció con prontitud, alegre por la violación consentida de su ano y su boca. Era verdad que no había alcanzado ella misma el orgasmo, pensaba mientras se daba la vuelta y se tendía de lado junto al humano, dejándose abrazar. Era verdad, pero a pesar de todo el dolor, la joven se sentía afortunada. Se sabía afortunada.

-Tienes un culo delicioso, elfita mía -le susurró al oído Stahl.

La joven se ruborizó. Todavía tenía el trasero abierto y sentía cómo los fluidos escapaban de él, manchando sus nalgas y muslos, amén de las carísimas sábanas de la cama del capitán de la guardia.

-Gracias, señor -se sonrió ella, y añadió-. Ya os dije que no me llamarais elfita.

Stahl se rió con ganas. Los brazos del humano rodearon su flaco cuerpo con fuerza. Acariciaron la piel suave a pesar de los años de esclavitud. Rozaron los sensibles pezones embadurnados del resultado del acto sexual. Se deleitaron el los carnosos labios de la joven. E'lari se dejó acunar hasta quedarse medio dormida. Cuando ya pensaba que el sueño la vencería, el humano la despertó.

-Arriba, E'lari, preciosa mía -la urgió Stahl.

-¿Eh...?

-Arriba, dulce remolona -la chanceó el humano, palmeándola las nalgas sin demasiada fuerza.

-¡Ay!

-Vamos, vamos, arriba, que tienes que servir a Su Excelencia...

Lo último lo dijo con un toque de cinismo. Un toque de algo oscuro que la joven, desconocedora de las sutilezas de los juegos entre poderosos, no acabó de percibir. Tampoco la importó demasiado. Después de todo, la mera imagen de lord Raven reprendiéndola bastaba para movilizar hasta al más perezoso de los sirvientes.

-¡Oh, es cierto! ¡La hora de su té...!

Con velocidad se incorporó, salió de la cama y buscó a tientas su ropa. La encontró repartida por la habitación del capitán Viktor Stahl, como siempre pasaba. El humano era muy fogoso y gustaba de desvestirla con violencia, aunque nunca jamás prenda alguna había acabado rota.

-Deberías darte prisa, preciosa -le aconsejó el humano.

-¡Voy, voy!

Ropa interior con cuidado por lo sensible de la zona, pescar la falda. ¿Y dónde estaba el sostén...?

-Pasas mucho tiempo con Su Excelencia, niña...

E'lari se detuvo a mitad de conseguir acomodar sus grandes pechos -todavía pegajosos- dentro del sujetador. ¿Había celos en la voz del humano? Sin duda sabía que el Duque jugueteaba sexualmente con ella, pero...

-Bueno, mi señor -empezó ella, logrando por fin introducir sus pechos en la ropa-, Su Excelencia gusta de que yo le sirva a esta hora y...

-En su laboratorio -la interrumpió el capitán.

-Sí...

-En su sanctasanctórum -añadió.

-¿S-sí...?

-Ya.

Había un brillo extraño en los ojos de Viktor Stahl. Un brillo que apenas relució un instante antes de desaparecer, absorbido por esa sonrisa capaz de hacer que cincuenta adolescentes a la vez notaran sus intimidades repentinamente húmedas e hinchadas.

-Ya, bueno -dijo él-. Será mejor que te vayas, niña. Ya nos veremos, ¿eh?

-S-sí, mi señor, claro -respondió E'lari, confundida pero feliz-. ¿Mañana, quizás...?

-Ya te buscaré yo -la despidió-. Cierra al salir, por favor.

Y la joven se marchó. Prácticamente voló por los pasillos, esquivó a un par de pajes y casi se ensarta ella misma en la lanza de un guardia demasiado entusiasta. Se llegó hasta las cocinas, ganándose las iras de cocineros y pinches con sus modos veloces y poco cuidadosos. E'lari tenía que coger el té, la taza, el plato, la cucharilla, la tetera, llevar el agua y las pastitas de mantequilla antes del cuarto toque a para que nada más finalizar el quinto una voz grave y aterciopelada interpelara desde detrás de la puerta negra para que la joven elfa pasara con su preciada carga.

Apenas tenía tiempo.

Procuró no pensar en las manos acariciadoras del capitán Stahl pellizcando su cuerpo, introduciéndose dentro de ella y haciéndola gritar de placer, preocupándose de ella durante todo el tiempo que llevaba en la Torre de Raven y cuidándola como un amante padre. E'lari era feliz y necesitaba servir al Duque para que esa felicidad no terminara. Así de temerosa se había vuelto tras sus años en el Reino-Bajo-La-Montaña.

Corrió y corrió escaleras arriba con la bandeja entre las manos, dejando tras de sí tintineos, algunas salpicaduras de agua hirviendo y exclamaciones de sorpresa.

Cinco campanadas y E'lari tomó aire junto a la puerta de madera negra del laboratorio del Señor de los Cuervos.

-Adelante, E'lari...

La joven elfa se armó de valor y empujó la puerta. Se abrió sin un sólo chirrido. ¿Magia? ¿Buen engrase? Lo desconocía. Pero sí sabía lo que le esperaba tras aquel umbral. El borboteo de extraños aparatos de cristal. El centello suave de gemas engarzadas en anillos y diademas. El aroma de cien mil productos exóticos. El resplandor hipnótico del círculo de invocación. Los graznidos de las aves de oscuro plumaje encaramadas en lo alto de las estanterías repletas de libros.

Y el señor, lord Raven, sentado tras su escritorio. Apoltronado en una butaca tan ominosa que hacía temblar a la impresionable elfa según avanzaba sus delicados pasos. Sabía cómo eran las cosas, lo que el humano de piel caoba esperaba de ella y cómo debía hacerlo. Pero aún así, a pesar de que sabía, o sentía, que no tenía nada que temer, E'lari no podía evitar que sus rodillas la traicionaran, que sus almendrados ojos se abrieran de temor reverencial, que el vello de su nuca se erizara. Los cuervos lo notaban y se reían de ella. Lo sabía.

Sin que el Duque le diera ninguna indicación, E'lari se llegó hasta el escritorio -una pieza esculpida de un único bloque de madera procedente de algún ignoto árbol milenario- y procedió a las evoluciones necesarias para preparar el té del hechicero. La joven no levantó la vista en ningún momento, pero notaba los ojos del humano sobre ella. No le había dirigido ninguna mirada directa, pero sabía que lord Raven, vestido con sus ropajes negros y con las manos formando un puente delante de su boca de gruesos labios, juzgaba cada uno de sus movimientos en busca de algún error. Si no lo encontraba asentía y la felicitaba. Si hallaba alguna imperfección no decía nada y E'lari, sintiéndose inservible, abandonaba la habitación.

-Muy bien, niña.

E'lari se sonrió por dentro. Suspiro con satisfacción por un trabajo bien hecho y se apartó del humano. El hechicero se acercó al borde de la mesa, alargó una mano de piel oscura -uñas perfectas, piel lustrosa, dedos hábiles pero fuertes- y tomó el asa de la taza. La llevó hasta la boca y sorbió su contenido.

-Temperatura perfecta, sabor exquisito.

La elfa casi sintió su propio ego escaparse volando. Lo había hecho bien. Eso significaba que, quizá, el señor quisiera pasar tiempo con ella, preguntándole por su día y dedicándole una atención merecida y hasta cariñosa. Lord Raven sabía cuidar de quienes le servían bien, y E'lari era feliz sabiéndose al servicio de tan magno y poderoso señor.

-Consigues que una simple infusión inunde de calma tanto la mente como el espíritu, jovencita -susurró el Duque con su voz acariciadora.

-Gracias, mi señor.

-Estabas totalmente desaprovechada con esos enanos, pequeña E'lari -comentó lord Raven, y no era la primera vez que lo hacía-. ¿Estás contenta aquí? ¿Se te trata bien?

-¡Oh, sí, mi señor! -exclamó con vehemencia la joven.

-Bien, bien...

El humano se levantó de su asiento. Su cuerpo alto, ancho, poderoso a pesar de ser un erudito y ferviente practicante de las artes arcanas se dirigió hacia una puerta lateral, una puerta anodina que daba al laboratorio, una entrada en la que nadie se fijaría dos veces. E'lari sintió su corazón acelerarse. Aquel umbral daba a la alcoba personal del hechicero.

E'lari caminó despacio siguiendo los pasos de lord Raven, quien ya había cruzado la puerta. Unas palabras murmuradas y un gesto desganado hicieron brotar llamas de unos leños en la chimenea. Como cada vez que asistía a una manifestación arcana, la joven elfa sintió hormiguear su piel. La habitación, extrañamente acogedora, olía a madera de encina y lavanda. No tenía ventanas y aparte del umbral que acaban de cruzar, sólo una puerta más daba a ella: los baños privados del Duque Negro. Nadie salvo el hechicero y sus -muy escasos- sirvientes de más confianza podían pisar el suelo de aquel refugio privado. E'lari, desde hacía poco más de quince días, era una de las afortunadas.

Sin decir una palabra, el humano se despojó de la vestimenta. La joven estuvo pronta para cogerla. El cuerpo bien formado de lord Raven -tonificado, sin un gramo de grasa de más, de piel lustrosa y oscura, cuidadosamente depilado- atrajo su mirada. Un pequeño cosquilleo comenzó a nacer en sus ingles mientras ordenaba la ropa sobre una silla.

-Desvístete.

Sólo una palabra y los jugos comenzaron a segregarse entre las piernas de E'lari. Deprisa pero con habilidad, la joven se quitó las prendas, quedándose completamente desnuda en un visto y no visto. El hechicero ya se encontraba tendido sobre su cama, igualmente desnudo y con los brazos cruzados tras la nuca. Su enorme miembro -más largo y ancho que el del capitán Stahl- parecía dormitar como una serpiente negra entre los musculados muslos.

-Acércate.

E'lari obedeció. En cuanto se detuvo junto a la cama, el hechicero alargó una mano y la tomó de las nalgas. Apretó con suavidad, constatando con un gruñido de satisfacción que la entrepierna de la elfa estaba sonrosada y mojada.

-Ven, niña... Ya sabes qué hacer.

La joven se subió a la cama junto al Duque. De cerca, la verga parecía aún más grande. Ancha, que no gruesa como la de los enanos, y larga, más que ninguna que ella hubiera acogido en su interior. Era... bonita. Bien proporcionada. E'lari acarició la tersa suavidad de su piel. El tronco respondió comenzando a hincharse. El glande hizo lo mismo escasos segundos después. La erección, de casi treinta centímetros, podía asustar a más de una, y sin duda la elfa no logró contener el nerviosismo que la embargaba al tener que ocuparse de aquello.

-Con suavidad, pequeña. Que tus labios de fresa hagan lo que saben hacer.

E'lari aplicó su boca al miembro del hechicero. Terso, caliente, salado. Suaves y húmedos besos antes de lamer lentamente el glande. Un suspiro de satisfacción le indicó que lo estaba haciendo bien. Sujetó la verga con ambas manos, notando el latido sanguíneo que lo recorría y excitándose ella a su vez. Cada lametón más largo, cada vez con la boca un poco más abierta, hasta que por fin acabó metiendo la punta del miembro dentro y paladeándolo con gusto.

-Hmmmm... ohhh sí, pequeña...

Una mano de dedos largos y fuertes se posó en sus nalgas, acariciando la piel y pellizcando con suavidad. Una palmadita a su trasero era señal de seguir, un jadeo significaba que lo hacía bien. E'lari se aplicaba con deleite para que su señor estuviera satisfecho.

Poco a poco fue introduciendo en su boca más y más longitud de sexo masculino. El diámetro era tal que la impedía alojar otra cosa que carne. Respiraba por la nariz, lentamente para no atragantarse, mientras sentía el glande llegar a su garganta y hasta bajar más aún. No sentía arcadas, no notaba a su cuerpo rebelarse e intentar extraer aquel cuerpo enorme de su interior. Apenas escuchó el sonido de un tapón de corcho, pero sí olió el perfume de los aceites.

-¡Hmmmmmmm...!

-¡Hmmmppffgg...! ¡Hmmpff...!

La joven comenzó a ganar confianza y velocidad. Relajó sus piernas y las abrió, separando sus nalgas y preparándose para lo que venía. Los dedos de lord Raven abrieron el ano de E'lari con un sonido húmedo. La elfa soltó un gemido largo, mezcla de placer y dolor, ahogado por el miembro que llenaba su boca. Apretó los labios mientras su cabeza subía y bajaba, chupando la verga del hechicero con empeño y dedicación. Conforme ella extraía o introducía el sexo de su señor de su boca, los dedos imitaban el movimiento. Conforme ella ganaba confianza y aumentaba la velocidad, un dedo más penetraba su trasero y la obligaba a gemir y a ir más despacio.

Era un juego que llevaban practicando varias semanas.

-¡Hmmmppggl...! ¡¡Hmmmpfff...!! ¡Hmpffffgglll...!

La delicada piel del ano se dilataba poco a poco por la presión de los dedos. Dos dedos entraban con facilidad. Tres necesitaban de lubricantes. Podía con cuatro si estaba muy excitada. Todo el puño era una locura.

-¡¡Hmmmppggl...!! ¡¡Hmmmpfff!! ¡¡¡HHHHMMMMGGGGLL...!!!

Lord Raven tenía desde el índice hasta el meñique dentro de la joven. Los aceites aromáticos untados en los dedos se mezclaban con el sudor, la saliva y demás fluidos con un chapoteo luctuoso. Con cada movimiento y con cada gemido, el esfínter de E'lari se dilataba más y más. La mezcla lubricante se derramaba, cayendo por entre los labios vaginales de E'lari, uniéndose a toda la excitación que exudaba su propio sexo y resbalando por los muslos o goteando directamente sobre las sábanas de seda.

-¡¡HMMMPPFF...!! ¡¡HMMGGGLLL...!! ¡¡HHHMGGGLL...!!

-Más deprisa pequeña...

E'lari obedeció. Apretó la piel oscura de la verga con toda la fuerza de sus labios. Aplicó con suavidad los dientes y usó su lengua para lubricar y suavizar la presión. Notaba cada una de las imperfecciones de la piel, cada uno de los pequeños abultamientos de las venas. Sentía los latidos del corazón del humano a través de su sexo y eso la excitaba, hacía que el dolor de su ano se convirtiera en un peldaño más de la escalera que culminaba en el orgasmo.

-¡¡HMMMPPFFG...!! ¡¡HMMGGGLLL...!! ¡¡HHMMPPFFFF...!!

-Mantenlo... sí... así...

E'lari conocía ya muy bien el recorrido de esa escalera. Día sí y día también, ya fuera en la cama del señor, en un pasillo de su torre, en los establos o en los baños -la elfa nunca sabía dónde podía ocurrir cada vez-, las últimas semanas habían significado el entrenamiento de la joven en los placeres del hechicero de piel oscura. No había habido otra cosa que sexo oral y penetración manual. La verga de piel de ébano en ningún momento había tocado su entrepierna. Y la verdad es que en aquellos instantes lo deseaba y lo temía a partes iguales.

-¡¡HMMPPPFFG...!! ¡¡HMMGGGLLLLL...!! ¡¡HHHMMPPFFFF...!!

-Sí... sí... ohhhh...

La joven elfa notaba su sexo cada vez más dilatado, más abierto, más receptivo a... a lo que fuera. Necesitaba que lo penetraran y no parecía que nada fuera a complacer aquel deseo. Los dedos de lord Raven -y ya llevaba tres en su interior- no tenían intención de abandonar el trasero de E'lari y ella, siendo penetrada por boca y ano, se moría por sentir algo obligando a su vagina a dilatarse aún más. Los fluidos que empapaban entrepierna, muslos y sábanas así lo atestiguaban.

-¡¡HHMMPPFFFF...!! ¡¡HMMMPPFFG...!! ¡¡HMMGGGLLL...!!

-¡Hmmmmmmmm...!

Sin dejar de mover la cabeza, sin dejar de mover las caderas, era en realidad ella misma quien se fornicaba, quien obligaba a la verga a entrar y salir de su boca, quien hacía que los dedos violaran su trasero. Mientras la saliva resbalaba de los labios por las comisuras, E'lari sintió una punzada de dolor. El Duque había metido su cuarto dedo.

-¡¡¡HHHHHHMMMMMMPPPFFGGGLL...!!!

-Bien, niña, bien... sigue... tranquila...

Se obligó a relajarse, a pesar de que la musculatura de su ano quería rechazar la penetración. La obligó a comportarse como debía, a acoger casi la totalidad de la mano del hechicero dentro suyo. ¿Por qué lo quería así lord Raven? No lo sabía y no quería pensar en ello. Sólo deseaba que su propio sexo fuera de la misma manera cuanto antes.

-¡¡¡HHHMMMPPFF...!!! ¡¡¡HHHMMMPPFFF...!!! ¡¡HHMPFGLLL...!!

-Lo haces... muy bien, E'lari... hmmm...

Los cuatro dedos dolían, los cuatro dedos causaban un intenso placer. Como respuesta aplicaba su boca lo mejor que podía, regalando a su señor con la mejor felación de la que era capaz. Los fluidos preseminales se mezclaban con su propia saliva en un cóctel para nada desagradable y sí muy excitante. Aguantó como pudo las ganas de llevarse las manos a su entrepierna para procurarse ella misma placer. Sospechaba que al hechicero no le gustaría que contraviniera sus deseos.

-Y ahora...

-¡¡¡¡HHHHHHHHHHHMMMMMMPPPPPFFFFF...!!!!

La lubricación impidió cualquier desgarro. Los ejercicios de dilatación la habían preparado para aquello. No obstante fue toda una sorpresa cuando la impresión de alojar un puño entero en su ano la atravesó como una sacudida eléctrica. Detuvo la felación con la mayor parte de la verga dentro de ella.

-¡¡¡¡HHHHHHHHHMMMMMPPPPPFFFFF...!!!!

Medio ahogada e incapaz de gritar, las lágrimas decidieron correr por fin por su rostro. Hizo auténticos esfuerzos para no morder de forma involuntaria el miembro de lord Raven. Se agarró a las sábanas hasta que sus delicadas uñas rasgaron la seda. El puño del hechicero comenzó a moverse despacio, dentro y fuera, de un lado a otro, girando poco a poco.

-¡¡HHHHHHHMMMPPPPPFFFFF...!! ¡¡HHHHHMMMMGGLLL...!!

El dolor había trascendido a un nivel en el que ya no aumentaba por más que su trasero estuviera tan dilatado como para que un puño entero campara a sus anchas dentro de él. Sólo había un extraño placer que estimulaba por completo su vagina desde el lado incorrecto. Aquel placer, aquella fricción húmeda y caliente que amenazaba con crecer hasta ahogar todos sus sentidos, era algo tan novedoso que no estaba preparada para afrontarlo.

-¡¡HHHHMMMM...!! ¡¡HHMMPPFGLL...!! ¡¡HMMMPFFFF...!!

Con mucho cuidado reemprendió la felación. Subió y bajó la cabeza, haciendo que la verga dura y erecta del hechicero recibiera su ración de placer. Y, por extraño que pareciera, aquello hizo que el sexo de la joven reemplazara el deseo de ser penetrado por el de que fuera su ano el que quedara tan abierto que jamás lograra cerrarse de nuevo. El placer era tan intenso que de aquellas profundas aguas empezó a insinuarse el orgasmo.

-Ahora, pequeña... hmmm. Déjate... oh, sí... ¡déjate llevar...!

El dique se rompió y la cascada resultante fue tan abrumadora que cualquier descripción no sería más que un pálido reflejo. Su mente jamás podría recoger en simples palabras la magnitud de lo que se apoderó de ella.

-¡¡¡¡HHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH...!!!!

Su delgado cuerpo se convulsionó por entero. Las oleadas de placer la recorrieron con tal intensidad que dejó de sentir nada que no fuera el orgasmo sacudiéndola por entero. Naciendo entre sus piernas y extendiéndose por cada fibra de su ser, E'lari era puro placer encarnado en el cuerpo de una joven elfa.

-¡¡¡¡HHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH...!!!!

De algún modo su boca se vio libre de la verga que la ocupaba por entera. Chorretones de saliva y los fluidos preseminales se entremezclaron con las lágrimas y el sudor mientras un grito de pura pasión emergía del su garganta.

-¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH...!!!

Ni siquiera podía articular conforme a las oleadas de placer. No lograba coordinar, simplemente lo dejaba salir, escapar, un torrente de lava que no dejaba nada a su paso salvo un paraje quemado por el fuego. Sentía llamas brotando de sus ojos, llamas orgásmicas que nacían de su sexo y emergían por donde podían. La estimulación anal continuaba, y era el único cabo que le ataba a la realidad.

-¡¡¡AAAAAAAAAHHHHH...!!! ¡¡¡AAAAAAAAAAAHHHHHHHHHH...!!!

Sentía el puño del hechicero escarbar en ella, extrayendo más y más placer de un lugar de donde todo gusto venía con el picante del dolor. Ya no. Con las manos sosteniéndola como podían, con la boca abierta de par en par y con los enormes pechos temblando, E'lari gozaba como jamás había gozado.

-¡¡AAHHHHHH...!! ¡AHHHHHHHHHHHHH...!

En algún momento el fuego comenzó a remitir., No se extinguía, sólo retrocedía sin dejar de calentar. Una punzada en su trasero la indicó que lord Raven había retirado la mano de su interior. Sentía su ano latir, sus labios vaginales temblar, sus muslos inundados en fluidos de placer.

-¡HHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH...!

La consciencia amenazaba con huir lejos de ella, pero aún así la sirvienta elfa intentó aferrarse al mundo real. Se sintió volar por un instante, sin darse cuenta de que los brazos de lord Raven la levantaban y la cambiaban de posición. Un hormigueo en la nuca la avisó de que la magia arcana entraba en acción, pero ella simplemente no estaba capacitada para prestarle atención a nada que no fueran los rescoldos del placer.

Sin percatarse de que su cuerpo realmente volaba, E'lari se dejó hacer. Flotó, levitando sobre la cama, sobre el hechicero, con los brazos y las piernas extendidos, abiertos. Una flor élfica que se dejaba mecer por el mundo.

-¿Lista, pequeña mía...?

-¿...?

E'lari simplemente no entendió a qué se refería el Duque. Se encontraba sólo parcialmente en el aquí y ahora. Miró hacia atrás, hacia abajo, de donde provenía la voz del hechicero, y lo vio allí, tumbado en la cama, con una atractiva mueca de diversión y excitación. Una sonrisa que, si todavía era posible, sólo servía para hacer que su sexo deseara ser penetrado.

Ya sí fue.

E'lari sintió sus labios vaginales abriéndose como pétalos ante el empuje de la verga de lord Raven. Con suavidad, con besos de húmeda sexualidad, su vagina recibió el miembro del duque con ansia, con auténticas ganas, como jamás pensara que iba a necesitarlo.

-¡Ahhhhhhhhhhhh...!

El gemido que brotó de su boca casi fue de complacencia. Había placer, sí, pero era un placer acogedor, muy muy diferente de la deflagración que la había asaltado minutos antes. Poco a poco su cuerpo comenzó a bajar y su sexo se tragó la verga entera, la sintió latir en su interior y notó cómo la excitación de su mente comenzaba a levantarse. Su cuerpo, por supuesto, llevaba ni sabía el tiempo más que listo para aquella penetración.

-¡Ahhh...! ¡Ohhhhhhhhhhh...!

Se sintió elevarse en el aire y el enorme miembro salir poco a poco. La sensación, cálida y placentera, alimentaba los fuegos de su pasión suavemente, sin bruscas llamaradas. Notó el glande surgir de su vagina y suspiró... sólo para verse de nuevo descendiendo y aquel miembro masculino volviendo a penetrarla. Desde otro lado.

-¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhh...!

Su dilatadísimo ano, todavía cubierta su delicada piel de todos los fluidos lubricantes posibles, acogió la verga como la vaina de una espada acoge la hoja para la que está hecha. Ni siquiera hubo una pizca de dolor. Sólo un gustito caliente, cómodo, suave. Gimió con lentitud, un suspiro de gozo que no creía posible. Su trasero se cerró sobre la piel del miembro con un abrazo. Sintió el latido de él dentro suyo. Sintió la tersa piel del glande acomodándose. Era simplemente delicioso.

-Hmmmmmm... ¡Aaaaaaaaahhhhhhhhhhhh!

De nuevo hacia arriba, la verga salió con la misma suavidad con la que entró. SU ano había sido violado por sexos enanos gruesos y bulbosos, había sido penetrado por un capitán Stahl que había procurado darle placer a ella además de obtenerlo él. Pero jamás, jamás, había sentido una verga tan grande regalarle semejante gozo suave y cálido. Estaba marchándose y E'lari ya estaba deseando que volviera.

Abajo de nuevo y fue su vagina. Arriba. Otra vez el trasero. Vagina, ano, vagina, ano. Poco a poco se incrementó la velocidad de los movimientos. Era penetrada por uno y otro lugar alternativamente, y sin pausa, añadiéndose a aquel placer intenso el regusto del poder arcano en acción.

-¡Ahhhhhh...! ¡Oooooooohhhhhh...! ¡Hhmmmmmmmmmm...!

Los dedos, involuntariamente, comenzaron a acariciar el clítoris. Se perdieron entre los pliegues de los labios, rozando en ocasiones la verga de piel negra que la empalaba ora el trasero, ora la vagina.

-¡AaaaAAAAAAHHHHHHH...! ¡AAAAAHHHHHH...!

Alcanzó el clímax con facilidad, perdiéndose en él como se pierde un velero en una tormenta. No podía hacer nada, no tenía que hacer nada. Simplemente sintió, exánime, cómo las ondas de placer recorrían una vez más su delgado cuerpo mientras seguía siendo penetrada.

-¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHH...!

Perdida en el orgasmo, no descubrió cuándo el Duque Negro descargó su semilla dentro de ella. Llegó un momento en que la realidad acabó imponiéndose a la semi-inconsciencia posterior al clímax sexual. Se encontraba tumbada de espaldas sobre el torso esculpido del hechicero. El hombre respiraba con inspiraciones hondas y largas. La joven elfa sentía remolonear la verga de su amante dentro de su vagina, reduciendo levemente su tamaño y perdiendo la dureza. Notaba el semen escapándose de su propio sexo, deslizándose entre los pliegues y mezclándose con sus propios fluidos, resbalando por su ano y nalgas y bajando hasta perderse por entre el pubis masculino.

-Hmmm... ¿señor...?

Unas manos ágiles y fuertes acariciaron los enormes pechos de E'lari. Tan sensible se encontraba la joven que dio un respingo. El miembro de Lord Raven escapó finalmente de su vagina. Unos dedos expertos rozaron sus pezones e hiceron que un gemido escapara de sus labios.

-Hmmmmmm...

-Lo has hecho... muy bien, joven E'lari -le felicitó la acariciadora y grave voz.

-Gracias, mi señor -contestó ella con una sonrisa.

El humano la cogió de la cintura y la colocó a su lado en la cama. Con suavidad, con dulzura. Su Señor la había poseído por fin y ella, una esclava elfa venida a más, no podía creer su suerte. Había disfrutado todo el camino, había sentido un placer como jamás había soñado alcanzar y en aquellos instantes ella...

-Ahora deseo dormir, niña -cortó él su hilo de pensamientos.

Como un resorte la elfa se incorporó y salió de la cama. Sus piernas temblaron un poco, como ecos de la descarga brutal de placer que la había recorrido, pero ni lo pensó. Su señor deseaba descansar y ella ya no pintaba nada allí. Su condicionamiento de servilismo se había vuelto a imponer.

-Baja a las cocinas y que te sirvan una buena comida -dijo el hechicero con una voz cada vez más suave y adormilada.

-Gracias, señor.

-Puedes limpiarte en.... en mis bañoosssss... rrrrrrrmmmm...

-Gracias, mi señor -dijo ella con una sonrisa, aunque el hombre ya no podía oírla.

Su almendrada mirada se dulcificó al mirar al cuerpo de piel caoba rendirse al sueño. Decían que el Duque Negro era malvado, que era un tirano, que coqueteaba con fuerzas infernales y que maquinaba para hacerse con el control de todos los reinos.

En aquel instante ella sólo veía a un humano agotado que dormitaba profundamente. Incluso tras un ejercicio de intenso placer para él, eso había sido evidente, las líneas duras que enmarcaban la expresión de su rostro no habían conseguido suavizarse. Era un hombre preocupado y ocupado que, un hombre poderoso que no obstante había perdido su tiempo para ayudar a una joven esclava que valía menos que una bayeta usada.

No pudo contenerse y alargó la mano, acariciando la cara del hechicero. Creyó ver cómo el fruncimiento de aquellas cejas se relajaba un poquito. E'lari se sonrió y se dispuso a hacer uso de los baños del hechicero.

Sentía su cuerpo pringoso y dolorido, pero no con un dolor como cuando era usada por un enano tras otro, o como cuando el capitán Stahl compartía con ella su visión dura del placer. No, era un dolor muy muy agradable. Se pasó la mano por las nalgas, por su pubis y finalmente por entre las piernas, rozando sus sensibles labios vaginales y su ano todavía muy abierto. No dolía, no. Sólo... sólo dormitaban, como el hechicero, a la espera de recibir más placer. Se llevó los dedos manchados de semen y otros fluidos a la boca y los degustó con deleite.

-Gracias, mi señor -susurró de nuevo al durmiente.

Y entonces, justo cuando empezó a caminar hacia los baños privados del hechicero, un leve resplandor azulado captado por el rabillo del ojo atrajo su mirada. Sobre una mesita había una serie de libros abiertos, colocados unos encima de los otros, utilizados todos como puntos de lectura del que tenían justo debajo. Encima del pequeño montón, un cuaderno con una caligrafía preciosa. Las letras casi brillaban. E'lari no lo sabía, pero los ojos de algunos elfos podían, en ocasiones y bajo la luz adecuada, ver la magia del mismo modo en que sus cuerpos la sentían cerca.

Se aproximó con curiosidad y algo de temor. Quizá no debía mirar. Quizá debía cumplir con los deseos de su señor y marchar a los baños y luego a las cocinas. Pero... bueno, aquella luz...

E'lari apenas sabía leer, y no obstante cuando sus pasos la encaminaron lo suficientemente cerca del cuaderno como para ver con claridad las letras, las complicadas palabras se ordenaron en su mente y ella comprendió lo que querían decir. Se trataba del diario privado de lord Raven. Sin pensar lo cogió entre sus manos. Pasó unas hojas hacia atrás. Días, fechas, hechos. Magia, invocaciones, planes.

Los elfos tenían muchas virtudes.

Uno de sus defectos era la curiosidad.