De enfermera a puta (2)

Una enfermera cansada de vivir continúa sumergiéndose en el mundo de la prostitución.

  • Te digo que no es la misma tía. Ya se que suena rarísimo pero nos la han cambiado. Pondría la mano en el fuego.

Juan daba vueltas nervioso a lo largo del despacho. José Luis no entendía nada. Si no era la misma ¿de donde había salido?

  • Vamos a ver si nos tranquilizamos. ¿Por qué estás tan seguro?

  • Pues para empezar porque no se parece ni a la foto del pasaporte ni a la que yo le saqué en Santo Domingo.

  • Hombre, ya sabes que el maquillaje puede hacer maravillas y la foto del pasaporte solo enseña la cara. A mi se me da un aire – bromeó.

  • Vale, hoy en día se puede cambiar hasta el color de los ojos. Pero lo que le delata a esta zorra son las tetas. Aparte de ser mas grandes y suaves, la original tenía un gran lunar muy visible junto a un pezón y esta no lo tiene.

  • ¡Coño Juanito! ¿De qué conociste esas tetas en Santo Domingo? Tu trabajo es convencer las tías para que vengan a España, no follártelas. Podrías haberlo echado todo a perder capullo.  ¿Cuándo aprenderás a pensar con la cabeza de arriba?

  • Ya sabes que culo veo, culo quiero. Lo siento.

José Luis apagó el puro furiosamente en el cenicero. No veía claro que fuera como Juan se lo contaba. No tenía ningún sentido. ¿Por qué iba una chica a reemplazar a otra para que la putearan? ¿Qué iría buscando? Para el, el dinero era el único motor del mundo y por eso no entendía que pudieran existir otras razones.

  • Vale, supongamos que tienes razón, aunque me parece un disparate. Por lo que me dicesla Soniaoriginal no estaba tan buena como esta. Y la que tenemos además viene con ganas de trabajar. Entonces ¿Cuál es el problema? Hagamos como que su engaño ha colado y a seguir adelante. Si me da beneficios poco me importa que sea o no la original.

  • ¡Y me dice que pienso con la polla el que solo piensa con el talonario! – prosiguió Juan con sus argumentaciones - Pues mira, si, todo esto es un disparate y parece mentira. Y la experiencia me dice que cuando una cosa parece mentira, suele ser mentira. Si está aquí es por algo. Y no me gusta ni un pelo.

  • No seas tan derrotista. ¿Qué puede pasar? ¿Piensas que puede ser una policía como pasó en aquella ocasión en que casi nos la cuelan? Pues ya viste que le salió el tiro por la culata, no pudo probar nada y se fue con el rabo entre las piernas. Además, una policía no se dejaría hacer lo que le hemos hecho a Sonia o a quien coño sea.

  • No nos la hemos follado, perdona que te lo recuerde.

  • ¡Porque no hemos querido, carajo!. Si te quedas mas tranquilo llamo a Mariano y le digo que se la tire en el coche – añadió descojonandose.

Juan parecía un poco mas calmado. Siempre había sido el pesimista del grupo en oposición al jefe cuya pachorra a veces le desesperaba. José Luis, como cabeza visible, era el que mas tenía que perder pero tenía muchas tablas y era la personificación de la tranquilidad.

  • Además, aunque fuera poli ¿qué pasaría? – prosiguió - Si hay una redada las chicas saben lo que tienen que hacer. Y Fernando lleva las cuentas al día.

  • No se Pepe, no se. No había pensado en que sea de la policía. Además los polis nos conocen bien y tenemos varios entre nuestros clientes habituales. No, no es eso lo que me preocupa, creeme. Es otra cosa.

  • ¿A saber?

  • Pues que no le veo razón a lo que está haciendo. Aquí hay algo que no encaja.

  • En cuanto la veas en acción te darás cuenta de que no es mas que una puta, como las demás de la casa.

  • ¡ Eso era ! - dijo Juan como si de repente encontrara la pieza del puzzle mental que se le escapaba – A las demás las tienes cogidas por el coño. Todas están amenazadas por algo, ya sea porque te deben dinero, porque no tienen papeles o por que les haces vudú. Lo mismo que iba a pasar conla Soniaoriginal. En cambio, ala Soniade mentiras no tienes con que presionarla.

  • Pues por lo que he visto puede trabajar sin presión. Hasta parece que muy a gusto. A mi me vale así y no me importa por qué razón ha venido – Y con rintintín añadió: – Eso suponiendo que no sea la misma como dices.

  • Una puta que trabaja sin  que la obliguen es una bomba de relojería. No lo olvides.

  • No te preocupes, algo habrá. Si sustituye a alguien que me debe dinero para mi es como si hubiera asumido la deuda. Además supongo que tendrá algún vínculo emocional con la verdadera Sonia y con su familia. Y aunque no haya nada de eso, la obligaré a hacer cosas de las que luego tenga que arrepentirse. Antes o después la tendremos tan cargada de cadenas como a las demás. Puedes confiar en ello.

  • Espero que tengas razón.

  • Anda, vete a casa, tomate una tila y deja esto en mis manos. No pasa nada, ya lo verás.

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Tetona, ya asumido su nuevo nombre, salió del club y se sentó en el asiento del copiloto junto a Mariano. Era mediodía y hacía un sol de justicia. Mariano iba a arrancar pero se lo pensó mejor y le metió la mano entre las piernas en un rápido movimiento que la cogió por sorpresa. Después se la llevó a la nariz y la olió.

  • Vaya. Parece que alguien se ha quedado a medias. ¿Verdad?

Estaba bastante cabreada como para seguirle la coña y se quedó callada.

  • Supongo que todavía no has desayunado – dijo Mariano cambiando de tema - Espera un poco que voy a buscar algo y luego nos vamos.

Salió del coche y se dirigió a la vecina gasolinera. Tetona no se había percatado antes pero llevaba horas sin probar bocado desde el catering que le sirvieron al principio del vuelo.

Al poco tiempo regresó Mariano con una bolsa llena de cruasanes, un termo y unos vasos de plástico. Se sentó en su asiento y colocó todo encima del salpicadero. Durante un rato, se quedó mirando a la chica, sonriente y sin decir nada. Ella no sabía que hacer, esos ojos la estaban estudiando con detalle y quizás esperando una respuesta por su parte. Cuando el silencio ya empezaba a hacerse incómodo, el hombre le dijo:

  • Me parece que todavía tienes mucho que aprender. Pero no te preocupes, vas a tener mucho tiempo.

  • ¿A qué te refieres?

Apenas lo había preguntado, Mariano le cogió la mano y se la acercó a su paquete, apenas el tiempo suficiente para comprobar que estaba duro.

  • Una puta profesional tiene que saber lo que se espera de ella en cada momento sin que tengan que pedírselo. ¿Sabes? Tienes que captar las necesidades de los hombres sin obligarles a dar mas explicaciones. Al principio te costará pero luego irá todo sobre ruedas.

Creyó entender lo que tenía que hacer. Lentamente bajó la cremallera de su pantalón y extrajo una polla a media erección. Empezó a masajearla con suavidad mientras el reclinaba el asiento y se ponía cómodo.

  • Creo que vas a necesitar algunas lecciones – comentó Mariano mientras se la pelaba – y la primera parece que la vas entendiendo. Cada vez que te cruces con un hombre tienes que mirar dos cosas importantes: La expresión de su cara, y su paquete.  Sobre todo esto último es la mayor fuente de información. Es como un semáforo que te indica si debes o no seguir.

Mientras tanto, el pene en sus manos y bajo sus caricias, iba adquiriendo grandes proporciones. Puso ambas manos y todo su empeño en la tarea hasta que le pareció lo suficientemente rígido y se inclinó sobre el para chuparlo. Mariano no puso resistencia lo que interpretó como la señal para seguir.

Le echó hacia atrás la piel y le pasó la punta de la lengua alrededor del capullo varias veces. Mientras tanto, con las manos seguía dándole suaves meneos. Se tomaba su tiempo. Dejando de chupar, se lo pasó por la cara. Luego volvió a llevárselo a la boca y prosiguió dándole besos y ligeros mordiscos. El hombre se mantenía en silencio total, como analizando sus movimientos. Eso la desesperaba, en vez de relajarse y dejar que le comieran el cipote, parecía que la estuviera haciendo un examen para darle el título de mamona profesional.

Tenía mojada la entrepierna ya desde antes pero ahora la humedad era tal que se le escurría por las ingles y le picaba. El estar saboreando una polla la ponía mas caliente y desearía que Mariano cambiara de tercio y se la clavara pero no parecía que fuesen por ahí los tiros ni ella podía sugerirlo. Era una puta y las putas tienen que satisfacer a los clientes como ellos quieran. Nunca pensar en el placer propio. La follaría cuando quisiera el.

Una ligera presión de la mano del hombre sobre su cabeza le recordó que se estaba demorando. Se introdujo en la boca todo el prepucio y prosiguió con sus lametones hacia la base del pene. Se lo introducía y lo sacaba repetidamente, primero despacio y poco a poco incrementando el ritmo. Con una mano lo mantenía asido y con la otra le acariciaba los cojones. Su coño era un charco cálido y oloroso.

Finalmente notó que Mariano empujaba la polla hacia dentro metiéndosela casi hasta la campanilla y forzándole la boca. Ella incrementó la velocidad con la que le recorría el falo con la boca y al poco lo sintió encresparse y se preparó para recibir el esperado chorro.

Pero para nueva sorpresa, Mariano la cogió del pelo y la apartó dejándola boqueando en el aire. Con la otra mano, cogió un vaso de plástico y eyaculó en el.

Ella al principio no lo entendía esa actitud pero enseguida vio sus intenciones. Tras guardarse la polla en los pantalones, abrió el termo y vertió café en el vaso en el que había depositado su esperma. Añadió una pastilla de sacarina y se lo tendió.

  • Lo querías con leche ¿verdad? – le dijo ofreciéndole el vaso con la mayor naturalidad.

Ella lo cogió y supuso que tendría que tomárselo. Se lo acercó a la nariz sintiendo la superposición de dos olores tan incompatibles.

  • Veo que sabes apreciar un buen café. Deléitate con su aroma y paladéalo.

  • ¿Quieres que paladee esta mezcla?

  • Veo que entiendes de café – prosiguió con sarcasmo – Efectívamente es una mezcla equilibrada de arábica del Quindío y robusta de Jamaica.

Si, claro – pensó - Un gusto exquisito. Café con lefa. Ni siquiera la iban a dejar desayunar tranquilamente.

Aunque no le desagradaba tragar esperma, combinado con el café le parecía asqueroso. Lo revolvió para mezclarlo pero solo obtuvo unos grumos espesos flotando en el líquido negruzco. Le dio varios sorbos y finalmente se tomó el resto de un trago.

  • ¿Qué te parece? Delicioso ¿verdad?

  • Si, sabe muy bien – mintió.

Mariano soltó una carcajada.

  • Eres una embustera de primera. Eso es muy bueno para una puta. ¿Cómo te va a gustar esta mierda? Pero ahora viene lo mejor. Ahora ya tienes el paladar sensibilizado y preparado para un buen café.

Sacó otro vaso y le sirvió otro café, pero esta vez sin semen ni sacarina. Ella saboreó el mejor café que se había tomado nunca.

  • ¡ Está buenísimo ! – dijo. Y era cierto – No sabía que el café supiera mejor después de comerse una polla.

  • Bueno, pues ahora ya lo sabes. El semen entre otras cosas contiene fructosa y por eso se resaltan después los matices amargos en la segunda taza. ¡Hay que joderse!. También te voy a tener que enseñar a tomar el café.

  • ¿Y tu como sabías esto? -  se atrevió a preguntarle - ¿También lo has probado?

  • En un par de ocasiones – le confesó al oído – aunque no le he comido el rabo a nadie. Simplemente me he hecho una paja y la he aprovechado. Je, je.

Se tomaron el resto del desayuno y después se fueron a hacer sus compras.

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Llegaron a un centro comercial de los muchos que rodean Madrid. Mariano le entregó varios billetes que parecían demasiado dinero para comprar lencería. La dejó ir ella sola mientras el se iba a tomar una cerveza.

  • Esta es la mejor hora para las compras – le dijo Mariano – La gente está comiendo y las tiendas están vacías.

Quedaron en verse mas tarde. Ella recorrió las tiendas de moda viendo y comparando lo que ofrecía cada una. Se detuvo ante un escaparate en el que vio un conjunto de color morado formado por una tanga, un mini-sujetador, medias y liguero. Todo el conjunto era de encaje transparente. El precio era algo caro pero en eso no le habían puesto límites.

Entró en la tienda, en la que no había nadie salvo dos dependientes de distinto sexo: la chica estaba contando el dinero de la caja y el chico se le acercó a preguntarle que quería. Era joven y estaba de buen ver. Posiblemente la chica era su pareja.

  • Quería ver el conjunto de lencería morado – dijo señalándolo.

El, se lo entregó para que lo examinara.

  • También voy a mirar un poco mas. Hay otras cosas que me gustan – le dijo.

El dependiente regresó junto a la caja dejándola mirar lo que quisiera. Ella se puso a revolver entre las ofertas. Cogió una minifalda y un par de camisetas y se fue hacia el probador. Le gustaba el conjunto morado pero era tan caro. No quería ocasionar demasiados gastos a Papito.

Unos cinco minutos después escuchó a la dependienta decir que se iba a comer y volvería en media hora. Al verse a solas con su compañero, se le ocurrió una idea. Al fin y al cabo era un hombre y como todos cojearía del pie de en medio.

Se puso el conjunto de lencería y la minifalda pero sin camiseta. De cintura para arriba solo llevaba el sujetador cubriendo apenas dos centímetros por encima de sus pezones. La transparencia dejaba entrever el diámetro de la areola aunque difuminaba los colores y las formas.  El color morado claro resaltaba el moreno de sus tetas adquirido en las playas del Caribe. Tras comprobar que no había nadie mas en la tienda, salió del probador y fue hacia la caja. Al verla llegar así al vendedor se le pusieron los ojos como platos.

Le observó divertida, le dedicó su sonrisa mas pícara y dijo con voz de estúpida:

  • Perdone. Me he probado este sujetador pero no veo bien como me queda. ¿Podría darme su opinión? ¿Es mi talla?

El chico estaba bastante azorado. Tras concederse un instante para coger aire, balbuceó:

  • Disculpe señorita. La ropa interior no se puede probar. Es por higiene.

Puso cara de tonta y añadió:

  • ¡ Uy es verdad !. No me había dado cuenta. No se preocupe, ahora mismo me lo quito.

Pero en vez de ir al probador, se lo quitó allí mismo dejando las tetas a la vista del sudoroso dependiente que no sabía donde meterse. Siguiendo los consejos de Mariano le miró al paquete viendo la tremenda erección que le había provocado su descaro.

  • Creo que me quedaba un poco pequeño. ¿A usted que le parece? Mire la marca que me ha dejado. Es que como tengo tanto pecho.

Se llevó las manos a las tetas y las movió arriba y abajo como para demostrar que efectivamente eran grandes.

  • Lo siento señorita. Le puedo ofrecer otra talla o si lo prefiere otro modelo. Pero por favor, acompáñeme hacia el probador.

El hombre quería mantener un aire profesional y llevarla hacia el fondo de la tienda lejos de la vista de quien pudiera pasar por la puerta. Pero se veía claramente que no podía controlar la situación. La siguió como un zombi hacia el fondo, haciendo grandes esfuerzos para mirar algo más que sus tetas.

  • Tenga este. Es una talla más.

  • ¿Me servirá? No quisiera volver a hacerme una marca. Por favor, compruebe usted el tamaño de mi pecho.

Le cogió una mano y se la llevó a una teta como para que pudiera cogerle la medida.

  • Por favor señorita, me pone en un compromiso.

Le sonrió con picardía y puso una voz melosa y aflautada.

  • ¿Qué le parece? ¿Servirá una talla más? El problema es que es muy caro ¿Cree que podría hacerme una rebajita? Le estaría tan agradecida.

El chico no sabía que hacer. Mantenía su mano en la teta y su erección era ya demasiado evidente. Ella le agarró súbitamente el paquete.

  • Anda, me parece que usted también va a necesitar una talla mayor de calzoncillo. Ji, ji, ji. Bueno, si no me puede hacer una rebaja no le quito más tiempo. Creo que no puedo permitirme este sujetador. Que le vamos a hacer – terminó con un suspiro.

De perdidos al río. El hombre le llevó las manos a las tetas y se las apretó mientras la dirigía al interior del probador. Ella abrió una boca sorprendida mientras su vendedor se sacaba la polla y se la ofrecía. Se arrodilló ante el y le cogió la polla con las manos.

  • ¿Me podría llevar el sujetador? No puedo pagarlo pero me hace tanta ilusión.

Por toda respuesta, la cogió de la nuca y le acercó la polla que ella se introdujo en la boca y empezó a chupar. No necesitó mucho esfuerzo, el hombre ya estaba a punto y enseguida le llegó una potente oleada y se tragó su segunda ración de leche del día. Se recompuso y le dio las gracias por el sujetador que guardó en el bolso.

El dependiente se guardó la polla e iba a salir del probador pero ella le detuvo.

  • Verá, también me encanta la tanguita que va a juego. Es un conjunto precioso y a mi novio le va a encantar. Perdóneme pero….. no he podido resistir la tentación y me la he puesto. Mire que bien me queda.

Se puso de espaldas a el y se quitó la falda para dejar la redondez de su culo a la vista del admirado vendedor.

  • A mi chico le encanta cogerme el culito. Se lo pongo en pompa así ¿ve?

Se agachó ofreciendo una espléndida panorámica con la tanga transparente dándole un morbo especial. Sin tardanza sintió las dos ávidas manos sobándoselo ya sin recato alguno. Se bajó despacio la tanga quedando completamente desnuda. Volvió la cabeza a tiempo de ver la renacida hombría que le apuntaba al coño.

Sintió la primera embestida y comenzó un acompasado movimiento de caderas, un vaivén ajustado a las acometidas de la polla que al tiempo que le taladraba le liberaba de las tensiones acumuladas. Se dejó llevar y disfrutar de la penetración. El hombre seguía bombeando incrédulo de su suerte y vigilando por el rabillo del ojo que no volviera su compañera. Le agarraba las caderas y se las atraía viendo sus nalgas rebotar contra el en cada embestida.

Ella sentía una corriente que la recorría desde la espalda hasta los pezones. Se sentía morir de placer, deseaba que le inundaran las entrañas, que la polla se le clavara aún más mientras movía el culo con mas brío para enterrarse unos pocos centímetros mas. Notó la cercanía de corrida.

  • Aún no – pensó. Estaba gozando como una perra y no quería detener esto aún.

Bajó un poco el ritmo y separó mas las piernas permitiendo la entrada a toda la dimensión del erecto miembro. Con un movimiento de caderas se lo envió hasta el fondo, pudo notar los cojones golpeando contra sus muslos.

El orgasmo llegó de pronto como una explosión largamente esperada. Supo sincronizarlo con rápidos movimientos que hicieron que el hombre se corriera abundantemente.

Éste, oyó ruido fuera y rápidamente sacó la polla, se subió los pantalones y salió hacia la caja dejando a su clienta en el probador recostada de espaldas contra la silla y con una mancha blancuzca que le empapaba los pelos del coño y se extendía por las nalgas . El negocio estaba cerrado y el conjunto era suyo por el módico precio de un polvo y una mamada. Papito estaría contento, su furcia le había ahorrado un buen puñado de euros.

Se limpió como pudo y se puso su ropa. Recogió el conjunto, que constituía sus honorarios por su trabajo. Se había prostituído por esa ropa. Era su primer servicio como puta.

Decidió añadir mas leña al fuego de su degradación como persona. Además de una puta sería una ladrona. Aprovechando la confusión de los dependientes, el uno por tener aún una mediana erección y la otra que seguro podía oler el esperma que quedaba en sus calzoncillos, cogió algunas otras prendas íntimas y las guardó en su bolso. Después se dirigió a la salida sintiendo clavarse en su culo la mirada de asco de la dependienta: “Puta de mierda”.

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Se encontró con Mariano en el lugar convenido y este la invitó a comer en un local de comida rápida. Mientras esperaban, Tetona le enseñó el conjunto morado que había “adquirido”.

  • Buena elección – dijo Mariano – Estoy impaciente por vértelo puesto. ¿Y qué hay del resto?

Le mostró también un top con un escote bastante pronunciado, una minifalda cortísima, una chaquetilla de cuero y unas botas altas y con tacón metálico, todo ello de color negro. Aparte, también tenía otras prendas para ir cambiando.

  • Bueno, el resto tampoco está mal. Lo que si que te queda horroroso es lo que llevas puesto. El cambio va a ser cojonudo.

La ropa que llevaba era la misma con la que había llegado en el avión, en parte suya y en parte intercambiada conla Soniaoriginal. Ella misma se daba cuenta de que ya no le servía, estaba bien para Angela o aún para Sonia. Pero para Tetona era un disfraz de mujer respetable del que tenía que desprenderse cuanto antes. No estábamos en carnaval.

  • Vete a cambiarte – le pidió Mariano como si le hubiera leído el pensamiento – Puedes hacerlo en el baño. Y la ropa que llevas guárdala en la bolsa. De regreso la echaremos en un contenedor de recogida de ropa.

Notó un ligero vértigo. Quizás aún no había dominado del todo su pudor, pero no tenía tiempo de planteárselo. La realidad la empujaba a marchas forzadas a hacer las cosas antes de poder prever las consecuencias.

Se puso de pie lentamente. El espejo que recubría una columna cercana le devolvió su imagen, pero ¿era suya? No. Era la imagen de lo que había sido hasta hoy, la de una mujer libre y normal, ataviada con una ropa normal. Aún seguía atrapada en esa falsedad pero ya por poco tiempo. En ese momento y en ese lugar todavía era tratada con respeto por los demás. El camarero que le había llamado “señora”; el hombre que le había cedido el paso al entrar; el chico que le había preguntado educadamente si la silla a su lado estaba desocupada. En cuanto se quitara el disfraz todo cambiaría, caería la barrera social del respeto, dejarían de verla como a una igual y pasaría a ser un objeto de consumo, todos la considerarían y tratarían como lo que era.

Era una puta y lo sabía, pero otra cosa era vestirse de puta allí, en un centro comercial. Era posible incluso que se encontrara con algún conocido, al fin y al cabo era madrileña de toda la vida y las posibilidades eran altas. Esperaba que al menos pudiera ponerse sus gafas oscuras. Se dirigió al baño e intentó no pensar más en ello. Cuanto mas lo pensara mas cuesta arriba se le haría.

Se encerró en una cabina y se despojó de sus viejas vestiduras. Se puso el conjunto de lencería y sobre él, el top, la minifalda, la chaquetilla y las botas. Se puso las gafas de sol y salió. Se paró ante el espejo del baño para comprobar el resultado final y pintarse un poco. Era como lo esperaba. El top con la chaqueta abierta (que tampoco le alcanzaba para cerrarla), dejaba a la vista toda la parte superior de sus tetas cubriendo apenas unos centímetros sobre los pezones, y por el otro lado dejaba al aire desde la cintura hasta mas arriba del ombligo.

Por abajo la cosa era aún mas evidente. La minifalda era mas bien una culi-falda. Tapaba el culo y solo un poco mas, justo hasta donde comenzaban las medias. Tuvo que estirarla un poco para no dejar a la vista los tirantes que unían las medias con el liguero. Las botas le cubrían un par de dedos por encima de las rodillas.

Entraron al baño dos chicas y se la quedaron mirando mientras se lavaban las manos. Luego salieron cuchicheando y dejando escapar unas risitas. Le dio un poco de vergüenza pero tenía que sobreponerse. Tenía que asumir y parecer lo que era. Pero no era fácil. Volvió a mirarse al espejo incapaz aún de reconocerse en esta imagen tan descarada.

Salió del baño sabiendo que sería el blanco de todas las miradas, tanto las de lascivia como las de repulsa. Se dirigió a la mesa en la que le esperaba Mariano. Las punteras de las botas repiqueteaban sonoramente e imprimían a su andar un marcado contoneo haciendo subir y bajar sus caderas a cada paso. La minifalda, aparte de lo poco que tapaba, le comprimía fuertemente el culo dejando volar la imaginación de quien la viera. Además el movimiento de caderas la empujaba poco a poco hacia arriba y cada poco tenía que tirar de ella para no enseñar con claridad lo que llevaba debajo.

Aunque hacía esfuerzos por mantener la vista al frente podía ver como todos los hombres volvían la cara a su paso. ¡Todos!. Escuchaba los comentarios que hacían entre ellos. “Madre mía”; “Que culazo”; “Vaya par de tetas”. Otros no hacía falta que hablaran, bastaba verlos babear. Pasó cerca de un banco en el que había tres chicos de unos 16 años sentados jugando ala Play.Oyóa uno comentar a los otros lo que haría con “ese cuerpo”. Otro, tratando de demostrar a sus amigos que era el mas gallito del grupo, llegó mas lejos, se levantó, la siguió y la susurró cerca del oído el polvazo que pensaba echarle. Ella fingió no haberle oído y aceleró el paso. Pero el chico se puso a su lado y siguió con sus groserías, le preguntó si llevaba bragas y ante su reiterado silencio le exigió que se subiera la minifalda para comprobarlo.

Seguro que acabaría levantándosela el mismo, así que ya casi corriendo y a punto de llorar, consiguió dejarle atrás y se alejó escuchando las risas y los victoriosos choques de palmas que dejaba tras de sí.

Al verla llegar Mariano tuvo una erección instantánea. Ya antes estaba buena pero ahora era un auténtico bombón. Notaba las miradas de envidia de los hombres cuando Tetona se sentó ante el con las piernas cruzadas y remarcando al sentarse la redondez de sus caderas.

  • Chica, no tengo palabras. Tu belleza es mucho mayor de lo que esperaba. Eres como una diosa griega. Y no lo digo por cumplir.

Se sintió halagada por el piropo y se lo agradeció.

  • ¿Sabes? – le respondió – Aún tengo un poco de vergüenza. Casi no me atrevía a salir del baño y cuando han entrado dos chicas y me han visto me he puesto roja. Luego el venir hasta aquí me ha puesto los pelos de punta.

  • Con el tiempo se te pasará. Pero intenta conservar un poco de esa vergüenza. A los hombres nos encanta haceros sufrir de vergüenza y exponer lo que no queréis mostrar. Es una baza que puedes explotar.

Dicho esto, su mirada buscó la entrepierna de Tetona. Ella lo notó así como su erección.

  • Quieres que descruce las piernas ¿verdad? Así podrás ver como me quedan las bragas. ¿Eso te excita? Te daré un buen primer plano.

  • Perdona ¿has dicho “bragas”? ¿O querías decir “panties”? – le respondió con una sonrisa malévola.

Tarde se dio cuenta de que había olvidado disimular su forma de hablar.

  • Es curioso tu acento caribeño de quita y pon – prosiguió Mariano – Y no es la primera vez que te sale esa jerigonza mas propia de Carabanchel que de Santo Domingo.

No sabía que decir. Su juego estaba descubierto. ¿Solo Mariano se habría dado cuenta? Pero inexplicablemente, éste cambió de tema por completo.

  • Termina rápido de comer que aún hay que pasar por la pelu. El peinado que llevas es inapropiado para una fulana.

Acabaron y se dirigieron a una peluquería. Para ello tenía que volver a pasar por el mismo pasillo. Rezaba por no reencontrarse con el grupo de salidos, si volvían a verla no se limitarían a susurrarle obscenidades. Quien pasea la carne por delante de los hambrientos se expone a recibir una dentellada.

En la peluquería les recibió un estilista con la voz aflautada y que apuntaba maneras y saludó afectuosamente a “don Mariano”. La tiñeron el pelo de rojo con mechas doradas y le hicieron un peinado mas atigresado. Después la depilaron piernas, brazos, axilas e ingles. Después, el peluquero la hizo pasar a una pequeña trastienda con una camilla en la que se tendió.

  • Muy bien – le dijo – súbase la falda y quítese la tanga.

¿Pero que pretendía este tío? Follársela no sería. Un homosexual no era peligroso, así que hizo lo que le pidió y se quedó con el coño al aire. Entonces, el peluquero se lo repicó con unas tijeritas dándole una forma caprichosa a su vello púbico. Le pareció una mariposa. Luego se lo tiñó del mismo tono que el pelo de la cabeza. Mariano se le puso delante y la observó complacido. Ella abrió las piernas para que no se perdiera detalle.

  • Estás estupenda. Bueno, pues ya tenemos que irnos.

Compartieron el ascensor al garaje con un matrimonio metido en años y un repartidor del supermercado del segundo piso. El hombre mayor le lanzaba fugaces miradas disimulando ante la cercanía de su señora, pero el repartidor no le separó la vista. La recorría y se la comía con los ojos con absoluto descaro. Ella una vez superada la vergüenza le devolvió la mirada y se la sostuvo hasta que el otro acabó por retirarla.

Mientras caminaban hacia al coche, Mariano la cogió de los hombros y se la acercó frotándole el paquete contra su culo. Ella entendió su necesidad pero esperó a que abriera el coche para hacerlo dentro. Sin embargo el no sacaba las llaves.

  • Recuéstate sobre el capó del coche – la ordenó.

Ella tenía sus dudas, estaban en un aparcamiento público y cualquiera podría pasar por allí. Además el capó estaba sucio. Pero era una orden, no cabía discusión alguna. Vio que Mariano ya se había sacado la polla que se alzaba erguida y desafiante. Se acercó al coche y se inclinó sobre el boca abajo apoyando el busto sobre el capó, ofreciendo el culo. Mariano se acercó. Le subió la minifalda enrollándosela en la cintura y le quitó la tanga completamente para que pudiera abrirse de piernas cosa que ella hizo de inmediato.

  • Así estás perfecta. Me encanta lo que veo. Aunque me parece que ya te has tomado el primer plato ¿me equivoco?

Parecía como llevara escrito en el culo que el dependiente de lencería se la había tirado. Mariano sonreía al verla desconcertada. ¿Era tan transparente? De nuevo sentía ese cosquilleo de saberse controlada y dirigida por un hombre, de estar expuesta a todo.

  • Pero estás dispuesta para otra ronda y las que vengan ¿verdad putón?

  • Si Mariano. Para todo lo que quieras. Todo – no mentía, el polvo de antes solo la había abierto el apetito y ahora quería más. Estaba descubriendo cosas de si misma que antes ni sospechaba, facetas inexploradas de su propio deseo. ¿Sería posible que descubriera a estas alturas de la vida que era una ninfómana?

  • Lo se – dijo Mariano al tiempo que le frotaba el glande sobre su húmeda rajita con movimientos verticales. Ella tenía el clítoris muy sensible y estas caricias la ponían a cien – Vas a hacer todo lo que yo te diga. Pero atiende bien: no lo vas a hacer solo porque estás obligada. Eso no es mas que una disculpa moral con la que te sigues autoengañando. Si el jefe te llamara ahora mismo para decirte que eres libre, no te irías, te quedarías aquí abierta de patas y pidiendo polla.

Tetona escuchaba y solo podía asentir. Era muy duro escuchar las verdades que hasta ahora se había negado a aceptar. Su calentura era de una certeza absoluta y aplastante. Se desesperaba sintiendo como le seguía refrotando el capullo sin decidirse a entrar. El, observaba divertido su creciente deseo y prosiguió:

  • No se si te das cuenta pero el hecho de que seas una puta enmascara muy bien tu vicio. Te encanta follar, ya me he dado cuenta antes. Eso es malo en este negocio, sería mejor si pudieras conservar la cabeza fría. Suerte que me tienes para enseñarte estas y otras cosas. Ahora te irá bien sincerarte. Quiero oír de tus labios lo que eres y lo que esperas.

  • Si, tienes razón. Soy una viciosa. Para mi no hay nada mejor en el mundo que una buena polla. Hazme tuya – dijo mientras Mariano le bajaba el top y se inclinaba sobre ella. Sentía su aliento en el cogote y con su peso le aplastaba las tetas contra el coche.

  • En eso estoy zorra, pero cada polla tienes que saber ganártela. Las palabras no me bastan.  Quiero ver el deseo escrito en tu puta cara.

Le recostó la polla mientras le agarraba las tetas con fuerza.

Ella, puso cara de deseo, de ansia, y al ver que Mariano no empujaba forzó la expresión mientras le decía:

  • Por favor Mariano, te lo suplico, dame un pollazo. Soy una perra salida, lo necesito.

No quería gritarlo porque estaban en un sitio público pero acabaría haciéndolo si era necesario.

  • Eso está mejor. Pero creo que ese culito todavía tiene hambre y yo le voy a dar pan.

  • ¿Me vas a dar por el culo? – preguntó decepcionada. Pero mejor era eso que nada – Dame, tanto como quieras, mi culo es tuyo.

Ya no sabía que mas decir y empezó a moverlo suavemente. Ya no encontraba las palabras. La calentura le impedía pensar, le costaba mucho trabajo concentrarse.

Mariano apuntó al culo y empujó. Pero no estaba nada lubricado y era doloroso para ambos. Con esfuerzo logró introducir la punta. Ella se entregaba por completo, rindiendo las armas, su cuerpo, su intimidad, todo lo ponía a los pies del hombre que la poseía y que le seguía hablando al oído:

  • Ha sido un buen comienzo. Ahora puedes explicarme lo que sientes al llevar a la práctica lo que tantas veces has soñado. Siempre has querido llevar esta vida y hasta ahora no te habías atrevido ¿O me equivoco?

  • No – respondió jadeando – no te equivocas. Esta ha sido mi fantasía durante mucho tiempo. Ser una puta y sentirme poseída.

Estaba decidida a no guardarse nada, dejar que todo lo que sentía quedara a la vista, deseaba a Mariano, era su chulo, su amo y le describiría todas sus sensaciones con todo detalle y con toda sinceridad.

  • Vaya, vaya – respondió Mariano - Y cuantas pajas te habrás hecho pensándolo ¿eh? Demuéstramelo. A ver como usas los dedos.

Le sacó la polla y se la quedó mirando. Completamente excitada, se llevó despacio la mano al coño mientras recomponía mentalmente la fantasía tan gastada. Empezó metiéndose un dedo, luego dos. En poco tiempo se masajeaba con fuerza pinzando el clítoris con las yemas de los dedos, apretando y cogiéndose los pezones con la mano libre.

  • Bien, veo que te encanta. Has sido una niña buena y tus deseos se han hecho realidad. Ya eres una puta y tienes no uno, sino muchos amos. Ahora sácate los dedos que vas a recibir ese pollazo que tanto ansías.

Se sacó los dedos y volvió a apoyarse contra el capó. Abrió las piernas y separó las nalgas con las manos ofreciéndose a su amo, completamente abierta ante el. Todo era suyo, su cuerpo, su culo, sus pensamientos.

El, sacó una cajita de vaselina y le untó un poco.

  • No te acostumbres, esto es una cortesía de bienvenida pero tienes que irte dilatando este agujero. Otros te lo harán a lo bruto.

Le agarró con una mano la cadera, y con la otra le empujaba la cara contra el capó del coche. Acto seguido, la embistió con todas sus fuerzas.

Ella sudaba, proseguía su movimiento pélvico mientras sentía esa enorme polla perforandola sin piedad. Ya no podía detener esto. Desearía que nunca terminara, que se prolongara en un orgasmo infinito.

  • No te creas que eres tan especial por tener tantas ganas. Hay mas putas como tu en nuestro club que unen el placer a la obligación de follar. Y hacen bien, si tienes que hacer algo por cojones, mejor disfrutarlo. Pero si que hay algo que te diferencia: todas las demás son extranjeras y han venido medio engañadas – se acercó mas para decirle suavemente al oído – en cambio tu eres la única autóctona. Dicen que la española cuando besa es que besa de verdad. ¿Y cuando toma por el culo? ¿También es de verdad o qué?

Estas palabras la atravesaron con mayor dureza que los fuertes pollazos que la estaban abriendo el estrecho canal. La certeza de ver su juego descubierto la hizo sentir un miedo cerval, Mariano pudo notarlo en la contracción de sus músculos y supo que había dado en el blanco. Pero hoy no era el día de poner las cartas boca arriba, solo de darle ese pequeño anticipo que la mantendría ocupada, esa preocupación que le estaría dando vueltas a la cabeza constantemente.

Además, el miedo modelaba su cuerpo, endurecía sus músculos, añadía un nuevo matiz que hacía mas placentero el sexo. Y también para ella.

No dijo mas y siguió dándole con mas dureza, fuertes embites penetrándola cada vez mas profundo, cada vez mas intenso. Ella seguía al ritmo que le marcara, moviendo el culo mas rápido en cada acometida. Con el miedo que le atenazaba el estómago, se refugió en el sexo en la enculada que estaba recibiendo como si no hubiera un después.

Sentía cada milímetro avanzar en sus entrañas, ganar terreno con fuertes dolores.

Finalmente llegó la inundación, una gran oleada de esperma la rellenó como un pavo, el exceso le caía por las piernas dejándoselas pringosas.

Después de un rato de forcejeo, se retiró dejándola abierta, chorreante, dolorida y tirada sobre el coche. Estaba preciosa así. Ella se dio la vuelta, se puso boca arriba y volvió a llevarse las manos al clítoris pajeándose febrilmente. Mariano la dejó hacer condescendiente hasta que la vio vibrar en un largo éxtasis dando un grito que seguro se habría oído en todo el garaje para luego quedar tendida exhausta sobre el capó.

Poco a poco volvieron sus pensamientos y con ellos sus temores. No podía quitarse de la cabeza el hecho de que Mariano y quien sabe cuantos más conocieran su secreto. Le miró temerosa como un animal acorralado que espera el tiro de gracia.

Sin embargo, para su desconcierto Mariano ni se lo mencionó mas. En el fondo era un cabrón que prefería hacerla sufrir con la duda, en vez de darle un golpe prefería dejarla a la expectativa de que podría recibir ese golpe en cualquier momento y sin previo aviso. Se limitó a decirle:

  • Venga, ya es hora de que empieces tu carrera. Vístete y nos vamos a tu nuevo hogar.

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En el camino de vuelta, Tetona trató de aparcar su reciente preocupación por su secreto descubierto y trató de concentrarse en como encararía la fiesta de bienvenida. Mariano no le mencionó mas sobre lo primero y trató de darle algunos consejos sobre lo segundo.

  • Se lo que te preocupa. Y me sorprende. Tu misma dijiste al jefe que estabas preparada, que les darías a los chicos el placer de obligarte a todo lo que les de su imaginación. ¿Ahora estás asustada?

  • No es eso, es que nunca se me ha dado bien el teatro y menos si se que algunos de los presentes saben mas que otros – No quería volver a sacar el tema de su verdadera identidad.

  • No te preocupes por eso. Juan y el jefe no van a estar. Y yo me incorporaré tarde a la fiesta. Al principio será como si acabaras de llegar así que limítate a hacer tu papel y todo irá bien – le cogió la cara y se la volvió hacia el para verle bien la expresión – Mira, si quieres le vamos a dar aún mas realismo. Además, si te estorbo yo no estaré presente. Vamos a hacer una buena comedia.

  • ¿Qué quieres decir?

  • Aparte del jefe, Juan y yo, nadie sabe que ya has pasado por el puti-club. Vamos a hacer como que acabas de llegar y traes la cabeza llena de pájaros. Para empezar te voy a dejar en el aeropuerto para recogerte otra vez. Y allí mismo te puedes volver a poner la ropa que llevabas al llegar. El traje de puta ya te lo haré llegar mañana al club.

Precisamente, mientras lo decía tomó un desvío dela M-40hacia el Terminal 4 del aeropuerto de Barajas.

  • ¿Pero para qué vamos a pasar otra vez por el aeropuerto?

  • Porque para que la pantomima salga bien, la primera a la que hay que convencer es a ti misma. Intenta dejar la mente en blanco, olvidar lo que ha pasado hoy y meterte de lleno en tu papel. Olvida que ahora te llamas T3. Eres Sonia, una chica dominicana y sobre todo decente. Llegas a España a trabajar de camarera. Solo a servir copas. Ni siquiera te imaginas que haya otras intenciones mas oscuras.

Trató de imaginárselo. Asomar otra vez a su antigua vida. Bueno, realmente a la antigua vida de otra persona. Cerró los ojos, intentó recordar, su niñez en el trópico, el Caribe, la fina arena de las playas de Santo Domingo. Era Sonia, enfermera en busca de fortuna en España. Era extraño colarse en otra vida y trató de captar todas las sensaciones. Incluído el miedo, ese miedo a lo desconocido. Pensando en voz alta dijo:

  • Tengo miedo. Nunca he estado tan lejos de casa.

  • Buen trabajo Sonia. Sigue así. ¿Qué es lo que mas te preocupa?

  • No estoy segura. Creo que quieren que haga otra cosa. El tipo que me entregó el dinero para mi hermano no me parecía trigo limpio. ¿Dónde me llevará?

  • Perfecto. Intenta no salirte del guión. Y conserva ese miedo. Te hará experimentar sensaciones que ni te imaginas. Si supieras a lo que vas, si solo estuvieras interpretando un papel, te perderías el morbo de lo desconocido y de la sorpresa.

Era cierto, el no saber nada de lo que le esperaba hacía mucho más excitante la situación.

  • Pero no puedes interpretar nada porque no sabes nada – prosiguió Mariano – Es todo nuevo para ti y real, terriblemente real.

  • Soy Sonia y quiero abrirme camino en la vida. Cuando salga adelante buscaré un trabajo mejor, como enfermera. Pero me aterroriza que intenten llevarme por el mal camino.

  • Muy bien. Por supuesto no quieres prostituírte. Eso nunca, por nada del mundo. Vas a oponerte con todas tus fuerzas en el caso de que intenten obligarte.

Le dio un vuelco el corazón. Si no se dejaba serían más duros, usarían de una mayor contundencia.

  • Pero en estas fiestas no hay lesiones – recordó lo que le había dicho Papito.

  • Si que las hay y a veces hasta de hospital – terció Mariano – aunque algún chulo se empeñe en negarlo para no asustar a las nuevas – esto era una vil mentira pero prefería mantenerla asustada – Además, tu no sabes nada de esas fiestas. ¿Cómo vas a saberlo si nunca has estado en un burdel?

Intentó apartarlo de su mente pero no podía, era demasiado aterrador, una amenaza que pesaba a plomo sobre su ánimo. Llegaron al aeropuerto y Mariano aparcó junto a la puerta de “Llegadas”.

  • Ahora entra en el aeropuerto, date una vuelta, cámbiate de ropa y luego sal y espera por Juan. El no vendrá paro mandará a alguien a buscarte, un tal Mariano al que por supuesto no conoces de nada. Vamos.

Entró en el aeropuerto, dio un paseo, se tomó un café que no consiguió tranquilizarla y volvió a la salida. Entonces, un desconocido de edad mediana se dirigió a ella:

  • Hola. ¿Eres Sonia?