De cuando me descubrieron. Parte II
Continua la trama del día en que me descubrieron mis compañeros de la Universidad
Luego de ponernos de acuerdo sobre como nos quedaríamos, el resto del día se nos fue entre limpiar un poco la casa, hacer de comer e ir a la tienda más cercana a comprar algo de alcohol y botana. Cuando llegó la noche, mis amigos decidieron jugar cartas para pasar el rato en lo que seguíamos charlando de temas de la vida y la universidad. Pero algo no estaba yendo como debería, porque a pesar de las bebidas que habíamos empezado a ingerir, se empezaba a notar que Pepe y Luis se encontraban cada vez más aburridos. Y comenzaban a contagiar a Cristina, quien de plano comenzó a bostezar ostensiblemente.
-Esto está muy aburrido - dijo ella, mientras aventaba la carta que debía jugar a la mesita redonda que fungía como nuestro comedor. -¿No tienen otra música? ¿algo de reggeton cachondon?
-Ahorita te busco algo -dijo Pepe, quien se levantó de su asiento para ir a manejar el Ipod en el que se hallaba la playlist.
-Pero sí está muy aburrido...¿Y si le ponemos algo de picante al juego? -comentó Luis, a quien la mirada se le iluminó al decirlo.
-¿Como qué? - alcancé a preguntar, un poco alarmada.
-¿Que les parece unos juegos de prendas? Quien pierda, se va quitando algo.
-Jalo -contestó Cristina, a quien las copas empezaban a hacerle efecto.
-Yo igual
-A mí no me apetece- respondí yo.
-Pero Danielito, puede ser divertido. Además -dijo Cristina volteando a verme con esas miradas que siempre convencen- podemos hacerlo en parejas: ellos dos contra nosotros. Ya ves que soy muy buena y casi siempre gano. Así que lo más seguro es que dejemos encuerados a estos dos.
Yo me quedé inmóvil por unos momentos. Era cierto que ella era muy buena con los juegos de cartas, y después de todo, si se me antojaba ver desnudos a mis otros amigos. Entonces tomé de filo la cuba que estaba a medio beber y, envalentonada, dije: entonces así si le entro.
Empezamos a jugar las partidas, y las primeras las empezamos a ganar ella y yo, de tal manera que llegó un momento en que a Pepe y a Luis solo les quedaban puestos los pantalones. Pero como seguíamos tomando, llegó un momento en que Cristina comenzó a perder concentración, confundía cartas, tiraba a lo loco. Y entonces hubimos de empezar a despojarnos de nuestra ropa. Yo empecé con los tenis, los tines y después el blusón. Llevaba abajo de él una playera blanca, la que no me quería quitar porque, aunque pequeños, ya se me dibujaban unos senos perfectamente femeninos. Pero si perdíamos una partida adicional, habría que elegir entre eso o mis pantalones aguados. Y además de que los cambios en mi cuerpo producidos por la TRH eran más espectaculares de la cintura para abajo, yo suelo usar unas bragas cacheteras muy femeninas, las que aún no me sentía lista para mostrarselas ahí.
Empecé a sudar frío, pero en la siguiente mano quedaron en mi poder tres reinas y un comodín: partida ganada. Los chicos quedaron en calzones.
El juego se habría pactado para que ganara el equipo que primero dejara sin ropa al otro. Y como a ellos solo les quedaba esa prenda, era solo cosa de ganar la siguiente partida para que las cosas regresaran a mi normalidad. Así que me tranquilize, por más que los paquetes que se les apreciaban a mis amigos también me pusieron a fantasear. Entonces Luis cortó la baraja y Cristina repartió. Horror, no pudo haberme tocado un juego peor. Cambié cartas cuando pude, pero apenas conseguí un par d cuatros, que combinados con el par de seises de mi amiga, provocaron que perdiéramos frente al trío de dieces de Pepe.