De cuando me descubrieron Parte I

Cuando noté el tamaño de instrumento que colgaba de las ingles de Luis, supe de inmediato dos cosas: que ese sería mi punto de no retorno y que mi afición por ese caramelo no haría sino incrementarse con el tiempo.

Hola, quiero presentarme y darles algunos antecedentes de mí:

Mi nombre es Daniela, tengo 23 años y casi dos en terapia de remplazo hormonal. Debo decir que la TRH la he llevado a escondidas durante todo este tiempo por cuestiones familiares, y he conseguido ocultar los cambios en mi cuerpo (principalmente un notable incremento de mis caderas y nalgas) por medio de ropa muy holgada.  De cara creo ser bastante linda -mis amistades habían dicho siempre que más que guapo era bonito- y que si bien mi cabello no es tan largo como me gustaría, lo cierto es que bien arreglado luce increible. Estudio administración en la Universidad y, solo espero un semestre para concluir mis estudios y  encontrar un empleo para vivir sola y a mis anchas.

Todo ocurrió cuando a mis amigos de la Universidad -Pepe, Cristina y Luis- se les ocurrió que podríamos pasar un fin de semana en la casa que uno de ellos tiene en Valle de Bravo. Como soy algo tímida por aquello de que se me note la silueta femenina, indague con Luis si habría cuartos suficientes para cada uno, a lo que él me aseguró - no sin carcajada de por medio- que si, que nadie me vería en la intimidad. Ya más tranquila acepté: era una ocasión para disfrutar el pueblito mágico, beber algunas cervezas con mis compañeros de estudios y tal vez jugar algo de cartas y así. Nada que pudiera comprometerme en demasía. Así que nos fuimos en el auto de Pepe, y en el camino iban bromeando todos acerca de lo estrictos que a veces se ponían algunos de los maestros y de lo pesado que había sido llegar hasta prácticamente el fin de los estudios.

-El profesor de Contabilidad  es nefasto, pero hay que reconocerle que se ve riquisimo- dijo Cristina, mientras le daba un trago a la lata de cerveza que llevaba en su mano derecha. -¿O no chicos?

-Ja ja ja -rio Pepe sin dejar de ver que estabamos por llegar a la casa de campo- nosotros que vamos a saber, si a la unica que se le antoja es a ti.

-¡Por Dios muchachos!-  que homofóbicos me están resultando. Ahora resulta que ustedes no pueden apreciar a un hombre bello - insistió Cristina, a quien tener la ventanilla abierta le había desperdigado su gloriosa melena castaña. - A ver Daniel -se volvió a mirarme- tu que no eres tan machista como estos dos. ¿No crees que ese maestro es todo un manjar?

-Ja ja- reí nerviosamente, porque la verdad es que yo coincidía en su apreciación- la verdad es que no sé.

-¿Que les parece? - alcanzó a decir ella cuando el coche finalmente se detuvo. Estoy rodeada de trogloditas. Pero no lo creí de ti Daniel. Estos porque juegan todo el tiempo a ser machos. Pero tu tienes el perfil de alguien a quien le sirve la cabeza.

-Al menos, la de arriba -bromeó Luis, en tanto él y Pepe se morían de risa con su chanza.

-No les hagas caso bebe. -comentó Cristina a la vez que me atraía hacia donde mi cabeza descansara entre sus turgentes tetas.- ¿Y como nos vamos a acomodar? -Quiso saber ella mientras entrábamos a la casa y veíamos que una parte de la construcción estaba en obras de mantenimiento.

-¡Ah que idiota soy! Se me olvidó que mi papá esta reconstruyendo esta sección- contestó Luis con sincero pesar- pero no se preocupen: hay dos cuartos libres en la parte de atrás,  que da al jardín y a la alberca. Cada uno tiene camas suficientes Si quieren, Cristina y yo nos quedamos en un cuarto y Pepe y Daniel en el otro.

Cristina expulsó una gran carcajada

-¿Y que dijiste, ya la hice para este fin? No señor. Yo me quedo con Danielito y ustedes dos en el otro cuarto.

-Ok.- contestó Luis resignado. Hagamoslo así.

Cuando noté el tamaño de instrumento que colgaba de las ingles de Luis, supe de inmediato dos cosas: que ese sería mi punto de no retorno y que mi afición por ese caramelo no haría sino incrementarse con el tiempo.