De Costa a Costa: Filadelfia

Jeff me dió una droga que me llevó al éxtasis hasta cuando orinó sobre mí.

De Costa a Costa: Filadelfia

Mi amigo DesConocido:

Estoy sentado frente a mi Grand Cherokee en una de las areas de descanso de la carretera. Hace unas horas salí de la ciudad de Filadelfia, en Pennsylvania y aun ahora, mi culo palpita tan solo al recordar lo que me pasó allá y todo lo experimentado en estos últimos días.

Estaba parado frente a la campana de la libertad, quizá el más famoso de los lugares de la ciudad, cuando sentí que alguien estaba detrás de mí.

"Turista, ¿verdad?"- era un hombre de unos 45 años, rapado en su totalidad, con una barba tipo candado pelirroja, con una sonrisa atrayente. Sus ojos eran profundamente verdes, parecian dos pequeñas esmeraldas enmarcadas en unas diminutas arrugas que comenzaban a vérsele como patas de gallo.

"¿Se me nota?"- le dije dándome la vuelta.

"Bueno..."- me señaló la cámara de vídeo y el mapa que llevaba en mis manos. Me sonreí por lo ingenua de mi pregunta. El se me quedó viendo de pies a cabeza sin disimularlo.

"Me vas a comer con la mirada"- le dije sintiendo como una corriente eléctrica que recorría mi cuerpo. Obviamente él se deleitaba en ese cuerpo: no delgado, pero tampoco gordo, de 1.70 mts., velludo, moreno pero no negro. Si, en mi cuerpo.

"¿Quieres que lo haga?"- volvió a sonreirme maliciosamente -"Pero no con la mirada"- agregó mientras se mordía el labio inferior con sus dientes superiores.

En menos de media hora estábamos en su casa frente al río Delaware. Me ofreció una Pepsi que acepté gustoso pues el calor de afuera era húmedo y sofocante. El hielo brillaba con el reflejo del sol que entraba por la amplia puerta de vidrio que daba a una pequeña terraza que a su vez daba al río.

Luego de algunas palabras intrascendentes entre los dos, como de donde venía, hacia donde iba, como me llamaba (él se llama Jeff), etc. me preguntó si me gustaba jugar.

"Supongo que no te refieres al béisbol..."- le dije mientras ponía el vaso con la soda en la mesita del frente.

"No, por supuesto que no"- me contestó acercándose a mí. Sentí su olor a hombre limpio mientras su mano tomaba mi quijada partida. "¡Quién diera ser joven otra vez!"

No dije nada, simplemente cerré los ojos al ver que sus labios finos se acercaban a los míos, carnosos y hambrientos. Su lengua buscó la mía en un loco baile llamado deseo. En menos de un minuto ya estaba acostado en el sofá y Jeff estaba encima de mí abriéndome la camisa.

Sus manos blancas entraron en mi camisa igualmente blanca mientras buscaban desesperadamente mis pezones morenos. Sentí como tocaba mi pecho como si fuera un perro hambriento, casi jadeante. Me quitó la camisa y la aventó a un lado mientras él hacía lo mismo quitándose la suya. Ví un pecho atlético solamente con un puñado de vellos entre sus dos tetillas. Sólo me dió un par de segundos para verlo, pues de inmediato volvió a tirarse encima de mí mientras me besaba el cuello y los hombros. Su respiración era entrecortada, extremadamente jadeante. Estaba excitado. Y yo también lo estaba. Sentia como todo mi cuerpo, al contacto del suyo casi en todas sus partes, era recorrido por varias ráfagas eléctricas que me impulsaban a dejarme poseer por aquel desconocido.

"¡Oh, mi galletita hermosa!"- debo admitir que el calificativo me tomó por sorpresa, me asustó un poco, pero no me impidió seguir disfrutando del momento.

Jeff se incorporó y con ambas manos me bajó primero la cremallera y luego el pantalón de mezclilla que llevaba. Me quedé en tanga, que aunque casi nunca me pongo, me gustan porque dicen que "encienden" a mi pareja. Eso si, Jeff ya estaba encendido, pero al verme allí tirado en su sofá con solo mi tanga blanca puesta, el deseo por poseerme, seguramente, creció aún más.

"Te ves hermoso...quiero hacerte mío...sólo mío...mi galletita preciosa...ven, vamos a la cama, estaremos mejor allá"- mientras me decía esto lo miraba como se desnudaba por completo mientras trasponíamos la distancia entre la sala y la habitación. Y al acostarme en aquella amplia cama comencé a sentirme "raro".

Mis piernas no querían moverse, al igual que mis brazos, y sin embargo no me sentía fuera de mí, sino al contrario cada milímetro de mi cuerpo lo sentía y era como si viviera un éxtasis corporal sin precedentes en mi vida.

"No puedo moverme"- mi boca no tenía problemas para moverse, y mi lengua tampoco, pero por algún motivo seguía sintiéndome fuera de mí pero dentro de mí a la vez.

Jeff sonrió esta vez aún más maliciosamente.

"No te preocupes, de aquí lo tomo yo"- me dijo en una expresión inglesa que literalmente significa "yo me hago cargo".

Cayendo en la cuenta, intenté incorporarme, pero fue imposible.

"¿Qué me has dado?"- recordé el vaso aun con restos de soda.

"No te preocupes...es un polvo para relajarte".

"No estoy relajado, no me puedo mover"- me escuché más angustiado de lo que realmente quería sonar.

"Te ayudará a sentir mejor...a disfrutar más...no te preocupes...no te haré daño"- por algún motivo la voz de aquel hombre desconocido me inspiró confianza. Ya no le respondí y decidí "disfrutarlo", como él me invitaba a hacerlo.

Ubiqué entonces mi vista en la verga que tenía delante. Era gorda, con una cabezota amplia y de la cual ya brotaban diminutas gotas de líquido que la lubricaba naturalmente. Sus huevos caían pesadamente topando en sus muslos llenos de vellos.

"Voy por el equipo. Ya regreso"- expresó mientras por mi mente pasaban mil opciones de lo que el "equipo" podría ser. En el par de minutos que estuve solo noté que mi verga parecía un mástil dentro de mi tanga, y era como si sintiera hasta el último vello que la poblaba. Era una sensación extraordinaria. Sentía mis huevos libres, como si no estuvieran dentro de mi truza, y los vellos de mi culo los sentía como si fueran algas que se movían en la orilla de un lago. "Ojalá que lo que este gringo me ha dado no tenga un daño permanente", pensé mientras escuchaba como Jeff regresaba y colocaba un maletín sobre la alfombra, frente a mí.

Sacó un pantalón de cuero y se lo puso. Estaba muy ajustado y tenía una abertura conveniente por donde salia su verga y sus huevos. Se puso un par de botas negras y lustradísimas mientras su vista no se quitaba de encima de mí.

"Vas a ser mío y lo vas a disfrutar"- me dijo mientras mi cerebro luchaba porque las órdenes de "levantarse inmediatamente" fueran llevadas a cabo. No tuve éxito, y al contrario de lo que pensaba, mi verga seguía erguida al máximo y mi culo seguía traspirando de ganas por ser cogido.

Jeff se acercó a su estéreo y puso un CD de los Beatles. Solo atiné a escuchar "Yellow Submarine" cuando aquel hombre se volvió a acercar levantando su pierna izquierda y pasándola encima de mí. Su verga rosada y destilando pre semen quedó frente a mi boca.

"Mamamela...date gusto..."

Abrí mi boca tanto como pude y me tragué aquellos 17 cms. de carne viva comenzando un sube y baja que a mí mismo me sorprendió. Jeff se puso de rodillas frente a mí y comenzó a menearse al ritmo de mi mamada.

"Dale puta...dale cabroncita...dale mi galletita...ahhh...ah..."- su rostro denotaba el placer que le estaba causando, especialmente cuando bajaba con mi lengua por el mástil y llegaba hasta sus huevos peludos.

"Te ves tan rica mi pedazo de puta"- sus palabras soeces en vez de hacerme sentir mal, me apasionaban. En el fondo, quería que me cogiera de una sola vez.

"Cogeme"- le dije mientras sacaba su verga de mi boca momento que aprovechó para quitarse de encima de mí. Metió la mano en su maletín de donde sacó un bote.

"Te voy a poner aceite...es el mejor..."- me dijo abriendo el bote dejando escapar un olor a nardos que inundó toda la habitación. Me dejó caer una parte sobre mi ombligo. Me dió cosquillas, pero no podía moverme, así que disfruté aquel masaje dado con mucha ternura por todo lo amplio y ancho de mi pecho.

"Que pecho más velludo tienes...estás rica, galletita..."

Poco a poco llegó hasta mi tanga, la que tomó con ambos manos y bajó lentamente levantando mis nalgas, mis muslos, mis piernas y por último mis pies. Mi verga, morena y gruesa saltó de inmediato.

"Ah, un pequeñín travieso ya no se aguantaba por salir de su prisión...y se ve hambriento".

Puso aceite sobre mi glande y se agachó metiéndoselo en su boca. Sentí que tocaba el cielo mientras Jeff bajaba lentamente por todo lo largo de mi verga mamándola con destreza.

"Ay...que ricura...ahh..."- decía yo una y otra vez mientras el aceite lubricaba mi pene que estaba teniendo una de las mejores mamadas de su existencia.

"Y ahora viene lo mejor..."- me dijo sacando mi verga de su boca dándome media vuelta y poniendo más aceite ahora en mis nalgas y finalmente en mi raya. Lo que siguió me transportó directamente al paraíso terrenal. Su lengua recorrió primero mis nalgas, y luego mi ano. Me abrió las piernas e hizo con su lengua todo lo que quiso con mi culo que como un goloso tomaba con placer aquella lamida fenomenal.

Después de unos minutos de aquella sesión erótica, se puso de pie nuevamente y se agachó para sacar un objeto del maletín. Era un consolador. Se veía grueso. Pero yo estaba enmedio del éxtasis y lo único que quería era que me sembrara con aquel consolador.

Jeff se colocó detrás de mí, fuera de mi vista.

"Te lo voy a meter, y vas a gozar...mi galletita hermosa..."

Al decirme esto, sentí la punta fría del consolador que topaba con mi esfínter. Ya estaba tan dilatado con los lengüetazos de Jeff y tan drogado con la bebida, que casi gritaba "¡Metelo de una sola vez!"

Como escuchándome, comenzó a introducirlo lenta pero seguramente.

"Disfrutalo...luego voy yo...aquí va, disfrutalo..."- me decía mientras yo sentía como el consolador se iba abriendo paso por mi esfínter y orto hasta entrar a la profundidad de mi intestino. Me sentía violado, penetrado por un objeto frio, pero aunque partido en dos, a las pocas embestidas del consolador sentí como mi abdomen se llenaba con mi semen que brotaba libremente.

"Ah, ah... ah... ahhh"- mi jadeo le indicó a Jeff que había terminado.

"Ah, putita...terminaste...y vas a terminar más cuando yo esté adentro..."- me dijo en tono desafiante.

Ni siquiera me dió tiempo de reponerme de mi eyaculación cuando sentí que sacaba el consolador, me tomaba de las caderas y me ponía de perrito. Sentí como su pelvis topaba contra mis nalgas y se agarraba su verga colocándola en el ahora horadado culo mío. Entró sin piedad haciéndome dar un grito de dolor.

"¿Te duele? Que bueno...quiero que te duela para cuando ya no estés conmigo, te recuerdes de mí". (Aunque no me parecieron tan significativas en el momento, aquellas palabras están grabadas en esta mi laptop y en mi cerebro).

Sentí las embestidas una y otra vez hasta que el dolor cesó y...¡sorpresa! ¡Volví a eyacular sin siquiera tocarme! Mi cuerpo se contorsionaba espasmódicamente mientras Jeff sacaba su verga y me dejaba caer chorro tras chorro de semen espeso y caliente.

"No te muevas"- me dijo -"aquí viene lo mejor".

Y lo que vino, jamás lo esperé, y nunca antes me había ocurrido. Sentí un chorro caliente de agua que se revolvía con el semen que tenía en mi culo y nalgas. ¡Jeff estaba orinando sobre mí!

"¡Ah...que rico...ahh...sabía que estabas deliciosa!"- me dijo mientras se ponia sobre mí besando mi cuello dejando caer las últimas gotas de su orín salado y caliente.

Yo estaba sudando y el aceite sobre mí no ayudaba en nada a que mis poros obtuvieran aire, pero sorprendentemente la meada me había dejado caliente y quería seguir teniendo sexo.

"Necesito darme un baño"- le dije moviendo mis brazos y notando que el efecto de la droga estaba pasando.

"Aun no"- me dijo Jeff mientras se agachaba, me daba una vez más la vuelta y ponía su boca en mi verga- "Te vas a venir una vez más".

La propuesta me pareció ridícula, pero a la vez no podía resistirme. Ante mi mirada incrédula (conozco mis limitaciones corporales), mi verga comenzó a pararse sólo un par de minutos después de mi segunda corrida. Y volví a sentir el mismo placer, las mismas ganas, el mismo orgasmo cuando aquella mi verga estalló en la boca de Jeff que se masturbaba la suya y terminaba en la alfombra a un lado de la cama.

"Increíble"- le dije a los pocos minutos mientras recuperaba la acción de mis miembros. "¿Qué me diste?"

"Ah...ese es un secreto...mi querido Diego"- me contestó con una sonrisa aun más pícara.

Aunque aquella había sido la sesión de sexo más extraña de mi vida, no pude resistirme (y ahora con el uso total de mis miembros) cuando Jeff me invitó a quedarme con él unos cuantos días.

Por eso no te había escrito, las últimas dos semanas he cogido con aquel hombre hasta cinco veces al día, sólo escapándonos para que yo conociera aquella ciudad, que coincidentemente simboliza la fraternidad entre los hombres. ¡Ah, si, entre los hombres!

Mi correo es diegomorbus@yahoo.com