De costa a costa: Delaware

Eramos sólo dos sombras haciendo el amor frente al Océano Atlántico...

De costa a costa: Delaware

Mi amigo DesConocido:

No se cuánto de este tiempo realmente has ocupado en pensar en mí. Para serte honesto, yo si he pensado en ti, y cada vez que tengo un encuentro con alguien, pienso en que es tu cuerpo el que estoy disfrutando, y con son tus manos las que me tocan.

Ayer me acomodé en un pequeño motel en las afueras del parque estatal Delaware Seashore, al sur de la desembocadura del río del mismo nombre y frente a las costas del Océano Atlántico.

Llegué por la ruta 1 que corre paralela a la costa de aquel estado y me instalé en mi habitación deseoso por darme un baño y descansar un poco. Al día siguiente iría a la playa para descansar y tomar el sol. Lo necesitaba después de la experiencia fogosa y casi traumatizante en Filadelfia.

Al salir de la ducha me puse un boxer y encendí el televisor, ví por la ventana y noté que aparte de mi Jeep Cherokee sólo había estacionados un par de carros más. Era lógico, era martes, casi nadie visita playas el día martes. Además la encargada me había informado que Delaware es uno de los estados más chicos y que la mayoría de sus clientes eran turistas de algún otro lugar. Tomé una revista de turismo que estaba en la cómoda y comenzaba a hojearla, cuando escuché lo que me pareció un disparo.

"Ah, joder"- pensé -"Y eso que el letrero de afuera decía 'Un lugar tranquilo para dormir'".

Con cautela, abrí la cortina. Me tranquilicé de inmediato, pues todo lo que ví fue una pareja en un carro y una llanta ponchada. Ese es el ruido que había escuchado: el neumático había explotado. El hombre, un tipo joven de cabellera rubia recortada se había bajado mientras que la mujer, de cabello largo y lacio permanecía adentro del sedán.

Los observé y noté que no llevaban neumático de repuesto. La chica se bajó y caminó hasta la oficina del hotel. Movido por el altruísmo me puse mis sandalias y abrí la puerta sin salir de la habitación.

"¡¿Problemas?!" - le grité al muchacho desde el umbral.

El volvió a verme mientras observaba la llanta ponchada.

"No traigo repuesto"- me contestó.

"Mala suerte... pero debe haber un lugar cercano donde puedan reparártela"- le dije mientras la muchacha regresaba de la oficina.

"Dice la manager que el lugar más cerca y que puede estar abierto está al otro lado de la línea estatal, se llama Ocean City" - dijo ella mientras me miraba de reojo.

"¿A cuánto queda?"- preguntó el hombre mientras miraba su reloj. Yo volví a ver mi Timex, 7:40pm.

"Dice que no está lejos, unos 25 minutos"- le contestó la mujer.

Yo pensé rápidamente en la regla de oro (aquella que dice que uno debe tratar a los demás como le gustaría ser tratado). No lo pensé mucho.

"Si quieres te puedo llevar"- le ofrecí al muchacho mientras éste volvía a ver incrédulo a su pareja.

"¿De verdad?"

"Claro, de un turista a otro"- le dije señalando la placa del vehículo que decía "Ohio, bicentennial 1803 - 2003".

Me puse un pantalón tipo "slack" encima de mi boxer, lo amarré, y luego me coloqué una camiseta sin mangas (el calor del verano estaba comenzando), mi cartera y las llaves de mi Cherokee. Salí y me presenté.

"Soy Diego"- le dije a la muchacha, una pelirroja de ojos obscuros.

"Hola, me llamo Darryl, y él es mi novio, Skip".

Les dí las manos a ambos. Luego Skip, un muchacho de 21 años, con cabellera rubia recortada, ojos verdes claros, un mentón amplio en cuyo centro había una diminuta boca con labios carnosos, me sonrió y agradeció el gesto.

Darryl se quedaría en la oficina haciendo unas llamadas en el teléfono público avisando a sus familiares que estaban retrasados.

Skip y yo nos subimos y luego de revisar el mapa nos encaminamos hacia el sur. Conversamos sobre nuestras diferentes actividades y sobre las razones que teníamos para viajar. A los pocos minutos vimos el rótulo que leía "Saliendo de Delaware, el primer estado".

"Ya no debemos estar lejos" - le dije mientras encendía las luces de cortesía pues el sol había comenzado a ocultarse.

"Pues ojalá lo estuviéramos"- la voz de Skip fue casi un susurro.

"¿Perdón?"

"Ojalá estuviéramos lejos"- esta vez la voz era más sonora -"Quiero estar en algún otro lugar y no con ella".

"¿Perdón?"- volví a preguntar.

Y entonces Skip se lanzó en un paracaídas llamado "confesión y desahogo". Me dijo que iban de camino a casa de los padres de su novia para formalizar su relación y comprometerse, pero que él no estaba preparado para formalizar nada, y que era muy joven y que quería seguir disfrutando de su soltería. Saqué de mi cerebro lo poco que estudié de sicología y traté de reconfortarlo. Y fue allí donde me metí en camisa de once varas. Paré el carro en una vera del camino y me introduje sólo unos cuantos metros en el paraje silvestre frente a la playa. Skip estaba llorando a estas alturas, y lo único que se me ocurrió hacer fue ponerle mi mano en su pierna tratándolo de calmar. ¡Error! Pero que gusto me dí por ese error. Skip me volvió a ver con sus ojos llorosos y en vez de continuar confesándome sus penas, puso su mano delgada y blanca sobre la mía y se acercó a mí.

"Sólo necesito que alguien me abrace"- me dijo al oído mientras trataba de acercarse a mí por encima de la palanca de cambios.

Lo abracé y sentí como una corriente de 220 voltios que recorría todo mi organismo. Fue un espasmo sexual como pocos he tenido en mis 35 años de vida.

El lo sabía, y después pensé si todo el drama no era solamente el anzuelo para atraparme. Pero, ¿qué importaba ya? Sentí como sus labios rozaban ligeramente mi cuello mientras sus manos me apretaban hacia él. Skip es un muchacho delgado, diría proporcionado pero no musculoso, así que nada le impidió pasar encima de la palanca y echar su cuerpo encima del mío.

"¿Estás seguro?"- le pregunté mientras lo separaba por unos centímetros y lo veía a sus ojos verdes claros que se habían encendido y rápidamente estaban siendo limpiados de las lágrimas que hacía sólo unos segundos tenían.

"Ven, vamos a la playa, quiero meterme al mar contigo y olvidarme que Darryl existe..."

La invitación era tentadora, pero dudé por un momento al saber que estábamos a la orilla del camino, en una playa que desconocía y con un tipo que recién había conocido. Pero entonces, me dije "¿No es este el punto de este viaje: ser aventurero quizá por última vez en tu vida, Diego?". Para ese momento Skip ya se había quitado su camisa dejando ver un pecho delgado, casi plano, blanco y con dos tetillas hermosamente rosadas que la rodeaban unos cuanto vellitos rubios, y estaba comenzando a quitarse los zapatos.

"Vamos, desnúdate, no querrás mojarte la ropa..."

"Si, lo último que queremos es que regresemos mojados, ¿verdad?"- le dije sacándome mi playera y dejándole ver mi pecho velludo con mis dos grandes tetas morenas.

Skip se me quedó viendo por un instante y luego continuó desvistiéndose. Hice lo mismo y lo seguí hasta la playa. El entró abruptamente al agua, mientras yo lo seguía un par de pasos atrás. El agua estaba fría, pero ya era demasiado tarde para arrepentirme o regresarme así que llegué hasta donde el muchacho se zambuía. Salió del agua y me abrazó.

"Ven Diego...abrázame y... dame un beso"- al decir esto se acercó a mí y poniendo sus manos en mis caderas me atrajo a su cuerpo mojado besándome hasta que una ola nos hizo tambalear. Enmedio de mis muslos sentí como su verga topaba con mi cuerpo por debajo del agua fría. Lo abracé y literalmente apreté sus nalgas queriendo hacerlo mío en aquel instante.

Otra ola nos hizo tambalear. Mi verga entonces rozó la suya. Ya no había nada que ocultar, los dos sabíamos lo que queríamos, lo que deseábamos.

"Ven, vamos a la playa"- me dijo mientras me tomaba de la mano. Al verlo salir del agua se me hizo agua la boca. Los últimos destellos solares le daban en su espalda dejando ver a un muchacho recién salido de la adolescencia, con su cuerpo tierno, con su piel suave y sus músculos aun tomando forma. Sus pies blancos dejaban sus huellas sobre la arena, sus piernas largas eran coronadas por un par de nalgas redondas que se asemejaban a un par de melocotones maduros, su verga oscilaba entre sus dos piernas como una serpiente que deseaba atacar a su víctima (era una cosa hermosa de no más de 17cms, gruesa y dura), su cintura se asemejaba a la de la mejor modelo, y su espalda aun sin ensancharse a su máxima expresión le daba un estilo aniñado, su pelo recortado y húmedo era una invitación a lamerlo como un caramelo.

Se tiró a la arena mientras me jalaba hacia él.

"Ven Diego, bésame...hazme olvidar mi pesadilla...aunque sea sólo un momento".

Debo admitir que en mi larga travesía sensual, era la primera vez que me convertía en aquel clavo que intenta sacar otro clavo. ¡Vaya responsabilidad!

Mis piernas rozaron las suyas mientras me colocaba a un lado de él y lo besaba apasionadamente. Su lengua parecía desesperada por entrelazarse con la mía y tan pronto puse mis manos sobre su pecho y abdomen dio un par de suspiros que parecían venir de lo más profundo de su ser. Sus manos buscaban desesperadamente mi cuerpo y en pocos segundos una de ellas ya había apretado mi verga parada.

"Dejame mamarte"- me dijo levantándose y obligándome a tirarme sobre mis espaldas. Sentí como la arena me hacía un raro masaje sensual sobre todas las partes de mi cuerpo que estaban sobre ella, y me dio cosquillas. Pero al sentir la boca de Skip sobre mi glande, las cosquillas pasaron a ser mensajes libidinosos a mi cerebro. Abrió su boca y comenzó a tragarse mi pedazo de carne caliente de poco a poco. Una de sus manos me masajeaba los huevos húmedos que caían hacia la arena que ya se me estaba metiendo hasta en el culo. Su sube y baja fue lentamente tomando rapidez mientras yo, con cierto nerviosismo abría los ojos cada vez que escuchaba que un vehículo pasaba por la carretera a escasos 30 metros de donde estábamos tirados.

Apreté mis labios mientras Skip diestramente bajaba y subía con su lengua por mis 16cms de verga. Luego abrió sus piernas encima de mí, en dirección a mi cara.

"¿Te gusta coger con la lengua?"- me preguntó mientras se abría su orto.

Mi única respuesta fue colocarme en una mejor posición para que mi lengua pudiera gustar aquel espacio reservado sólo para los momentos más íntimos de una pareja. El muchacho se colocó de cuclillas sobre mí y sin dejarme de tocar mi verga con una de sus manos, acercó a mí su culo. Lo saboreé, estaba salado por el agua del mar, y me encantó. Mi lengua hizo varios círculos por el orto mientras escuchaba los jadeos de Skip que iban en aumento. Así estuvimos hasta que la luz solar se hundió definitivamente en el horizonte.

"¡Que excitante! Nunca me han hecho el amor en una playa en la noche..."- me dijo mientras se levantaba y poniéndose otra vez en cuclillas ponía esta vez su culo en dirección de mi pene. Tuvo que tomarlo con las manos, pues ahora sólo éramos un par de sombras en una playa desierta en la orilla del Océano Atlántico.

Sentir como mi verga entraba lentamente en el ya abierto culo de Skip era una sensación que simplemente es indescriptible. El prometido que estaba a punto de arrepentirse se sentó sobre mi pene y se lo tragó con aquel par de nalgas preciosas mientras su orto era oradado por la lascivia que coronaba mi glande y luego el resto de mi mástil. A tientas conseguí llegar a sus tetillas con mis manos apretándoselas mientras subía mis rodillas para que él pudiera arquearse y poner su espalda sobre mis muslos.

"Ahh...ahhh...Diego...ahh...ohhh...ummm"- sus suspiros y jadeos me tenían a mil y en una de las tantas embestidas, sentí un chorro caliente de semen que me rociaba mi abdomen, mi pecho y hasta mi bigote. "Ah....ahhhhhhhh..."

"Oh Skip... que culito más delicioso...ah... dale, así, así..."- ahora mi voz se entrecortaba por la inminente descarga del semental que se ha cogido a su pareja en completa libertad en un entorno excitante y prohíbido.

Mi semen inundó los intestinos de Skip en dos o tres corridas abundantes.

Nos quedamos allí, pegados, fusionados, por un par de minutos. Luego Skip, aun con mi verga palpitante adentro, se inclinó hacia mí dándome un beso. Llenó su cuerpo con su propio semen que corría por mi abdomen y pecho.

"Gracias...gracias..."

"¿Qué vas a hacer?"- le pregunté mientras lo abrazaba y sentía el peso de su cuerpo sobre el mío que me apretaba contra la arena.

"Por ahora, meterme al mar, lavarme...lavarte... e ir a conseguir ese neumático de mierda".

Nuestras carcajadas fueron opacadas por el sonido trepitante de las olas del mar mientras nos besábamos una vez más.

En menos de una hora estábamos de regreso en el motel. Con un apretón de manos, Darryl, la pelirroja que creía que Skip era todo un macho fogoso y varonil, me dió las gracias por ayudarles.

Skip le abrió la puerta del carro para que se subiera. Luego la cerró tras ella y se dió media vuelta a mí.

"Gracias por el favor...digo, los favores..."- me dijo mientras extendía su mano hacia la mía.

"De nada, y buena suerte"- le dije devolviéndole el saludo.

Se subió a su carro, y junto a su prometida salieron en busca de su futuro. Yo me encerré en mi cuarto, y aquella noche dormí soñando a que sentía el culo apretado y jugoso de aquel desconocido y la arena metiéndose hasta por mis nalgas.

Mi correo es diegomorbus@yahoo.com