De costa a costa: Bahia de Chesepeake
Estaba de pie frente al cuerpo de agua, cuando vi un cuerpo que me atrajo mas...
De costa a costa: Bahía de Chesapeake
Mi amigo DesConocido:
Cuando la ví me pareció que estaba metido en una tarjeta postal (como la que quisiera enviarte si tuviera tu dirección). Varios veleros partían el agua de la Bahía Chesapeake como reclamando su belleza natural.
Estaba de pie frente al cuerpo de agua, cuando ví un cuerpo que me atrajo más. Era un hombre quizá un pocor menor que yo, moreno, pelo corto rizado, con un pectoral descubierto por el calor que estaba haciendo, una pequeña barba tipo candado, piernas fuertes y velludas que se lucían en un short deportivo amarillo. Estaba colocando su bicicleta en la parte trasera de su SUV. Mi Grand Cherokee estaba a sólo unos metros de distancia, en la fila para entrar al ferry que me llevaría al otro lado de la bahía. Lo ví y lo deseé desde el primer instante.
Entró a su vehículo, y yo, midiendo la manera de poseerlo, le cedí el paso para que pudiera introducirse a la fila en dirección al ferry. Levantó su mano agradeciéndome y en pocos minutos ya estaba dentro del bote. Yo estacioné el mío exactamente a la par del suyo y lo apagué rápidamente para bajarme casi al mismo tiempo que él.
"Gracias"- me dijo con acento latino.
"De nada"- le contesté en español para probar si me había equivocado. No, no me había equivocado.
"Hace mucho calor, ¿verdad?"- me preguntó con una amplia sonrisa en perfecto español.
"Si, y si vienes de hacer ejercicio, mucho más"- le contesté viendo de reojo la bicicleta.
Un carro se estacionó detrás del mío y el sonido del motor en aquel lugar encerrado hizo que lo que aquel objeto de mi codicia me contestó no llegara a mis oídos.
"¿Perdón?"- le dije.
"Decía que nos fuéramos a cubierta, a que nos de aire"- me dijo mientras se acercaba a mí.
"Claro, vamos"- le contesté mientras él tiraba una toalla en el asiento del carro con la que se había secado el sudor.
"Voy para Point Lookout, tengo una cabina allí"- me dijo mientras caminaba delante de mí. Pude observar sus nalgas redondas y paradas mientras los músculos de sus piernas se le dibujaban perfectamente al subir las gradas a cubierta -"Y tú..."
"Voy a Washington... estoy haciendo un viaje... de costa a costa..."- le contesté. El me volvió a ver deteniéndose en el penúltimo escalón antes de llegar a cubierta.
"¿Un viaje? Interesante... ¿solo?"- me preguntó continuando la marcha.
El grave sonido de la sirena del ferry que anunciaba que zarpaba me dió unos segundos para pensar mi respuesta.
"Solo... no tengo ningún compromiso..."- lo ví directamente a los ojos.
"Ah... ya veo..."
La brisa de la bahía era refrescante. Nos quedamos de pie frente a la proa y conversamos sobre nosotros durante largos minutos. Mauricio era un pudiente empresario que vendía productos electrónicos por todo el estado de Maryland. Para mi suerte, y agrado, me dijo que no era casado y que no había ninguna mujer en su vida en ese momento. No sabía que pensar, pero mi cabeza me daba vuelta cada vez que lo escuchaba con ese acento caribeño y en la forma como movía sus brazos velludos de un lado a otro. Sus ojos, vivaces y obscuros se posaban de vez en cuando en mí sin yo saber exactamente la razón. Hubo varios momentos que creí que no podría ocultar la erección que me producía estar tan cerca de él.
Pasamos la isla Smith y nos dirigimo al otro lado de la bahía, a punta Lookout.
"¿Oye Diego, puedo hacerte una pregunta?"
Por algún motivo escuché diferente aquel tono en su voz, y la forma en que me miraba. No movió tampoco sus brazos.
"Claro"- le respondí volviéndolo a ver.
"¿Eres gay?"
Sentí que me hundía con todo y el ferry. Sonreí nerviosamente.
"Perdón, pero es que me he dado cuenta que tienes el paquete duro como aquel mástil"- se explicó señalando a uno de los mástiles de la nave. Me dio aun más vergüenza, y seguí sonriendo como un estúpido (seguramente en aquel momento lo era). "No te preocupes, yo no soy gay, pero de vez en cuando me gusta dar mis jalones".
Si Atlas hubiera pensado en tirar el mundo a un lado y quitarse el peso de encima, hubiera comprendido lo que sentí en aquel momento.
"Pues..."- las palabras simplemente no salían de mi boca.
"¿Quieres...? ¡Vamos abajo, al carro!"
Sin esperar mi respuesta se encaminó de regreso hacia abajo donde los vehículos permanecían solos. El calor era intenso pues la humedad se encerraba en aquel lugar. Ví como abría la puerta de su carro poco después de ver hacia todos los lados. Yo hice lo mismo y comprobé que nadie nos había visto. Era lógico, la temperatura dentro del automóvil era aun más alta que la del ferry. Mi acompañante encendió el "start" y luego el aire acondicionado.
"Me traigo una calentura bárbara..."- me dijo mientras se bajaba su pantoloncito de ciclista. Dejó ver una verga sin circuncidar prieta y larga, aun flácida. "¿Te gusta mamar? Dime que si... porque ya no aguanto más".
"Me gustaste desde que te ví, ¿cómo no te voy a disfrutar?"- le dije mientras miraba aquella verga que poco iba enderezándose. Me agaché hasta poner mis labios en el prepucio. Sabía a sudor, a hombre, a macho. Mi lengua salió para poner su punta en la punta del glande y abrirle así el prepucio que lo cubría. El caribeño levantó sus brazos y se quitó la camiseta. Volví a ver hacia arriba y observé un pecho amplio, con vellos poblándole las tetillas negras y ya paradas, un hilo de vellos rizados que iban desde el tórax hasta el ombligo y que bajaban hasta unirse con los rizos en sus pelvis. Levanté mis brazos hasta tocarle aquellas tetillas. Se las masajeé y se las apreté. El se sacudió hacia los lados del asiento mientras se quitaba por completo su pantaloncillo. Me aparté sólo unos centímetros para verlo desnudo. Me sonrió.
"Tienes unos labios carnosos... ricos..."- me dijo mientras al fin comenzaba a sentir que el vehículo se estaba enfriando. Quizá por eso, comencé a tomar confianza.
"¿Quieres probarlos?"- le pregunté mientras cerraba los ojos. Mauricio se acercó y me dio un beso ligero, casi fugaz.
"Deliciosos"- comentó mientras miraba hacia los lados, por las ventanillas. "¿Te vas a quitar la ropa?"
"¿Y si alguien llega?"- pregunté mientras yo mismo comprobaba que el lugar seguía desierto.
"Aun nos quedan más de quince minutos para llegar... nadie baja aquí con este calor..."
Dicho y hecho. Me baje mis "short" dejándomelos en mi pantorrilla. Nerviosamente, volví a ver nuevamente hacia los lados antes de agacharme y poner mi boca en aquella verga prieta que se elevaba en dirección al ombligo de Mauricio.
"Dale, dale... ah...cuanto me haces gozar... ah...como te comes mi verga...ah..."- Mauricio jadeaba mientras movía sus caderas de un lado a otro. Yo quería comerme aquel pedazo de carne, pero también quería disfrutar de aquellas nalgas paradas y de las piernas musculosas del ciclista. El lo sabía, y por eso, cuando yo hice el intento por levantar sus nalgas, no se opuso, inclusive me ayudo poniéndose contra la ventanilla y dejando ver aquellas nalgas llenas de vellos rizados y negros. Me arrodillé y aun con alguna dificultad puse mis manos en aquellas nalgas morenas y comencé a mordisquearlas y a lamerlas hasta llegar al orificio rectal. ¡Qué delicia! Aquello fue un manjar de lascivia, con todo y su sabor a sudor me provocaba como pocas cosas en la vida. Mi lengua entraba lo más que se podía en aquel esfínter obscuro mientras mi amante se revolvía de placer.
"Ohh...Diego...ahh...Diegooooo..."
Su verga prieta topaba contra la piel que cubre la puerta del vehículo dejando rastros del líquido preseminal sobre ella. En un momento, me puso la mano en la cabeza.
"Espera...ah..."- su jadeo era constante- "me voy a venir...y ni siquiera...te he tocado..."
Se dió media vuelta y vió mi cuerpo. No me dijo nada, simplemente se agachó y comenzó a comerse mi verga que ya estaba parada, dura, como un sable listo para la batalla.
Sentí como los labios carnosos del mulato tomaban posesión de mi glande y se tragaban magistralmente mis 16cms de carne pura. Bajaba y subía lentamente embadurnándome con su saliva libidinosa.
Al verlo en aquella tarea no pude quitar mi vista de aquellas nalgas que ahora estaban en dirección a la puerta. Pasé mi brazo por su espalda hasta llegar al ano y poniendo saliva en mi dedo comencé a penetrarlo con este. Esta acción logró que Mauricio bajara y subiera por mi mástil con más rapidez mientras sus jadeos también subían de ritmo.
"Ummm...que rico..."- dije mientras sentía como estaba llegando rápidamente al orgasmo.
Mauricio se levantó y puso su mano en su glande. Se estiró hacia atrás mientras mi dedo era aplastado por su peso, obligándome a mantenerlo dentro de su ano.
"Ay...ay..."- dijo mientras sus piernas se estiraban hacia adelante y dos grandes borbotones de semen explotaban de su hinchada verga. Su líquido vital se alojo en su mano cerrada que no pudo contener los quien sabe cuantos centímetros cúbicos que expulsó.
Puse mi mano sobre mi pene y me masturbé sólo un par de veces antes de yo mismo explotar en el éxtasis. Al sólo tener una mano para ocuparme de mi verga, mi semen fue a parar a mi ombligo corriéndose hacia mi vello púbico. Saqué mi dedo del orto de Mauricio con un poco de dificultad pero aun jadeando por el orgasmo alcanzado.
"¿Puedes pasar a mi cabina? Si hacemos esto aqui... en un lugar tan incómodo, ya me imagino lo que podemos hacer en la privacidad de mi cabina. Seguramente querrás aprovechar la oportunidad"- me dijo Mauricio mientras me miraba de arriba hacia abajo.
El mulato tomó pañuelos deshechables tipo "kleenex" de la caja que tenía en el asiento de atrás y se limpió las manos mientras me pasaba un par a mí.
"Bueno, si no te molesto..."- esa ha sido una de las frases más tontas que alguna vez han salido de mis labios.
"¡Oye! Somos adultos, ¿no? Gocemos, entonces"- al decir esto noté que realmente Mauricio no era guapo, pero era atractivo. Su rostro, algo tosco en realidad se veía espléndido cuando sonreía, pero su cuerpo era suficiente razón como para no desperdiciar aquella invitación.
Desambarcamos una media hora después, y llegamos a su cabina, de madera y rústica a los pocos minutos. Era una cabaña chica, con una sola habitación que se distribuía entre una cama amplia, una pequeña mesa redonda con 2 sillas una frente a otra, una estufa, un refrigerador, y al fondo el baño.
Tan pronto entramos, Mauricio me invitó a ir con él al baño.
"Estoy muy sudado, y me imagino que te caería bien una ducha fría, ¿o me equivoco?"
"No, no te equivocas"- le contesté mientras Mauricio entraba al pequeño baño de la cabina.
No me volvió a ver, simplemente se desnudó de espaldas a mí. Su cuerpo era hermoso, tenía piernas fuertes y nalgas paradas pobladas por vellos negros mientras su espalda era amplia y musculosa.
"Aquí no hay electrecidad...y el agua viene de un pozo"- me explicó mientras yo observaba como su verga flácida se movía entre sus piernas mientras caminaba y miraba de vez en cuando hacia atrás. "Yo vengo aquí cada vez que necesito relajarme... o que me relajen..."- sonrió dejándome ver una hilera de dientes blancos que eran enmarcados por aquellos labios carnosos, más que los míos.
"¿Y cada cuánto vienes?"- pregunté con un dejo de sarcasmo mientras me quitaba mis sandalias.
"No tanto como quisiera"- me contestó abriendo la llave de la regadera. "Y de todas maneras, eso no importa, ¿o si?"- me dijo volviéndome a ver.
"No..no"- le contesté sintiendo como su mano tocaba mi pecho. La yemas de sus cinco dedos pasaron lentamente por mis vellos deteniéndose en una de mis tetas que comenzó a masajear haciendo un círculo.
"Ven, bañémonos... te daré un masaje con el jabón"- me dijo mientras se separaba de mí. Por mi parte me quité los short y me quedé en pelotas. Mauricio se metió debajo de la regadera mojándose en un instante. Yo lo seguí, y al sentir el agua fría que caía sobre mi cuerpo desnudo un escalofrío emergente fue controlado rápidamente por las manos de mi amante.
Mauricio, un poco más alto que yo, tomó el jabón y comenzó a pasarlo por mi espalda bajando hasta mis nalgas, que aunque no son la mejor parte de mi anatomía, siempre despiertan el morbo a otras personas. Y si son hombres, despiertan el morbo en mí. Diestramente puso el jabón en mi raja abriéndome las piernas y metiéndolo lentamente. Mis piernas se arquearon para dejarlo meter con más libertad aquel pedazo de jabón en mi cola. ¡Ah, qué ricura sentir aquella mano firme que sostenía el jabón que poco a poco entraba en mí! Mi verga comenzó a pararse mientras el agua nos refrescaba de aquella calentura que teníamos.
Sacó el jabón blanco y metió rápidamente su dedo negro en aquel orificio ya lubricado. Levanté mis piernas hasta que quedé de puntillas. Mi boca se abrió sólo con una súplica: "¡Cogeme, cogeme!"
Mauricio extendió el brazo hasta alcanzar un botiquín de donde sacó un preservativo. Se lo colocó rápidamente mientras yo sentía como su dedo salía de mi culo y era sustituído por el glande de su verga.
"Ah, mi amor... te voy a coger...te voy a hacer mía mariquita sabrosa..."- me dijo mientras se ponía detrás de mí y colocaba sus manos sobre mis caderas. En un momento, en un instante, sentí temor de aquella verga, pero ya era demasiado tarde para arrepentirse. Traté de relajarme y permitir que aquel caribeño me cogiera con gusto.
La verga entró con mucha más facilidad de la que yo pensaba. Sentí como sus 18cms. de carne entraban lentamente en mis músculos anales abriéndolos en la penetración.
"Ay...ay..."- dije más que en protesta en tono de placer.
"Que rico..."- dijo Mauricio mientras mis entrañas eran atravesadas por su verga gruesa.
"Dale, mi cielo...dale..."- le dije mientras ponía mis manos sobre la pared para sostenerme ante las embestidas de Mauricio.
"Meteme el dedo en el culo...¿puedes?"- me dijo al oído como si hubiera alguien más con nosotros allí. Se detuvo por un instante para que yo pudiera arquear mi brazo y mi mano derecha hasta sus nalgas; me ayudó a buscar su culo, y tomando mi mano con la suya me la llevó hasta su esfínter. Abrí mi mano y el dedo índice entró lentamente en aquel culo hermoso. "Así, así..."- me dijo mientras yo metía y sacaba mi dedo de su culo al mismo tiempo que él metía y sacaba su verga de dentro de mí.
"Ahhh"- dije al tiempo que sus embestidas se volvían más y más constantes. Mis piernas estaban completamente abiertas y me era difícil mantener el equilibrio y continuar con mis dedo en el culo de Mauricio. Pero permanecí haciendo ambas cosas: cogiendo y dejándome coger por varios minutos hasta que él ya no soportó más.
"Cogeme a mi...dame esa verga preciosa...ponela en mi culo...hace tuya...soy tu puta..."- su tono era suplicante. Me colocó un preservativo y se dió media vuelta dejando ver su culo ambriento que ya había sido dilatado con mi dedo.
Puse mi verga en su esfínter y sin mucha dificultad entré lentamente. El agua seguía cayendo copiosamente sobre nuestros cuerpos desnudos mientras yo me cogía aquel macho que había codiciado hacía solo un par de horas. Mis huevos, peludos y grandes, pegaban contra las nalgas velludas de Mauricio mienrtras con mi mano le quitaba su condón masturbando su verga hermosa.
"Dame...cogeme...soy tu puta...sacame hasta la mierda...dale..."
Mi orgamo llegó sólo unos segundos después que Mauricio se arqueara hacia atrás y comenzara a expulsar semen que llegaba hasta la pared del baño.
"Ahh...ahhh"- dije mientras sentía que todo mi cuerpo se desbordaba de placer y mi semen era atrapado por el látex celeste que llevaba puesto.
"Soy tu puta...sacame lo pedos...soy tuya...ahhh...dale cabrón...dale..."- repetía Mauricio mientras se contorsionaba por el éxtasis alcanzado. Dejó caer todo su cuerpo sobre el mío compartiendo nuestros jadeos ya tardíos mientras nos fundíamos como dos amantes que se conocen desde siempre.
El resto de la tarde la pasamos caminando enmedio del bosque mientras conversábamos sobre nosotros. La noche, bueno, esa fue otra historia. Nos hicimos el amor antes de quedarnos dormidos exhaustos por la faena. Al día siguiente, desayunamos mientras Mauricio me daba una dirección donde llegar en Washington D.C., mi próxima parada en este viaje... que hasta el momento, bueno, digamos que ha salido mucho más emocionante de lo que me imaginaba...y eso que faltan muchos kilómetros por recorrer...
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