De cornuda a puta

Lena y Julián son medio hermanos, pero él no lo siente así. La humedad y el calor de Buenos aires se presta para muchas cosas, especialmente en una tarde a solas.

Aviso: Esta es la primera novela que publico acá, si encuentran errores,  tienen sugerencias o criticas constructivas ¡Son más que bienvenidas!

2

Esto no está bien.

Al día siguiente me desperté sobre las nueve, bajé a desayunar. No antes sin pasar por el baño a lavarme los dientes y echarle una mirada al canasto de ropa, sonriendo al ver que estaba vacío. Entré a la cocina y me preparé un café con leche y tostadas, mientras desayunaba y veía mi teléfono descubrí que las llamadas de Alicia y Fernando habían parado sobre la madrugada, probablemente se habrían cansado de llamar y desistieron.

También sabía que seguramente papá le hubiera llamado a Alicia para decirle que estaba con él, sólo esperaba que hubiese guardado el secreto y no hubiera comentado nada de lo que le conté.

Terminé mi desayuno, lavé los platos y me dispuse a salir al jardín para regar un poco el pasto y tomar sol, la mañana estaba templada y húmeda, yo llevaba puesta una musculosa blanca y un jean ajustado con zapatillas y el pelo suelto.

El jardín de la casa de papá estaba realmente hermoso, amplio y verde, fresco y cuidado. Me entretuve viendo sus florcitas y regando hasta que escuché ruido en la cocina y volví a ingresar.

Julián estaba acomodando unas bolsas de comida en la mesa cuando me vio, no supe que decir la verdad. Más consciente y sobria me había dado cuenta que lo de la noche anterior había sido un comportamiento bastante cuestionable, ponerme en bolas enfrente de mi medio hermano, que también estaba en bolas por cierto.

—   Buen día. — Saludó sin mucha expresión.

—   Holi… — Le sonreí con inocencia y se dio media vuelta para acomodar la mercadería en la cocina.

Entré en la cocina y me dispuse a ayudarlo, acomodamos todo y guardamos las respectivas cosas en la heladera.

—   ¿Y papá?

—   Trabajando, trabaja todos los días hasta las seis.

—   ¿Los fines de semana también?

Negó con la cabeza y asentí, era viernes. No quería quedarme en casa todo el día, tenía que buscar trabajo y pensé en llamar a alguna conocida en Buenos Aires para salir o hacer algo.

Busqué mi teléfono e ingresé a Facebook, buscando algún contacto de ahí, hasta que di con Mariana, una ex compañera de la secundaria con la que me llevaba muy bien. Julián me miraba cada tanto de reojo mientras yo navegaba en mi teléfono, pero decidí ignorarlo.

No quería pensar en que seguramente tuvo que meter a lavar mi tanga, había sido muy imprudente de mi parte hacer eso, pero cuando el cuerpo pide, y una esta ebria, es complicado desobedecer.

Entré en contacto con Mariana y quedamos en ir a un bar sobre las siete para conversar y ponernos al día. Por suerte tenía algunos euros guardados, podía ir a cambiarlos antes de salir así no tenía que caer en pedirle plata a papá, al menos por ahora.

Durante el almuerzo Julián se mantuvo callado y tácito, fue bastante incómodo la verdad.

—   ¿Querés ver una película? — Inquirió mientras levantábamos la mesa.

—   Dale, pero románticas no, no estoy para eso.

Caminé hasta la sala y me giré al ver que no me seguía.

—   Este televisor no tiene para ver Netflix. El de mi dormitorio sí. — Señaló divertido.

Me guió hasta su pieza y entramos en silencio, hacía mucho calor esa siesta y sentía mi nuca sudada, pero no sabía si era por la humedad o por la tensión que cargaba estando cerca de él.

Quería pedirle disculpas por el numerito con mi tanga y entrar al baño mientras él estaba en bolas, pero no sabía cómo encarar el tema, Julián no se veía particularmente interesado en eso así que suspiré mentalmente y agradecí que no dijese nada al respecto.

—   ¿Te jode si me saco la remera? El aire acondicionado está roto, hace más de tres semanas que Joaquín me viene pateando llamar a un técnico y mientras yo me cago de calor.

—   No no, para nada.

Se sacó la remera y se recostó en la cama, me limité a ver cualquier punto en la habitación excepto a él, estaba algo incómoda, pero tengo que admitir que después de haberle visto la pija y sus dimensiones no iba a poder evitar pensar en eso si lo veía con el torso al descubierto.

Me acomodé a su lado y navegamos por el catálogo de Netflix un buen rato, todas las películas eran una basura básicamente, y terminamos decidiéndonos por una de suspenso.

En el mejor punto de la película, conmigo totalmente enganchada a la trama, se pausó.

—   ¿Qué pasó?

—   Debe ser el internet, no llega muy buena señal acá. A veces se pausa, igual en un toque vuelve no te hagas drama.

—   Ah… bueno

El dormitorio de Julián era bastante pequeño, tenía una cama de plaza y media, un placar empotrado a la pared, una biblioteca y una mesita chica donde estaba el televisor, las luces estaban apagadas y nos manteníamos levemente iluminados por el sol que entraba a través de las cortinas.

El calor se estaba volviendo un poco pesado y él lo notó en mí.

—   ¿Querés que te traiga un ventilador?

—   No no, no hace falta. La verdad me había desacostumbrado a la humedad de acá.

El asintió, un silencio incómodo nos rondaba hasta que habló nuevamente.

—   ¿Y que tal España?

—   Muy bien, muy linda por suerte, hay gente buena y gente mala, cómo en todos lados, pero en general bien. Igual hace muchos años me fui, conozco más de España que de Argentina honestamente.

—   ¿Y es verdad lo que dicen de los otros países? De que piensan que las Argentinas están buenas. — Me miró riéndose.

—   Y… algunas personas sí, no todos, también hay algunos que cualquier tipa les parecería buena con tal de coger. Ya sabes cómo es.

—   Igual no es tu caso. — Afirmó.

—   ¿Cómo?

—   Digo, que vos si estás buena.

Se empezó a reír en mi cara de la nada.

—   Te pusiste roja, qué linda.

—   No sé si deberías decirme eso… — Volví a la técnica de fijar mi vista en cualquier lado del lugar excepto en su cercanía. — Somos hermanos.

—   Medio hermanos. — Señaló. — A parte, Lena, son contadas las veces que te he visto a vos y a tu mamá, digo, ¿Realmente sentís que soy tu hermano? Porque yo no lo siento así, y no lo digo por ofender o por tener algo contra vos, simplemente hay cosas que van mas allá de la sangre, ¿No te parece?

—   Si, puede ser… bueno vos también estás bueno igual.

—   ¿Más que tu ex?

Mi gestó debió haberse ensombrecido al pensar en Fernando, la llegada a Buenos Aires había sido un cambio de aires para mi y trataba de no ocupar tiempo de mis emociones en él, o en Alicia. Traté de reírme también.

—   Sí, mucho más que mi ex.

—   Que tipo pelotudo ah, digo, por engañarte. — Posó sus ojos en mi y me sentí algo triste al recordarlo. — Con lo hermosa que sos, no entiendo cómo pudo.

—   Bueno bueno, creo que deberíamos dejar de hablar de esto, el internet no ha vuelto. Quizás se apagó el modem.

—   Sí, deberíamos dejar de hablar.

No tuve tiempo a reaccionar, cuando quise acordar tenía su cara a centímetros de la mía, podía sentir su aliento en mi boca y el corazón se me disparó.

Me agarró rápidamente de la cintura y me apretó, su tacto estaba caliente a través de la tela de mi musculosa. Tenía las manos grandes y fuertes.

—   Julian… ¿Qué haces?... para.

—   Dale, no te hagas. — Me susurró. — Si te escuche pajearte después de que me viste la pija, no soy boludo, sé que te calentó.

Tragué duro y negué con la cabeza, pensar en eso me hizo endurecer los pezones y noté que ya no tenía el control sobre mi respiración.

Solté un gemido bajito, en tono de súplica, rogando que parase, pero eso sólo le sacó una sonrisa y terminó de acortar el espacio que había entre nosotros, juntó sus labios con los míos y empezó a besarme con fuerza demandante.

Apoyé mis manos en su pecho, tratando de alejarlo, pero era mucho más fuerte que yo, y ni siquiera estaba segura de estar aplicando presión. Su lengua invadió mi boca y empezó a recorrer cada rincón dentro, sentí su saliva entrar en mi y se me apretó el vientre placenteramente.

Estábamos los dos transpirados, el calor era apabullante y la ropa me empezaba a picar. Me agarró una nalga y la apretó con fuerza, pegando más mi cuerpo al suyo. Empezó a besarme el cuello, y a chuparme la transpiración, mientras yo me mantenía agarrada a sus hombros.

Cuando tomó el borde de mi musculosa y empezó a subirlo un atisbo de cordura me invadió e intente detenerlo nuevamente.

—   Para Julián, en serio… por favor. — Supliqué.

Se acercó a mi cara de nuevo y me mordió el labio inferior haciéndome doler, me alejé de su gesto y me agarró de la nuca con presión. Aproximó su boca a mi oído y me susurró.

—   Te voy a meter la pija hasta el fondo te guste o no, eso te pasa por calentarme con tus tanguitas y hacerte la mosquita muerta después.  Y ni me vengas con el cuento de que sin forro no, porque en ese caso te la voy a meter por el culo, así que depende de vos.

No llegué a reaccionar, llevó mi mano hasta su pantalón y se sobó el pito con mi propia mano, estaba enorme y me jacté de que mi ebriedad no me había hecho distorsionar la vista, la pija tenía un buen tamaño.

No me iba a librar de esa, sentía la concha empapada y el corazón latiéndome a mil, la humedad, el sudor, sus manos, todo me hacía perder cualquier tipo de voluntad.

Me terminó de sacar la musculosa y yo no aparté la mano del bulto, lo rodeé cómo pude con la mano mientras hacía movimientos torpes, le desabroché el cinto y bajé el cierre y el bóxer de un solo movimiento.

Me quedé mirándole la pija algunos segundos mientras me apretaba una nalga con una mano y la teta derecha con la otra, estaba grande y dura, más oscura que su piel y la cabeza rosada casi furiosa.

Julián no perdió tiempo y me desabrochó el pantalón a mi también, mientras tocaba ese aparato húmedo y rígido empezó a acariciarme el clítoris por arriba de la tanga. Me tocaba con una destreza que pocas veces había experimentado antes. Me empecé a retorcer en el lugar sintiendo sus dedos haciendo círculos y no pude contener más mis gemidos.

Me terminó de sacar el pantalón y se acercó a mí, recostándome totalmente en la cama, llevó su mano abierta hasta el medio de mis piernas, las separó y empezó a darme golpes con la palma suavemente por arriba de la tanga.

—   Ay esto está mal. — Se burló con una voz fingida mientras me golpeaba la concha, se escuchaba claramente el sonido de la humedad cómo un suave chapoteo. — ¿Esto también es la humedad de acá? ¿Ah?

Me corrió la tanga y me metió de lleno dos dedos hasta el fondo, las piernas se me contrajeron involuntariamente y creí que iba a venirme en ese momento.

—   Dale, decime que pare ahora. Dale, te juro que si me decís que pare ahora lo hago.

Movía sus dedos en círculos adentro mío mientras los metía y los sacaba con fuerza, me hablaba en un tono que rozaba el desprecio y el asco, pero eso solamente me calentó más.

Empecé a pajearlo también lo más rápido que pude, no podía pensar en nada más que en esa pija caliente que tenía en la mano, la quise en todos lados, llenándome entera. Había probado muchas pijas en mi vida, pero el morbo de la situación sumado a sus comentarios desagradables me hacía excitarme cómo nunca antes me había excitado.

Repentinamente se arrodilló en la cama, me agarró de la nuca con una mano y se enrolló mi pelo en la otra, empujó mi cara hasta su miembro y sin ni dudarlo abrí la boca y lo recibí dentro mío.

—   Sí, trágatela toda. — Soltó un gemido que sonó más a un gruñido mientras me cogía la boca.

Comenzó un movimiento brusco y hondo, dónde sentía cómo me llegaba hasta la garganta, me costaba respirar y la baba me chorreaba cayéndome en las tetas.

De repente me sacó la pija de la boca, me dio una cachetada suave en la cara y se rio de mí.

—   Así te quería ver. — Me volvió a meter la pija hasta la garganta y la volvió a sacar, para darme otra cachetada, no dolía, y el sonido era más fuerte que el impacto. — ¿Ya te decidiste?

—   ¿Ah?... — Pregunté algo desorientada.

—   ¿Por la concha o el culo?

Tenerlo así, sobre mí, me ofuscaba cualquier pensamiento racional, sólo quería más de su pija. En ese momento no era mi hermano, ni el hijo de mi padre, ni nadie. Solamente era una pija grande que quería que me cogiera.

Me acerqué yo esta vez y volví a chupársela, metiéndomela hasta el fondo y succionando con toda la fuerza que pude.

—   Por donde quieras.

Se hincó hasta mi cara y me metió los dedos que había tenido dentro de mi concha en la boca, los succione también mientras lo pajeaba y con su otra mano seguía tirándome el pelo.

Se bajó de la cama, se puso de pie, me agarró de las caderas y me arrastró hasta el borde, me sacó el corpiño de un solo movimiento y me dio vuelta bruscamente empujándome la espalda mientras me llevaba hasta el borde.

—   La cara contra la cama.

Le hice caso sin pensarlo, con el culo y la concha al aire, las rodillas apoyadas en la cama casi a la altura de mi cara y los pies colgando me abrió las nalgas y se agachó a mi altura.

Me lengüeteó toda la raja, desde el clítoris hasta el culo y en el culo hizo presión con la lengua, tratando de entrar.

—   Aaah…. Que rico, que rico.

Gemía y me retorcía sin control, mientras subía y bajaba su cara hundida entre mis nalgas y me penetraba el orto con la lengua, empecé a sentir las contracciones del orgasmo y paró.

Se volvió a incorporar, separó mis nalgas con las manos y de una sola embestida me la metió entera por la concha, grité e hice el culo para atrás, tratando de que entrase más. Julián empezó a moverse en círculos sin sacarla ni un centímetro y sentí que iba a volverme loca.

—   Metemela toda… metemela toda. — Lloriquee mientras movía mis caderas, pero el se mantuvo quieto.

Bajó una mano hasta mi nuca y me presionó más la cara contra la cama, mientras con la otra mano hacía círculos alrededor de mi agujerito de atrás, empezó a sacar su pija lentamente y volvió a meterla hasta el fondo de un solo movimiento seco.

Empezó un movimiento brusco y seco, sin ningún tipo de ternura ni consideración, me metía y sacaba todo el pedazo con fuerza mientras me presionaba la nuca, yo gemí y empecé a acompasar mis caderas con su pija, sentía sus huevos chocándome contra el clítoris y los dedos rondándome el culo.

—   Voy a acabar, voy a acabar… Dios… sí, sí, así… — Mis gemidos se escuchaban ahogados con la cara totalmente apretada de lado contra la cama.

Aceleró el ritmo y sin preámbulo me metió un dedo hasta el fondo en el culo.

—   ¿Sos bien puta ah? — Sacó el dedo de mi culo hasta la mitad y volvió a meterlo entero al mismo ritmo que me empalaba con la pija.

—   Si, si, soy una puta… ¡Sí, cogeme, cogeme!

Acabé entre gritos y sintiendo la concha chorrearme mientras los huevos me golpeaban y se empapaban de mi acabada.

Siguió embistiéndome algunos minutos más mientras yo sólo soltaba gemidos ahogados, tenía la cara empapada de mi propia baba que había mojado el acolchado y todo el cuerpo sudado.

Metió un segundo dedo en mi ano y me escoció un poco, tenía los dedos muy gruesos, me sacó la pija sin dejar de colarme los dedos en el culo y me frotó el glande por toda la raja subiendo y bajando muy lentamente.

Sacó los dedos y escupió un gargajo que fue a parar directo a mi hoyito trasero. Apoyó la punta en la entrada y empezó a frotarme el culo ahora con su miembro.

—   Te voy a llenar el ojete de leche.

Me agarró con las dos manos las nalgas y las abrió a más no poder, sentí el orto estirarse y mientras me la metía despacio.

—   Sí…sí, cogeme el culo, metemela por el culo. — Mi voz sonaba distorsionada y ahogada, no podía dejar de babear y tenía la mente totalmente en blanco.

Metió la cabeza y me ardió, pero la quería toda adentro, quería que me cogiera hasta desmayarme, no me importó el dolor. De un movimiento rápido incliné mi cadera hacia atrás y entró hasta la mitad de una, resbalándose y estirando mi culo al máximo.

—   ¡Ay! es muy grande… tengo el culo muy abierto… — Lloriquee mientras llevaba una mano hasta mi clítoris hinchadísimo y empapado para pellizcarlo y frotarlo. Sentía el orto arder, pero lo único que quería era seguir teniendo esa pija adentro.

La terminó de meter y se quedó quieto algunos segundos mientras yo seguía pajeándome, metía los dedos en mi concha y los sacaba para pellizcarme el botoncito para volverlos a meter rápidamente.

Empezó un vaivén despacio, que duró poco y dio lugar a unas embestidas fuertes y profundas.

Sentí que la pija me iba a llegar hasta el estómago, jamás me había metido algo de ese calibre por el culo, el ardor era intenso, pero no se comparaba al éxtasis de sentirme totalmente abierta por aquel fierro.

Julián subió los pies a la cama, quedando en cuclillas arriba mío mientras seguía con el culo al aire y la espalda arqueada lo más que podía. Apoyó sus manos en mis hombros y encima de mí empezó a meter y sacarme la pija del orto con más fuerza.

—   Tenes el culo muy apretado… — Bufó. — Te voy a llenar de leche, te voy a dejar el orto lleno de leche putita de mierda.

El gemía y suspiraba mientras seguía cogiéndome, mi mano se movía frenéticamente en la concha y empecé a sentir que iba a acabar de nuevo. En esa posición entraba toda y mi concha soltaba fluidos cómo una canilla abierta. Sentí las gotas de sudor de él cayendo en mi espalda mientras me cogía casi con odio.

—   Sí, sí, dale… lléname de leche, lléname toda de leche.

Si pija se puso más dura y volví a acabar, gimiendo mientras me taladraba el ojete a más no poder. Una sensación me recorrió por la espalda bajando hasta mi rajita y empecé a mearme involuntariamente mientras acababa.

Julián gimió al tiempo que el pito le empezó a palpitar y sentí los chorros casi hirviendo de leche vaciándose en el fondo de mi culo.

Tenía las piernas empapadas de acabada y meada y todo el cuerpo me temblaba, alcancé a contar tres chorros de leche chocando contra mis paredes internas. Se quedó algunos segundos quieto con el fierro metido hasta el fondo descargando lo que le quedaba y después dejó caer su cuerpo laxo sobre mí.

Estábamos totalmente mojados, había olor a sexo, meada, y orto en toda la habitación, mezclándose con la humedad del ambiente.

Sacó su miembro de mi culo y se dejó caer en peso muerto boca arriba al lado mío en la cama, mis piernas seguían colgando, ahora laxas en el aire. Me dolía la cara y la mandíbula. No creí tener fuerzas para levantarme. Julián me miró con una media sonrisa mientras sentía el semen escaparse de mi ano sin poder retenerlo y perderse en mi concha.

Escuché un ruido lejano, y en ese momento me di cuenta de que la película había seguido y estaban pasando los créditos.

Juntando todas las fuerzas que me quedaban me di media vuelta para quedar boca arriba también. Sólo se escuchaban nuestras respiraciones cuando la película terminó. El orto me ardía y la cama estaba meada y babeada por mí.

Mientras intentaba levantarme para ir a la ducha, escuché el motor de la camioneta de papá detenerse en la calle.

Me alarmé, a gatas y cómo pude me bajé de la cama y me puse de pie, miré a Julián, pero estaba profundamente dormido, con el pito morcillón descansando en una de sus piernas sobre un pequeño charco de semen.

El culo me dolió al pararme, revisé la habitación con la mirada, pero no pude localizar mi ropa.

La puerta principal se abrió mientras yo cerraba la de la habitación de Julián y corría por el pasillo hasta el baño, me encerré al mismo tiempo que oí a papá subir las escaleras.

Abrí la ducha para disimular, pero no contaba con que un rastro de semen que escapó de mi culo quedó por todo el pasillo, no haciendo más que evidenciar lo que acababa de pasar.

Y ese fue sólo el comienzo.