De cornuda a puta

Lena vuelve a Buenos Aires con su padre y su medio hermano sin muchas expectativas después de descubrir a su novio cogiendo con su propia madre, buscando rehacer su vida y empezar de cero. Jamás ideo siquiera que iba a terminar siendo la putita de la casa.

Aviso: Esta es la primera novela que publico acá, si encuentran errores,  tienen sugerencias o criticas constructivas ¡Son más que bienvenidas!

1

El reencuentro

Agarré mi bolso mientras buscaba alguna buena playlist para pasar el viaje. Miré las personas pasar, el aeropuerto estaba bastante vacío para ser casi épocas vacacionales. Mi vuelo salía en una hora y sentía que el tiempo pasaba más lento que nunca, tenía más de diecisiete llamadas perdidas de Alicia, mi madre, y diez de Fernando; mi ahora ex novio.

Suspiré pesadamente y recorrí despacio el mini centro del aeropuerto, miles de recuerdos para llevar, cuadros, mates, postales. Me parecía todo tan ridículo, todo tan banal. Ignoré las notificaciones de las llamadas perdidas y saqué del bolsillo de la chaqueta un papel arrugado con el número, esperaba que hubiera señal en el aeropuerto.

Marqué con los dedos casi temblando y al tercer ring atendieron.

—    Hola… — Murmuré.

—    ¿Lena, sos vos? ¡Qué alegría! No te das una idea cómo estoy. Pensé que era una joda te juro, decime a qué hora venís y te voy a buscar al aeropuerto.

—    Debería llegar mañana a las nueve…

Volví a observar la hora en una pantalla gigante sobre mi cabeza, faltaban veintiséis minutos para que mi vuelo saliera, deberían estarme por llamar.

—   Esta bien, te espero no te hagas drama. Vamos a ir a esperarte Julián y yo, él también esta muy feliz con esto, te va hacer bien.

—   Me alegro.

—   Acá hay mucho trabajo en esta época, apenas llegues te buscamos algo, sé que no te gusta estar sin hacer nada. Ya vas a ver que de toque encontramos algo.

El entusiasmo de su voz y la felicidad que emanaba casi me hace dar nauseas. Asentí robóticamente.

—   Ya me tengo que ir. Me están por llamar, te aviso cuando aterrice.

—   Está bien, que alegría, tengo muchos planes que podemos hacer durante el verano. La vamos a pasar de diez ya vas a ver.

—   Está bien… Adiós papá.

Corté la llamada y negué con la cabeza, no quería llorar ahí, en medio del aeropuerto.

Me dirigí hasta la cabina donde iban a llamarme para arribar el vuelo mientras trataba de no pensar en ellos.

Alicia, Fernando. Juntos.

Los encontré esa misma mañana en el baño, y no precisamente charlando. Sobra decir que no hay palabras para describir lo que vi. Traté de no pensar en eso, pero es imposible, ni siquiera habían pasado veinticuatro horas, sentía el corazón en un hueco sin fondo y las piernas débiles.

—   ¡Sí, sí…así! ¡Ay que rico!... Dios… — Gemía mi mamá inclinada, con las manos apoyadas en la bañera. — Dios está tan adentro…

Fernando tenía las manos bien agarradas en su cadera mientras embestía una y otra vez contra su cuerpo, haciendo que las nalgas se le moviesen sin ton ni son. Miraba el culo de Alicia mientras su pija entraba y salía de su ano con una velocidad que era difícil de creer.

—   ¿Te gusta puta? ¿Te gusta que te rompan el culo ah? — Gruñía mientras la empotraba como un animal.

Alicia seguía gimiendo y gritando que la quería toda dentro mientras yo los miraba desde la sala.

En un momento giró su cabeza para ver cómo mi novio se la cogía cómo a un perro cuando sus ojos se cruzaron con los míos.

—   L…Lena, Lena… — Exclamó entre gemidos. — Lena espera, espera veni.

Salí corriendo de ahí, mientras observaba cómo Fernando me miraba también con la mirada desencajada y sacaba su pija del culo de mi madre.

Tomé rápidamente la ropa que estaba a la vista en mi habitación, mi laptop, algunas cosas más y salí de la casa. Mientras Alicia trataba de hablarme semi desnuda llorando. Me dirigí a la puerta de entrada mientras ella y Fernando, con apenas los boxers puestos trataban de detenerme, ninguna palabra salió de mi boca en ningún momento

Abrí la puerta de la casa dispuesta a irme cuando Alicia me gritó.

—   ¡Estamos enamorados!

Viré sobre mi y la miré, tenía los ojos empapados en lágrimas y Fernando no me miraba a la cara directamente, parecía que estaba buscando cualquier cosa más interesante que ver en ese momento que a mí.

No pude hacer más que reír, una carcajada brotó del fondo de mi garganta cómo si me hubiera poseído algún tipo de demonio. Ambos se quedaron callados y con cara de confusión, mientras yo salía de allí y cerraba la puerta en sus narices.

Aterricé en Buenos Aires a las nueve menos cuarto de la mañana, a diferencia de en España, estaba entrando el verano ahí y la humedad se metía en cada rincón del cuerpo. Sopesé la idea de no llamarle a mi papá e irme por ahí, hacer una vida sola, de cero, pero a quién iba a engañar. Con veintitrés años, una carrera a medias, y con suerte cincuenta euros en el bolsillo no iba a llegar lejos.

Caminé por el aeropuerto con paso pesado, no había dormido mucho en el vuelo y la mayor parte del tiempo me la pasé llorando.

No necesité llamar a nadie, por que a doscientos metros pude ver a mi papá junto a mi medio hermano sonriendo y sacudiendo sus manos al aire con un cartel con mi nombre escrito en una caligrafía horrible.

Llené mis pulmones de aire lo más que pude y me acerqué a ellos.

A pesar de que no me gustaba nada la idea de tener que estar un tiempo indefinido con ellos, no puedo evitar aceptar que fue un gesto más que lindo de su parte aceptarme de un momento a otro, sin previo aviso.

Papá me apretó entre sus brazos, olía a perfume de auto y desodorante barato, me aleje un poco y Julián me dio un breve abrazo.

—   Dios, estás hermosa Lena, no sé por qué no venís más seguido.

—   Gracias pa… Estoy igual que siempre creo.

—   No no, para nada, estás preciosa bebé.

Me dirigieron hasta una camioneta gris, me subí en el asiento de atrás junto con mi bolso y papá arrancó.

—   Contame que se te dio por venir así cómo asi, no creo que para ver a tu padre ¿O si? — Papá se empezó a reír mientras me miraba por el retrovisor. Julián se mantuvo callado.

—   Es complicado… preferiría contarte cuando lleguemos.

—   Está bien. Aca con Juli estamos haciendo un montón de refacciones en la casa ¡seguro vas a flipar, cómo dicen allá! Jajaja

Julián era dos años menor que yo, con veintiún años, vivía sólo con mi papá. Lucía, la segunda esposa de mi padre y madre de Julián había fallecido muchos años atrás. No lo veía hacía mucho tiempo, pero a simple vista podía decir que había ganado varios centímetros de altura y de anchor.

Tenía la espalda formada y el gesto serio, cabello negro y piel trigeña. No se parecía en nada a mi padre por suerte, mi padre no era muy apuesto que digamos; y por suerte, yo salí a mi madre.

Llegamos a Avellaneda, donde estaba la casa, algún tiempo después de manejar. La casa era grande y blanca, de dos pisos, con un jardín muy bien arreglado adentro y rejas negras.

Después de llegar y dejar mi bolso en una pequeña habitación en el primer piso bajé para almorzar con ellos. Julián ponía la mesa mientras mi papá colaba unos fideos y les echaba crema de leche sin mucha preparación.

—   ¿Y bien, qué pasó?

Me senté en la mesa, con la mirada fija en ningún punto en específico y sentí mis ojos llenarse de lágrimas. La imagen de la pija de Fernando entrando y saliendo del culo de Alicia no me dejaba de atormentar.

—   ¿Lena…? — Papá dejó los fideos y se acercó a mí. — Hija…

Por suerte no preguntó nada más, me abrazó suavemente y le devolví el abrazo, Julián me miraba desde el otro lado de la mesa con expresión confusa.

Probablemente era todo muy incómodo para él, a pesar de ser mi medio hermano nos habíamos visto con suerte tres veces en su vida.

Dejé de llorar a los minutos, sintiéndome estúpida por hacer el ridículo y nos pusimos a comer, mientras me contaba sobre las refacciones que estaba haciendo en el patio trasero.

Al rato mi papá se fue a dormir la siesta, yo recogí la mesa y salí al fondo a ver las famosas refacciones y tomar algo de sol. El clima estaba caluroso pero agradable, estaba haciendo un pequeño intento de cantero con cemento y ladrillos y había una pileta que no estaba la última vez que visité esa casa.

Sentí una presencia tras de mí, Julián me miraba desde el umbral de la puerta, salió al jardín y se acercó a mi despacio. Le sonreí cómo pude y volví a fijar mi vista en la pileta.

—   ¿Es muy nueva?

—   No mucho, está hace dos años…

La voz de Julián había cambiado mucho con los años, era mas gruesa y de hombre. Lo recordaba cómo un adolescente lleno de granos y flacucho, pero sí que había crecido, en todos los sentidos.

—   Está hermosa. — Afirmé.

—   Si, dentro de poco la vamos a poder usar.

—   Ay, no traje yo mi bikini… Allá en España es casi invierno.

—   No pasa nada. — Declaró. — Te podés bañar en bolas.

Lo miré con los ojos muy abiertos y solté una risita.

—   ¿En bolas, estás mamado?, cómo me voy a bañar en bolas Julián.

—   ¿Qué importa? Somos familia, Joaquín y yo nos bañamos en bolas a veces.

—   Si, pero ustedes son hombres, es diferente.

Se limitó a encogerse de hombros y reírse.

—   Da igual. Aunque si te ves muy diferente de la última vez que te vi.

—   Si… — Le sonreí con nostalgia. — ¿Cuánto hace de eso, cinco años?

—   Calculo que por ahí… estás muy hermosa.

Bajé los ojos al pasto y sentí los nervios recorriéndome.

Sabía que no era especialmente linda o guapa, o sexy. Mi cuerpo era bastante normalito, petiza, sin muchas tetas, algunos kilitos de más. Al menos tenía buen culo.

—   Gracias Juli, vos también estás lindo.

Cambió de tema y me empezó a mostrar la casa y contarme que la habían pintado hace poco, y las cosas que le estaban haciendo.

A la hora de eso lo acompañé a un supermercado cercano para comprar algunas cosas para hacer la cena y suministros para tener. Agradecí que no me preguntase el motivo de mi repentina visita o por qué me largué a llorar en medio de la mesa.

Cuando volvimos a la casa estaba anocheciendo y papá estaba despierto ya, ordenando el living. Conversamos un rato mientras veíamos un programa de farándula y se reían de los famosos.

El ambiente era lindo, había tenido mis dudas sobre venir, mi relación con mi papá nunca fue muy cercana, pero me sentía muy cómoda ahí. El dolor se volvía más sostenible.

Hicimos de cenar pizzas caseras mientras tomábamos cerveza, cuando la cerveza se acabó pasamos al vino con soda, y cuando la soda se acabó mi papá sacó una caja de vino y empezamos a tomar vino sólo.

—   Ya me estoy poniendo medio medio. — Declaré, riéndome.

—   Yo igual, y eso que tengo aguante eh. — Soltó mi papá.

Julián se mantenía en silencio mientras tomaba su vaso y cada tanto se reía de las boludeces que decíamos con mi papá.

Llegó un momento donde la angustia me invadió nuevamente, pero se sentía sosegada. Me gustaba estar ahí, si había extrañado a mi papa y la casa era hermosa, Julián era amable, aunque medio raro, amable y todo se sentía simplemente… correcto.

Miré mi vaso fijamente, sintiendo mi cabeza dar vueltas y de un momento a otro lo solté.

—   Alicia se cogió a mi novio. — Murmuré muy despacio.

Pero por la cara que pusieron, supe perfectamente que ambos me habían escuchado claramente.

La cara de mi papá parecía un poema, mientras que Julián se limitó a mirarme serio.

—   Alicia… ¿en, en serio? — Preguntó papá.

—   Sí, con Fernando. Los vi, por eso vine…. — Tragué duro. — Perdón, me encantaría decir que vine porque quería verlos, pero sólo quería escapar.

Ambos hombres delante de mí compartieron una mirada extraña y Julián se levantó diciendo que iba a bañarse y a dormir. Yo sólo lo miré con una pequeña sonrisa mientras subía las escaleras dejándome a solas con mi papá.

—   Ay nena… — Se acercó a mi y rodeó mis hombros con su brazo. — Que mierda Dios… no sé ni qué decirte.

—   Está bien papá… son cosas que pasan, yo… no sé, trato de no pensar en eso. Sólo, no hables con Alicia de esto, por favor. Que quede entre nosotros.

—   Está bien mi amor, no te preocupes. Vos estás primero para mí, yo le tengo mucho cariño a tu madre, pero la verdad que hacer algo así, es muy pero muy bajo e indigno. No te hagas drama, Julián y yo vamos a estar para lo que necesites.

Asentí, con los ojos llenos de lágrimas.

—   Gracias pa.

Nos terminamos lo que quedaba de vino mientras veíamos una película de la segunda guerra mundial en la tele. Al final, volver a Buenos Aires no había sido tan mala idea.

Al cabo de un rato decidí parar con el vino, la cabeza me daba vueltas y sentí la lengua pesada. Me despedí de mi papá diciéndole que iba a darme un baño y a dormir. Subí las escaleras y entré a mi habitación.

El alcohol había hecho más mella de la que yo creía en mí, mientras me desvestía sentía toda mi piel arder por la borrachera, y me dolió mucho entender que una de las cosas que más furia me había causado de la infidelidad de mi madre y mi ex novio, sin contar que me engañó con mi propia madre. Era que el jamás me había cogido a mí con esa furia, con esa bestialidad. Jamás había propuesto tener sexo anal, a pesar de que yo se lo había dicho indirectamente.

Jamás me había puesto en esa posición, cual perra en celo, para embestirme y llenarme de verga, nunca se había portado así conmigo. El sexo entre nosotros era normal, callados, de misionero o yo arriba a lo máximo, y si bien si podía llegar al orgasmo y pasarla bien, jamás nadie me había hecho sentir una autentica puta.

Me miré en el espejo del placar de la habitación totalmente desnuda, no tenía un cuerpo de supermodelo, tenía algunas estrías en las nalgas y las tetas tirando a chicas, un poco de panza y los muslos no muy tonificados, aunque firmes, el cabello castaño claro hasta la cintura y una cara bastante promedio. No me consideraba fea, pero tampoco linda.

Suspiré, mientras me envolvía con la toalla que apenas cubría mis nalgas y tomaba algo de ropa interior limpia para ir a ducharme para dormir, debía conseguir un trabajo urgente para poder comprarme más ropa, salí de la habitación y me dirigí al pasillo caminando tambaleándome por mi no leve ebriedad.

Sin pensarlo dos veces abrí la puerta del baño sosteniendo mi ropa interior contra mi pecho.

Abrí los ojos sorprendida al encontrarme a Julián desnudo parado frente al espejo afeitándose. Claramente acababa de terminar de bañarse, todo el baño estaba rebosante de vapor y el piso húmedo.

Las gotas de agua caían por su torso definido y más hacia el sur colgaba su pene, laxo. Me quedé mirándolo más de la cuenta y cuando volví a subir mis ojos me encontré con los suyos mirándome con una expresión curiosa y una ceja elevada mientras estudiaba mis piernas desnudas.

—   Perdón perdón, ay dios… pensé que, perdón, tomé de más. — Me dispuse a irme dando media vuelta.

Tomó mi brazo y me detuvo.

—   Somos familia Lena. — Me sonrió y me empujó de nuevo al baño. — Hace la tuya y yo hago la mía, no tenés nada que no haya visto antes.

Alcé una ceja y me quise reír ante la desfachatez del muchachito.

—   Está bien, si vos decís….

Dejé caer la toalla a espaldas de él, mientras su vista seguía fija en su reflejo, afeitándose la cara. Dejé la toalla a un costado de la ducha y la ropa interior sobre la tapa del inodoro procurando que quedara bien expuesto el tanga blanco.

No supe si el alcohol me había zafado algunos tornillos o qué pasó, pero simplemente entré a la ducha totalmente desnuda mientras Julián se terminaba de afeitar. La cortina estaba algo abierta y podía ver parte de una de sus piernas y su cintura, había crecido mucho desde la última vez, en todos los sentidos.

Aquel pene dormido, era casi del mismo tamaño que el de Fernando cuando estaba excitado, pensar en eso, sumado al alcohol y el recuerdo de mi madre siendo empotrada analmente comenzó a calentarme la piel y endurecerme los pezones.

Esperé pacientemente que Julián se fuera del baño para recostarme en la ducha y dejar que el chorro chocara contra mi concha furiosamente mientras me apretaba los pezones y me imaginaba siendo penetrada analmente cual puta contra alguna pared.

Traté de reprimir mis gemidos, imaginé que el sonido de la ducha iba a opacar mis gemidos, y mi padre estaba demasiado borracho y seguramente seguía viendo aquella película de nazis mientras yo me masturbaba en el primer día en su casa después de verle la pija a mi medio hermano.

Me metí un dedo en el ano e hice círculos dentro mientras frotaba mi clítoris furiosamente con el agua cayendo y chocando contra mi concha. Podía sentir cómo llegaba y me apretaba mi interior suavemente, estaba a punto de acabar cuando un ruido hizo que me detuviera súbitamente.

—   Lena, apaga el calefón… cuando acabes. — Habló Julián del otro lado de la cortina

Corrí la cortina rápidamente, aún en el suelo y vi cómo salía del baño sólo con el bóxer puesto y el cabello húmedo. Pude apreciar cómo el bóxer le apretaba las nalgas.

Me había cortado el orgasmo cómo un campeón, y no pasé por alto el tono de sus últimas palabras, me avergoncé al pensar que quizás me había descubierto pajeándome en su baño después de verle la pija, pero seguía caliente y con ganas de desahogarme

Seguía teniendo el vino y la cerveza en mi sistema, no quería acabar pensando en mi madre siendo sodomizada por mi ex, así que decidí terminar mi paja pensando en la pija de Julián y su torso, retomé mis movimientos sobre el clítoris y volví a meter, esta vez, dos dedos en mi ano para sacarlos y volverlos a meter mientras contenía mis gemidos.

Acabe pensando en mi con la boca llena de la verga de Julián, que, a juzgar por su tamaño dormida, dura seguramente tenía un porte considerable.

Terminé de bañarme tratando de regular mi respiración y sintiendo mi ano palpitar, cuando salí me sequé el pelo y enrollé mi cuerpo en la toalla. Fui a buscar mi ropa interior pero sólo encontré el corpiño. Busque mi tanga por todo el baño y no estaba.

Una sonrisa me invadió cuando la encontré colgando del picaporte de la puerta ya cerrada, alcé una ceja y me la puse.

Cuando salí del baño, tomé mi ropa sucia y la dejé en el canasto para lavar, procurando que quedara otro tanga ya usado arriba del todo, con la esperanza de que fuera Julián quien pusiera la ropa a lavar, y me fui a dormir.