De compras en el centro comercial
Una chica no puede evitar exhibirse al ir a comprar unas camisetas al centro comercial.
El sábado aproveché para ir al centro comercial. Llevaba tiempo queriendo ir a hacer unas compras pero con las ocupaciones del día a día no había podido sacar un rato. Cuando llegué había bastante gente. Parecía que toda la ciudad había tenido la misma idea que yo y había aprovechado el día libre para las compras.
Mi intención era ir a por unas camisetas así que me monté en las escaleras mecánicas y subí a la segunda planta. Al llegar arriba, me di cuenta que da igual las veces que vaya a ese centro comercial que me voy a perder siempre. No tengo remedio, soy una torpe sin orientación. En lugar de haber aparecido en la sección de moda joven, aparecí en la sección de ropa interior.
No tenía necesidad de comprar nada pero ya que estaba ahí, decidí atravesar por el medio de los puestos para ir echando un vistazo. Había unas cuantas mujeres mirando conjuntos y algún que otro hombre acompañando a su pareja. Los chicos como siempre que se encuentran en tiendas de ropa interior parecían bastantes perdidos y no sabían muy bien a donde mirar. Me paré un instante en unas perchas donde estaban expuestos unos sujetadores de tallas grandes bastante provocativos. Mientras los estaba viendo, noté que uno de los chicos intentaba mirar disimuladamente hacia donde yo estaba. Estoy bastante convencida de que cuando un hombre ve a una mujer comprando sujetadores piensa dos cosas. Primero, ¿cómo se verá con ese sujetador puesto? Y segundo, ¿qué talla de pecho tendrá? Bueno, quizás el orden de las preguntas sea el inverso, pero estoy segura de que se las hacen.
El chico seguía disimulando mientras me miraba, pero no para que yo no me diera cuenta, sino para que su novia no lo viera. Ella estaba revisando una serie de camisones y se encontraba de espaldas a él. Como siempre estoy dispuesta a jugar un poco, descolgué el sujetador que estaba mirando. Era morado de encajes y con un poco de transparencias. Me puse las copas del sujetador sobre mis tetas, como evaluando si mis pechos cabrían bien. Todo esto lo hice estando de frente a él, para que pudiera verme sin problemas, pero sin mirarle, como si yo no me diera cuenta de que estaba siendo el foco de su atención.
Dejé el sujetador morado de nuevo en su percha y descolgué uno rojo. Fui a repetir de nuevo la escena pero el chico ya se estaba marchando detrás de su chica. Parece ser que había elegido un par de camisones y estaban yendo a una de las cajas de la sección para pagar.
Volví a dejar el suje rojo. Aunque parecía que las prendas eran de mi talla y quedaban bien, no me hacían falta en ese momento y una no puede permitirse comprar tanta ropa. Ya en la sección de moda, empecé a buscar alguna camiseta que me gustara. Empezaba a refrescar y buscaba algo de manga larga y que fuera un poquito ajustado. Estuve bastante tiempo revolviendo y llegué a pensar que no iba a encontrar nada que me gustara pero al final vi tres camisetas que podrían quedarme bien. Me aseguré que eran de la talla que suelo usar y me dirigí a los probadores con ellas.
Los probadores eran una serie de cuartitos a lo largo de un pasillo. Cada uno de ellos estaba tapado con una cortina que se extendía del techo al suelo. Fui hacia el final del corredor y vi que estaba el chico de antes esperando fuera del último. Seguramente su chica se estaría probando alguna prenda más. Me acerqué a él y me metí en el de al lado. Noté por su mirada que me había reconocido de antes. Yo por el contrario miré con indiferencia como si no supiera quién era.
Al entrar en el probador cerré la cortina pero me aseguré de que quedara una pequeña abertura en el lateral. Lo suficiente para que pudiera verse algo pero sin que pareciera que lo había hecho aposta. Dejé en el banquito del probador las tres camisetas y me dispuse a quitarme la que llevaba puesta. Colgué la chaquetilla en la percha de la pared y con naturalidad me quité el top que llevaba puesto. Desnuda de cintura para arriba, únicamente el sujetador ocultaba mis grandes pechos. Pude notar mirando al espejo, que el chico no había perdido detalle de cómo me desnudaba a través de la rendija de la cortina. Desde su posición, él me podía ver de perfil y no tenía ningún problema para contemplar el auténtico volumen de mis tetas de la talla 100.
Continué tranquilamente y me probé la primera de las camisetas. Se ajustaba como un guante y marcaba completamente la forma de mi cuerpo. Al tenerme de perfil, el chico podía seguir contemplando la curva que realizaban mis pechos y lo que sobresalían. Me toqué un poco las tetas como para terminar de colocármelas en la camiseta y tras mirarme en el espejo desde varios ángulos volví a quitármela.
Comprobé que el chico seguía mirando al otro lado de la cortina y decidí dar un paso más. Mis manos se dirigieron al cierre del sujetador y vi cómo sus ojos se abrían expectantes. Estoy segura que por su mente pasaría frases del estilo “¡Sí! Quítatelo y déjame verte las peras” o “Joder, le voy a ver esas tetazas que tiene”. Con la facilidad que da la rutina, solté el cierre y la tensión de la prenda se liberó al instante. Mis pechos botaron al dejar de estar aprisionados a la espalda y con dos rápidos movimientos me quité los tirantes de los hombros. Mi mano que aún mantenía los pechos dentro de las copas del sujetador, lo retiró y lo lanzó al banquito de la esquina.
En ese momento mis tetas estaban ya completamente expuestas. Mis aureolas, pequeñas y claras estaban coronadas por unos pezones que comenzaban a endurecerse por la excitación. A través del espejo observé cómo el chico me las comía con la mirada, cómo intentaba grabar el momento en su mente. Mientras me miraba en el espejo, me las acaricié un poco, cogiéndolas por la parte inferior como si las pesara. No sé si es algo que sólo hago yo, pero cuando estoy con las tetas al aire delante de un espejo no puedo evitar tocármelas un momento, sentir su consistencia.
Terminé de palpármelas y me agaché a por la siguiente camiseta. Al inclinarme, la gravedad hizo efecto y mis tetas quedaron colgando, bamboleándose ligeramente a los lados por el movimiento. En ese momento, mi admirador pudo apreciar su auténtico tamaño. Lo que no se imaginaba, es la sorpresa que le tenía reservada. Tras coger la camiseta, me incorporé y me puse directamente de frente a la cortina. Le miré a través de la abertura y le sonreí. En ese momento, se dio cuenta de que había sabido desde el principio que estaba ahí y que le había dejado que me espiara.
Tan sólo separados por una cortina y con mis tesoros al aire tan cerca de él, continué alegrándole la vista. Con un dedo empecé a acariciarme con movimientos circulares los pezones hasta que se pusieron tan duros que casi me dolían. Después continué amasándome los pechos. Los acariciaba, los apretaba, los movía… Me giré un poco hacia los lados para que los pudiera contemplar desde distintos ángulos.
El chico, con la boca ligeramente abierta, no perdía detalle. Sus ojos estaban fijos en mis tetas, como hipnotizado. Una desconocida le estaba haciendo el show de su vida y por mucho que lo deseaba no se atrevía a alargar la mano y tocar esos enormes pechos porque su novia estaba en el probador de al lado. Continué provocándole, agaché mi cabeza y cogiéndome una teta me la acerqué a la boca. Saqué la lengua y me lamí el pezón. Noté lo duro y sensible que estaba. Una sensación de placer recorrió todo mi cuerpo al notar la saliva sobre mi pecho. Comencé a sentir que ya no sólo estaba caliente, sino que me estaba humedeciendo.
Volví a levantar la vista y miré al espía. Un bulto en el pantalón delataba que estaba completamente excitado. Sus ojos, seguían fijos en mi cuerpo. De pronto, noté cómo se sobresaltaba y apartaba la mirada de la abertura del probador. Escuché también cómo se descorría una cortina cercana. Suponiendo lo que había pasado, levanté la camiseta que tenía en la mano a la altura de mis ojos y actué como que si estuviera mirando cuál era la parte delantera y cuál la trasera. Por el rabillo del ojo vi por la abertura de la cortina cómo la novia del chico pasaba por delante y echaba un vistazo al interior. Sus ojos se posaron en mis tetas y frunció el ceño. Estaba claro que la chica le había pillado a su pareja mirándome pero seguramente se pensaría que yo no me había dado cuenta. Lo siento por él, seguramente luego tendría bronca con la novia por espiar a chicas medio desnudas.
Pese a que ya no tenía admiradores, yo continuaba bastante caliente por lo que había estado haciendo. Me quité los pantalones y me bajé las braguitas verdes que llevaba a juego del sujetador. Completamente desnuda, oculta del mundo del centro comercial únicamente por una cortina, me senté en el banquito tras tirar al suelo lo que había encima y me miré en el espejo. Abrí un poco las piernas y el reflejo me devolvió la imagen de mi coñito completamente depilado. Vi que estaba ya un poco abierto y mojado. Me llevé la mano derecha a él y empecé a frotármelo. Primero suavemente, arriba y abajo utilizando los dedos en movimientos cortos. Por la superficie de mis labios. Mi mano izquierda se dirigió a mis pechos y los empecé a sobar y apretar.
Mi excitación aumentó por momentos y me respiración se aceleró. No dejé de contemplar cada parte de mi cuerpo en el espejo. Las caricias en mi coño habían conseguido que se abriera completamente y no dudé en introducirme los dedos. Empecé a follarme con mi mano cada vez más rápido y mi respiración agitada dio paso a pequeños jadeos. Tuve que controlarme para no gemir en voz alta y que me oyeran en toda la tienda.
Tras unos minutos llenos de placer, noté que llegaba al orgasmo. Un calor intenso recorrió mi vientre y mi espalda se arqueó mientras miraba al techo. Cuando terminé, saqué mis dedos completamente humedecidos por mis flujos internos. Me quedé sentada en ese banco, totalmente desnuda, mirando al espejo. Mis grandes tetas subían y bajaban acompañando mi agitada respiración, mis duros pezones apuntaban al frente. Mi coño estaba completamente brillante y mojado y continuaba abierto.
Poco a poco me recuperé y volví a vestirme. Terminé de probarme las camisetas y tras comprobar que todas me quedaban bien, salí del probador y me dirigí a la caja a pagarlas. La única huella que quedaba de lo que había pasado en ese cuartito era la humedad que había en el banquito proveniente de mi coño.