De compras con mi hija

Un sábado de compras con mi hija, una chiquilla, recien salida de la adolescencia, que sabe provocar como la más seductora Claopatra...

De nuevo me encuentro ante un folio en blanco del Word, para contarles algo que me sucedió hace mes y medio, a mediados de junio pasado, un sábado que acompañé a mi hija, para pagar las facturas de sus compras de todas las prendas de vestir que necesitaba para el verano.

Por si no me conocen, pasaré a dar una somera descripción de mi persona. Tengo casi 52 años, soy delgado y fibroso, a pesar de no hacer casi nada de deporte, aún me mantengo en forma y, según me ha dicho alguna que otra dama, tengo el tipo de un chico joven. Obviamente, los años no pasan en balde y las canas y la caída del cabello, pasan su factura, aunque lo vamos llevando bastante bien. Por lo demás, soy una persona muy normal, que no destaca por nada en concreto, pero que en conjunto, no estoy de mal ver... eso me han dicho, a no ser que me hayan mentido como bellacas.

Bien, como ya he comentado, mi hija, estuvo martirizándome unos cuantos días e insistiendo que necesitaba ropa para el verano, que la que tenía se le había quedado pequeña, que no tenía nada que ponerse... la verdad que éste último año, ha crecido muchísimo y se ha desarrollado bastante con su entrada en la pubertad. Pero no es de ella de quien quiero reflejar en este relato los hechos acaecidos ese sábado, es de la situación en que me involucré como consecuencia de ir de compras con mi hija.

Obviamente, los establecimientos que comenzamos a visitar, no tienen nada que ver con los que vamos mi esposa y yo cuando tenemos que reponer nuestro fondo de armario. Y como es lógico, la clientela, tampoco. Por otra parte, estos establecimientos especializados, indistintamente de la época del año, siempre están llenos de gente, principalmente niñas, que van de los 14 ó 15 años a los 20 ó 22 como mucho, teniendo que soportar interminables colas en los probadores, donde un continuo ir y venir de nenas, pasan por los arcos de seguridad "anti-sustracción".

Por los pasillos, sucede algo similar en cuanto a aglomeración de nenas, que, sin que por ello se me pueda acusar de pedofilo o corruptor de menores o cualquier otra cosa por el estilo, muchísimas de ellas, por no decir todas, pueden encender y levantar auténticas pasiones. Y que conste, que eso lo pensamos todos, aunque no queramos reconocerlo públicamente.

Dependiendo un poco de la edad, y por lo general, suelen ir en grupitos de dos o tres chicas, otras van acompañadas por sus madres o hermanas mayores y en muy contadas ocasiones, van acompañadas por el papá como a mí me sucede. El motivo fundamental de que así sea, es porque mi hija, no soporta los consejos maternales en cuanto a su forma de vestir y por mi parte, cree que yo le dejo comprarse todo aquello que quiere y le apetece, cuando en realidad, mis "consejos", los acata con total convencimiento.

Andar detrás de mi hija en una tienda (bueno, cuando salgo con mi esposa pasa lo mismo, que ponen patas arriba un establecimiento en cuestión de minutos), es agotador tener que seguirla de un extremo a otro, recorriendo pasillos atestados de gente, mayoritariamente chicas, producen ocasionales encontronazos y constantemente pidiendo perdón por cualquier roce o choque.

En uno de los atestados pasillos, había perdido de vista por unos instantes a mi hija, y colocándome a un lado giré en redondo tratando de localizarla. Cuando inicié la andadura para ir a su encuentro una vez localizada, hice un giro chocando con una muchacha, que rondaría los 23 años y muy atractiva en cuanto a sus facciones, que, igual de despistada que yo en esos instantes, nada pudimos hacer para evitar el encontronazo.

El imprevisto choque, poco o nada de particular tuvo, pero la situación, digamos que fue como muy inusual. Su mano derecha, quedó atrapada justo en mi entrepierna y la mía en su pecho. Ella instintivamente llevó su mano libre a su pecho, atrapando la mía y sujetándola contra sí misma. Nos quedamos unos instantes mirándonos directamente a los ojos y ambos quedamos estáticos, sin decir una sola palabra. De manera muy sutil, aprecié que ella, movía mi mano frotándola sobre su turgente glándula mamaria. Pude apreciar que no llevaba sujetador, y mis traviesos dedos comenzaron a comprobar la juvenil dureza de tan apetecible bocado. Su mano derecha, tampoco permaneció estática y comenzó a palpar y a apreciar, como se inició un rápido y notorio crecimiento de mis genitales.

Ambos estábamos como en una nube, la música de fondo y el constante murmullo de conversaciones ajenas, desapareció por completo de mis oídos, comenzando a sentir un agradable cosquilleo de placer en todo mi cuerpo y el ritmo de mi corazón desbocarse por un subidón de adrenalina... o de testosterona, no lo sé bien.

¡Perdón! – dije volviendo a la realidad – no ha si mi intención...

No pasa nada, tranquilo – me contestó con una encantadora sonrisa y una mirada provocadora.

Las manos, continuaban acariciando exactamente en la misma forma que he comentado.

Mmmm... en realidad, está siendo excitante y todo un placer... en un lugar público y rodeado de gente – susurró sin dejar de mirarnos ni un instante a los ojos.

Sí, está siendo todo un morboso placer. - Contesté tratando de poner en mi voz un aire retador.

¡¡Papaa!!, ven mira esto –me llamó mi hija.

Me llaman – le dije a la guapa jovencita, mientras, con pena de mi corazón, retiraba mi mano de su pecho, no sin darle un leve pellizco en su excitado y duro pezón.

Una auténtica pena – contestó con un tono apenado, aunque forzado en su voz – Aún estaremos por aquí un buen rato... seguro que volvemos a chocar.

Eso espero. – Contesté guiñándole un ojo.

Alcancé a mi hija, estuvimos viendo distintas prendas, aunque lo único que hacía era tratar de ver a mi morbosa chica de las tetas duras y sin sujetador.

Pronto nos localizamos, y constantemente nos cruzábamos miradas cómplices y enigmáticas sonrisas. Por su parte, inició un agradable juego de de seducción, con miradas pícaras, humedeciendo sensualmente los labios con su lengua, acariciándose de forma sutil sus pechos o su culito, cubierto por una falda vaquera, bastante corta. Por mi parte, seguí su sensual juego, lanzándole miradas sumamente lascivas y sugerentes, para que pudiese imaginar qué me gustaría hacer con ella.

En un momento dado, estaba de espaldas a un perchero, donde se exponían unos frescos y floreados vestidos veraniegos. Me puse a curiosear entre dichas prendas y carraspeando un poco, llamé su atención. Ella se giró y me sonrió. Eso para mí fue como un semáforo que se pone en verde indicando que puedes pasar. Entre las prendas colgadas del perchero, alcancé los muslos de sus piernas desde atrás, iniciando una caricia ascendente en busca del tesoro que toda mujer guarda entre sus piernas.

Aceptó la caricia con agrado, haciendo un leve movimiento separó lo suficiente los muslos para que sin esfuerzo, alcanzara el objetivo buscado, levemente oculto por un tanguita, el cual estaba irradiando calor y gratamente húmedo. Traté de apartarlo lo suficiente para darme el placer de acariciar sus labios vaginales y durante unos instantes pude palpar su humedad y acariciar levemente la entrada a su cueva, cuando, mi hija, de nuevo, reclamó mi presencia.

Papi, ¿qué haces aquí?

Estaba mirando estos vestiditos. Son frescos e ideales para la playa ¿no te gustan?

No. Sabes que no me gusta llevar faldas ni vestidos.

Pues es una pena... el año que viene, seguro que te gustan más.

Seguí a mi hija por distintos pasillos y nuevamente me crucé en un estrecho pasillo con mi morbosa "musa" sexual. Se las ingenió para quedarnos atascado de frente, y aprovechó para frotar descaradamente su pubis en mi verga, al tiempo que se mordía su labio inferior y en la lujuria de su mirada, se podría apreciar lo sumamente excitada que se encontraba.

Iré a los probadores pronto. - Me susurró al oído.

La seguí con la visto y pude ver como tomaba unas prendas al azar y junto a su hermana, se dirigió hacia los vestidores.

Por fortuna, mi hija también se tenía que probar las prendas elegidas, así que hacia, nos dispusimos a guardar la larga cola que constantemente se formaba. Pude apreciar, que la provocadora jovencita, se encontraba por delante de nosotros. Nuestras miradas se cruzaron en varias ocasiones y su provocadora respuesta, siempre era con una leve sonrisa, algún guiño de ojos, humedecerse sensualmente los labios... con todo lo sucedido en la última hora y sus constantes insinuaciones, me estaba excitando de forma exponencial.

Finalmente accedió a uno de los probadores que se encontraba frente al estrecho acceso a los mismos. En ese establecimiento, son sencillamente cabinas, con un gran espejo al fondo una pequeña baqueta, unos percheros y una pesada y tupida cortina de gruesa tela, que proporciona la necesaria intimidad para desnudarse.

Cuando corrió el cortinón, dejó una pequeña apertura, a través de la cual, ella podía verme y yo a ella, aunque obviamente no en su totalidad. Cuando se aseguró que la estaba mirando, inició un erótico baile, al tiempo que empezaba a desprenderse de la leve camiseta que cubría su cuerpo. Sus manos, asieron sus preciosos y duros pechos por la parte inferior, levantándolos y con su sensual baile, me los mostraba y me los ofrecía, mientras con su pícara mirada y expresión lujuriosa, me daba la impresión que me estaba preguntando... "¿Te gustan?".

Yo estaba excitado a más no poder con su exhibición. Disimuladamente, señalé mi boca y sacando la lengua, hice varios movimientos con ella, indicándole que me gustaría comerle esas preciosas u juveniles tetas, que había tenido la fortuna de palpar.

No satisfecha con su provocación, continuó con un cadencioso y erótico movimiento de caderas, al tiempo que se deshacía de la mini falda vaquera. Por la estrecha rendija, pude apreciar lo bonito y bien formado que tenía el culo, sujeto por unas robustas y soberbias piernas, dignas de la "Venus de Milo". Una flexión de su cuerpo hasta formar un ángulo recto con sus piernas, dejó ante mis ojos la arrebatadora imagen de la separación de los glúteos, donde se apreciaba el fino hilo de su tanga color salmón y el leve trozo de tela que cubría su divina vulva. No sé si me lo hacía la vista o la imaginación en esos instantes, pero creí apreciar una mancha de humedad en dicho trocito de tela.

Por unos instantes, asomó su rostro por la rendija de la cortina, para poder apreciar los estragos que estaba ocasionando en mi persona. Mi erección era dolorosa debido a la presión del pantalón.

Mi hija, entró a otra cabina donde procedió a ver como le quedaban las prendas elegidas. Instantes más tarde, la hermanita de mi encantadora exhibicionista, salió de la misma zona, con unas prendas en la mano, y se puso a un lado esperando a su hermana.

Miré hacia la cabina y por la apertura no puede apreciar movimiento alguno. Instantes más tarde, se corrieron las cortinas y apareció vestida nuevamente, con su ajustada camiseta blanca, en la que le marcaban los pezones descaradamente y su faldita vaquera. Al pasar junto a mí, depositó en mi mano un pequeño ovillo de tela, mientras me dedicaba una provocadora mirada y sus labios me lanzaban un sensual beso, alejándose hacia las cajas y posteriormente hacia la salida perdiéndolas de vista.

En un acto reflejo, miré el contenido de mi mano. Era el tanguita color salmón que había visto cubriendo su más íntima anatomía. Lo guardé en el bolsillo del pantalón.

Tras salir de aquella tienda, con un par de bolsas en las manos, mi hija y yo decidimos ir a una cafetería a tomar un refresco. Una vez solicitadas las consumiciones al camarero, me excusé con mi retoña y fue a los aseos. Allí, en la intimidad, saqué mi preciado tesoro, recuerdo de una tarde memorable. Al extender la prenda, no pude evitar llevarla a mi nariz, donde pude apreciar un agradable aroma a excitación femenina. También pude apreciar, que había algo escrito:

"llámame 625 XXX XXX

Susana."

Guardé de nuevo la prenda como un tesoro y en cuanto llegué a casa, me las ingenié para guardarla en una bolsa de plástico con cierre hermético, poniéndola a buen recaudo para que no sea encontrada por mi esposa o por mi hija.

Han pasado casi dos meses de aquel encuentro. He estado tentado de llamar a Susana, esa encantadora muchacha que me dio una inolvidable y morbosa tarde de juegos eróticos, pero no me atrevo. Quizá sea mejor guardar éste pequeño secreto para mi goce personal, aunque... una tarde de pasión y lujuria, disfrutando de tan preciosa mujer...