De compras

La felicidad consiste en aprender a disfrutar de situacoines comunes...

Los días de compras siempre le habían parecido aburridos. Para él, comprar ropa era, cuando lo era, una necesidad. No entendía esa filosofía que predicaba que; "ir de compras" era un entretenimiento. Si necesitaba una pieza de ropa concreta, salía una mañana, y como mucho a la segunda tienda encontraba lo que buscaba. Nunca volvía a casa sin lo que había salido a comprar, ni con nada más de lo que había ido a buscar.

Pero las cosas habían cambiado en el último mes. Había conocido a una chica fantástica. Era divertida, inteligente y temiblemente bella… Coincidían en infinidad de cosas, les gustaban las mismas películas de directores semidesconocidos, el jazz latino, la cocina, las novelas históricas y los programas de televisión que revivían imágenes casi olvidadas. Lo único que lo preocupaba, era la desmedida afición a las compras de Daniela. A ella le encantaba perderse por todo tipo de tiendas de ropa sin una intención determinada que no fuese mirar, tocar, comparar, y por encima de todo, probarse los más variopintos modelos. La mayoría de las veces por simple curiosidad.

Aquella tarde tenía una pinta muy fea. Era el primer día de las rebajas de verano, Daniela acababa de cobrar, y tenía muy claro que no le serviría la frase disuasoria de;

-Pero si no te vas a comprar nada…-

Sabía que aquel día le tocaba patearse toda la ciudad arrastrado por aquella niña que poseía a Daniela. Decidió tomárselo con filosofía, e intentaría colaborar para acabar lo antes posible, y así se inició un juego de curiosos resultados.

Marc decidió atacar de frente, y ya en la primera tienda empezó a alentar a Daniela, sugiriéndole piezas de ropa que ella no había visto, colaborando en conseguir las tallas adecuadas, y sobre todo ensalzando las bondades de cada prenda, con la esperanza de que se desgastase rápidamente la economía de su pareja.

La táctica surtió efecto, y en apenas 3 tiendas, Daniela había gastado casi la totalidad de su presupuesto. Pero de repente, el ritmo de consumo se estancó, parecía que ya no encontraban lo que "buscaban", y Marc empezó a agobiarse.

Fruto de su agobio, Marc fue perdiendo el ritmo, y perdiéndose a ratos el barullo de consumo que lo rodeaba. Estaba seguro de que en cualquier momento lo llamarían por megafonía como a un niño que se ha perdido. Pero no, lo que le llegó fue un SMS de Daniela, que requería su presencia en los probadores para conocer su opinión sobre alguna pieza.

Marc sonrió para sus adentros, la situación le parecía digna del camarote de los hermanos Marx, y tal vez por burlarse de su novia, o por puro aburrimiento, cogió una mini falda realmente mini, y muy muy hortera y decidió llevársela a Daniela.

La localizó en el último de los probadores, no sin antes tener que llamarla a voces dado el bullicio que reinaba el ambiente.

-Si que has tardado ¿No estarías ligando con alguna dependienta, no?-

A Marc le causaba mucha gracia aquella pose de falsos celos.

-No, es que te estaba buscando una falda que te va a encantar-

-Espera a ver esto- Contestó mientras abría la puerta del probador.

Marc se quedó mudo. Daniela se había puesto un top que resaltaba de un modo increíble su precioso pecho, y dejaba a la vista un escote, que te llevaba casi directamente al piercing de su ombligo.

-¿Te gusta?- preguntó con voz de inocente y cara de traviesa.

-¿El que?- Contestó Marc sin rehuir al su juego.

Se miraron, y se desearon. Pero en su mirada había algo más. Había un reto.

-Te he traído esto- Dijo enseñando la falda –Creo que hace juego-

-Veamos que tal…- Y al coger la falda, tiró de él hacia el interior del probador y cerró la puerta.

Marc no podía decir nada. Se limitaba a observar los gráciles movimientos de aquella chica que lo estaba volviendo loco.

Daniela lo miraba fijamente, y cada moviendo de su cuerpo, era un latigazo, que retaba a la reacción de su chico.

Se bajó los pantalones lentamente, y dejó a la vista un sencillo tanga negro. Cuando comprobó en la mirada de Marc que éste lo había visto a través de los espejos de las paredes, sonrió triunfante. Sabía perfectamente que lo volvían loco aquellas pequeñas prendas. Sin dejar de mirarlo, se puso la mini. Estaba sobrecogedora, su culo encajaba perfectamente en aquella falda, e incluso podría decirse que le iba media talla pequeña, ya que se adivinaba el inicio de sus sedosas nalgas al final de la tela.

-¿Y bien?-

La respuesta fue contundente, Marc se abalanzó sobre ella, besándola y aprisionando su culo con ambas manos. La levantó, encajándose entre sus piernas y apoyándola contra la pared.

-Veo que te ha gustado… pero espera.-

Daniela se apartó no sin dificultades. No quería dañar la falda, así que se dio la vuelta, bajó la cremallera lateral, y agachando su cabeza hacia delante le pidió a Marc que le ayudase a quitársela.

La erección de Marc era casi dolorosa, y la visión de aquel precioso culo en pompa le hizo enloquecer. Se arrodilló detrás de ella, y le bajó la falda de un tirón. Daniela se incorporó, apoyando sus pechos contra la pared, y ofreciéndole su culo como premio por su paciencia.

-Es todo tuyo cariño-

Pero Marc ya no necesitaba de permisos. Su lengua ya recorría el pliegue que separaba las nalgas de la pierna, y sus manos amasaban ansiosas sendos glúteos.

Daniela arqueó más su espalda, invitándolo a que sus caricias se volviesen más atrevidas, y así lo hicieron. La lengua de Marc se perdió entre sus nalgas hasta alcanzar su sedoso ano, mientras su dedo gordo se hundía completamente en su húmeda vagina. Daniela empezó a gemir, y en un gesto de autocontrol, Marc separó dio un leve descanso a sus labios, apartándose apenas un centímetro de ella y sisearle.

-Shhhhhh-

El aire, al chocar contra la saliva que visitaba su ano, le produjo un escalofrío que recorrió todo su cuerpo erizando la piel de sus pechos. La situación, el morbo de que le pidieran silencio, y las maravillosas caricias de Marc, le arrancaron un silencioso orgasmo, que solo logró disparar su morbo.

Enseguida se dio la vuelta, levantó a Marc y se agacho frente a el. De nuevo una pausa medida, quería que él empezase a disfrutar solo de saber lo que le iban a hacer, y así fue, por que la polla de Marc daba latigazos en el interior de sus pantalones, reclamando las atenciones que aquella postura le prometía.

Daniela desbrochó los botones uno a uno, y apoyó su mejilla en aquel bulto que se dibujaba como un juego de sombras sobre los boxers. Se excitaba a si misma al imaginarse en aquella posición.

Finalmente liberó la polla de Marc de su corsé y la besó tímidamente, como un saludo largamente esperado. Enseguida la recorrió desde la base con su lengua, hasta notar el olor almizclado de la punta de aquel falo que se moría de ganas de engullir. Miró a su chico una vez más a los ojos, y los cerró lentamente a la vez que abría su boca para ser penetrada oralmente.

La excitación de Marc se disparó, y cuando Daniela sintió sus contracciones previas al orgasmo, se detuvo, se incorporó y le susurró al oído:

-No podemos manchar nada, así que esta vez te la chuparé hasta el final.

Y con la misma sonrisa de pilla que había empezado aquella aventura, regresó a su deliciosa tarea.

Marc apoyó sus manos contra la pared, miró al techo, y tras un instante de tensión, su cara dibujó una agradable sonrisa de relajación.

No le importó que todo el mundo los mirase al salir, de hecho, no le importaba nada, ni siquiera la afición a las compras de Daniela.