De compras
No me importó que me follara en casa de sus padres
No se portaba mal aquel Audi diésel que llevaba utilizando toda la semana. Para lo grande y pesado que era el coche consumía poco y se movía muy bien callejeando. Además, el sistema de sonido sonaba muy bien. Claro que aquella mole alemana tenía que costar unos cuantos miles de euros, demasiado dinero para gastarme en un coche que no era de mi estilo. En la empresa en la que trabajo cuando tienes que hacer un viaje te alquilan un coche y yo llevaba toda la semana fuera de casa. Era viernes y estaba volviendo camino de casa cuando me di cuenta de que al llegar tendría la nevera vacía, así que decidí parar en un centro comercial. Total, el coche no lo devolvería hasta el lunes.
Los viernes por la tarde, sobre todo los de primeros de mes, caracterizan a los centros comerciales por estar hasta arriba de gente. Al entrar en el parking me dio la impresión de que tendría que aparcar lejos de la entrada, pero por suerte encontré tres huecos libres y aparqué en el del medio. Antes de bajar del coche me di cuenta de que lo tenía hecho una pena, llevaba una semana desayunando en el coche, y alguna noche había pasado por una de esas franquicias que sirven hamburguesas sin bajarte del coche. Si entregaba el coche así me iban a llamar la atención en el trabajo porque iban a cobrar suplemento por la limpieza.
Mientras recogía aparcó un coche en la plaza de la izquierda. No reparé en ello hasta que el coche estuvo parado. Era un Clio Sport azul, con 10 años a sus espaldas. El coche estaba cuidado pero me llamó más la atención el conductor cuando se bajó: rapado, con barba cerrada y negra, brazos musculados y tatuaje en el gemelo derecho. Además, me sorprendió que, a pesar de los 7 grados que había en la calle, iba vestido con pantalones vaqueros piratas y camiseta de tirantes granate, como si fuera verano.
Salí del coche, en una papelera me deshice de la basura que unos minutos antes poblaba el interior del vehículo. En la puerta cogí una cesta con ruedas y me interné en el centro comercial. Como siempre, no sabía muy bien qué comprar, quizá algo congelado para pasar el fin de semana sin tener que preocuparme mucho por cocinar. Metí en el carro una pizza y una lasaña, y pensé que tenía que comprar también unos yogures, por hacerme creer que algo de aquello sería sano.
Había una promoción en el pasillo central y estaban dando a probar croquetas. Supongo que el hecho de tener algo de hambre hizo que me fijara más en las croquetas que en lo que tenía delante, y me empotré contra el chaval que había aparcado a mi lado en el parking. Me cogió tan de sorpresa que se me cayó la cesta al suelo. Le pedí perdón, aceptó mi disculpa con un gruñido y siguió su camino.
Ahora que le había tenido tan cerca había podido apreciar que tenía rasgos de boxeador. No solo por lo duro que me había parecido que estaba al golpearle, sino porque parecía que le habían partido la nariz más de una vez. Pude ver que tenía unos ojos azules con una mirada muy profunda, además era de mi altura y olía bien, como a recién duchado. Ya tenía inspiración para la paja de esta noche.
Puse en vertical la cesta y me dirigí a por los yogures pensando en el encontronazo. Seguro que había dado la impresión de que soy un patoso. Y bueno, lo soy, pero llevaba toda la semana fuera de casa y, aunque había dormido en un buen hotel, tenía mucho cansancio acumulado.
En casa seguramente tampoco tenía nada de desayuno así que me di la vuelta para cambiar de pasillo y me encontré con el chaval justo detrás de mi, como tratando de coger los mismos yogures que yo había cogido. Me resultó extraño porque cuando nos habíamos chocado él estaba saliendo de ese pasillo. Le esquivé y me fui a la sección galletas, donde hay tanta variedad que es difícil elegir algo rápido. Tenía más o menos claro que quería unas con chocolate pero me dejaron de interesar las galletas cuando apareció mi compañero de compras y se puso en cuclillas a mi lado para coger un paquete que estaba en el estante inferior. Como siempre pasa en estos casos, el pantalón se le bajó, arrastrando unos gayumbos de cuadros tipo bóxer holgado y, sin ningún pudor, pude observar la raja de su culo. Tenía dos cachetes bien prietos y sin pelo. Se levantó, me miró muy serio, me guiñó un ojo y se fue.
Me quedé paralizado sin entender qué había ocurrido. Él no parecía gay, más bien parecía un hetero de esos que odian a los maricones, pero parecía claro que me había tirado los tejos. Cogí las primeras galletas que encontré, lo que me pareció que era un brick de zumo y me fui a pagar a las cajas. Estaba bastante nervioso.
Al bajar al parking me lo encontré sentado en el capó de mi coche de alquiler. Parecía que no había comprado nada porque si hubiera pasado por las cajas no hubiera podido llegar tan rápido.
-Hola…- no se me ocurrió otra forma de entablar conversación
-¿Qué? ¿Me vas buscando por ahí?- tenía una voz grave y sonó amenazador
-Eh… ¿buscando? Estaba haciendo la compra
-Ya, que te gusta mi culo, ¿no?
-Eh… no… no se, te has agachado delante de mi y…
Miré a mi alrededor y para lo lleno de coches que estaba el parking no había ni un alma. No sabía si sentir miedo o estar aliviado porque, al fin y al cabo, estábamos en el parking de un centro comercial y seguro que había cámaras de seguridad. Si la conversación acababa mal al menos su matrícula habría quedado registrada al entrar, y yo le podía partir en la cabeza la lasaña congelada que había comprado.
-Que me he agachado dice…- se levantó del capó de mi coche y se me acercó mucho, había menos de un palmo entre nuestras narices -seguro que si se agacha una tía no le miras el culo…
-Pues… no… no se… dependerá de…- no me dejó acabar, me agarró de la cabeza y me dio un beso con lengua.
Yo ya estaba totalmente descolocado y ahora agradecí que no hubiera nadie en el parking. La escena era rara. Yo, vestido con traje gris oscuro y camisa blanca, agarrando dos bolsas del supermercado, fundido en un beso con aquel macho que olía bien.
-¿Te vienes a mi casa?- me preguntó cuando me soltó
-No… te-tengo que… hacer… cosas- tartamudeé y no supe decir nada coherente
-Venga, joder, que no te voy a comer, al menos no si tu no quieres- esta frase me dejó bastante más relajado respecto a sus intenciones- Me llamo Iker, si te quedas más tranquilo.
-Yo me llamo Quique. Reconoce que no has sido muy amable.
-Ya, pero tienes pinta de gustarte que te traten así- me dio dos palmadas en el cuello y sonrió- Venga, ¿me sigues en tu coche?
Nos subimos a los coches y o bien Iker estaba muy cachondo o conducía como un bestia, porque me costó no perderle la pista. Resultó que vivía en el distrito más pijo de la zona, en una urbanización privada donde todo son chalets con piscina y campo de golf.
Aparcamos los coches en el garaje, donde había un Maserati deportivo y un Volvo enorme. Aquella casa no podía ser de Iker, no le pegaba nada, y hubiera pensado que él era el jardinero de no haberme aclarado la situación.
-Es la casa de mis padres, yo no vivo aquí pero se han ido a Canadá a visitar a mis tíos y me vengo aquí porque hay comida y servicio de limpieza.
-Ah, entonces no estamos solos.
-Sí, vienen por las mañanas a limpiar pero les he dicho que esta semana solo vengan dos días.
-Joder, cómo vivís los ricos.
Mientras íbamos pasando por estancias me dijo que el vivía en otra zona, casualmente cerca de mi casa, y trabajaba de entrenador en un club de boxeo que estaba a una manzana de mi casa. No me había equivocado con lo de que era boxeador. Cuando llegamos a la cocina sacó dos cervezas del frigorífico y se empezó a liar un porro.
-¿Y tú qué? ¿Tienes familia o algo? ¿Qué haces con ese coche?
-Jajaja que va! Es de alquiler, por el trabajo, ya sabes...
-Es que no te pega nada, como ese traje. Quítatelo, anda.
Di un sorbo a la cerveza y me quité la americana, dejándola colgada en una silla alta de la cocina, mientras él encendía el porro y salía de la cocina. Como pasaba el tiempo y no volvía salí de la cocina a buscarle y me lo encontré en el salón, sentado en el sofá con los pies descalzos encima de la mesa.
-Te he dicho que no te pega nada el traje- volvió al tono amenazador.
Me quité los pantalones y al dejarlos en el suelo sonó mi móvil golpeando la madera.
-¿Quieres?- me ofreció el porro.
Dejé la lata de cerveza en la mesa y me senté en el sofá, le di dos caladas al porro y se lo devolví. Estaba bastante fuerte, pero estoy acostumbrado porque suelo recurrir a ellos cuando no puedo dormir.
-Si te sientas más lejos no te veo- tenía razón, me había sentado bastante lejos de él pero el sofá era grande, me acerqué un poco, pero no debió ser suficiente porque se levantó y se sentó justo a mi lado, pierna con pierna. Le dio una calada al porro, me lo pasó, y sin expulsar el humo me besó, pasándomelo.
No se me dio bien lo de tragarme su humo y me puse a toser. Me incorporé para coger la lata de cerveza, que acabé de un trago, y le di una calada al porro. Quedaba muy poco y se lo ofrecí a Iker pero me hizo un gesto con la mano rechazándolo, así que lo metí dentro de la lata, usándola de cenicero. Cuando me di la vuelta, Iker había movido su pierna derecha de forma que su pie quedaba a la altura de mi boca. No pude evitarlo y me metí su dedo gordo en la boca. A pesar de lo bien que olía él, su dedo sabía a sudor, no mucho, pero lo justo para sentir al macho. Fui pasando todos los dedos de su pie derecho por mi boca, hasta que no me quedaron más y pasé a lamerle la planta del pie, desde el talón hasta el dedo gordo.
-Tienes otro pie, no te cortes- me sugirió Iker quitándose la camiseta. Me quedé un poco embobado mirándole el cuerpo, parecía sacado de un catálogo de ropa interior, estaba muy definido sin llegar a ser exagerado. Por estar tan embobado me tocó la nariz con el pie y me gritó- ¡vamos!
Quizá fue por el porro o porque estaba muy cachondo pero no me contuve y restregué todo su pie izquierdo contra mi cara, lamiendo, chupando y llenando de babas su planta y mi cara. Me lo estaba pasando bien relamiendo sus pies cuando se levantó y se bajó los pantalones y los gayumbos. Tenía un rabo precioso, sorprendía más por el grosor que por la largura, y en esto no se quedaba corto, estaba circuncidado y tenía el glande a punto de reventar. Me arrodillé y me sujetó la cabeza, lo que me hizo pensar que me iba a reventar la garganta, pero se dedicó a pasarme la punta del glande por los labios, abriendo el camino a lo que vendría después. Me lancé y me metí aquel miembro en la boca y le di un trato suave, me la metía hasta la campanilla y me retiraba, repasando toda la polla con la lengua. Podía notar que le gustaba porque se le entrecortaba la respiración. La situación empezó a ser muy morbosa, yo de rodillas con Iker delante, chupándosela muy despacio, casi degustándola. Rodeé la polla con tres dedos de mi mano derecha y pasé a metérmela en la boca todo lo rápido y profundo que podía, pero la sacaba lento y succionando. Hacía el movimiento cada vez más rápido y apretándole la base del rabo cada vez más fuerte y le oía respirar como un animal. Le estaba gustando.
Cuando estaba cogiendo experiencia Iker se retiró y sin mediar palabra se fue. Aproveché para coger una servilleta de un taco que había en la mesa y limpiarme un poco la cara y sonarme la nariz, cuando apareció por la puerta con una cerveza en la mano. Sin mediar palabra se sentó muy recostado en el sofá, casi horizontal, y me hizo un gesto con la barbilla señalando la polla, que estaba tiesa a pesar del paseo. Me metí entre sus piernas y separé sus muslos, dejando colgando sus huevos, a los que me lancé con la lengua fuera. Le lamí los huevos y fui bajando por el perineo, con intención de comerle el ojete pero me interrumpió con un “dedícate a la polla, que se te da muy bien”, así que me la volví a meter en la boca. En la posición en la que estaba era difícil comérmela entera, pero lo intenté, le puse las manos en las ingles y me la metí entera, a lo que Iker respondió follándome la garganta. Después de tres embestidas me ahogaba y me la tuve que sacar.
Decidí que iba a ser más cómodo si me arrodillaba en el sofá a su lado, así que me desvestí del todo antes de cambiar de postura. Me situé a su derecha, a cuatro patas y le cogí la polla con la mano izquierda, mientras que con la derecha me apoyaba sobre su pierna. Cuando me metí aquel falo en la boca Iker me metió dos dedos también, así que me saqué el rabo de la boca y le hice una mamada muy babosa a sus dedos. Cuando los retiró, yo volví sobre su cipote y el usó los dedos que le había chupado para masajear mi ano. No me metió los dedos en el culo, pero me estuvo frotando el ano de forma que se me iba abriendo, y como consecuencia yo le comía la polla como si fuera la última polla en el mundo: me la metía lo más rápido que podía hasta que su escroto rozaba mi nariz.
Estaba en éxtasis de polla así que no vi venir cuando me agarró de los pelos de la cabeza y me tiró un chorro de cerveza a la cara para inmediatamente follarme la boca. No me dio tiempo a reaccionar y me atraganté, así que me escupió en la cara, me dio dos cachetes en el culo y me dijo:
-Ponte ahí a cuatro patas- señalando un chaise longue.
Obedecí y él se situó en cuclillas detrás de mi, con una mano en cada cachete de mi culo, separándomelos y hundiendo su lengua en mi ano. Me comió el culo como nunca me lo han hecho, me metía la lengua en el ojete con un movimiento rápido y luego me lamía toda la zona. De repente derramó por mi culo lo que quedaba de cerveza en la lata mientras lamía lo que goteaba por mis huevos. Me puso la polla a mil.
Se levantó y rebuscó un condón en los bolsillos de su pantalón, abrió el envoltorio y se lo calzó en la polla. Yo seguía a cuatro patas en el chaise longue y él estaba de pie detrás de mi. Se escupió en la mano y se extendió la saliva por la punta del rabo, me dio una palmada en el cachete derecho que resonó en todo el salón y me hundió la polla en el culo. La tenía muy gorda y me hizo daño y grité, pero la mantuvo dentro, aunque la sacó despacio y me escupió en el ojete, para volverla a meter. Esta vez no me dolió tanto así que empezó con el movimiento de vaivén, despacio pero fuerte, la sacaba casi entera para volverla a meter hasta el fondo. Yo gemía, no lo podía evitar, me sentía relleno de polla, no podía mas, a la vez que era la mejor sensación que había vivido nunca, no quería que me la sacara.
Me agarró por los hombros, puso sus piernas a los lados del chaise longue y continuó empujando cada vez más fuerte. Yo gemía cada vez más alto, me estaba reventando el culo y me gustaba, pero a Iker mis gemidos no le debieron de gustar porque pasó a sujetarme de la boca, tapándomela y en parte ahogándome. Los dedos le olían a cerveza, a sus babas y a mi ojete, que debía de estar sudado de haberme pasado todo el día en el coche. De repente me dio una última embestida, clavándome toda la polla en lo más hondo de mi. Me hizo daño pero no estuvo en esta postura mucho rato, porque me soltó y se retiró.
Yo estaba exhausto, jadeaba por no haber podido respirar con normalidad y me desplomé en el sillón. Fue un error porque me quedé con el culo en pompa e Iker en un movimiento rápido aprovechó para subirse en el chaise longue y volvérmela a meter hasta dentro, agarrándome de las caderas. Yo estaba en una postura realmente incómoda, con la cabeza aplastada contra el sillón, pero gracias a que Iker me sujetaba muy fuerte no me resbalaba mientras él me follaba con una fuerza increíble. El dolor había dejado paso a un placer enorme, y tenía el culo totalmente abierto.
Iker pasó a golpearme el culo con sus caderas, a penetrarme muy duro, pero de repente me sacó la polla, se quitó el condón y me incrustó la polla en la boca, derramando toda su lefa dentro. Traté de agarrarle el culo para que no apretara tanto pero tuvo el efecto contrario: noté tres trallazos y al cuarto se me empezó a salir el semen por los labios, mientras me follaba la boca y yo me sujetaba de su musculoso culo. Cuando acabó me sacó la polla de los labios y me golpeó la cara con ella, manchándome de babas y semen.
Como ya era normal, desapareció en algún lugar de la casa, y yo me derrumbé en el chaise longue. Cuando recuperé la respiración me senté, me escupí en la mano derecha y me hice una paja, corriéndome allí donde Iker había dejado su lefa. Me tumbé en el chaise longue y apareció Iker, aún con el rabo morcillón.
-¿No ha estado mal, no?- Me dijo mientras se rascaba la polla
-¿Esto habrá que repetirlo, no?
-Sí, pero hoy no, que me tengo que pirar- hizo una pausa y miró alrededor- y debería de limpiar un poco esto…
Nos dimos los móviles y me ofreció usar la ducha, aunque solo usé el baño para limpiarme un poco y me fui, porque realmente era algo tarde.
Al día siguiente recibí un Whatsapp de él: “sabes que hay cámaras en el salón? me hice una paja antes de borrar la grabación, menuda puta estás hecha”