De cómo una película condicionó mi vida entera (1)
Una película pornográfica encontrada en un cajón de mi padre condicionó toda mi vida y, en cierto modo, me arrebató la niñez.
¿Lo cuento o no lo cuento? ¿Se lo creerán o no? Deamasiado tiempo callándolo, demasiado tiempo no enfrentando mi hsitoria.
Finales de los 70 en Alicante ciudad. Era muy joven, tan joven que el sexo no me interesaba nada... Vacaciones de verano. Solo en casa y muy aburrido. Invito a un vecino, amigo de mi misma edad (quizás, un año mayor). Rebuscamos en los cajones de mi padre para encontrar su cigarrillos y encontramos una película de vídeo, sin caja, sin etiqueta.
"¿La ponemos? Seguro que es de kung-fu... a mi padre le encanta". La ponemos:
Un convento, unos monjes con hábito marrón rezando, monjes muy raros: sin afeitar, con la cara sucia, todos menos uno, el más viejo, con el pelo y la barba blanca... Rezan en una lengua que no conocemos. Después de rezar van a un comedor muy pobre con bancos y mesas de madera. Un monje joven, casi imberbe, les sirve una sopa repugnante en cuencos de madera.
"¿Será en la edad media?" "Seguro"
El joven camarero y otro, más mayor, más bien gordo, con la cara sin afeitar, se miran de reojo. Éste le deja una nota al joven prendida en el cordón de la cintura sin que nadie se dé cuenta.
"Esto es un rollo, quítala y vamos al patio". "Espera, a lo mejor vienen unos chinos y se tienen que pelear". Esperamos para fastidio de mi amigo.
El monje joven lee la nota disimuladamente. Mira al otro como asustado. El monje viejo, que parece el jefe, les mira a los dos y pone gesto severo. Termina la escena. Ahora el monje gordo sin afeitar está en su celda que sólo tiene un camastro, una mesa pequeña de madera, una banqueta pequeña también de madera y una palangana llena de agua. Se baja la capucha, después se desata el cordón de la cintura y se saca el hábito por la cabeza. Está desnudo, de espaldas.
Mi amigo se tapa los ojos y nos reímos mucho. "¡Está desnudo!" Qué risa nos daba. "¡Qué culo más gordo!" En realidad no está gordo, pero es muy corpulento.
Se acerca a la palangana y empieza a lavarse con una esponja. Por el pecho, por los hombros, va bajando. La cámara se detiene en el pene y los testículos, por donde se pasa la esponja muy lentamente.
Nos retorcemos de risa en el sofá. "¡Vaya pito más grande!" Mi amigo se queda estupefacto mirando. "Supongo que es porque es una adulto". "Mi padre también y lo tiene mucho más pequeño". "¡Y qué huevazos!". Nos retorcemos de la risa. "Entonces, ¿se lo has visto a tu padre?". "Sí, a veces nos bañamos juntos, cuando me tiene que lavar la cabeza; ¿tú no?". "Yo nunca. Cuando era muy pequeño me la lavaba mi madre, pero desde que murió, me la lavo yo solo. Mi abuela me la quiere lavar en el fregadero a veces, pero yo no la dejo". Más risas.
Después se lava el culo.
"¡Parece un mono, tiene el culo peludo como un mono!" Muchas más risas.
Se lava la raja; de ella le sale una mata de pelo considerable. En realidad tiene pelo por todo el cuerpo, incluso por la espalda.
Nos tiramos por el suelo de la risa.
Alguien golpea la puerta de la celda. Se pone el hábito deprisa y abre un poco. Por la rendija ve que es el monje joven. Antes de dejarle entrar miran a ambos lados del pasillo; no hay nadie. El joven entra, el otro cierra la puerta apresuradamente. Después pone la mesa y la banqueta contra la puerta. Se saca el hábito otra vez y vuelve a quedar desnudo.
Nos reímos, pero menos.
Le dice algo al joven que no para de rezar con las manos juntas. El joven le mira pero no contesta. El mayor le baja la capucha al joven. El joven le mira asustado. El mayor le desata el cordón y le quita el hábito. Queda desnudo también.
Nos miramos. “¿Qué hace?” “Le irá a lavar también”. Más risas.
El mayor vuelve a decirle algo. El joven no contesta. Tiene el pito y los huevos bastante más pequeños que el otro. Mira al otro y se arrodilla a rezar, así desnudo, delante de un crucifijo en la pared. El mayor se acerca por detrás y empieza a acariciarle el pelo, los hombros, el pecho... le hace levantarse, le besa en los labios, en el cuello, le muerde los pezones... El joven sigue rezando con los ojos cerrados.
Nos miramos estupefactos. “¿Qué hacen?” “¡Deben ser maricas!” “El joven no, porque reza”. Ya no nos reímos. Miramos asombrados.
El monje mayor sigue besando y lamiendo al joven: las tetas, el ombligo... Se arrodilla, coge el pito del joven con su mano y lo besa.
Nos volvemos a reír. Pero nuestra risa tiene un leve deje de susto.
De repente el mayor se mete el pene del joven en su boca y empieza a chupar.
Nos miramos estupefactos.
El monje joven pone cara como de sufrir. El mayor se levanta y empuja al joven sobre el camastro y empieza a chuparle otra vez. El monje joven se retuerce algo en la cama como queriendo escapar. El pito del moje joven ha crecido bastante, aunque sigue blando. El monje mayor empieza a hablar un rato más largo. Ahora el joven sí le contesta. Hablan un poco más. El monje mayor, de pié, empieza a masajearse su pene y yo me fascino por el tamaño que está cogiendo. Cuando tiene el pito completamente tieso se acerca al joven y se lo mete en su boca: el joven parece no sufrir ya o por lo menos no lo rechaza. Todo lo contrario, chupa frenéticamente.
Mi amigo se tapa los ojos. “¡Quita eso, por favor!” “Espera a ver qué pasa” “¡Quítalo, por favor!” Lo apago. Nos miramos: “¿Qué estaban haciendo?” “Supongo que follando”. Nos miramos otra vez. “Y entonces, ¿cómo follan las mujeres?” Mi amigo se encoje de hombros. "¿Viste que grande se le puso?" "Y tieso como una porra". "¿A tí se te pone tieso?, a mí a veces sí". "A mí también, pero no tanto". “Vamos a seguir... Quiero saber cómo se folla”. Mi amigo calla. La pongo otra vez.
El monje mayor tumba al joven de cara al camastro. Le besa y le toca el culo, le da azotes suaves. Entonces le mete la lengua en el culo y empieza a moverla deprisa. El joven suspira.
“¡Qué asco!, ¿y si tiene caca?” “No creo”
Entonces el monje agarra su enorme pene y se lo introduce al joven por el culo. El joven pone cara de dolor. El monje mayor empuja con violencia, una y otra vez. El joven parece quejarse, pero no estoy seguro.
La cara de mi amigo es un poema. Llaman a nuestro teléfono. Nos sobresaltamos. Apago el vídeo. Es la madre de mi amigo. Tiene que ir comer. “Creo que es así como se folla con las mujeres. Lo vi una vez en una foto que un primo mío tenía en un libro”. “Pues lo de la lengua me parece asqueroso”. "Lo de la lengua no salía. La mujer estaba a cuatro patas y el hombre desnudo de rodillas detrás, pero no se veía qué hacía; ahora ya me lo imagino..." “Si quieres venir después de comer, mi padre no llega hasta las siete”. El teléfono suena de nuevo. Es su madre otra vez. Me pasa el auricular. “Mi padre me dejó ensaladilla rusa”. “Vale, gracias”. “Dice que puedo ir a comer contigo”. “Mejor, así no la pones mientras yo no estoy”. Nos da la risa. “¿No decías que no querías ver más?” Pero quiero aprender cómo se folla”. Marchamos corriendo y riendo.