De como un joven encontró a su Ama...(2)

Continuación del relato de las vivencias entre Héctor y Silvia, donde comenzará el sexo entre ambos.

Antes de nada quisiera disculparme por la demora entre esta segunda parte y la primera, ya que ha pasado un mes entero. Entre exámenes de universidad y problemas personales no he tenido tiempo de continuar el relato antes. Voy a poner aquí el link de la primera parte por si alguien no se acuerda o tiene interés en leerla:

http://www.todorelatos.com/relato/114930/

Y sin más, os dejo con el relato:

Héctor salió de clase a toda prisa, tenía unas ganas terribles de llegar a la cafetería. La noche anterior apenas había podido dormir, pensaba una y otra vez en la conversación que había tenido con Silvia y si realmente había sido en serio, o por el contrario había sido una broma de mal gusto que se había tragado por completo.

Según caminaba por la calle le iban viniendo a la cabeza pensamientos de los que él mismo se sorprendía, pues eran cuestiones que, si bien no salían de la más absoluta normalidad, no era habitual en él preocuparse por ellas. Se repetía para sí mismo una y otra vez si debería haberse arreglado más para la ocasión, si se tendría que haber afeitado, cortado el pelo,  depilado íntegramente (a pesar de que no tenía demasiado vello corporal), si estaría a la altura de lo que esperaba Silvia, si se negaría a hacer algo aunque ayer hubiese asegurado lo contrario…

Con estos pensamientos constantes llegó a la puerta de la cafetería.  Se miró en el portal contiguo al establecimiento para revolverse un poco el pelo, trago saliva y entró.

-          No hacía falta que te colocases el pelo – dijo Silvia con una sonrisa que llevaba algo de maldad – si luego te vas a despeinar.

-          Ya, bueno…era por estar presentable, contestó él.

-          ¿Presentable?  Con esa ropa y esa barba de tres días que llevas no se está presentable, pero no te preocupes que lo arreglaremos. Ven.

Silvia le agarró por la muñeca, fuerte, y tiró de él.

Entraron en la cocina, y tras recorrerla llegaron a una puerta de madera. Silvia la abrió con una llave que llevaba en la otra mano y entraron por ella. La puerta desembocaba en un portal de viviendas. Subieron por unas estrechas escaleras hasta que llegaron al tercer piso, allí Silvia se paró, abrió la puerta y dijo:

-          Entra.

-          Sí, ama. Contestó Héctor.

Sin soltarle de la muñeca, Silvia le llevó hasta la habitación. La casa no era demasiado grande, el salón y la cocina no estaban separados y sólo había una habitación y un baño. Sin embargo, la habitación era casi igual de grande que el resto de la casa en su conjunto. Tenía un gran armario en la pared izquierda, una mesita de noche, una gran cama de matrimonio y una ventana en la pared derecha, que daba a la calle. Todo estaba perfectamente colocado, parecía una habitación de anuncio, lo cual impacto a Héctor pues la suya solía ser un completo desastre.

-          Voy a bajar a cerrar la cafetería, mientras tanto quiero que te quites la ropa y te quedes en calzoncillos, espetó Silvia.

-          Vale.

-          ¿Vale QUÉ? – dijo Silvia elevando el tono mientras le daba una bofetada.

-          Vale, Ama.

-          Así me gusta, vuelvo en un momento, niñato.

Héctor se percató de que en una esquina había una silla. Comenzó a quitarse la ropa, dejándola colocada allí. A los dos minutos estaba en calzoncillos, esperando.

El siempre llevaba bóxer, pues los otros le parecían incómodos. En la casa hacía algo de frío, así que se cruzó de brazos para mantener el calor mientras su ama volvía.

A los pocos minutos sonó la puerta del apartamento cerrándose. Unos sonoros pasos se iban acercando hasta la habitación hasta que, finalmente, la puerta se abrió.  Lo que Héctor vio le hizo quedarse de piedra, Silvia estaba vestida como nunca se lo habría imaginado. Unos zapatos de tacón negros la elevaban del suelo, siguiendo con unas medias negras que le llegaban hasta la mitad del muslo, realzando sus piernas y resultando mucho más atractivas de lo que parecían normalmente. Llevaba también unas bragas de encaje negras, con algunas transparencias pero sin dejar todo a la vista (por lo que Héctor no podía llegar a saber si estaba depilada o no) y un top negro ajustado, también negro.

Sin salir de su asombro, el chico se percató, además, de que llevaba una bolsa blanca en la mano izquierda, pero al ser opaca no sabía lo que podía contener. Silvia, que se dio cuenta de la sensación que había producido, dejó la bolsa en el suelo y, acercándose lentamente, llegó hasta donde se encontraba el joven y le empujó, tirándole sobre la cama.

  • ¿Te gusta lo que ves?, dijo ella con una voz que denotaba superioridad, como si           preguntase sabiendo la respuesta.

  • Me encanta, ama, estás increíble. Contestó Héctor mientras miraba hipnotizado los pechos que se marcaban a través del top.

  • Va siendo hora de que pueda ver bien como eres – dijo Silvia mientras le volvía a obligar a        levantarse – te sobra ropa, esclavo.

Según acabó la frase agarró la camiseta del chico por la parte de abajo y se la quitó, lanzándola a una esquina de la habitación con fuerza. Sin hacer ningún comentario, le desabrochó el pantalón y se los bajó hasta los tobillos. Acto seguido le mandó terminar de quitárselos, así como los calcetines, y dejarlos junto a la camiseta en el suelo. Silvia comenzó a dar vueltas alrededor de su joven esclavo observándole, hasta que al final dijo:

-          Te quedan bien esos bóxer, pero ya me he cansado de que los tengas puestos, quítatelos.

-          Como mandes, dijo él mientras se los bajaba hasta los tobillos dejando todo lo que tenía al aire.

Debido a la excitación que sentía por dentro, la polla de Héctor estaba algo morcillona. Su culo, blanco y suave, no pasó inadvertido para Silvia, quien lo agarró y abofeteó un par de veces, generando más excitación en Héctor, por lo que su polla continuaba creciendo por momentos.

-          Vaya, me gusta que estés depilado – dijo Silvia en alusión al cuerpo de Héctor, el cual si bien no estaba rasurado íntegramente, solo tenía un poco de vello recortado encima de la base del pene.

Sin darle tiempo a contestar, Silvia se dirigió hacia la bolsa que había dejado previamente en el suelo y comenzó a buscar en ella. A los pocos segundos sacó un bote de lubricante y un plug anal negro no demasiado grande.

Héctor empezó a ponerse nervioso. Jamás le habían atraído ese tipo de cosas, ni se había planteado que algo así pudiese llegar a gustarle. Por un momento pensó si realmente iba a disfrutar con esto o se había equivocando aceptando la proposición el día anterior, sin embargo, un empujón le sacó de golpe de sus pensamientos. De repente se encontraba tumbado en la cama y Silvia ya se encontraba lubricando el plug. Cuando terminó de hacerlo, se quitó las bragas negras de encaje, dejando ver un coño perfectamente rasurado salvo por una delgada línea de pelo  que se encontraba justo encima del mismo,  se puso de rodillas en la cama y dijo: “ahora empieza lo bueno, quédate tumbado boca arriba”.

Silvia pasó una pierna por encima de la cabeza del chico y, literalmente, se sentó en su cara. Aunque le costaba respirar y no le habían dicho nada, Héctor sabía perfectamente lo que tenía que hacer: comerle el coño a su ama y darle todo el placer posible. Comenzó lentamente a pasar la lengua por su entrepierna, aumentando la velocidad según pasaban los segundos. El coño de su ama empezó a mojarse cada vez más, lo que no facilitaba para nada su necesidad de respirar. De vez en cuando, entre gemido y gemido, Silvia se levantaba un poco para dejarle coger aire y, que así, pudiese continuar su trabajo.

Llegado el momento Silvia se inclinó hacia delante, situando su cabeza cerca de la polla de Héctor, que por aquel entonces estaba ya en su máximo esplendor. El chico se moría de ganas de que ella se la metiese en la boca, y el aliento que notaba cerca de su miembro no hacía más que aumentar ese deseo.

Sin embargo, Silvia simplemente ignoró aquella polla y se inclinó un poco más hasta que tuvo a mano el culo de Héctor. Comenzó a introducir el plug poco a poco en aquel ano que no había recibido algo parecido antes. Al principio Héctor, por puro instinto, intentaba zafarse de aquello, lo cual solo supuso que la fuerza con la que empujaba su ama aumentase. Fue entonces cuando se dio cuenta de que intentar resistirse iba a ser peor y se relajó. El plug entró por completo y Silvia comenzó a moverlo gradualmente más rápido y con más fuerza.

Con aquello entrando por su culo cada vez más rápido, Héctor no pudo evitar soltar una especie de gemido, a pesar de tener la boca ocupada con el coño de Silvia, lo cual no pasó inadvertido para ella.

-          ¿Te gusta lo que te estoy haciendo?, dijo.

-          Sí, ama – Murmuró Héctor como pudo.

-          Veo que eres más puta de lo que pensaba, eso me gusta. Tengo ganas de correrme así que más te vale esforzarte más en lo que estás haciendo, de aquí a 2 minutos quiero haberme corrido.

Héctor se puso manos a la obra. Empezó a comérselo lo mejor que sabía, centrándose en el clítoris y moviendo la lengua profunda y rápidamente.

-          Joder, puto niñato,  como lo comes. No pares. Dijo Silvia con una voz que dejaba notar lo cachonda y mojada que estaba.

Tras unos instantes, Silvia continuó diciendo: “Dios, sí, me voy a correr. No pares, niñato. Haz que me corra, hazlo de una vez. Hace años que no estaba tan cachonda.  Quiero correrme en tu cara y empaparte…¡¡AHH, AHHH, AHHHH, DIOS, SÍ, SÍÍÍ, ME ESTOY CORRIENDO!!”.

Silvia movía su cadera de arriba abajo  con pequeños espasmos mientras sus fluidos inundaban la cara de Héctor. Durante unos segundos no pudo parar de moverse ni de correrse, lo cual casi termina por asfixiar al chico. Una vez se tranquilizó se quitó de encima, bajó de la cama y dijo: “Me ha encantado, maldita zorra. Pero hay un problema, te dije que quería correrme en 2 minutos y has tardado algo más…me has decepcionado, así que tendré que castigarte”.

Cuando acabó la frase se dirigió hacia la bolsa que se encontraba en el suelo de la habitación y, con una sonrisa maliciosa, sacó un arnés con una polla negra de plástico de unos 18 centímetros que se puso en un momento. Héctor, que aún estaba tumbado en la cama con el plug en su culo, se quedó de piedra.

-          ¿Asustado, niñato? – Dijo Silvia con una sonrisa en su cara y una mirada que notaba la satisfacción por tener el poder.

-          S..sí, ama, lo estoy – Contestó el chico.

-          Me da igual que lo estés, yo voy a disfrutar y eso es lo único que importa….prepárate.

[Continuará…]


Como siempre, gracias por tomaros el tiempo para leerlo y espero que os haya gustado. Para cualquier duda, sugerencia, crítica o cualquier otra cosa espero vuestros comentarios aquí y/o correos a

hector_mad22@hotmail.com

Prometo continuar con el relato y no demorarme tanto con ello.

¡Un saludo!