De cómo se la metí a mi hermana
Mi hermana no se comía una polla, de modo que cuando se enteró de que mi madre y yo habíamos jodido se puso celosa, tanto que tuve que ir a su casa a consolarla y a metérsela.
De cómo se la metí a mi hermana.
Mi hermana no se comía una polla, de modo que cuando se enteró de que mi madre y yo habíamos jodido se puso celosa, tanto que tuve que ir a su casa a consolarla y a metérsela.
Quizás hayan leído mi anterior relato "Una paja con mi madre" en la que recordarán que mi hermana me había llamado por teléfono para recriminarme que mi madre y yo hubiésemos follado, aunque a lo largo de la conversación enseguida intuí que lo que le sucedía a mi hermana es que estaba celosa.
A mi hermana la estaban comiendo el tarro con eso de las relaciones sexuales, que si hay que mantenerse casto para el matrimonio, que si las relaciones sexuales son para procrear, no para disfrutar y consignas de semejante porte, pero era el caso que a pesar de sus 22 años yo creo que se había comido muy pocas pollas, y que se la habían metido muy poquitas veces.
Aunque hermanos nos parecemos mas bien poco. Alicia tiene 22 años, dos años menor que yo, de estatura baja, apenas supera el 1,60, aunque de cuerpo bien proporcionado. Tiene un culito respingón muy abultadito y unas tetitas que caben en la mano. Es de tez blanca, de labios muy bien perfilados, aunque no exagerados, de ojos claros, de pelo rubio y de sonrisa cautivadora, pero lo que más recuerdo de mi hermana Alicia es cuando junto a mi madre, tomaban el sol desnudas en la piscina de casa.
Mi madre siempre lucia una frondosa melena negra de bello púbico, pero mi hermana lo tenia rubito, fino y poco denso, lo que dejaba a la vista su riquísima rajita sonrosadita. Me hice ciento y una pajas recreando en mi mente aquella rajita sonrosadita y ahora me encaminaba a su casa para consolarla del disgusto que se había agarrado cuando mi madre, que no guarda secreto alguna con ella, le contó como habíamos estado jodiendo los dos juntos.
Astorga de Valladolid apenas dista una hora larga de camino, pero en el transcurso del viaje me llamó un par de veces. Se la notaba muy ansiosa.
-¿Por donde vas?- me preguntó con nerviosismo.
-Ya he hecho más de la mitad de camino, enseguida estoy a tu lado- le dije para tranquilizarla, pero ella lo que quería escuchar no era eso.
-¿De verdad que te has hecho pajas pensando en mi rajita? Me preguntó llena de curiosidad y de morbo.
-Claro que sí cielo, tienes una rajita preciosa. Te la voy a comer, veras como te gusta.
-¿De verdad, te vas a atrever?- me volvió a preguntar extasiada.
-Claro que me voy a atrever. ¿Tú no quieres que te chupe tu rajita? Le pregunte susurrándole a oído.
-No sé si me voy a atrever- me dice muy melosa y me colgó.
Ya casi estaba aparcando el coche frente a su casa cuando el teléfono volvió a sonar.
-Ya estoy aparcando el coche, ahora subo- le digo.
-Bueno, que aunque yo no me atreva hoy lo hacemos. No vale echarse para atrás, ¿vale?- me dijo nerviosisima.
La pobre estaba echa un flan, estaba deseando follar, pero temía no atreverse, por lo que quería dejar claro el motivo y el compromiso tácito del encuentro: follar. No la dije nada más porque al momento estaba llamando a su puerta.
Me abrió envuelta en una bata rosa que no la llegaba a tapar ni las rodillas. Intentó darme un par de besos, como hacía siempre, pero no la dejé, le puse mis labios sobre los suyos y busque fugazmente su lengua, que no tarde apenas unos segundos en encontrarla, porque su boca enseguida quedo franca y ansiosa.
Luego de unos breves escarceos, saludos rutinarios y sobado a conciencia de su culito, que tenía cubierto por una tanguita suave y brevísima, la miré a los ojos y le pregunté:
-¿Qué tal estas cielito?-
-Muy nerviosa- me contestó y a continuación y con voz temblorosa por la emoción me dice: no sé si me voy a atrever.
-¿Atreverte a qué cielo? Si no vamos a hacer nada, solo dejarnos llevar sin buscar nada especial-
Aunque claro esta, eso de que no íbamos a hacer nada se lo dije mientras le estrujaba con mis manos su culito, le metía mano por entre sus braguitas y le sobaba la rajita del culo, le desabrochaba la bata y le manoseaba las tetitas que estaban erectas y desafiantes, le bajaba la mano por su barriguita hasta llegar a tocarle con un dedo su chochito que lo tenia totalmente mojado.
Humedecí con sus jugos mi dedo corazón y lo llevé a sus labios para impregnarlos con el néctar de su chochito y a continuación mi lengua se paseó por sus labios para degustar su seductor sabor agridulce. Ella hizo lo mismo y nuestras lenguas se encontraron en sus labios pugnando por atrapar los exóticos sabores de su rajita en sus suaves y sensuales labios.
Pronto nuestras lenguas estaban bailando entrelazadas ahora en su boca, ahora en la mía. El sabor a chocho lo impregnaba todo y por un momento nos concentramos en juegos de lenguas. Mi lengua penetraba en su boca y allí era esperada por la suya que la recibía y la atrapaba. Se la metía y se la sacaba a la vez con vigor y delicadeza, era un metesaca voluptuoso, placentero, vamos que la estaba follando por la boca con mi lengua.
Ella enseguida se dio cuenta de que la fiesta había comenzado y no quería quedarse sin participar activamente. Comenzaron unos gemidos casi imperceptibles, pero harto elocuentes, estaba cachonda y se la notaba, pronto tomó la iniciativa y era su lengua la que penetraba en mi boca, quería follarme con su lengua y lo estaba haciendo con maestría porque era una delicia notar los envites de su lengua dentro de mi boca, el intercambio de fluidos, su saliva, su aterciopelada lengua, todo, todo era puro goce, erotismo y hedonismo a la vez, satisfacción sexual y degustación de los placeres mundanos.
Fue durante ese torbellino de pasiones cuando mi hermana Alicia de veintidós años, a quien sacaba dos años y unos veinte centímetros de altura, a la que desde mi adolescencia espiaba cuando se ponía en bolas con mi madre a tomar el sol en la piscina de casa, que hice de su rajita sonrosadita un fetiche sexual de juventud, que desde siempre soñé que algún día se la metería en su chochito de niña buena, dijo algo imprevisto:
-Sí que me voy a atrever-
Paré de inmediato el sobado que la estaba metiendo, la miré con curiosidad a sus bellísimos ojos color miel, miré su embriagadora sonrisita de niñita buena y cachonda, miré su carita de felicidad y pasión y le pregunté algo extrañado:
-¿A qué te vas a atrever cielito?-
-A que follemos- me dijo extasiada, flotando, abstraída, ensimismada.
Follar, follar ya llevábamos un buen rato follando. Ya la había follado por la boca, ya la había metido un dedo en su rajita y se la había frotado ligeramente, ya le había metido la mano en su culito, ya le había estrujado y lamido sus tetitas, ya le había acariciado su barriguita, pero estaba claro lo que mi hermanita Alicia quería: quería que se la metiera.
Y a eso me puse. La cogí en mis brazos y la llevé a la habitación, abrí ligeramente sus sabanas de satén rosa y con delicadeza, con ternura y afecto la deposité en la cama. Después le quité su poquita ropa que llevaba encima, es decir, la bata y sus braguitas y allí emergió el más bello espectáculo del mundo, algo divino, sólo para privilegiados, su sonrosadita rajita apenas cubierta por unos pelitos lozanos, vivaces, medio rubitos que no hacían otra cosa que embellecer aquella rajita que chorreaba jugos vaginales por todos lados.
Acerqué mi lengua y la paseé descaradamente por toda su rajita. Se me quedó impregnada de sus jugos, de su sabor ligeramente amargo, ligeramente dulce y que desprendía una fragancia sugerente, aterciopelada, embriagadora, olía a chocho, a chochito, a sexo, era indescriptible, su sabor, su olor, el resplandor de sus jugos, su rajita era una preciosidad que irradiaba pasión.
Estaba tan excitado con la contemplación de la rajita de mi hermana Alicia que me subí encima de ella y con delicadeza y suavidad se la metí. Despacito, muy despacito, se la fui metiendo poquito a poquito hasta que conseguí enterrarle mis mas de veinte centímetros dentro de su rajita, la miré y estaba extasiada, recreándose con mi polla dentro de su rajita.
Yo tenía miedo de lo que la estaba haciendo, por si era virgen, por si su rajita aún estaba cubierta por el virgo, pero cuando terminé de enterrársela toda dentro y ver su cara de felicidad me di cuenta que no, que ya estaba desvirgada, que aquella rajita ya había sido profanada con anterioridad, a mi hermana ya se la habían metido.
Fue entonces cuando nuestros sexos comenzaron a bailar juntos, pegados el uno al otro. Yo se la metía y ella la recibía con emoción, con pasión, pero también con ardor, porque sus músculos vaginales se dilataban cuando se la enterraba dentro de su rajita y se contraían y me la atrapaba cuando comenzaba a retirársela. Esta chica sabía follar como los Ángeles, bueno, no es de extrañar porque ella era un Ángel.
Yo se la metía mirándola a los ojos, ella la recibía mirándome a los ojos, no era follar, o mejor dicho, era follar, pero no sólo eso, era incesto, puro incesto, queríamos deleitarnos con lo que estábamos haciendo, queríamos ser conscientes que no sólo estábamos follando, que además estábamos cometiendo incesto, y era maravilloso, nada, nada podía compararse a esta manera de joder, era endiabladamente estimulante, estábamos jodiéndonos de una manera descarada, desvergonzada, provocativa.
Follamos hasta quedar exhaustos. Ninguno de los dos queríamos que aquello acabase jamás y lo prolongamos tanto como pudimos, pero aún después de quedar tendidos en la cama, abrazados y sin fuerzas para seguir follándonos, nos dormimos abrazados el uno al otro y con nuestras manos atrapando el sexo del otro. Alicia con su manita agarraba nerviosa mi polla, yo le metí un dedo en su rajita y así nos dormimos.
Al día siguiente, antes de levantarnos nos miramos a los ojos y estuvimos contemplándonos un buen rato sin decir nada. Yo miraba sus bellísimos ojos color miel y ella me correspondía con una sonrisa angelical.
-Quién te la ha metido cielito- le pregunté a mi queridísima hermana Alicia.
-El tío Antonio- me respondió muy bajito, como para que nadie escuchase la confidencia, para que nadie supiese que el tío Antonio la desvirgo.
-¿El tío Antonio te la metió?- le pregunté con un ligero tono de contrariedad.
-Si, el tío Antonio y la tía Virginia- me contestó con más precisión.
Yo me quedé un tanto desconcertado por la confesión que estaba escuchando, no sabía qué preguntarla, pero no hizo falta, ella al ver mi desconcierto me lo aclaró.
Un día que estaba en su casa después de comer entré en su habitación a buscar una cosa y estaban en la cama desnudos y jodiendo. La tía le estaba chupando la polla al tío Antonio y se la metía en la boca y se la chupaba. Yo me quedé mirándolos sin decir nada. Ellos me miraron y siguieron a lo suyo. Al cabo de un rato la tía me dijo que si quería unirme que me metiera en la cama con ellos, y eso hice, me metí en la cama con ellos y la tía me chupo la rajita hasta correrme y el tío después me la metió hasta correrse.
¿La tía te hizo una mamada? Le pregunté desconcertado por la confidencia que mi hermana me estaba contando.
-Si, le gusta mucho mi rajita. Me la chupa hasta que me corro- me dijo casi, casi extasiada.
-¿Y te la ha chupado muchas veces?, ¿El tío te la ha metido muchas veces?- le volví a preguntar confuso y cachondo.
-Si, bastantes veces. De vez en cuando me llaman para que vaya a comer con ellos y después follamos- me dijo tan tranquila.
Me quedé pensativo y estaba desconcertado por las confidencias de mi hermanita Alicia, pero reaccioné con decisión:
-Bueno, pues la próxima vez que te llamen para invitarte a comer, me llamas y voy yo también contigo- le dije sin aclararle nada más, aunque los dos sabíamos cual era la intención: la hija puta de mi tía, que por cierto esta como un requesón, se va a enterar de lo que cuesta mamarle la rajita a mi hermanita. Se la voy a meter delante del tío Antonio hasta que le salga la leche por la boca.
El sexo es una fuente de placer inagotable, no cuesta dinero, rejuvenece, embellece, es saludable, y además no contamina. Pancho Alabardero alabardero3@hotmail.com