De cómo mi polla fue la prota de una fiesta

Hace como un año un amigo me retó a venir a una fiesta gay privada claramente enfocada al sexo. Lo pintó tan interesante que pensé que aún si no follaba igual conocía un chico buenorro. Y tanto que lo conocí. De hecho, todos los vieron...

Hace como un año un amigo me retó a venir a una fiesta gay privada claramente enfocada al sexo. Digo que me retó porque no era exactamente el concepto de fiesta que yo suelo imaginar ni el tipo de sitio en el que me gusta tener sexo. Pero él lo pintó tan interesante que pensé que aún si no follaba igual conocía un chico buenorro. Supe bastante poco sobre la fiesta antes de ir y flipé en colores con el piso

en el que se hacía.

Entramos por un portal y subimos hasta el ático. Pasada la puerta había una sala de estar con balcón, una cocina amplia americana, un baño y dos dormitorios. En medio de esa sala subía una elegante escalera de caracol blanca hacia otra estancia que ocuparía unos 40 m2 y tenía grandes ventanales con vistas a la ciudad. Tal cual entramos nos presentaron al anfitrión, un chico de unos 40 años que nos invitó a una copa. De allí subí con mi amigo a la estancia de arriba para sentarnos en un sofá y charlar con algunos de los asistentes de la fiesta. Había un ambiente relajado y si bien la mayoría de la gente no me parecía especialmente atractiva, sí había alguno que parecía interesante.

La fiesta parecía tranquila y de agradable compañía. Bajé las escaleras a por otra copa y para ir al baño. Mientras hacía cola tuve que fijarme en los ruidos de gozo que salían de la puerta entreabierta de uno de los dormitorios. Parecía que alguien se lo estaba pasando bien. Me asomé un poquito pero apenas logré ver unas piernas. El chico delante de mi se había percatado de mi interés y me sonrió antes de entrar al baño. Entonces no pude evitar fijarme en lo bien puesto que tenía el culo, apretado en unos vaqueros de pitillo grises. Me costó mear porque aquellos acontecimientos me estaban comenzando a dar demasiado morbo, mientras el alcohol hacía su efecto.

Cuando llegué arriba mi amigo estaba ocupado con otro chico, morreándose en el sofá, así que no quise molestar y me senté en un sillón en medio de la sala, puesto contra la barandilla de la escalera de caracol. Frente a mi, cómo no, estaba el chico de la cola del baño sonriendo aún. ¿Cuanto tiempo podría aguantarme la mirada? Tendría una respuesta rápidamente porque no tardó en levantarse y sentarse a mi lado:

Chico: nunca te había visto, eres muy guapo.

Yo: gracias, tú también.

Y de ahí hubo poca conversación más, el chico me preguntó abiertamente si quería que me la chupara y yo pensé que ni tan mal plan. Así que le pregunté si habría espacio abajo en una de las habitaciones pero él me dijo que no importaba, mientras empezaba a desabrocharme el pantalón. Yo estaba sin saber bien qué hacer. Parecía que aquello era normal y que nadie miraba con demasiada atención. Lo que no tenía muy claro era si ese sería el sitio adecuado para correrse. Sin más el chico me sacó la polla del pantalón, se agachó y me la empezó a chupar. ¡Y madre mía qué práctica tenía! Mi polla estaba revolucionada, bailando entre los lenguetazos habilidosos que me pegaba ese niño. Me tuve que echar hacia atrás y respirar fuerte. Me fijé en que nadie estaba demasiado atento y que además habían bajado la luz de la sala un poco.

El chico seguía chupándomela con entusiasmo y sin tocársela. Entonces me acordé de su culo. ¡Era eso lo que me había gustado tanto de él! ¿Pero podría tenerlo también? No estaba seguro de qué hacer. Había mucha gente en la sala, otros dos habían empezado con una mamada en la esquina pero la mayoría solo charlaba. Me lancé y le hice saber al chico que no siguiera con la mamada. Le quité la camiseta para ver ese torso blanco, pezones pequeños y un poco de vello en la barriga. Me levanté, quedando de pie delante de él y le desabroché el cinturón. Sentía su pene erecto. Le quité el cinturón, lo tiré al suelo y seguí con los pantalones. Le abrí el botón y le fui bajando la cremallera mientras me aseguraba de rozarle mucho su polla. Lentamente le fui bajando el pantalon hasta quitárselo. El chico no ponía resistencia a que le dejara en pelotas. Decidí tentarle más y quitarle los calzoncillos por completo. Le había dejado en bolas delante de mi. Yo estaba vestido y solo con el pene fuera. Todos estaban vestidos menos él.

Por un momento pensaría que le quería comer la polla. De hecho era tentador, pero más tentador era ese culo. Le di la vuelta para vérselo. Le puse contra la barandilla y le abrí las piernas. Le empecé a poner lubricante de un paquete que había por allí y no dudé en empezar a metérsela. Le di una pequeña cachetada y arranqué a follarle. Me había olvidado de que estaba en medio de una sala llena de chicos. Chicos que de repente empezaron a prestarnos atención. Como buen borracho había perdido toda vergüenza. Mientras le metía y sacaba la polla me di cuenta de que la sala había dejado de conversar y estaba atenta a mi follada. Quería dejarlo pero a la vez me daba mucho morbo. Nos estaban mirando, me estaban mirando a mi mientras me follaba a ese rubio de culo redondo. Seguí con el mete y saca mientras tocaba sus piernas. Otro chico se empezó a acercar y se quedó a muy poca distancia de mi para fijarse en mi pene, en cómo entraba y salía de ese agujero. Es un sentimiento difícil de describir, pero el hecho de que mi pene estaba siendo observado hacía que toda la sangre pareciera correrse más rápidamente por él. Me sentía fuerte y dominador. Sentía que ese chico observaba cómo hacía una follada maestra.

Otros se empezaron a masturbar mientras miraban la cara del chico al que me estaba follando desde el otro lado de la barandilla. Estábamos siendo protagonistas de un espectáculo sexual. Me abrí de piernas para adoptar una postura de follador más violenta. Pero eso hizo que desde atrás se pudieran ver mis huevos. Me di cuenta de que otro tipo, algo mayor que yo, y no especialmente de mi gusto, se había colocado detrás y me estaba tocando los huevos. Le dejé hacer porque cada vez me sentía más poderoso con mi follada al rubio, sus gemidos y que por detrás me tocaran los huevos. Pero entonces el de atrás aprovechó mis piernas separadas para tocarme el culo, o mejor dicho, para empezar a lubricarme el ano. Y sin más demora, yo dilatado como una perra en celo del morbo de la follada, me metió un pollón por el culo que nisiquiera había podido contemplar con antelación.

Más y más tíos se unían a hacerse pajas mientras nos observaban. No tenía salida, me tocaba correrme en eso que se había convertido un trío, un trenecito. Dejé de follar con tanta rapidez para sentir y aprovechar las embestidas que me estaban dando a mi ahora. A esto el rubio reaccionó sacándose mi polla del culo y sentándose delante de mi para empezar a masturbarse mientras se metía mi pene en la boca. Yo pude entonces agarrarme de la barandilla para no perder el equilibrio con las violentas polladas que recibía. Era demasiado, estaba apunto de correrme y decidí hacérselo saber al de atrás, y bueno, a todo el mundo. "¡Me voy a correr!", grité. El rubio aprovechó para sacarse mi polla de la boca y recibir los primeros pistoletazos míos de semen en la cara y el pecho. Luego se la volvió a meter y me la continuó chupando. El momento era perfecto porque el que me follaba aún no se corría y seguía con un movimiento constante con el que parecía que me seguiría sacando chorros de semen durante horas. Pero entonces también yo acabé por quitar mi culo del medio y mi follador se acabaría masturbando y corriendo encima de mi pecho.

Cubierto en semen me dejé caer en el suelo para respirar unos segundos antes de desaparecer en el baño para escapar de todas esas miradas morbosas.

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