De como mi padre me folló por primera vez el culo

Con 22 años iba como loca por tener sexo con alguien y mi padre se puso a tiro!

La luz que entraba por la ventana me despertó y al abrir los ojos me vino a la cabeza todo lo vivido la noche anterior. Por un segundo pensé que lo había soñado, pero al verme en la cama de mi padres y notar la respiración de alguien a mi espalda comprendí que todo había sido real. Recuerdo que me invadió el temor a una nueva situación porque una vez pasado el vendaval de sexo y pasión de la noche anterior, no sabía cómo cambiaría eso mi vida, nuestras vidas. Lógicamente mi padre no era podía ser mi pareja ni yo la suya. De hecho no quería que fuera así porque yo no lo quería, tan sólo lo deseaba. Por otro lado estaba mi madre, que no podía enterarse de nada de lo ocurrido y que en unas semanas estaría de vuelta. No dejaba de pensar en ello cuando sentí  como la mano de mi padre acariciaba mi hombro a la vez que rozaba su cuerpo con el mío. Notaba como sus caderas empujaban las mías y como restregaba su polla, aún flácida, en mi culo. Yo empecé a acompañar sus movimientos y mi padre abandonó mi hombro para sujetarme una teta y comenzar a jugar con ella. Mi padre se había despertado y tenía ganas de follar. Con el paso del tiempo descubrí que mi padre era casi tan insaciable como yo.

Noté como la polla de mi padre iba creciendo y cada vez se me clavaba más en mi culo. La notaba entre mis nalgas, dura y juguetona. Nuestras respiraciones comenzaban a acelerarse. Como yo seguía de espaldas a mi padre y poco podía hacer, aproveché para acariciarme. Con una mano comencé a jugar con la teta que me quedaba libre y con la otra empecé a jugar con mi coñito, que ya se había despertado y pedía guerra.

Estuvimos así unos minutos hasta que mi padre me empujó para tumbarme boca abajo. Yo, obediente como toda la noche, me abrí de piernas y brazos para dejarme hacer. Estaba a su entera disposición y quería que él lo supiera. Noté como colocó su cabeza entre mis piernas, abrió bien mi culo y comenzó a lamerme el coño de arriba abajo … una y otra vez … parándose en mi clítoris y jugando con él … Yo ya gemía y sólo podía intentar ahogar mis gritos en la almohada y abrir lo más posible mis piernas para facilitarle al máximo el acceso a mi fuente de placer. Como eran mis inicios en el sexo aún no lo sabía, pero mi padre era un experto comedor de coños, no había mujer que se le resistiera, y yo no iba a ser menos. Él lo sabía. Pero antes de que mediera cuenta, mi padre alargó sus lamidas hasta alcanzar también mi ano. No me lo podía creer: mi padre me estaba comiendo también el culo y lo mejor es que estaba sintiendo placer. Su lengua jugaba con mi agujero, se entretenía con él, me lo presionaba y cuando me oía suspirar volvía a mi coño.

-“Sabía que te gustaría. No podía ser menos, eres todo una putita”. Esas fueron sus primeras palabras esa mañana y me excitaron sobremanera. La noche anterior me había dicho ya alguna cosa como perra, pero lo de putita … no sé, es algo que aún hoy me pone mucho. De hecho he tenido alguna experiencia en ese sentido y ha resultado muy placentera.

Note como los dedos de mi padre sustituían a su lengua. Comenzó a meterme uno en el coño … poco a poco … y luego dos… Cada vez que me los metía en mi coñito húmedo un tercer dedo jugaba con el agujero de mi culo sin llegar a entrar en él. Puff, que delicia. Aún hoy me mojo de recordarlo. Yo levantaba mis caderas cuando el presionaba para intentar que lo metiera, pero él no cedía.

-“No seas impaciente. Todo a su momento. Hoy te follaré el culo pero aún no”, me susurró al oído.

Tras lo cual, se tumbó sobre mi y noté como acomodaba sus caderas sobre las mías. Sin casi darme cuenta, noté como su polla estaba dentro de mi coño para luego salir y volver a entrar. Ya se sabía el camino y cada vez entraba con más facilidad. Esta vez la sentía menos, creo que porque estaba mucho más mojada. Todo lo que me había hecho y dicho mi padre me había calentado más de lo que podía imaginar. Pero cuanto más me follaba más la sentía, no sé si porque al metérmela no la tenía del todo dura o porque los flujos iban saliendo con los movimientos de su polla. Yo no paraba de gemir y de gritar. No hablaba, no sabía qué decirle. Lo único que atiné a decirle es que no parase de follarme nunca.

Mi padre me cogió de las muñecas con fuerza y se apoyaba en ellas para follarme con más fuerza y que las embestidas fueran más profundas. Eso me excitó aún más. Sentirme apresada, casi usada. Me gustaba la sensación de tenerlo encima y no poderme mover. En una de esas comencé a sentir el cosquilleo previo al orgasmo y al poco me corrí como nunca antes. Grité como una loca. No sé como los vecinos no llamaron a la policía. Mi padre, sorprendido, tuvo que soltarme una mano y hundirme la cabeza en la almohada. Al poco noté como su polla se ponía aún más dura. Sabía que estaba a punto de correrse. Empezábamos a conocernos. Mi padre sacó su polla de mi coño y empezó a pajearse sobre mi culo. Sentí los chorretones de leche caliente y espesa caer sobre mis nalgas. Miré de reojo y vi que la corrida había sido muy abundante. Me sentí orgullosa de ello. Mi padre, sudoroso, comenzó a acariciarme el culo. Uno de sus dedos, empapado en su propia leche, se abrió paso entre mis nalgas y llegó nuevamente al agujero tan deseado. Siguió jugando un rato con él hasta que lo metió. Un respingo recorrió todo mi cuerpo. Una mezcla de dolor contenido y placer desconocido. No hice nada, sólo gemir y esperar. Mi padre lo terminó de meter, muy poco a poco. Luego lo sacó lentamente, me dio un cachete en el culo, se reclinó sobre mi y me dijo:

-“Vístete, tenemos que ir de compras, ¿recuerdas?”

Me costó entenderle. Aún estaba extasiado con todo lo ocurrido. Mi padre fue a ducharse y yo me quedé en la cama, dándole vueltas a todo y sin saber qué hacer. Finalmente me fui al otro baño, me duche y me vestí. Cuando bajé al salón mi padre ya estaba esperándome allí.

-“¿Dónde vamos?, pregunté.

  • “Es una sorpresa y si te lo cuento dejará de serlo”, me respondió.

Fuimos en su coche al centro y allí aparcó frente a un sex shop. Aunque era una de las posibilidades que habían pasado por mi cabeza, no dejó de sorprenderme. No habíamos hablado durante todo el camino. Era una situación extraña para los dos pero parecía que él la llevaba mucho mejor que yo.

Entramos en el sex shop y el dependiente nos miró. No debía de tener muchos clientes a esas horas de la mañana y menos de nuestro perfil. Se limitó a saludar.

Mi padre se movía con agilidad allí dentro, se notaba que no era la primera vez que iba. Vi que cogía una caja con un bote dibujado, otra que parecía contener algún tipo de consolador, un conjunto de lencería y alguna cosa más que no llegué a distinguir. Yo no paraba de mirarlo todo. Veía cosas que nunca antes había visto y me imaginaba usándolas.  Notaba como me humedecía nuevamente.

Afortunadamente agamos y nos marchamos. Yo seguía callada, sin saber qué decir .. y mi padre lo notó.

-“Cielo, estas muy callada hoy. Hace un rato hacías más ruido. ¿Todo bien?” me preguntó con una sonrisa casi burlona.

-“Si papá, estoy bien. Sólo pensaba en mis cosas, puedes estar tranquilo”, atiné a decirle, pensando que no era precisamente él el que estaba falto de tranquilidad.

Me pareció notar que mi padre suspiraba de alivio. Notaba como me miraba de reojo. Me estudiaba. Algo tramaba.

-“Te he comprado unas cosas para que te lo pases aún mejor pero creo que antes de dártelas tendrías que hacer algo para ganártelas, ¿no crees?”.

-“ Papá, sabes que estoy a tu disposición”. No sabía muy bien que tenía mi padre en mente pero quería divertirse y yo seguía con la calentura del sex shop. Empecé a tocarle el paquete por encima del pantalón y su polla no tardó en ponerse dura. Mi padre abrió las piernas y se concentró en la conducción. A pesar de su cara, sabía que estaba disfrutando del momento. Le abrí el pantalón, le bajé los bóxers y le saqué su polla. Cuanto más la veía más la deseaba. Comencé a pajearla y vi como mi padre ya no podía disimular el placer que yo le estaba proporcionando. Me cogió de la cabeza y me dirigió a su polla. Yo no hacía cuentas de comérsela allí mismo, en el coche. Por mucho que fuéramos por la carretera alguien nos podía ver … pero la idea me excitó y me la metí en la boca todo lo que pude. Comencé a comérmela como pude, no era la posición ideal, pero por su respiración y sus gestos de placer sin duda no lo estaba haciendo nada mal. Mientras jugaba por encima de la ropa con mis tetas y mi coño. Lo notaba caliente, palpitante y deseoso de sentir la polla de mi padre dentro.

Cuando ya creía que estaría a punto de correrse, noté como el coche se detenía. Habíamos llegado a casa. Mi padre se compuso la ropa y yo el pelo.

Nada más cerrar la puerta de casa mi padre tiró la bolsa al suelo y me empujó contra la pared y comenzó a comerme la boca. Era el primer beso en mucho tiempo y mi lengua y mis labios ya le echaban en falta. Me cogió en peso de culo y yo le rodeé con mis piernas. Pude sentir como su polla seguía tan dura como minutos antes cuando estaba en mi boca. Así, en peso, me dejó caer en la alfombra. Estaba fuera de sí. Que se la comiera en el coche, a plena luz del día y sin poderme hacer nada le había puesto a mil. Me bajé el pantalón y antes de que pudiera quitarme nada más mi padre Mi padre se bajó el pantalón y yo hice lo mismo, pero antes de que pudiera quitarme nada más mi padre echó a un lado mi tanga, se puso encima de mí y me la metió sin más. Me cogió nuevamente las muñecas, poniéndolas por encima de cabeza y usándolas de apoyo. Yo abrí las piernas todo lo que pude y mi padre empezó a follarme de forma salvaje … fuerte, duro, sin parar, sin miramientos … Me gustaba, lo estaba disfrutando. Me sentía satisfecha de haber puesto tan caliente a mi padre que no respondiera, que sólo quisiera follarme y usarme. Era diferente pero también era placentero. Se corrió sin más. Gimió como no lo había hecho antes y aunque estaba vez yo no me corrí, estaba más que satisfecha del polvo que acabábamos de pegar.

Estuvimos un rato recostados sobre la alfombra, recobrando el aliento y las fuerzas. Mirábamos al techo, sin hablar. Simplemente estábamos. Estaba relajada, casi dormida. Cuando se levantó me sobresalté. Al poco volvió con el conjunto de lencería que había comprado en el sex shop.

-“Es hora de comer. Ponte esto y avísame cuando esté lista la comida”, dijo antes de marcharse a su dormitorio.

Yo me incorporé y me limpié como pude. Goteaban de mi coño y mis piernas su corrida y mis flujos. Puse la pasta a hervir y fui a ducharme. Estaba hambrienta y cansada. Quería comer y hacer algo de siesta, aunque sabía que lo que hiciera o dejara de hacer no dependía de mi voluntad. Al salir de la ducha me vestí con lo que me había dado mi padre: un ajustado conjunto de criada compuesto por cofia, medias blancas de rejilla, bragas con una abertura delantera, un minidelantal blanco y un top muy ajustado que marcaba mis pezones. Me miré al espero y me sentí sexy. Me recogí el cabello en un moño y me puse unos zapatos de tacón. Me vi muy provocativa.

Terminé de esa guisa de hacer la comida, puse la mesa y serví los platos. Ya estaba todo listo. Llamé a mi padre y cuando entró en el comedor y me vio puso cara de aprobación.

-“Me gusta como queda, he acertado en la elección” me dijo.

-“Sabía que acertarías”, respondí.

-“¿Qué más?, preguntó.

-“¿Qué más qué?, le dije.

-“Ahora eres mi criada y por lo tanto yo tu señor, ¿entendido?”, me indicó.

-“Entendido mi señor” admití.

Se sentó y comenzó a comer. Yo aún estaba asimilando la nueva situación cuando me volvió a hablar.

-“No te equivoques, el servicio no come con los señores. Llévate tu plato a la cocina y come allí”, me indicó.

Yo no me lo terminaba de creer. Me sentía humillada. Había pasado de ser su amante a su criada sin darme cuenta y ya no podía ni comer a su lado. Cogí mi plato presa de la confusión y me fui a la cocina. A pesar del hambre que tenía hasta ese momento fui incapaz de probar bocado. Al rato mi padre me llamó y acudí obediente al salón.

-“La comida estaba muy buena pero me he manchado y quiero que me limpies”, me indicó a mi padre. Él se había desnudado y seguí sentado. Pude ver como sobre su polla, aún flácida, había algo de salsa, así que me arrodillé delante de él y se la lamí. Él dio un respingo y apoyo una mano sobre mi cabeza, impidiendo que me levantara. Entendí que quería que se la volviera a comer y así lo hice. Su polla apenas tardó en volver a estar dura y yo la lamía de arriba abajo mientras lo pajeaba. Levanté la mirada y vi como estaba recostado sobre la silla. Su cara era de completo placer. Me la metí en la boca y empecé a comérsela … poco a poco, pero su mano cada vez empujaba mi cabeza más abajo haciendo que su polla cada vez entrase más en mi boca. Tuve alguna arcada pero no pareció importarle demasiado.

-“Creo que ya está bien limpia”, me dijo mientras apartaba mi cara de su polla y comenzó a acariciar mi coño, que ya estaba empapado otra vez,  con su pie. “Veo que te gusta ser mi criada. Ahora quiero que limpies todo esto y luego vengas a mi cuarto, ¿entendido?”.

-“Sí señor”, dije bajando la mirada. Mientras recogía todo mi cabeza daba mil vueltas. No sabía muy bien como asimilar la nueva situación. Era todo muy diferente a la noche anterior. Todo esto me confundía pero también me excitaba.

Cuando entré en el dormitorio de mi padre pude ver como sobre la mesita y por el suelo estaban las cosas que había comprado en el sex shop. No pude distinguir algunas de ellas pero otras sí: allí había unos lazos, el consolador y creí ver también una crema.

-“Desnudate y túmbate boca abajo. Te quiero con las piernas y los brazos bien abiertos” me ordenó-

Yo asentí levemente con la cabeza. Me quité el conjunto de lencería y me acosté. Hundí la cara en la almohada, no quería ver nada. Noté como mi padre me cogía de una pierna y me la ataba con un lazo a una esquina de la cama. Luego la otra pierna y por último las dos muñecas. Estaba completamente abierta y atada, a su entera disposición, sin poder resistirme a lo que su voluntad decidiera. Como pasaron unos segundos sin que se moviera, volteé la cara para ver que hacía, y en ese momento mi padre me colocó una mordaza en la boca y la ató en mi nuca. No sentí miedo pero si algo de temor. Desde que habíamos vuelto del sex shop todo era diferente y ahora no sabía qué tenía mi padre en mente.

-“Muy bien putita, ahora vas a disfrutar como nunca. Pero no quiero que grites demasiado que los vecinos saben que tu madre está fuera. Ahora relájate y disfruta de lo que te espera” me dijo al oído.

Mi padre, al igual que había hecho antes, comenzó a comerme el coño. Le hice caso y me relajé. Mi coño y yo ya tenía ganas de él. Siguió la misma rutina: me lamía de arriba abajo, alargando los movimientos cada vez más llegando a mi culo y presionándome el agujero, para luego meterme dos dedos en mi coñito y jugar con otro en mi ano. Yo ya volvía a estar en la gloria, empujando con mis caderas cuando el metía las dedos para procurar que llegase lo más profundo posible. Ya tenía ganas de su polla, de que me follara otra vez con ese trozo de carne que tanto gemido me estaba arrancando en tan poco tiempo. No podía pedírselo, no podía hablar con la mordaza, aunque tampoco creo que me hubiera hecho caso.

Paró durante unos segundos y luego note frio en mi culo. Sentí como lo presionaba con un dedo y lo me metía poco a poco. Pensé que el bote era lubricante y que las intenciones de mi padre no eran precisamente follarme el coñito. Me agité de pensarlo. Nunca había jugado con mi culito y que mi padre, con la polla que tenía, quisiera follarme por ahí me daba mucho miedo. Él notó mi reacción.

-“No te preocupes putilla. Dentro de unos minutos me estarás rogando que no pare” , me susurró al oído mientras comenzaba a meterme y sacarme el dedo. La verdad es que era placentero. Mi culo no oponía demasiada resistencia y cada vez movía el dedo con más facilidad, hasta que repente no té como metía otro dedo más. Ahora sí que me dolía un poco más pero lo soportaba sin problemas. Vi de reojo como mientras mi padre se estaba pajeando y ya tenía la polla de nuevo a tope. Sólo de pensar que me iba a meter todo eso me daba un respingo. Mi padre siguió pajeando mi culo por unos minutos hasta que volví a sentir placer y comencé a gemir.

-“Ya estas lista putilla. Ya verás como esto te vuelve loca. A tu madre no se lo puedo hacer cuando estás en casa porque grita como una loca” me susurró al oído y después se incorporó nuevamente, se puso lubricante en su polla y la colocó en la entrada de mi culo. Al sentirla presionarme me di cuenta de que me iba a doler más que lo de la noche anterior pero poco podía hacer atada de pies y manos y amordazada. Lo único que me quedaba era relajarme y rezar para que no me doliera demasiado.

Mi padre me abrió las nalgas y comenzó a meterme su polla muy lentamente. Yo mordía con fuerza las mordazas e intentaba pensar en otra cosa.

-“¿Ves? Ya está toda dentro. ¿A qué no era para tanto?, me dijo al parar.

Yo asentí con la cabeza no muy convencida. Mi padre se quedó quieto por unos segundos y luego comenzó a sacarla lentamente. Notaba como el culo me quemaba y tenía la sensación de que me tiraban de mis entrañas hacía afuera. Era dolor puro, sin placer. Él sabía que no lo estaba disfrutando y sacó su polla. Vi como cogía el consolador que había comprado y lo llenaba de lubricante. Era un consolador algo pequeño pero de un grueso que iba de menos a más. Primero me metió un dedo y luego otro y antes de que me diera cuenta ya tenía el consolador dentro de mi. No me gustó mucho su textura pero entraba y salía de mi culo con bastante facilidad. Cada vez entraba un poco más y me lo habría más. Lo estaba comenzando a disfrutar y cuando los gemidos llegaron mi padre lo sacó.

Volvió a incorporarse y me metió la polla nuevamente. Ahora entró con más facilidad y apenas me dolió. Era más la sensación de dolor que me quedaba de antes que lo que me dolía ahora. Con cada embestida él aumentaba un poco la velocidad y yo un poco mis gemidos. Le estaba cogiendo gusto a que me follaran el culo y él lo notó porque lo levanté todo lo que pude para que me entrara entera.

Ahora mi padre ya no se cortaba, me la metía con rapidez y la sacaba casi entera … mientras me cogía del pelo o de los hombros para impulsarse. Yo disfrutaba cada vez más de mi culo y los gritos de la noche anterior habría parecido susurros ahora de no ser por la mordaza que me había puesto mi padre. Era otra sensación, otro tipo de placer. Más profundo, más intenso. Mis músculos se contraían y relajaban, mi cuerpo se agitaba, mi espalda se arqueaba y tenía las pulsaciones a tope. Si 24 horas antes alguien me hubiera dicho que mi padre me estaría follando el culo en la cama de mis padres y atada y amordazada, le habría llamado loco.

Mi padre aumentaba el ritmo y la fuerza de sus embestidas, señal de que estaba a punto de correrse. Levanté aún más mi culo para que ni se le ocurriera sacarla hasta haber acabado. Y justo cuando él empezó a correrse y a gemir más fuerte, mi mordaza cedió y yo pude gritar libremente y desahogar así el placer que acababa de darme.

Cayó rendido sobre mi y me susurró al oído:

-“Tan puta como tu madre, lo sabía”.

Así como estábamos quedamos dormidos.