De como mi esposa me engañó con su amigo del chat
Excitante relato de cómo mi esposa me engaña con su amigo del chat.
DE CÓMO MI ESPOSA ME ENGAÑÓ CON UN AMIGO DEL CHAT
Podría decir que la relación con mi esposa era excelente, tanto en lo cotidiano como en la cama. Soy su mejor amigo además de su esposo y amante. De allí que un día, en medio de unos tragos y en una onda de "confesión", Liseth me contó una infidelidad que ocurrió hace pocos meses. Ella cada día se ha puesto más divina: tiene 33 años, es blanca, ojos verdes, unos pechos medianos y paraditos, con unos pezones duros y rosados, un culito redondo y sobre todo una piel tersa como una delicada tela, con un aroma permanente que de solo olerla me excita. Siempre supe de su afición a las salas de Chat, incluso sabía de sus amigos "virtuales" que en ocasiones se daban sesiones de sexo virtual, imaginando fantasías eróticas. Pero ella siempre aseguró que sólo eran virtuales, que era una diversión y que nunca los conocería.
Hasta que llegó Ricardo. Él es un hombre casado de 36 años, trigueño, alto, con un buen cuerpo, bastante atractivo según me contó Liseth. Además es excelente conversador, por lo que ellos tenían bastante tiempo conociéndose en la red, viéndose incluso en cámara, por lo que un día decidieron conocerse personalmente. Ella aprovechó un viaje de negocios mío a la ciudad donde vive Ricardo para acompañarme. Yo debía estar en reuniones todo un día y parte de la noche, y ella me dijo que visitaría unas viejas amigas. Pero al dejarme se devolvió al hotel, se bañó y perfumó, se puso una falda sexy, que cubría un diminuto hilo dental y sostenes negros. Llamó a Ricardo y se citaron en la tasca del hotel. Cuando llegó Ricardo ya Liseth tenía tres cocteles encima, conversaron una hora, en la que él le reveló su sorpresa ante lo rica que era ella en persona. La conversación se puso muy caliente hasta que Liseth, con varios cocteles más, le dijo: ¿subimos?
Al llegar a la habitación, Ricardo no perdió tiempo, comenzó a besarla con lujuria, jugando con su lengua dentro de la boca de mi esposa, quien le chupaba la lengua y le metía la suya. Hábilmente fueron desnudándose, una vez despojados de ropa, él la acostó y comenzó a besarle toda su rica piel, seguramente olía su aroma y se excitaba más, pasaba su lengua y sus manos por las piernas, hizo una parada en su húmeda vulva, la chupó y lamió a placer, mordisqueó su clítoris, introdujo su lengua en la vagina y levantó sus piernas para lamerla hasta su rico ano. Luego siguió subiendo besando y le dedicó una chupada a esos rosados y duritos pezones.
Acariciaba los senos y sentía la respiración agitada de ella, ansiosa ya de ser penetrada. Pacientemente la volteó y repitió la sesión de besos, lamidas y caricias por toda la espalda de mi mujer, comenzando por su cuello y orejas, lo que la pone a mil, pasó por su espalda y beso sus pecas, bajó a sus nalgas duritas y suaves, las lamió, acarició, chupó y hasta mordió, abrió sus nalgas y lamió a placer su rico hoyo, hasta meter un dedo mojado por él, arrancando un primer grito de placer de Liseth. Ella no resistió más ser tan pasiva y se levantó, lo empujó suavemente sobre la cama y fue directo a su pene. Lo tomó y de un golpe comenzó a mamarlo, manoseaba sus testículos, alternaba masturbarlo con chupárselo, lamía su glande y trataba de tragarse la mayor porción de ese pene que, según me dijo, tendría como 20 centímetros (casi igual al mío). Cuando casi le produce una eyaculación, ella para y le lame las piernas y el ano, creo que hasta le metió un dedo por allí. Ricardo se levantó, la recostó boca arriba y penetró su duro pene en aquella mojada vagina. Comenzó a bombearla suave para después acelerar el ritmo, sintiendo sus gemidos de placer, oliendo su sudor, lamiendo su boca, su cuello, sus senos. La penetró con fuerza, levantó las piernas de ella hasta ponerlas lo más alto que pudo, metiendo su polla hasta el fondo, cogiéndola con el máximo placer. Ella susurraba entrecortadamente:
- ¡Siiiii!..... ¡Rico!......... ¡cógeme toda!....... ¡soy toda tuya! ¡Me encantas!
Sin sacarlo ni perder el ritmo, después de un rato así, Ricardo la fue volteando hasta dejarla de espaldas, la puso en cuatro patas y la siguió follando. Tocaba su clítoris, pellizcaba sus pezones, mojó sus dedos medio e índice con los abundantes jugos de la vagina y los metió en el ano de ella, a lo que ella respondió con un grito: ¡Ahhh!, ¡Siiiii!. Ante este estímulo, Ricardo sacó su falo de la vagina y lo fue metiendo suavemente en el ano de mi mujer. Comenzó con lentos y suaves movimientos, hasta meterlo hasta el fondo. Empezó a bombearle el ano con fuerza cuando ella le dijo: ¡Así, Dale Duro! Allí ella sintió que tendría su primer orgasmo, sintió como un shock eléctrico recorría su cuerpo, un fuego que salía de dentro la quemaba, era puro placer. Soltó un grito largo y grave mientras Ricardo aceleraba la penetración anal.
Cuando ella terminó su rico orgasmo, él sacó el pene, se acostó y ella se abalanzó sobre su cuerpo, montándose como una jinete sobre su caballo. De inmediato cabalgó con ritmo rápido, alternaba con movimientos suaves y penetrantes, para sentir ese pene duro y caliente dentro de su mojada y rica vagina, sentir la penetración profunda, el roce con las paredes y con el clítoris. Ricardo chupaba y pellizcaba sus pezones, acariciaba su espalda, su pecho, hasta se estiraba para meter un dedo en su dilatado ano. Así estuvieron un buen rato hasta tomar un ritmo acelerado e indetenible, sentían que llegarían juntos al máximo placer, que se fusionarían en un solo y rico orgasmo. Aceleraron al máximo cuando ella sintió como el pene que tenía dentro se ponía más rígido y explotaba en chorros de semen caliente y espeso, y cuando él sintió como Liseth enterraba su uñas en la cama y contraía todos sus músculos, soltando un tenso grito desde la garganta. Sintieron mareo de puro placer, temblaron al mismo ritmo.
Ella cayó casi desmayada sobre su cuerpo sudado y él le besaba dulcemente las orejas. Descansaron casi una hora hasta que Liseth, le pidió que se marchara, que no chatearan ni la llamara más. Y así fue. Tras ese encuentro, que hasta ahora yo desconocía, Ricardo desapareció de la vida de mi mujer. Esa revelación trajo, como es lógico, una pequeña crisis, tras la cual Liseth comenzó a revelarme que esa era una de sus fantasías sexuales, hacerlo con otro. Que ya complacida no quería volverlo a hacer. Le pregunté cuales eran las otras fantasías que tenía y me las fue revelando poco a poco. Entre ellas me contó que siempre le ha llamado la atención hacer un trío (dos hombres y ella), mása otras que tal vez les cuente luego. Pero lo del trío me decidí a organizarlo yo y así lo hicimos. Pero eso se los contaré en otro relato.
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