De cómo me hice maricón

Cómo nunca se sabe donde reside el máximo placer, si eres hombre y lo quieres descubrir otro hombre te la de meter.

En mi relato: "Me gustan hoy las pollas, como ayer me gustaban los coños" , contaba como en un vagón del metro de Madrid atestado de personas, sentí una polla pegada a mi culo, y de que manera me gustaba notar esa sensación que jamás había sentido en mi vida. En una época anterior lo hubiera rechazado, y seguramente habría abofeteado al que tuvo la osadía de realizar tamaña acción.

Pero "aquello" transformó mi vida sexual, ya que no podía apartar de mi mente aquella polla pegada en mi culo; y cuando lo pensaba, me excitaba cada vez más.

Rosa, mi amante de tuno, (estaba separado desde hacia diez años, y no me había vuelto a casar) notó en mí, cierta desgana en nuestras relaciones sexuales, por lo que al poco tiempo, y al no poder apartar de mi mente aquella imagen, le conté lo que me pasaba.

-Mira cariño, te voy a decir la verdad de lo que me pasa.

Rosa me miró con cierta curiosidad, ya que sabía muy bien que mi estado físico y económico no revestían problemas.

-Cómo no se me va de la cabeza lo que me sucedió hace más de un mes, creo que...

-¿Qué crees? Me pregunto Rosa con cierta impaciencia.

  • Creo que soy "mariquita", bueno, bisexual.

-¿Y cómo lo sabes? cariño.

Le conté con todo lujo de detalles "mi aventura" del metro. Rosa se echó a reír.

-¿Te hace gracia la cosa? Le dije algo molesto.

-No cariño, me hace gracia que estés preocupado por algo tan normal en los hombres de mediana edad, y los guapos como tú, el deseo de probar la homosexualidad les atrae cada vez más.

-¡Vaya! Toda mi vida presumiendo de macho, y ahora me he vuelto maricón. ¡Joder! que sorpresas da la vida.

Estábamos en la cama, y acabábamos de "echar un polvete", por lo que mi pene estaba flácido. "Ese polvo" había sido un puro trámite, y lo peor: que lo eché pensando en "mi furtivo y desconocido novio del metro de Madrid".

-Me he dado perfecta cuanta querido Arturo, que esta vez no has estado conmigo, en tu mente ha estado otra. Me dijo Rosa algo molesta.

-Te equivocas cariño, no he pensado en otra, sino en otro.

-¡Ah! pero es que ya te has echado novio. ¡Caray! qué fuerte te ha dado, qué calladito te lo tenías, ahora me explico tu desgana conmigo.

-Te equivocas amor, no existe ningún hombre, sólo existe una imagen, una idea que me atormenta, algo que no me puedo explicar...

-Entonces...¿No has estado con ningún hombre?

-Te juro que con ninguno.

-¿Sólo aquello del metro es lo que te está produciendo esta pesadumbre?

-Así es, aunque no lo creas.

-¿Pero deseos tienes? Eso es innegable. ¿Verdad cariño?

-Ese es precisamente mi problema; que no sé como enfrentarme; ¡pero sí!, deseo volver a sentir "aquello", pero directamente en mis carnes, es algo que me atrae de tal forma que me asusta.

-Yo re ayudaré cariño. Me dijo Rosa a la vez que posaba sus labios sobre los míos.

Ahora era yo el sorprendido; creí que Rosa se decepcionaría y me abandonaría.

-¿De verdad Rosa que no te has enfadado?

-No cariño, no. Ya te he dicho antes que "lo tuyo" es muy normal.

-¡Joder Rosa! ¿Cómo va a ser normal pasar de "macho a maricón" en unos días.

-Ese es el problema; que no sabes como iniciar tu "periplo homo". Te comprendo muy bien, por eso, te voy a ayudar a que des ese "gran paso" en tu vida.

Se me abrieron los ojos como platos. No me lo podía creer.

-Si cariño. Las mujeres sentimos un cariño especial por los gays, precisamente dos de mis mejores amigos son homosexuales. La homofobia era antes, durante el machismo de la Dictadura. Hoy afortunadamente; la homosexualidad femenina y masculina, es algo natural y consustancial en el ser humano.

-Me sorprendes Rosa. ¡Cuánto sabes! Nunca hemos hablado de este tema.

-Porque tú eres, el clásico machista...

-¡Yo machista! Le dije airado.

-Sí cariño. Eres una buena persona, seria, responsable y humana, pero "un "pelín machista"!

-¡Vaya! Sólo pude decir, pero pensando que Rosa tenía algo de razón. La Dictadura había impuesto un "cordón sanitario" en torno a la homosexualidad; por eso a los jóvenes que vivimos durante aquel Régimen, la veíamos como algo anormal o antinatural.

-¿Has oído hablar de "Chueca"?

-¡Pues claro! Quién no conoce a Federico Chueca, gran músico, y madrileño por excelencia.

-No tonto, me refiero al barrio de Chueca.

-¡Claro que conozco la Plaza de Chueca! Una plaza clásica del centro de Madrid.

-¡Vaya! veo tu ignorancia del tema. Chueca es el barrio Gay de Madrid. Allí se reúnen en bares y discotecas el mundillo homo.

  • Normal que lo desconozca; yo me muevo por los barrios del "puterio de lujo", no por el "barrio del mariconeo".

-Pues a partir de ahora, me temo que vas a "cambiar de barrio". Me dijo Rosa con cierta ironía.

-¡Bueno Nena! ahora dime como has pensado en ayudarme.

-No te preocupes, hablaré con Sergio y Adolfo, mis dos amigos gays, y verás como damos con la solución.

-¿Tú crees qué ellos..?

-¿Te digo una cosa y me prometes que no te vas a enfadar?

-Dime, y te prometo que no me voy a enfadar.

-Adolfo te conoce personalmente, fue aquel chico que te presenté hace como un año a la salida del cine Capitol.

-Ni idea y ni me acuerdo.

-Pues no veas lo que le impresionaste. Cada vez que nos vemos o hablamos por teléfono me pregunta por ti.

-¡Vaya! y yo en la ignorancia más absoluta.

-¡Cómo se lo iba a contar a un "machista" como tú! ¡Ojo! que me has prometido no enfadarte.

-Vale, sigue. ¿Qué habéis hablado de mí?

-Dime una cosa antes, Arturo. ¿Qué es lo que más me gusta de tu cuerpo, y te lo he dicho muchas veces?

-¿Mi culo?

-Así es. Tienes un culito de hombre precioso; más de una amiga también me lo ha dicho.

-¡Jo! Voy de sorpresa en sorpresa.

-Porque "tu machismo" no te hace ver las sensaciones que provocas en los de tu mismo sexo.

-Rosa.

-Dime.

-¿Podrías por favor, de ahora en adelante prescindir de la palabra "machismo" para definirme?

-Vale cariño. Pero no te enfades que te lo digo sin acritud.

-Vale. Pues Adolfo se ha referido a tu culo muchas veces hablando conmigo. Dice que tienes el culete que pagaría "por perforarlo".

-Entonces... Tu amigo Adolfo es de "los que dan", no de "los que toman".

-Sí, Adolfo es activo, "de los que les gusta dar. no tomar". ¡Por cierto! ¿A ti que te gusta?

-¡Tomar! Qué un tío me la meta. Meterla en vulvas y tafanarios... ¡De mujer, por supuesto! ya estoy harto. Lo que deseo ahora, es sentirla yo dentro.

-¡Normal! Eres el clásico hombre harto de penetrar...

-¡A mujeres! ¡Eh!

-Ya, ya, a mujeres se sobreentiende. Por eso tu deseo de sentir lo que nunca has sentido, y ardes en deseos de conocer.

-¡Exacto! Lo has definido perfectamente.

-Cierra los ojos, Arturo.

-¿Para qué?

-Date la vuelta y piensa en aquella escena del metro.

De repente, sentí algo duro en mi culo, que me hizo dar un pequeño respingo. Intenté ver que era, pero Rosa me lo impidió. Había "plantado" entre mis nalgas un consolador de latex, que guardaba en un cajón de su mesilla para satisfacer momentos de soledad, y que yo lo ignoraba por completo.

-No te vuelvas, y relájate cariño.

No sé que me motivó, seguramente aquella escena del metro; el caso es, que me posicioné como se dice vulgarmente "a cuatro patas", esperando ser penetrado por aquel suave consolador.

Rosa manipulaba mi ano de una forma tan delicada con uno de sus dedos untado de "vaginisil", (una crema suave) que me hacía presagiar lo que esperaba con ansiedad. Al rato sentí algo que se introducía en mi recto.

-Tranquilo cariño, que es mi dedo, lo tienes muy estrecho, y poco a poco hay que abrirlo.

-¡Qué maravilla! Sentir el dedo de Rosa metido en mi ano, me causaba sensaciones tan placenteras, que aquella leve molestia de sentir algo donde no había entrado nunca "ni el pelo de una gamba", se disipaba ante el placer que me producía tal acción.

-¿Te gusta, "putita mía? Me dijo Rosa poniendo voz grave.

-Al tratarme de "putita" me sobrevino tal erección que me sorprendió, ya que después de hacer el amor, volver "a empalmarme" como ahora, a los pocos minutos era algo impensable.

-Sí mi vida, me encanta... sigue... sigue...

Lo que sentí ahora fue algo que jamás pude imaginar. Rosa me lamía el "ojete" en movimientos circulares con una lengua que se me antojó como "pétalos de rosas volando entre mis nalgas"

-Sigue... sigue... no pares. (El pene me daba golpes contra el vientre).

Ahora si sentí dolor. Rosa me había introducido el "glande" del consolador, lo que me hizo dar un respingo y sacarlo. Me di la vuelta para ver "aquello".

-¡Coño Rosa! ¿Pero es me pretendes meter "eso"?

-Si vieras como "la tienen" algunos gays, no te asombrarías. Y dado que quieres ser pasivo con los tíos, debes de abrir bien el ano para que te "entren todas". Y llegará un momento en que "la querrás" cada vez más gorda, para que te llene bien.

-Comprendo, comprendo.

Cómo seguía empalmado y con ansias de sentir mi ano lleno, me situé otra vez en posición, dispuesto "a tragarme" todo aquello.

Rosa me "sodomizó" de una forma tan delicada, que culminó mis expectativas. Me dijo una vez que "me la sacó".

-Cuando sientas como te entra una de verdad, te vas a volver "loca". Ya lo verás.

Siguiente entrega: "Mi noche loca con Adolfo".