De cómo María Jesús y yo fuimos destruidos

Cuando un hombre debe dinero a la gente equivocada, lo más habitual es que se lo hagan pagar con su hombría.

María Jesús, o mejor dicho Chus, como todo el mundo la llama, no era ni siquiera mi pareja formal. Ella se había divorciado recientemente, y aunque habíamos quedado unas cuantas veces, no puedo decir que fuese mi pareja y menos aún mi mujer. ¿Pero acaso le importaba eso a ellos? ¿No son siempre las mujeres quienes sufren las peores consecuencias cuando los hombres se quieren hacer verdadero daño entre sí? Someter a tu mujer es el modo más cruel de someterte a ti, y también el más humillante. Pero volvamos al principio de mi historia.

Como decía, Chus y yo estábamos empezando algo. Yo tengo 37 años y soy un hombre normal: alto, moreno, con algunas entradas y no demasiado dotado, aunque tampoco se puede decir que la tenga pequeña. Soy empresario, vivo en una gran casa y conduzco un coche caro, pero desde que el coronavirus paralizó la economía de mi país, solo tengo deudas. Chus es algo mayor que yo, pues tiene 43 años. Ella es morena, de pelo largo y liso; preciosos ojos verdes, muy grandes; 1,70 de estatura; caderas normales, no muy anchas para su edad; y sobre todo muy buen pecho, una 100 de tetas naturales. Chus se dedica a la enseñanza, tiene un hijo de 14 y está separada. Es una mujer muy atractiva, pero no es lo que se dice una guarra en la cama. Es una mujer de buena conversación, elegante, atractiva, muy guapa; pero no es la típica que te pide que le llenes la cara con tu lefa o que deja que la folles por el culo. No obstante, mentiría si dijese que, las dos veces que hemos tenido relaciones, no he disfrutado. Una cubana de Chus te lleva al cielo, tiene bastante buena boca para las mamadas y follando, encima de uno con esas tetas al aire, también le da a uno una buena dosis de placer.

Chus y yo nos conocimos hace ya un par de años, pues yo conocía a su ex; pero hace pocos meses coincidimos un día por casualidad y yo, que siempre me había sentido muy atraído por ella, conseguí convencerla para que aceptase un café. Después vino una cena en otra ocasión, otra vez un cine... y poco a poco fui consiguiendo conquistar, no sin esfuerzo, a semejante mujerón. Porque, sí, pese a no ser la más perra en la cama, para sus 43 años Chus era un auténtico MUJERÓN en todos los sentidos. El día que aquello ocurrió estábamos enfadados, pues era el primer día desde que se decretó la cuarentena que ella había accedido a que nos viésemos. Estaba preocupada porque tenía a su madre muy mayor en casa, y no quería salir para nada, no fuese que se contagiase ella y se lo pasase a la abuela. El caso es que tuvo tan mala suerte que, justamente ese maldito día, cedió a mi insistencia y vino a verme. No obstante, como digo, ella estaba de uñas y yo también muy irascible, por lo que acabamos discutiendo en mi casa.

Cuando ellos llegaron yo ya supuse qué querían. Venían a cobrar, eso era evidente; pero jamás pensé que llegarían tan lejos a la hora de darme un escarmiento. De esa gente solo diré eran tipos peligrosos, delincuentes de traje y corbata con los que nunca me habría juntado de no poder satisfacer mis deudas. Y es que yo perdía mucho al póker, es cierto, pero mis negocios producían mucho capital. Ahora, con el parón económico provocado por el Estado de Alarma, en un mes he dejado de ingresar un solo céntimo, y me era imposible conseguir los 22.000 euros que les debía. Les ofrecí el coche, de un valor muy superior, pero ellos solo querían oír hablar de efectivo. Yo no lograba hacerles entender que no podía conseguir comprador en 48 horas (ese era el plazo que me habían otorgado) para mi casa o mi coche en una situación como la actual. Quise hacerles entender que no tenía de donde sacar el dinero, pero a ellos no parecía importarles. "Eso debiste pensarlo antes, Pérez, o pagas o recibirás un buen escarmiento. Estás jugando con quien no debes". Eso me dijero, y aunque lo tomé en serio y me cagué de miedo, nunca pensé que llegaría a hacer lo que hicieron.

Cuando entraron en la casa nos sorprendieron en plena discusión, en la sala de estar. Eran cuatro hombres, dos de ellos armarios de cuatro puertas. Cuando se quitaron los pasamontañas -los llevaban para eludir la cámara de seguridad que tengo en el portalón, imagino-, vi dos rostros conocidos. Dos de los jefazos de la organización, dos hombres, uno de mi edad y el otro un viejete de 60, que me habían desplumado al póker. Los dos armarios, uno de ellos un mulato enorme, debían de ser simples sicarios. Iban armados con rifles de asalto y con cuchillos. Chus estaba aterrorizada, y evidentemente no entendía nada de todo aquello. Intenté tranquilizarla.

-Tranquila, Chus -le dije-, son una personas que conozco, no nos va a pasar nada.

-Eso será porque tienes nuestro dinero -dijo uno de los jefazos, el más joven-, porque de lo contrario vaya si van a pasar cosas.

-Escucha, Martínez, sé que han pasado las 48 horas, pero me ha sido imposible. Comprende la situación... Estoy dispuesto, como te dije por teléfono anteayer, a pagar los intereses que sean necesarios.

-Y yo te dije que no somos prestamistas, que no entendemos ni queremos entender de intereses, que nos debes un dinero y o pagas o lo pagas. ¿Verdad que te dije eso?

-Sí, eso me dijiste, pero...

-No hay peros. Solo contesta, y piensa bien si tienes algo de dinero en el colchón o en una caja fuerte, porque dentro de un rato aunque nos lo quieras dar no nos molestaremos en cogerlo, solo contesta si tienes o no el dinero que nos debes.

-No lo tengo -dije, con un hilo de voz.

-No lo tiene, ¿habéis escuchado? -se dirigía a los otros tres-. No piensa pagarnos, se ríe de nosotros.

-No, de ningún modo -lo atajé-, nunca haría eso. Te repito que os lo puedo pagar con intereses. Llevaos el coche y, a mayores, os pagaré la deuda íntegra en unos días más.

-Te lo voy a explicar, Pérez -tomó la palabra el viejo-. Si aceptásemos ese tipo de tratos, continuamente tendríamos que estar negociando sobre lo que nos deben. A nosotros nos parece más práctico que, si no puedes pagar en efectivo un dinero que te jugaste en efectivo, te lo cobremos de otra manera. Te lo hacemos pagar bien, y damos por saldada la deuda. De ese modo nos quedamos sin tus 22 mil, que representan una mierda, pero a cambio todo el mundo sabe que con nosotros no se juega. No te preocupes, te dejaremos vivir para que puedas contarle a tus compañeros de cartas lo poco que conviene no pagarnos al día. Y dicho lo cual, he de observarte que tienes muy buen gusto -dijo, dirigiéndose a Chus-, ¿este bellezón cómo se llama?

-Chus -dije yo-, pero ella no tiene nada que ver con esto...

-Chus... Chus... tiene nombre de... Chuspapollas jajajajajaja -se carcajeó, y el resto lo secundaron.

-Luis -me dijo ella en voz baja-, tengo miedo. ¿Quién es esta gente?

-En serio, ella no tiene nada que ver...

-Sí, tiene mucho que ver. Es la hembra de un moroso.

-No, os equivocáis, ella y yo no estamos casados.

-Mira, Pérez -dijo el más joven-, a nosotros poco nos importa si es tu mujer o tu puta. El caso es que está aquí contigo, y que seguro que te la follas. ¿Se la chupas al morosete? -preguntó a Chus, mientras la agarraba del cuello con fuerza- Contesta, zorra, ¿se la has mamado a este pufero? Seguro que acabas de comérsela, vamos, échame el aliento. Seguro que te huele a polla.

-¿Es que no oyes al jefe, guarra? -Intervino uno de los gorilas.

-Le ha comido la lengua el gato -dijo el otro, y rieron.

-Bueno -tomó el viejo la palabra nuevamente-, tenemos un moroso al que enseñar una lección: empecemos. Pérez, quítate la ropa.

-Pero...

-Obedece, no nos toques más los cojones.

Empecé a desnudarme, hasta quedarme en calzoncillos.

-¡Todo! -me gritó el joven. Obedecí y me quedé completamente desnudo.

¡Dayron! -se dirigió al mulato-, desnúdate tú también.

El musculoso mulato de metro noventa se quedó en calzoncillos, un slip blanco que no disimulaba un abultado paquete. Cuando se lo bajó vi que, efectivamente, tenía una herramienta portentosa. A una seña del viejo se puso a mi lado, cogió su polla con una mano y la mía con solo dos dedos de la otra, como ridiculizándola.

-¿Qué le parece a la señora? -dijo el viejo, volviéndose hacia Chus- Parecen de ligas distintas -todos rieron.

Efectivamente, la polla de aquel armario, todavía en reposo, era mucho mayor de lo que la mía lo sería aunque hubiese estado en erección. Chus no contestó, una vez más, a aquel hombre y eso pareció agotar su paciencia.

-La señora -dijo- es un tanto maleducada. Se le ha hecho una pregunta y no contesta. Debe estar deslumbrada por el rabo de nuestro Dayron jajajaja.

Chus seguía muda, con la vista en el suelo. Vi que la cosa se iba a poner fea, así que intercedí.

-Chus, contesta a estos señores cuando te preguntan, por favor. Si hacemos lo que nos dicen estoy seguro de que todo va a ir bien.

-Muy sensato el picha corta -dijo el mulato-, ¿qué contesta, señora, qué le parecen nuestras pollas en comparación?

-Una es más grande que la otra -dijo ella, temblándole la voz.

-A ver, puta -habló el joven-, a mí ya se me ha acabado la paciencia. Ya sabemos todos que una es más grande que la otra, estamos esperando que digas algo más... no sé... algo más conveniente. Algo del tipo "una es la polla enana de un moroso y la otra un pollón que me encantaría comerme".

Chus me miró aterrada.

-Luis -me dijo ella-, ¿estos hombres me van a violar? ¡Por favor, dales lo que sea!

-No tengo nada, Chus. Es la verdad. Pero escucha, no te van a hacer nada, porque ugfhhg -recibí un puñetazo en el estómago que me hizo doblarme.

-Señora -retomó la palabra el viejo-, nadie va a violarla. Usted misma decidirá lo que quiere o no quiere hacer. Aquí ninguno somos violadores. Nuestra idea es la de castrar al moroso para que aprenda la lección, y de paso para que en su vida vuelva a difrutar de una mujer como usted, a quien sin duda no merece. Pero claro, no podemos dejar de darle el gusto a usted, señora, de salvar las pelotas de su hombre si nos ofrece a cambio una buena sesión de placer sin límites... a los cuatro.

Mientras aquel hombre hablaba, me habían levantado entre los dos gorilas, y el que estaba vestido me había puesto una navaja en los cojones. Yo creía que aquello sería el final.

-Por favor -dijo Chus entre lágrimas-, no le hagáis eso.

-Empieza entonces por repetir la frase de antes, puerca -dijo el joven.

-No la recuerdo bien -tragó saliva-, era algo como que una es la polla de un moroso...

-Enana

-Eso, la polla enana de un moroso y la otra una polla que me gustaría comerme -todos rieron y aplaudieron.

-Venga, empecemos entonces, muchachos -al decir esto el viejo, todos, incluido él, sacaron las pollas. Ninguna era como la del mulato, que era una cosa nunca vista, pero realmente todos la tenían más grande que la mía-. Ahora, señora, empiece a mamarnos las pollas de rodillas, en medio de los cinco. Sí, de los cinco, no se extrañe. A su macho pichacorta también se la va a mamar, no vamos a discriminarlo.

Aquello era de lo más cruel. Chus tenía que comerse todas esas pollas por salvarme de la castración, y encima la obligaban a darme placer también a mí. Se colocó en el medio de todos y empezó a chupárnoslas. No lo hacía con ganas, es evidente, pero la cosa cambió cuando volvieron a ponerme el cuchillo en los huevos. En ese momento Chus tuvo que esforzarse, emplearse a fondo, pues sabía que aquellos hombres no bromeaban. Con las manos pajeaba dos pollas y con la boca se comía otra. Yo intentaba que no le tocase mamar la mía, pues me sentía sumamente avergonzado, pero cuando lo advirtieron la obligaron a dejar el resto de pollas y centrarse en la mía. Nos humillaban con comentarios de todo tipo, y llegado un punto me obligaron a insultarla y escupirle en la cara, como parte de la diversión. Chus recibía con toda la dignidad posible mis insultos y escupitajos, mientras me la mamaba incluso con cariño. Cuando vieron que me iba a correr me dijeron que yo no tenía permiso para correrme en la boca de Chus, y me obligaron a retirar mi polla de su boca y quedarme con el calentón. Ellos siguieron la juerga. El mulato le folló la boca y, cuando iba a correrse, la obligaron a retener el semen en la boca, mostrarlo a todos, y esperar a recibir el permiso para tragarlo. Era una corrida abundante, y acabó todita en el estómago de Chus. Después hubo de limpiar la polla de aquel gorila con la boca, mientras él la agarraba del pelo. Más tarde la historia se repitió con todos, salvo el viejo, que decidió esperar a recibir la cubana de Chus.

-Para mí la mejor parte -dijo-. Con esas tetas debe hacer unas cubanas impresionantes, ¿verdad que sí, Pérez?

-Sin duda las hace, señor -respondí, acobardado, pues de nuevo tenía la navaja en mis huevos.

-¿Es una puta de primera, Pérez? ¿Me satisfará como espero?

-Lo es, señor. Es una puta -Chus me miraba compasiva, entendía que no me quedaba más remedio que decir aquello-, una puta de las mejores. Seguro que la cubana lo deja a usted satisfecho.

-Y si no lo hace, te quedas sin pelotas, Pérez -él rió, y yo tragué saliva.

Chus se esmeró en la cubana todo lo que pudo. Sus enormes berzas masajeaban la polla de aquel viejo de arriba abajo. El resto, entre tanto, se recuperaban de la mamada y empezaban a pajearse, probablemente pensando en volver a usar a Chus en cuanto que el viejo terminase. Pero el viejo era un jodido pervertido, y después de aguantar sin correrse durante casi treinta minutos de cubana, al fin se puso en pie y dijo:

-Señora, ahora quiero que me pajee apuntando a la cara de su hombre. Y tú, Pérez, abre la boca y pobre de ti que se escape una gota, pues lo pagarás con los cojones.

Y así recibí la primera corrida en la boca de mi vida. Aquel semen tenía un sabor amargo, nauseabundo y debí poner todo de mi parte para no devolverlo cuando hube de tragarlo. Una vez pasada esta humillación, la mayor que había sufrido jamás, el viejo ofreció su miembro todavía semierecto a Chus para que se lo limpiase con la boca.

-¿Ves, Pérez? Para ti también había leche. No sería justo que solo la señora abonase tu deuda. ¿No crees?

-Desde luego, señor -dije, totalmente decidido a someterme lo que fuese necesario, para que aquella pesadilla pasase de una vez-.

-Ahora -continuó el viejo- ya nos queda poco. Follarnos a tu hembra y poco más.

Respiré, aunque no sospechaba que lo peor estaba por llegar. Primero uno de los gorilas y el jefe joven se follaron a Chus por turnos. Por supuesto, no usaron condón y se corrieron dentro de su coño. Se rieron a gusto y la humillaron con frases del tipo "yo sé de una que mañana tendrá que tomar la píldora del día después" o "igual esta yegua quiere tener una cría". Chus lloraba mientras era montada como una simple perra. Después de esto el viejo quiso follarla, pero dijo que primero había que rasurarla, pues Chus tenía el coño bien arreglado, pero no completamente sin vello. Fueron a uno de los baños de la casa y volvieron con mi maquinilla eléctrica de afeitar. Primero le afeitaron el coño y después la cabeza. La raparon al cero mientras se reían. Luego el viejo se sentó y le exigió que ella lo cabalgase. Chus se lo folló como pudo, intentando contener las lágrimas y desbordada por la situación, mientras sus tetas botaban y botaban sentada sobre la polla de aquel viejo hijo de puta. Cuando estuvo a punto para correrse tuve que arrodillarme y se vació los huevos en mi cara. Después Chus tuvo que limpiármela a lametones.

El final estaba cerca, pero aún quedaba que el mulato se follase a Chus por el culo. Ella lo tenía virgen a sus 43 años, y aquel armario de pollón descomunal se lo destrozó. La colocó de pie, inclinada hacia abajo, con el rostro apoyado sobre la mesa del comedor y el culo hacia afuera. Le aprisionaba la cara contra la superficie de la mesa con su mano enorme, mientras con la otra le sujetaba la cadera y la embestía como un animal. Le traladró el culo: cuando retiró de él su miembro, aquella polla dejó un boquete enorme abierto tras de sí. Como le faltaba correrse la metió en el coño de Chus. "Por si quieres un niño mulatito y bien dotado", se reía. Una vez que descargó en su coño, se separó de ella y Chus cayó al suelo, rendida, por inercia. Rapada de coño y cabeza, follada por todos sus orificios y probablemente preñada, todavía faltaba el toque final. Habló el viejo.

-Bueno, Pérez. Ya has visto lo que tu hembra ha accedido a hacer por ti. Quizá ahora se arrepienta de no haber escogido largarse y dejarte a ti sin huevos, pero eso solo ella lo sabe. Ahora no nos debes nada, y cuando quieras serás bien recibido en la mesa de juego, aunque no olvides jugarte solo lo que tienes. Ah, y por supuesto cuéntale esto a tus amistades, no vaya a ser que tengan intención de no pagarnos alguna deuda. Por lo demás, solo te daré un último consejo. Tu hembra acaba de beneficiarse en tus narices a cuatro hombres, lo cual merece un escarmiento. Supongo que no vas a consentir que sea así de puta en tu propia casa.

-Pero...

-Pero nada, hombre, pero nada. Esto no es más que un consejo, pero yo te recomendaría que le meases en la cara para que sepa que no apruebas su comportamiento. Puede que con eso aprenda la lección y no se abalancé sobre el primer mulato polla gorda que se encuentre -todos rieron a carcajadas-. ¡Demuestra que todavía eres un hombre, Pérez! ¡Que para eso tienes esos huevecillos ahí colgando!

Yo no sabía si aquello era realmente una propuesta que podía tomar o dejar, pero no quería arriesgarme a que aquello empezase de nuevo. Si les desobedecía tal vez todavía me castrasen. Me acerqué a Chus y, tragando saliva, le dije:

-Chus, que sea la última vez que te follas a otros hombres en mi propia casa.

A continuación le mee en la cara.

Aquellos hombres se fueron y Chus y yo quedamos destruidos.

FIN

Espero vuestros comentarios, gracias por leerme.