De como empezó mi vida de amo -9

Episodio de transición. NO SEXO

Unos días más tarde, a la una del mediodía, llegaron las alumnas en varios coches. Traían una maleta con ropa interior y artículos de aseo. Irene y yo las esperabamos en la puerta. Ellas se congregaron alrededor de nosotros y yo me tomé mi tiempo para admirar a las jovencitas que habían venido a ser entrenadas.

—Bienvenidas —Dije como saludo— Esta será vuestra casa los próximos meses. Intentaré enseñaros todo lo necesario para que cuando salgáis de aquí podáis satisfacer plenamente a vuestros amos. Ahora, seguidme.

Entramos en la casa conmigo abriendo el paso. Dentro nos esperaba Tania y varios miembros del servicio.

—Esta es Tania —Dije señalando a la interesada con un dedo— Es la Jefa del Servicio. Se ocupará de que no os falte nada y estéis bien atendidas. Pero no os equivoquéis, no trabaja para vosotras. Haréis todo lo que ella diga sin rechistar.

Las chicas asientieron.

—Yo soy Victor y ella es Irene —Dije poniendo una mano en el hombro de mi esclava— Ahora os acompañarán a vuestras habitaciones, donde dejaréis vuestras cosas y volveréis a bajar. Vamos.

Tania y el servicio acompañaron a las chicas a sus respectivas habitaciones. Un par de minutos despues las cinco chicas volvieron a bajar, acompañadas por Tania.

—Os voy a explicar como funcionan las cosas: yo soy la ley aquí, lo que yo diga se cumple. Y si por la razón que sea no estoy yo, Irene y Tania serán las que me sustituyan. Y no hacerlas caso, es faltarme el respeto a mí. ¿Esa parte esta clara?

Ellas volvieron a asentir.

—Perfecto. Os habréis fijado que en vuestras camas había una carpeta. Si la abrís veréis las normas por las que nos regimos aquí, pero esta es la más importante: Yo soy Dios y se cumple mi voluntad. Ahora presentáos, empieza tú —Dije señalando a la de la derecha del todo.

La chica dió un paso al frente.

—Me llamo Julia —Dijo la joven. Su cuerpo era bastante normalito, pero tenía cara de ángel y una melena pelirroja— Tengo 18 años y soy de Segovia.

Señalé a la siguiente con la cabeza.

—Yo soy Yanina —Dijo la siguiente, una joven con claros rasgos del este de Europa. Era rubia de ojos azules y un cuerpo escultural— Tengo 20 años. Nací en Rusia, pero he vivido casi toda mi vida en Madrid.

—Yo me llamo Daniela —Dijo la única de tez negra del grupo. Tenía unas tetas medianas y un culo espectacular— Tengo 22 años y soy de Cabo Verde, pero al igual que Yanina, he vivido en Madrid toda mi vida.

—Yo soy Alba —Dijo la siguiente. La que, sin dudas, tenía las tetas más grandes. Era morena de ojos marrones, sin embargo su culo dejaba mucho que desear— Yo he vivido toda mi vida en Barcelona, hasta ahora que he venido aquí para convertirme en esclava.

—Me llamo Maria —Dijo la última. La más guapa de todas. Sus tetas eran casi perfectas, ni muy grandes ni muy pequeñas, tenía un culo bastante notable y una figura que nada envidiaba la de Irene— Soy de Palencia y tengo 21 años. No hay mucho más que decir de mí.

—Perfecto —Dije cuando acabó Maria— Encantado de conoceros a todas. Ahora vayamos al lío. Desnudaos.

Las chicas abrieron los ojos, sorprendidas y se miraron las unas a las otras.

—Tenéis que acostumbraros a estas cosas. Una vez que vuestros amos paguen por vosotras, tenéis que hacer todo lo que ellos digan y eso puede ser perfectamente servir una cena completamente desnudas.

Ellas siguieron dudando.

—Me estoy empezando a cansar. No me gustaría empezar vuestro adiestramento con un castigo, pero me estáis dejando sin opciones.

—¿Castigo? —Dijo Alba, temerosa. Yo asentí.

—Sí. Castigo. Tenemos una buena habitación, completamente insonorizada que usamos para enseñar disciplina a base de latigazos, correazos y otras maldades. No me gusta usarla, pienso que el dolor no es la mejor forma de enseñar, pero con algunas personas no me queda más remedio.

—No puedes hacernos eso —Habló Alba otra vez.

—¿Habéis leido el contrato que firmastéis? —Todas negaron con la cabeza— Pues si lo hubieseis hecho, sabríais que habéis dado vuestro consentimiento.

—¿Pero eso es legal? —Dijo Yanina.

Yo asentí con la cabeza. El contrato que firmaron no era completamente legal y si me denuncían tendría un verdadero problema, pero ellas no eran expertas en derecho penal. Y eso es un puntito a mi favor.

—Quedarse sin ropa o recibir un latigazo —Dijo Julia— No se vosotras, pero para mí la decisión esta clara.

Y empezó a desnudarse, en segundos el resto la imitó. Por fin pude admirar sus cuerpos tal y como quería.

—Ahora os haré unas preguntas, si la respuesta es sí. Levantad las manos ¿Quienes tienen experiencia sexual?

Todas levantaron la mano.

—¿Mamadas?

Todas levantaron la mano.

—¿Anal?

Solo Yanina y Julia levantaron las manos.

—¿Lesbico?

Ninguna levanto la mano.

—Bien, con esto me hago una idea. Ahora vamos a comer, no os podéis vestir.

Ellas asintieron y me siguieron a la cocina. Donde el servicio estaba acabando de preparar la mesa. El menú del día era paella. Tras comer las hice un tour por la casa. Cuando vieron la sala de castigo se quedaron pálidas.

—El día comenzará a las seis y media de la mañana. Haréis ejercicio de siete a siete y media y después tendréis hasta las ocho para asearos. El desayuno es de ocho y diez a ocho y media. De nueve a dos recibiréis clases en varios aspectos básicos: cocina, colada, comportamiento, dicción... A las dos y media a tres se come. Y de tres a cinco es tiempo para vosotras. De cinco a ocho las clases seran sexuales: desde besos y mamadas, hasta sexo anal o lésbico. ¿Alguna pregunta?

—¿Los castigos como funcionan? —Dijo Maria.

—Cuando cometáis una falta digna de represión según Tania, Irene o yo, recibiréis un aviso. Al tercer aviso, habrá una sesión de castigo. Cada nueve faltas, es decir, al tercer castigo, este será retransmitido en una conocida página de sadomaso en internet. Y no, no se tapará vuestra cara.

—Vale —Dijo Maria.

—Una última cosa. Tanto Irene, Tania o yo podemos querer tener sexo con cualquiera de vosotras en cualquier momento o lugar, negaros, salvo por razón de peso, os llevará automaticamente a la sala de castigo. ¿Alguna pregunta más? —Ellas negaron con la cabeza— Pues espero que vuestra estancia aquí sea agradable.