De como empezó mi vida de amo -7

Victor acepta la propuesta de Manuel y empieza su nueva vida de adiestrador. Se muda y conoce a una de sus nuevos "empleados"

La magnitud de la confesión me dejó sin habla. Al ver que no la contestaba ella se puso nerviosa y enrojeció.

—Voy a ducharme —Dijo ella con un hilo de voz y se intentó levantar. La obligué a tumbarse de nuevo y la miré fijamente a los ojos.

—Yo también estoy enamorado de ti —Ella volvió a llorar, pero esta vez no era por el dolor que provenía de su culito. Lloraba de felicidad— Si te vas a poner así lo retiro.

Ella me dió un puñetazo en broma y nos besamos. Yo me levanté de la cama y la miré con ternura.

—Venga, te acompaño a la ducha —Dije tendiéndole la mano— Así nos duchamos más rápido.

—¿Sólo por eso? —Dijo ella divertida.

Yo la ignoré y me metí en la ducha, un segundo después Irene se acomodaba a mi lado y nos empezamos a duchar. Como siempre Irene reguló la fuerza del agua y me enjabono con auténtica devoción. Cuando empezó a enjabonar mi ya endurecido pene empezó a besarme con ternuras, mientras me miraba con ojos traviesos.

Sin embargo, yo tenía ganas de enjabonar y acariciar su cuerpo. Por lo tanto la obligué a parar para recibir mis cuidados. Con cuidado rocié su cuerpo con agua para después, con el champú ya en las manos, empezar a enjabonar su cuerpo.

Ella me miraba sonriente, aprovechando cualquier momento para meterme la lengua hasta la garganta. La acaricié y enjaboné ambas tetitas poniendo enfasis en sus pezones, ya duros como pitones. Despues bajé por su ombligo hasta llegar a su coñito, bastante húmedo.

La masturbe despació, disfrutando del momento, mientras la besaba. Pasados unos segundos Irene empezó a gemirme al oido. Aumenté el ritmo de la masturbación y colé un par de dedos en su interior. Irene boqueó, buscando aire, y se agarró con ambos brazos a mi cuerpo.

Durante unos minutos la masturbe furiosamente hasta que se corrió. Perdió sus fuerzas y tuve que sostenerla un par de minutos. Después nos acabamos de duchar y ambos salimos de la ducha.

—Te doy el resto de la tarde libre. Ponte pomada si el culito te molesta —Le dije a mi esclava— Y procura descansar.

Ella asintió y me recompensó con un besito en los labios. Despues se tiró boca abajo en la cama, intentando conciliar el sueño. Yo salí de su habitación y llame a Manuel.

—¡Hola! —Dijo él con un tono jovial—¿Me vas a dar tu respuesta?

—Acepto —Dije sin rodeos.

—Perfecto. ¿Cuando te viene bien ir a la casa?

—Tengo todos los días libres.

El dijo algo ininteligible.

—En dos días ve a la dirección que te dará mi ayudante. Allí nos encontraremos, te presentaré al servicio y te haré un pequeño tour por la casa. Si quieres puedes llevar las maletas para mudarte directamente.

—Perfecto. Que tengas un buen día —Dije dando por terminada la conversación.

El resto de la tarde pasó sin demasiados incidentes. Irene durmiendó en su habitación y yo tirado en el sofa, viendo una serie en Netflix. A las nueve mi esclava se presentó en el salón.

—Señor —Dijo ella tras el reglamentario morreo— Voy a preparar la cena. ¿Qué le apecetece?

—Lo que tú quieras. Pero primero sientate, quiero hablar contigo.

Ella se sentó y me miró intrigada.

—He aceptado trabajar para manuel —Ella me miró sorprendida— Voy a ser su nuevo entrenador de esclavas.

—¿Por qué? —Preguntó un poco contrariada— ¿Qué interés puedes tener en entrenar esclavas?

Yo sonreí al percibir cierto deje de celos.

—En primer lugar por que necesito el dinero.

—¿No dijo el Señor Manuel que hablaría con la empresa para que te volviesen a contratar?

—Es cierto. Y se ofreció ha hacerlo. Pero creo que me es mas beneficioso este trabajo. ¿No estas de acuerdo?

Ella me miró claramente contrariada y respiró hondo antes de contestar.

—Yo solo soy tu esclava —Dijo con voz de autómata— No tengo que estar de acuerdo con lo que el Señor quiere o necesita.

Yo puse los ojos en blanco.

—¿En serio me sales con esas? —Dije un poco molesta— Creía que había quedado claro hace unas horas lo que eres para mí.

—¿Y que soy para tí? —Dijo ella mirándome fijamente a los ojos— Dices que estas enamorado de mí y al rato me dicés que te pondrás a entrenar esclavas. ¡ESCLAVAS SEXUALES!

—¡Una cosa no quita la otra! —Dije cansado de la conversación y bastante enfadado— Es un puto trabajo, solo eso. Estoy absolutamente enamorado de tí y esto no va a cambiar eso.

—¿Seguro? —Dijo ella mirando al suelo nerviosa— ¿Me prometes que no encontrarás una esclava mejor y me dejarás?

Yo suspiré.

—¿Tú eres tonta?¿Mejor que tú? —La señalé con ambas manos— ¡Pero si tú eres perfecta!

Irene se sonrojó.

—¿De verdad? —Yo asentí y nos besamos— Bueno, voy ha hacer la cena.

Los dos días transcurrieron con normalidad entre Irene y yo: ella atendía mis necesidades con completa devoción, se ocupaba de la casa y follabamos como conejos. Por eso me costó bastante ponerme en camino con mi esclava a la dirección que me había dado Manuel.

El viaje fue relativamente corto, duró poco más de una hora, en la cual Irene me obsequió con una mamada brutal cuando paramos a estirar las piernas. Unos dos minutos antes de la hora convenida (12:00 del mediodía) llegabamos a la finca donde nos había citado Manuel.

El recinto de la finca estaba completamente vallado y para poder entrar había que llamar al tipico telefonillo. Cuando llamé una voz de mujer contestó:

—¿Sí?

—Soy Victor. He quedado con Manuel en esta dirección.

—Adelante. El Señor le esta esperando.

Tras esto la puerta empezó a abrirse y entramos en la finca con el coche. En poco menos de dos minutos habíamos aparcado y Manuel nos esperaba en la entrada. Nos dimos un apreton de manos e ignoró completamente a mi esclava.

—¿Qué tal el viaje? —Preguntó el hombre mientras entraba en la casa— Espero que todo bien.

—Sin ningún problema. ¿Y el tuyo?

—Yo llevó aquí desde que fuímos a comer. Dejad las maletas aquí, el servicio las llevará a las habitaciones —Manuel nos miró— ¿La misma o separados?

—La misma —Dije sin pensarlo. El asintió y dejamos las maletas.

—La casa tiene dos plantas y un sotano. La planta de abajo es la planta común: comedor, salón, cocina, despensa. La superior esta dividida en dos zonas: la de las "alumnas" junto con el servicio y la del adiestrador, en este caso, tú. Para poder pasar a la zona del adiestrador se necesita una llave que solo tendrás tú, algunos miembros del servicio y tú esclava.

Yo asentí.

—El sotano es donde está la zona de castigo. Esta completamente equipada para practicar BDSM —Dijo el con una sonrisa— Ahora, seguidme. Voy a presentaros a la jefa del servicio. Seguro que tú la recuerdas, Irene.

Nos llevó a la cocina, donde una mujer de unos cuarenta y pico años, que es la definición exacta de milf, nos esperaba. Era de mi misma estatura, melena castaña por la mitad de la espalda, ojos verdes, pechos más grandes que los de Irene y culo un poco generoso para mi gusto

—Señores —Dijo agachando la cabeza al vernos.

—Esta es Tania —Dijo Manuel señalando a la chica— Es una de mis primeras esclavas y es la jefa del servicio. Por cierto, todos los del servicio son esclavos y esclavas. Puedes hacer con ellos lo que quieras, incluyendo Tania. ¿Verdad?

—Sí, mis Señores —Ella agachó la cabeza.

—Tienes alguna pregunta que hacerla —Me dijo Manuel y yo asentí.

—¿Cuales son tus obligaciones como Jefa del Servicio?

—Me encargo de que todo funcione: que la comida este lista a sus horas, la casa este limpia y de que el personal cumpla con sus obligaciones. También soy mediadora tanto entre Manuel y usted como entre los futuros dueños de las "alumnas" y usted. Con los anteriores adiestradores también era la encargada de proporcionar sesiones de castigos a las "alumnas" cuando el adiestrador no podía.

Yo asentí.

—Comprendo.

—Bueno, sigamos con el tour —Dijo Manuel dando por terminada la conversación— Seguidme.

Le acompañamos por la primera planta viendo el salón, la despensa, el comedor y fuimos a la parte de atrás de la casa. Donde había una pequeña pista de atletismo y varias pistas de obstáculos.

—Debes conseguir que las "alumnas" tengán un nivel físico que les permita endurecer sus cuerpos y mentes para aguantar el dolor al que sus futuros amos podrían someterlas.

—Veo que esta todo pensado —Dije sorprendido por lo equipada que estaba la casa.

—Por algo llevo años en este sector.

Despues de esto subimos a la segunda planta. Las habitaciones del servicio y las alumnas eran practicamente iguales, con algunas diferencias.

Primero las similitudes: todas tenían una cama pequeña, un baul con un candado, una ventana y un armario pequeño.

En cuanto a las diferencias radican en que el servicio tiene un baño por habitación, mientras que el de las esclavas es el típico baño público.

Mi habitación era mucho más espaciosa: dos armarios, varios muebles, cama de matrimonio, un televisor y un ordenador.

La segunda habitación era prácticamente igual, salvo por el ordenador y la televisión, que no tenía.

La impresión que me había dando era más la de un palacio que la de una casa. Cuando terminamos me dió la llave para acceder al mi habitación. Después llamó a Tanía y, todos juntos, bajamos al sotano.

Al sotano se accedía por una pequeña puerta en la despensa. Tras bajar unas escaleras llegas a una puerta en la que ponía "Castigo" con letras rojo sangre. Irene se agarró con fuerza a mi mano cuando Manuel abrió la puerta y nos franqueó el paso.

—Y aquí es donde se produce la verdadera magia —Dijo Manuel cuando entramos— Todas las esclavas deben venir aquí varias veces antes de estar listas de salir al mundo.

El cuarto de castigo era una habitación iluminada por varias bomillas (con posiblidad de sustituir la iluminación por unas velas estrategicamente colocadas) y estaba equipada con todos los artilugios del BDSM que uno se podría imaginar: slings, estribos, cuerdas, paletas, latigos, correas, arneses, velas de cera y un columpio erótico.

—¿Has usado algo de esto alguna vez? —Preguntó Manuel. Yo negué con la cabeza— Tanía, antes de que vengan las "alumnas" haz una sesión con Victor. Que te someta mientras le guías, no hay mejor forma de aprender que haciendolo uno mismo.

Yo asentí.

—Sí, Señor —Dijo ella agachando la cabeza.

Tras esto volvimos al salón y Manuel me dió cinco carpetas.

—Serán tús proximas "alumnas" —Dijo al ver mi cara de desconcierto— Hay información básica sobre ellas: nombre, edad, altura, peso, preferencias sexuales y supuesta experiencia en lides carnales. También hay un documento que tienen que firmar, es lo mismo que firmaste con Irene. Que lo firmen nada más entrar.

Yo asentí y el se despidió.

—Bueno. Cualquier duda que tengas habla con Tanía —Dijo antes de irse— Y si no, me llamas.

Cuando se fue Tania se acercó a mi esclava y a mi.

—Señor —Dijo con la cabeza gacha— ¿Cuando querrá someterme en la sala de castigos?

Iba a contestar, pero mi esclava se adelantó.

—Nunca. Él no te va ha hacer nada.

Antes de poder reaccionar la mujer le dió una bofetada a Irene.

—¿Es que se te ha olvidado todo lo que aprendiste aquí? —Dijo con absoluto desprecio— Nunca se le lleva la contraria a un amo. El Señor Manuel propuso la sesión y TU AMO la admitió. Tú no tienes nada que decir.

Irene se llevó la mano a su mejilla.

—Mi amo —Dijo Irene con ira contenida— No va a someterte porque a la primera persona que va a someter será a mí. ¿Verdad? —Dijo mirándome fijamente.

Yo asentí y miré a Tania.

—Por cierto —Dije sonriendo a Tania que giró la cabeza para mirarme, momento en que la cruce la cara con toda mi fuerza. Ella me miró sin comprender— No vuelvas a ponerle una mano encima a mi esclava. ¿Esta claro?

Ella asintió pálida.

—Lo siento, Señor —Dijo ella intentando disculparse— Fue un acto reflejo.

—Me da igual —Dije atrayendo a Irene a mi lado. Acariciando su mejilla— Despues de someter a Irene, te daré una sesión de castigo. Soy de los que piensan que las lecciones se aprenden si las sientes.

Ella asintió.

—Pero por ahora, prepara la comida —Dije mirando a Tania— Me estoy muriendo de hambre. Despues de comer y tras descansar un rato. Haremos esas sesiones de castigo.