De como empezó mi vida de amo -6
Por fin llegan noticias del futuro de Victor en la empresa. Ayuda a su esclava con un problema y recibe un suculento regalo.
A la mañana siguiente me llegó el mensaje de la ayudante de Manuel citándome en un conocido restaurante del centro de Madrid. Todavía no le había dicho nada a Irene del ofrecimiento de trabajo de Manuel, pues no quería decir nada hasta estar seguro de todas mis posibilidades.
Poco antes de la una del mediodía salí en dirección al restaurante, al que llegue diez minutos antes de las dos. Tras hablar con el maître me llevaron hasta la mesa asignada y, tras pedir un vino, espere a que llegase Manuel. A las dos en punto, el hombre hizo su entrada en el restaurante y se dirigió sin demora a nuestra mesa.
—¡Buenos días! —dijó con una sonrisa— ¿Qué tal?
—Bien. Parece contento. ¿Le ha pasado algo bueno?
—Un negocio ha salido mejor de lo que esperaba —Hizo un gesto al camarero— ¿Ya sabes que vas a pedir? Tranquilo, hoy invito yo.
Tras decirle al camarero lo que queríamos y que este se fuese para transmitírselo a la cocina Manuel y yo empezamos ha hablar de lo que realmente nos ha traido aquí.
—Bueno —Dijo él con su ya habitual sonrisa— ¿Entonces te interesa mi oferta?
—Depende de como me la vendas.
El hombre se encogió de hombros.
—Serías uno de mis adiestradores. Tu trabajo consiste en preparar jovencitas para ser esclavas tanto en el aspecto sexual como en todo. Convertiras chicas en corderitos que solo sabrán decir "Si, Señor" o "Si, amo" dependiendo de tus preferencias.
—¿Cuanto dinero ganaría? —Pregunté sin rodeos. Pues tenía una casa y una esclava que mantener.
—1500 euros al mes. Más el veinte por ciento de lo que yo gane por cada esclava que tu entrenes que venda. El beneficio puede ser muy, muy grande.
—¿Alguna condición o detalle que deba saber?
Manuel cogió la copa de vino y la movió en círculos, pensativo.
—Tendrías que mudarte. Tengo unas instalaciones apropiadas para el trabajo que diseñarías: sala de castigo, habitaciones insonorizadas, fuera de la vista de curiosos y cosas por el estilo.
—¿Mudarme?¿A donde?
—No muy lejos. Las instalaciones están en plena sierra de Madrid.
—Parece un buen plan. ¿Todo sería legal verdad?
—Por supuesto. No soy un monstruo.
—¿Cuanto tiempo tengo para pensarlo?
—Una semana. La nueva hornada de esclavas llegará en diez días. Necesito saber con varios días de antelación quien sera mi nuevo adiestrador y acomodarle en la casa.
—Esta noche le diré mi respuesta.
El resto de la comida transcurrió sin incidencias ni nada memorable que contar. Cuando llegué a casa Irene se acercó a la entrada y me saludó con la mano pues estaba hablando por el móvil. Ambos nos dirigimos al salón, yo presté oido a su conversación:
—Sí, estoy bien —Decía mi esclava— Perdona, pero es que no he tenido tiempo para hablar, el trabajo de secretaria es muy duro.
Yo levanté las cejas "¿Secretaria?", ella sonrió y me sacó la lengua.
—¿Y tú? —volvió ha hablar mi, al parecer, secretaria—¿Te tratan bien? —La contestación de su interlocutor pareció tranquilizarla pues suspiró de alivio— Me alegro.
De repente la cara de Irene se puso seria y habló con un deje de tristeza.
—No, no creo que pueda ir —Irene pareció emocionarse ante lo que le respondió la otra persona— Vale. Haré lo que pueda. Te dejó que mi jefe ha vuelto —Irene sonrió— Yo tambien te quiero y te hecho de menos.
Cuando colgó se acercó a mi y me dió un pico. Normalmente era mucho más efusiva.
—¿Quién era? —Pregunté mientras mi esclava estiraba los brazos.
—Mi hermana —Contestó ella mientras se tumbaba en el sofa, con su cabeza en mis piernas.
—No sabía que tuvieses una —Dije sorprendido— ¿Cuantos años tiene?
—Cumplirá los dieciocho en dos semanas.
—Y por la conversación supongo que te ha invitado y tú la has dicho que no podrás ir —Ella asintió, triste, y yo empecé a acariciarla la cabeza— ¿Por que no vas?
—Sería pasar todo el día fuera, puede que más. No vive en Madrid, sino en Galicia.
Una cosa me hizo pensar.
—Sí tu madre esta enferma, ¿con quien vive ella?
—Con mis tios. Ella es menor de edad y cuando mi madre empeoro yo no podía hacerme cargo de ella, eran la mejor opción.
Yo suspiré.
—Me da igual como lo hagamos, pero tu verás a tu hermana en su cumpleaños —Ella me miró sorprendida y esperanzada— ¿Que día es?
—El 2 de Julio.
—Pues ve avisando a tu hermana. Pasaréis el día juntas.
Irene se levantó de un salto, se sentó encima mía y me dió el mejor beso que jamás me ha dado. Despues se levantó y llamó a su hermana.
—Lorena —Dijo con la voz super emocionada— He hablado con mi jefe. Me ha dicho que no hay problema con que vaya a tu cumpleaños.
Pude escuchar el grito de Lorena desde el sofa. Hablarón durante unos segundos antes de Irene la despachara. Cuando terminó me miró una cara de completa perversión.
—Ahora, amo —Era la primera vez que me llamaba así. La polla se me puso dura al instante— Voy a demostrarte cuanto te agradezco lo que acabas de hacer.
Se acercó lentamente a mi, que seguía sentado en el sofa, y me volvió a besar. Su lengua recorrió cada milimetro de mi boca antes de bajar a mi cuello para besarlo y mordisquearlo. Mis dos manos fueron directos a sus pechos, que acaricié y apreté.
Irene se sentó a horcajadas encima mía y volvio a besarme. Se quitó la mitad superior de la ropa y dejó al aire sus tetitas. Enseguida una de mis manos se hizo cargo de su pezón derecho mientras mi boca se lanzaba a por el izquierdo, que lamí en círculos y mordisqueé.
Irene se acomodó de tal forma de que su coño, aún protegido por su ropa interior y sus pantalones quedaba encima de mi pene, tambien cubierto por mis calzoncillos y mis pantalones. Cuando se colocó como quería empezó a moverse en circulos, como si estuviese follandome por encima de la ropa.
Su pelo la tapaba media cara y se mordía el labio inferior, otorgándola en su conjunto una imagen increiblemente sexy. Seguimos en ese plan, enrollandonos como adolescentes durante diez minutos.
—Sigueme —Me dijo Irene al oido, y aprovechó para mordisquearmelo.
Nos levantamos y de la mano, me guió hasta su habitación. Me empujó a la cama y ella abrió su armario. Sacó un lubricante y varias cosas más que me sorprendieron: unas esposas, un latigo, unas velas de cera y una pluma.
—¿Y eso? —Pregunté mientras miraba lo que había sacado. Su habitual y entrañable rojez volvió a aparecer en su cara.
—Lo compré por internet hace unos días. Por si alguna vez quería usar algo así conmigo.
Estaba avergonzada y no era capaz de mirarme a la cara. Yo sonreí y, tomandola de una mano, la atraje hacia mí y la comí la boca con total desesperación. Nos desnudamos en segundos y, antes de darme cuenta de lo que pasaba, empezó a comerme el pene con verdadera fruición.
Su boca subía y bajaba recorriendo toda mi polla mientras su lengua recorría cada parte de mi pene. Nunca había puesto tanto interés. Me estaba llevando al cielo ha una velocidad increible.
—¡Me corro! —Grite mientras con las manos aferraba su cabeza para que se lo tragase. Cosa que hizo de buena gana, pues cuando terminó me sonrió y se lo tragó.
Volvió a besarme y me dijo:
—Ahora hazme lo que quieras.
Con suavidad la tumbe entre besos y una de mis manos empezó a recorrer su encharcado coñito. Dos de mis dedos entraron su coño, arrancándola un fuerte gemido.
—¡Me encanta! —Dijo con un gemido.
Mientras los dedos de una mano entraban y salían de su interior, la otra martilleaba su clítoris y con la boca atendía sus pezones. Cuando vi que estaba a punto de llegar al orgasmo me separé completamente de ella, quien intentó buscarme con las caderas para conseguir su orgasmo.
Me miró contrariada pero no dijo nada al ver mi perversa sonrisa. Coloqué mi cabeza entre sus piernas y empecé a lamerla el coño de forma suave y lenta. Con mi lengua punteaba en la entrada de su coñito, recorria su rajita o me centraba en su clítoris. Acercándola poco a poco al orgasmo. Cuando estaba a punto de correrse, volví a separarme, cortándola de nuevo el placer.
Ella bufó contrariada.
—¿Por que? —Dijo ella visiblemente molesta— ¿Porque no deja que me corra, amo?
Yo sonreí perversamente.
—Porque me encanta verte sufriendo —Me dirigí a sus juguetitos y cogí las esposas— Siempre he querido esposarte.
Ella sonrió y levantó ambos brazos juntando las muñecas.
—De eso nada monada. Ponte boca abajo y las manos a la espalda —Ella lo hizo y yo la esposé— Ahora ponte boca arriba de nuevo.
Ella lo hizo y se quedó con los brazos inmovilizados y mientras me miraba con unos ojos perdidos en la calentura que sentía. En ese momento se me ocurrió una idea y salí corriendo de la habitación, yendo a la mía y cogiendo una de mis corbatas más suaves.
Cuando volví, apenas quince segundos más tarde, ella me miraba con curiosidad.
—Levanta la cabeza, voy a vendarte los ojos.
Ella hizo lo que la pedí y en breves instantes se quedo indefensa y ciega. La noté algo tensa, poniendo el máximo de su antención en su sentido auditivo, esperando oir algo que la indicase donde estaba o que hacía.
Yo empecé a besarla durante unos segundos mientras decidía mentalmente que hacer. Cuando tenía un pequeño plan en la cabeza, deje de besarla y me levanté. Salí de la habitación sin hacer ruido y fuí a por un mechero. Cuando volví Irene estaba totalmente quieta, expectante.
Cogí la pluma y la rocé por uno de sus costados. Provocando una pequeña risita por parte de mi esclava.
—¿Tienes cosquillas? —Pregunté mientras insistía en la zona.
—Sí —Contestó Irene mientras se revolvía intentando aguantarse la risa.
Con la pluma fuí hasta su ombligo, donde hice varios círculos y después subí hasta una de sus tetitas y roce varias veces su pezoncito. Puse uno de mis dedos en los labios de Irene, quien empezó a lamerlo y a besarlo, completamente entregada a mi.
Con la pluma roce su otro pezon y seguí un rumbo errático hasta llegar a su coñito, atravesando su rajita de extremo a extremo con rapidez. Provocando un gemido de mi hermosa esclava y que moviese las caderas, buscando prolongar el contacto.
Durante un rato martiricé a Irene, llevandola al borde del orgasmo una y otra vez con la pluma y negándoselo en el último momento. Provocando que mi esclava empezase a perder el control, y suplicase por su orgasmo. Otra reacción a mi tratamiento fue que su clitoris duplicó su tamaño, hinchandose considerablemente. Y que el simple y fugaz roce de la pluma con su botoncito provocaba que Irene enloqueciese y se acercase peligrosamente al orgasmo.
Tras esto, decidí dejarla descansar unos minutos, pero sin permitir que llegase al orgasmo. El cuerpo de mi esclava estaba envuelto en sudor y, la zona de la cama cercana a su coñito, completamente encharcada por la cantidad de fluidos que había salido de su tesoro.
Irene se tensó considerablemente cuando captó el peculíar olor de la vela encendida. Pero no dijo nada y simplemente se preparó mentalmente para lo que vendría. Durante los siguientes minutos deje caer cera caliente en el cuerpo de mi esclava, que respondía retorciendose y gimiendo.
Estuve atentó paa no hacerla demasiado daño, pero parecía gustarle, pues su coñito parecía las Cataratas del Niágara por la cantidad de fluidos que soltaba. Cuando decidí que ya había "sufrido" bastante apagué la vela y me coloque entré sus piernas, punteando con mi pene en su coñito.
Irene, al suponer lo que vendría ahora, empezó a mover sus caderas buscando la autopenetración. Pero yo siempre se lo impedía, provocando que la expectación del principio se convirtiese en impaciencia por verse incapaz de penetrarse y yo no mostrase la menor intención de metérsela.
Yo sonreía con maldad al ver los desesperados intentos de Irene por meterse dentro mi polla. Cuando pense que había tenido bastante la dí la vuelta y la puse a cuatro. Al no poderse aguantar con las manos, que seguían esposadas su cabeza estaba pegada al colchon.
—¿Lista? —Pregunté mientras volvía a poner mi polla en su entrada.
—¡Rompemé el culo! —Gritó ella repentinamente.
—¿Qué? —Dije al pensando que no la había escuchado bien.
—Que me folles el culo. ¡Metemela por el culo!¡De un empujon!
Yo flipé al escucharlo, pero no me hice de rogar. Si me lo pedía asi de desesperada no iba a ser yo quien me negase. Asi que, me lubriqué con los fluidos de su coñito y puse la polla en su agujero trasero y empecé a empujar.
Irene se quedo completamente quieta y tensó hasta el último músculo de su cuerpo. Pero no dijo nada.
Por lo que haciendo acopio de toda mi fuerza y encomendándome a todos los dioses de los que he oido hablar, le desvirgué el culo de un único empellon.
Irene soltó un grito desgarrador y boqueó buscando aire. Yo empecé a moverme con furía mientras Irene se retorcia. Duranté un segundo conseguí verla la cara: estaba llena de lagrimas, pero aguantaba estoicamente las embestidas. Debido a mi excitación brutal y lo mucho que me apretaba no aguante más de dos o tres minutos antes de de vaciarme en su orifició trasero.
Cuando terminé le quité las esposas y la besé tiernamente. Toda la excitación que tenía Irene había desaparecido por el dolor de sentir como la rompían el culo.
—¿Estas bien? —Pregunté.
—Me... Me escuece... mucho —Dijo ella mientras sollozaba.
Me levanté rápidamente y fuí al baño a por una pomada para la piel irritada. Se la apliqué con cariño y despues tuve que preguntarle:
—¿Por que lo has hecho? —Ella me miró sin comprender— Pedirme que te rompa el culo. Sabías que te iba a doler.
Ella me miró con unos ojos que derritieron mi corazon.
—Por que se que te hacía ilusion. Querías desvirgarme el culo, y se que querías hacerlo así y yo quiero que seas feliz.
—¿Pero para que llegar a esto s extremos?
Ella me miró, sacó una sonrisa y me beso dulcemente antes de contestar.
—Porque creo que me he enamorado de ti.