De como empezó mi vida de amo -4

Amo y esclava pasan por su primer bache. ¿Lo solucionaran?

Según entré por la puerta una Irene totalmente arrebatadora con un conjuntito negro la mar de sexy fue a recibirme. Se había pintado los labios y maquillado lo justo como para estar impresionante. En otras circunstancias me habría tirado a por ella y me la habría follado a reventar, porque siendo sinceros, se la levantaría a un muerto. Pero mi mente volvió a imaginarla con el esclavo, follando completamente poseida.

—Cambiate y ponte algo para salir a la calle. Te voy a mandar a comprar.

Una completamente sorprendida Irene tardó en reaccionar, pues seguramente esperaba conseguir que con ese conjuntito olvidase lo que me pasaba y me la follase según entraba por la puerta. Cuando consiguió rehacerse de mi rechazo asintió y se dió la vuelta con rapidez, subiendo las escaleras para ir a cambiarse a su habitación.

La hice una lista con varias cosas que tardaría en comprar, pues se vendían en tiendas algo lejos de casa. Cuando le dí la lista y el dinero se despidió y yo llame a Karina, una de mis putas predilectas y con las que más confianza tenía.

Media hora más tarde Karina entraba en mi casa y, sin darla tiempo a nada, la di el dinero, la desnude en el pasillo, me puse un condon, la cogí en brazos y la folle contra la pared.

Tras varios minutos en esa posición empecé a notar calambres en los brazos, asi que fuimos al sofa y se sento encima mia, cabalgandome con una maña increible. Alternando velocidad con lentitud, pasión con cariño. Follar con ella valía una pasta, pero valía cada euro.

Despues la puse a cuatro patas y la empecé a bombear con ganas. Con mas fiereza que nunca a nadie. Finalmente me vacie en su interior. Saque la polla, me quite el preservativo y ella me la limpio con una buena mamada. Tras unos minutos de descanso Karina habló.

—Veo que me has echado de menos —Dijo ella con una sonrisita picara— ¿Segundo round?

Yo sonreí y la volví a poner a cuatro patas. Esta vez me tome mi tiempo, quería disfrutar cada minuto contratado. Estabamos tan absortos follando que no nos dimos cuenta de que la puerta de la calle se abrió hasta que Irene estaba frente a nosotros en el salón, mirandonos con la boca abierta.

Con toda la dignidad de esclava que tenía, colocó en su sitió lo que había comprado y se fue a su habitación, a esperar a que terminase con la puta. Karina al principio intentó parar, pero al ver que no pasaba nada y que yo seguía follándomela como tal cosa empezó a dejarse llevar.

—Grita como una perra —La dije al oido— Que te escuche bien.

Karina hizó lo que la pedi y gimió y gritó como una perra en celo. Debieron escucharla en la otra punta de la urbanización. FInalmente tras otra corrida el tiempo contratado se terminó y nos aseamos. La acompañé hasta la salida y nos despedimos. Cuando cerré la puerta y me dí la vuelta me encontré a una Irene completa y absolutamente cabreada.

—¡No se que coño te pasa!¡Llevas cinco días rarísimo: no me miras, no me tocas, nada!¡Pareces un puto muerto andante! —Dijo ella echando fuego por los ojos— Intento darte una puta sorpresa para animarte. Me visto lo mas provocativa que puedo para ti y tu... ¡Y TU ME DESPACHAS Y CONTRATAS A UNA PUTA!¡GILIPOLLAS!

—¿Y a tí que coño te importa? —Dije levantando también la voz pero sin llegar a gritar— Tenías un buen conjunto antes, es cierto. Solo para mí, ¿no? —Dije recordando lo del escalvo y poniendome furioso— ¡SOLO PARA MI HASTA QUE TE FOLLAS AL PRIMERO QUE VIENE A CASA!

Irene abrió la boca y gesticuló algo pero no dijo nada solo se puso aún más enfadada. Yo seguí gritando.

—¡Y CLARO QUE CONTRATO A UNA PUTA! Por lo visto tengo debilidad por ellas.

Irene me cruzó la cara con toda su fuerza. Ahora tenía unas lagrimas en los ojos.

—¡GILIPOLLAS! —Gritó ella— ¡No quería acostarme con él!¡Pensaba que tu te negarías!¡No que me ofrecerías al primero que pasase! —Practicamente echaba fuego por sus ojos, nariz y orejas de lo cabreada que estaba— ¡Y no se de que coño te quejas! Si mientras el puto esclavo de los huevos me follaba tu visitaste a Yolanda. ¿O creías que no me lo diría cuando la hice las curas a la mañana siguiente?

—¡Perfecto!¡Ahora la culpa es mía! No querías follar con el esclavo y por eso gemías como una perra en celo, ¿verdad?

—¡Por supuesto! El sí que sabe follar. ¡Me folló mucho mejor de lo que tu me has follado nunca!

Ahora fuí yo el que la cruce la cara con tanta fuerza que se tambaleo.

—Vamos a ver si es cierto. Voy a follarte hasta reventar, cacho puta.

Me abalancé sobre ella y ambos caimos al suelo. La intente desnudar pero ella se retorcia y pataleaba:

—¡No me follarás justo despues de haberlo hecho con esa puta!

—¡Eres mi esclava y te follo cuando y como quiero!

La inmovilice y la empece a besar, aunque mas que besos eran mordiscos en los labios. En pocos segundos sus labios se habían hinchado mientras seguía retorciendose. Como pude le bajé los pantalones y las braguitas y pase mi dedo por un increíblemente encharcado coño.

—¿Y esto? —Pregunté con sorna— ¿Te puso cachonda escucharme con la puta?

Ella intentó pegarme una patada pero no tenía espacio suficiente. Con un rápido movimiento dejé mi pene en libertad y se lo metí hasta el fondo. Con esa única estocada Irene se corrió abundantemente. Empecé un violento mete-saca que hizo que le provocó un segundo orgamo consecutivo tan abundante y demoledor como el anterior. La levanté y la cogí en brazos, apoyándola contra la pared. Mientras la follaba y la besaba, empecé a decirla:

—¿Que eres?

—Una esclava —Decía mientras me devolvia salvajemente los besos.

—¿De quién?

—Solo tuya —Dijo jadeando— Y de nadie más.

—¿Con quien follarás?

—Solo contigo. No follare con nadie más. Nunca.

Y tras decir esto se corrió una tercera vez clavando profundamente sus uñas en mi espalda. Yo me senté con mi polla aun dentro de ella. Me empujó con las manos para tumbarme y empezó a cabalgarme poseida, hasta el punto de encadenar dos orgamos consecutivos. En el segundo nos corrimos a la vez. Completamente agotados nos quedamos tirados en el pasillo, cogiendo fuerzas.

—Era mentira —Dijo ella besandome el cuello— Lo de que el esclavo me follo mejor que tú. No llegué a correrme con él. Fijate, tu me destrozas cada día.

—¿Entonces porque gritabas como una posesa? —Pregunte desconfiado.

—Para ponerte celoso —Dijo el roja.

—Pues lo conseguiste.

Nos besamos y en esa posición, tirados en el pasillo. Nos quedamos dormidos.