De como empezó mi vida de amo -11

Tras la pequeña discusión con Irene, Victor vuelve a las andadas.

Entré en la casa y me puse a desayunar, apestando a sexo. Tania levantó la mirada al verme llegar, pero no dijo nada.

—¿Qué haran las chicas hoy? —Le pregunté a Tania mientras removía mi café.

—Principalmente una prueba de aptitudes: cocina, modales, comportamiento, sexo y un montón de cosas más.

—En sexo Alba aprueba justita, tiene mucho que aprender.

Todas me miraron sorprendidas, pero ninguna dijo nada. Tania asintió y siguió desayunando. Un minuto después entró Irene, saludó a todos y se puso a desayunar. Sin decir nada.

Cuando las alumnas terminaron Tania se dirigió a ellas.

—A las nueve quiero veros a todas aquí —En ese instante entró Alba en la cocina para desayunar— Aquí se sigue un horario, señorita. No podrás comer hasta la hora de la comida.

—Alba no ha podido cumplir el horario marcado por hacer obedecer mis órdenes. Creo que podemos ser un poco más suaves por ello. Desayuna tranquila.

Alba me miró agradecida y empezó a desayunar. Tanía se levantó y se fué. Irene intentó seguirla.

—¿A donde crees que vas tú? —La dije provocando que se parase en seco— Siéntate donde estabas.

Ella asintió y, sin decir nada, se sento. Yo miré a Alba.

—¿Qué te parece Irene?

Ella me devolvió la mirada, sorprendida.

—¿Físicamente? —Yo asentí— Es muy guapa, Señor.

—¿Te gustaría tener sexo con ella?

Alba se atragantó al escucharme.

—No soy lesbiana, señor.

—No te he preguntado si eres lesbiana. Te he preguntado si quieres follar con Irene. ¿Nunca se te ha pasado por la cabeza hacerlo con una mujer, verdad?

Ella asintió.

—Irene, besala —Irene me miró enfadada pero se levantó y, ante la íncredula mirada de Alba, la plantó un pico en los labios— Eso no es un beso. Dale uno de verdad, uno con ganas.

Alba nos miró alternativamente sorprendida, Irene suspiró y acerco su boca a la de Alba. La pusó una mano en la nuca y la empujo hacia su boca. Ambas se fundieron en un tórrido beso en el que Irene llevaba la iniciativa.

Durante unos minutos se besaron con pasión hasta que Irene decidió terminarlo. Ambas se separaron y me miraron.

—¿Qué te ha parecido tu primer beso con una mujer?

Alba me miró roja, jadeante y acalorada.

—Ha estado bien, Señor —Dijo intentando reprimir una sonrisa— Me ha gustado.

—Genial.

No dije nada más y Alba siguió desayunando. Cuando terminó las obligué a acompañarme a la habitación que en teoria era de Irene. Cuando entramos Alba estaba claramente nerviosa.

—Felicidades —La dije con una sonrisa— Vas a follar con este bellezón.

Yo me acerqué a Irene y la dije al oido, susurrando:

—Más te vale aplicarte a fondo, esclava. Quiero ver a una putilla entregada.

Irene me miró con cierto odio en la mirada, pero asintió. Se acercó a Alba y empezó a besarla con pasión, sobándola entera. Ambas se dejaron caer en la cama, Irene se colocó encima y la besó y mordisqueó el cuello.

Alba empezó a gemir, mientras intentaba devolver las placenteras atenciones que recibía. Poco a poco se desnudaron. Irene se colocó de costado y, mientras besaba a Alba, empezó a masturbarla con los dedos. Alba respondió con gémidos y moviendo la cadera.

Los hábiles dedos de Irene provocaron un devastador orgasmo en Alba, que se corrió entre gritos.

"Dos orgasmos en menos de una hora. No esta mal para una chica que nunca se había corrido" Pense divertido al ver la escena.

Con habilidad Irene se colocó entre las piernas de Alba y dió unos pocos lametones al húmedo coño de Alba, que ya estaba pidiendo más guerra. Tras comerle el coño unos minutos, Irene besó a Alba y esta pudo probar sus fluidos.

Despues Irene maniobró para colocarse en una "tijera". Con habilidad empezó a moverse y los jadeos de ambas chicas indicaron lo mucho que lo estaban disfrutando. Lentamente ambas se acercaban al orgasmo. Poco a poco, los movimientos de caderas aumentaron de ritmo y los jadeos y gemidos subieron de tono.

Cuando ví que estaban a puntito de correrse grité:

—¡Alto!

Ambas chicas pegaron un bote y se separaron. Yo me quité los pantalones y volví a penetrar a Alba, que sorprendida por la intromisión en su interior, boqueaba buscando aire. Tras unos minutos de duras penetraciones y profundas estocadas me vacie en el interior de Alba.

Mi pene aún estaba duro, por lo que decidí acercarme a Irene para que se encargarse:

—Hazme una mamada —Irene miró a otro lado, haciéndose la sueca— Irene, no te lo voy a repetir.

Ella me miró desafiante.

—Que te la coma ella.

Yo sonreí. Me acerqué y la besé, intentó evitarlo, pero acabó rindiéndose al beso.

—Quiero que entiendas una cosa, Irene. Puede que me folle a las alumnas. Pero ellas se irán, tú serás la única con la que voy a estar toda mi vida. Sabes que estoy enamorado de tí. Solo de tí.

—Pues no te folles a otras. Si tienes que castigarlas, castígalas. Pero no te acuestes con ellas. Ni conmigo ni sin mí. O te juro que entre tu y yo no habrá nada.

Yo sonreí.

—Lo acepto encantado. Irene, tú eres todo para mí.