De cómo el príncipe se volvió rana
¿Por que si beso una rana sigue siendo rana, y si beso a un príncipe se transforma en rana?
No puedo más. Estoy cansada y sin fuerzas para nada. Ya me han roto tantas veces el corazón que me cuesta confiar en los hombres. Me prometen la luna y las estrellas y lo único que consigo es estrellarme. "Hasta meter prometer..." ¿Quién no conoce ese refrán?.
Todos los hombres son iguales. Sé que es un tópico típico, pero esconde tanta verdad que da miedo. Todos buscan lo mismo, y cuando encuentras a uno distinto al resto...¡milagro! ¡Por fin un príncipe azul en mi vida! Dulce, atento, detallista, cariñoso, romántico. No te promete la luna, tan sólo que te sientes a su lado a contemplarla. Me hace sentir bonita y llena de vida. Juega a la seducción conmigo sin querer llegar a la meta. Y vuelvo a confiar, con lo que ello conlleva.
Cena romántica en su casa, ¿y luego?. "Es tarde, mejor te acompaño a casa. No quisiera hacer nada de lo que podamos arrepentirnos después. Aún es pronto para dar un paso así".
Una de dos, o es gay o no le atraigo sexualmente. Empiezo a poner en duda sus principios morales y, lo que es peor de todo, empiezo a perder los pocos principios que me quedan a mí.
Después de tantas relaciones basadas en puro sexo me choca que este hombre no se haya abalanzado sobre mí como el resto. No se que sea bonita o tenga un cuerpo de escándalo; soy más bien normalita. Pero estoy acostumbrada a que todos los tíos busquen lo mismo de mí. En cambio este...
Nuestros labios chocan en un dulce beso. Deseo que nuestras lenguas jueguen, sentir verdadera pasión en sus caricias. Pero el beso termina tan fugazmente como empezó.
¿Qué me está sucediendo? Encuentro un verdadero príncipe azul y en lo único en lo que puedo pensar es en que se abalance sobre mí me posea en el asiento trasero de su coche.
Pero eso no pasa. Después de tres semanas esto que me subo por las paredes. Necesito sexo. Y lo que es peor. Me he enamorado de él como una tonta.
Necesito verle a diario, escuchar su voz, recibir sus sms de buenas noches. Se preocupa tanto por mí... Empezamos a hacer planes de futuro, incluso me pide que me vaya a vivir con él. Y o acepto encantada. Me siento la mujer más feliz del mundo. Estoy bajo su hechizo. Vivo por y para él.
Empieza a cambiar, a volverse más fogoso. Y ya no desea esperar más. Esa noche fue increíble. Una nueva cena romántica en su casa se transforma en una noche de lujuria y desenfreno.
Voy a su dormitorio a ponerme una camiseta para estar más cómoda viendo la tele. La puerta se abre y él aparece. Se pone detrás mía y empieza a besar mi cuello a recorrer mi cuerpo con sus manos Me da la vuelta y nuestras lenguas empiezan a pelear en una lucha sin fin. Va quitando mi ropa con desesperación. Cada prenda va cayendo al suelo en silencio. Tan sólo se escuchan nuestras agitadas respiraciones. Mi cuerpo desnudo yace expectante sobre la cama. No deja un solo centímetro sin recorrer. Sus manos, su boca su lengua exploran cada rincón de mi anatomía. Ha valido la pena esperar. Estoy enamorada de un príncipe azul que por fin deja fluir su deseo por mí.
Exploto en un orgasmo sin fin y ocupo su lugar. Lentamente voy bajando hasta su miembro. Lo noto duro y poderoso dentro de mi boca, pero no quiero que mi príncipe se corra todavía. Quiero sentir su dureza dentro de mí. Entrando saliendo de mi cuerpo con fuerza. Sentirme enteramente suya.
Vuelvo a estar debajo de él. Me besa con pasión mientras lo dirige hasta mi entrada. Me llena a la perfección. Nos movemos al compás. Estoy tan mojada que se sale en varias ocasiones, pero ya ha aprendido el camino y de inmediato vuelve a su lugar. Una y otra vez. Cada vez mas rápido. Llegamos juntos al clímax total. Siento como su semen rebosa en mi interior y poco a poco sale escurriendo por mis muslos.
Dormimos abrazados toda la noche. ¿He mencionado que amo a mi príncipe azul más que a nada en esta vida?.
Al día siguiente todo empieza a cambiar. Está distante, esquivo. Apenas me llama. Tal vez se sienta culpable por lo de la noche anterior. Día tras día noto que se va alejando de mí. Por fin lo confiesa: "Nunca te he querido, pero no me gusta currármelo bien antes de meterla".
"El príncipe se ha convertido en rana", pienso mientras en mis mejillas se deslizan lágrimas de dolor. Consiguió engañarme. Otra vez con el corazón desgarrado por la tristeza. Y en mi mente la promesa de no volver a caer en lo mismo. Son demasiadas veces.
¿El príncipe se volvió rana, o la rana siguió siendo rana?