De cómo disfruté mi primera penetración

Es increíble como cambia la vida. De no gustarme los hombres a practicar sexo con uno siendo yo el penetrado...

Ya he contado mi primera experiencia sexual con mi profesor y he hecho especial hincapié en la primera mamada. Fue algo especial, pero, sin duda, lo más importante de aquella noche fue descubir que me encantaba que me penetraran. Sentir que jugan conmigo y con mi culo. Fue todo muy rápido pero me paro a pensarlo e intento preguntarme por qué decidí que quería sentir una polla dentro de mí.

Supongo que la primera señal fue cuando él y yo estábamos besándonos como dos posesos tumbados sobre la cama, puestos de lado, mirándonos el uno al otro. Mientras él me besaba el cuello, yo le acariciaba su pecho y él a mi mis nalgas. Uno de sus dedos se fue ligeramente hacia la entrada de mi ano y acarició los labios suavemente, en círculo. Fueron apenas segundos pero me gustó tanto que en ese momento deseaba que me introdujera uno dentro. Ya cuando estaba lamiendo su precioso pene, pensaba en que, si eso me estaba encantando, el que me penetraran podía convertir aquella noche en espectacular. Fue toda una declaración de intenciones que, al hacer el 69, me pusiera encima de él, posición que siempre suele tomar el género femenino. Cuando su lengua comenzó a lamer los labios de mi culo, y yo noté que estaba a punto de correrme, fue cuando, definitivamente, sentí la necesidad de que su pene desvirgara mi precioso trasero.

Ya estaba a punto, a cuatro patas sobre la cama, mirando hacia delante y esperando mi primera embestida. Notaba movimiento, cómo se ponía el condón, como buscaba algo en el cajón. Le advertí de que era mi primera penetración, así que la vaselina era algo esencial. Lo primero que noté fue como una especie de crema fría (vaselina) era extendida sobre el exterior de mi ano. Tras dos o tres 'pinceladas', él introdujo su dedo corazón. Su dedo caliente estaba en mi ano, era un contraste especial, por dentro notaba el calor de su dedo y fuera el frío de la vaselina. Cuando introdujo el segundo dedo, no pude evitar pegar un ligero grito de entre dolor y placer que sentía. Él chistaba para tranquilizarme. Tras disfrutar de unos cuantos segundos de sus dos dedos entrando y saliendo de mi ano, se hizo el silencio, todo se paró durante muy pocos segundos. Después de eso, la punta de su pene comenzaba a abrirse camino sobre mi virginal ano. Para mí aquello fue a cámara lenta, notar como algo comenzaba estar en mi interior. Era una sensación extraña. Su pene hizo tope en mi culo, quedó unos pocos segundos encagado y él comenzó a meterlo y sacarlo lentamente, algo que ayudó a que dilatara poco a poco. Yo aguantaba los gritos que me apetecía hacer audibles. Su pene cada vez entraba y salía de mi culo con más velocidad al tiempo que mis pequeños gemidos se convertían en ligeros gritos porque no aguantaba más de placer y dolor. Sus embestidas comenzaron a ser imparables, rápidas y secas. El también gemía de placer. Me temblaba todo el cuerpo, eso hacía que mis brazos no pudieran aguantar mi peso y tuviera que apollarme sobre mis codos, poniendo así el culo más en pompa, para poder soportar aquellas increíbles embestidas. Él me agarraba por la cintura, llevándome al ritmo que introducía su pene en mí. Apoyaba mi cara y mi boca sobre el colchón para silenciar mis gritos que cada vez eran más fuertes. En la habitación ya sólo se oían mis acallados gritos y sus huevos chocando sobre mis nalgas: 'Choc, choc, choc'. Simplemente me dejaba llevar, guiar por sus embestidas y lo que me guiaba con sus manos. Quería participar algo más. Es por eso que le pedí que me dejara verle la cara. No dijo nada, sólo me la sacó se tumbó boca arriba y me guió para que me pusiera encima de él, cabalgándole.

Qué duda cabe que aquella fue una noche de descubrimientos porque descubrí que ponerme encima, cabalgando, era mi postura favorita. Me puse encima, le besé mientras el fue introduciendo con sus manos su pene en mi culo. Apenas consiguió introducir el glande así que me fue enpujamdo con sus manos, agarrándome la cintura, para que bajara del todo. Yo me apoyaba en su pecho mientras fui tomando la iniciativa y comencé a subir y bajar sobre su pene. Notaba un cosquilleo en mi culo, ya no notaba dolor, sólo placer, eso me animaba a dar más velocidad a mis subidas y bajadas. Eso, y el hecho de notar como sus manos bajaban de mi cintura a mis nalgas y las agarraba con fuerza. Mis cabalgabas provocaba más fuerza en sus manos para agarrar mis glúteos mientras su cara era de terrible placer. Yo dí rienda suelta a mi pasión y empecé a gemir con fuerza. Me apoyé sobre sus piernas, incorporándome un poco hacia atrás, logrando que su pene casi llegara hasta mis entrañas. Más rápido, más rápido, más rápido. Contracciones en su pene me indican que está a punto de correrse. No quiero que lo haga. Me he olvidado completamente de mi pene, solo quiero sentir algo más su pene en mi culo. Paro de cabalgarle, me voy hacia él y lo beso. Le meto mi lengua en su boca mientras el me suelta las nalgas y las acaricia suavamente. Sin sacar su pene de mi ano, me da la vuelta y se pone él encima de mí. Sabe que se va a correr, así que me empieza a embestir mientras yo me abro completamente de patas para que su pene pueda entrar con más facilidad. Yo también sé que se va a correr así que me empiezo a menear mi pene para intentar correrme con él. Sus contracciones se hacen más notables hasta que saca su pene de mi culo, se quita el condón y descarga sobre mi abdomen una gran cantidad de leche, leche caliente, leche de un hombre en mi pecho tras ser penetrado de tres maneras diferentes. Alguna gota llega a ser despedida de su pene y llega hasta mi barbilla. Yo no la limpio, me ayuda a ponerme lo suficientemente cachondo como para terminar de correrme. Una de las mayores corridas de mi vida, que también cae sobre mi abdomen. Su leche y me leche están sobre mi cuerpo, juntas, unidas sin saber de quién es cuál. Exprimo hasta el final mi polla mientras él cae rendido sobre su lado de la cama, boca abajo. Me acaricia mi pecho mientras yo miro como mi pene va perdiendo su erección. Me escocía el culo, me lo había destrozado. Sentia un vacío dentro de él.

No nos dijimos nada en 5 minutos. ¿Para qué? Me había follado un profesor de instituto, 10 años después de terminarlo. Era una sensación muy extraña. Sólo deseaba estar relajado y pensár el por qué de todo lo que acababa de pasar. Pero no hay un por qué. Simplemente pasó y descubrí que me gusta practicar sexo con hombres y ser yo el que tome el papel de pasivo.