De Cómo cortar con tu novio y de paso... III

Por fin veo a alguien conocido. Y no cualquiera...

Los tres, entre risas y comentarios acerca de lo ocurrido la noche anterior (ni que decir tiene que de lo ocurrido en el Tintin ni papa), nos dirigimos con paso firme hacia La Antigua, - Aquí comenzó todo anoche - pensé. Parecía que sabían donde iban, así que dejé mi papel de guía de ocio y me limité a seguirles.

  • ¿Tomamos algo?, hemos quedado a las tres, tenemos tiempo. Dijo Silvia.

Nos sentamos en la terraza de la esquina, estaba recién remodelada y aunque eran cerca de las tres de la tarde, corría aire y hacía algo de fresco. Silvia estaba guapísima, con un vestido largo de muchos colores y Pepe llevaba unos vaqueros y un polo, y yo... yo, con un vestido negro de noche... Bueno, pensé, parece que estoy de resaca de boda.

Al sentarme en la silla, el frío aluminio me recordó lo ligera que iba de ropa interior. El vestido que no era demasiado largo se subió al sentarme y mis nalgas casi desnudas se posaron sobre las frías lamas de aluminio de la silla. Respingué - Ufff qué frío está esto - dije, y tirando de la falda hacia abajo volví a sentarme en la silla, ahora sí, sobre la fina tela de mi vestido prestado.

Cuando vino el camarero Silvia y Pepe pidieron cerveza, yo les miré con cara de asombro y me decanté por una botella de agua. Pepe indignado se levantó interrumpiendo la escritura del camarero y dijo - Apúntela otra cerveza -. Me miró y replicó - Es lo mejor para la resaca -. Me preguntaron que tal anoche y entre sonrisas y dudas les medio conté lo que pasó hasta que empezaron las dudas y la amnesia total hasta esta mañana. Básicamente les dije que seguimos tomando copas, fuimos a otro garito que estaba bastante lejos, bailamos, ligamos con un tío que se parecía al de Corrupción en Miami - Ese seguro que le eligió Ana - Interrumpió Silvia. Luego más chupitos, copas y debí caer redonda, porque me he levantado en la habitación de estos sin saber cómo llegué allí. Me han dicho que estaba tan borracha que me quedé dormida en el Taxi y al llegar a la habitación vomité todo, de ahí mis pintas de esta mañana - No, te queda bien - Dijo Pepe. Cuando me he levantado esta mañana me he dado un baño, me he vestido y ha bajado al vestíbulo donde me he encontrado con vosotros, a estos les he dejado haciendo el amor en la habitación.

  • ¿Qué? Dijo Pepe con incredulidad.
  • Pues eso, cuando me he ido estaba haciéndole una mamada Ana a Héctor - No quería dar más detalles del asunto.
  • ¡Qué cabrón! Esa tía es una puta... Se lo dije, que no cambiásemos las habitaciones, que ya me apañaba yo como fuera...

Por la conversación entre Pepe y Silvia, deduje que Héctor debía conocer bien a Pepe y Silvia y Ana no llevarse del todo bien. Ente que Pepe se lió con Silvia o se liaba o vete tú a saber y que las habitaciones en un principio eran chicos por un lado y chicas por otro, al ocuparlas Héctor debió ofrecerse a cambiar su habitación con Silvia para que Pepe y ella pudieran estar juntos. Lo del sexo entre los dos debió ser un accidente y Pepe debía conocer a la mujer de Héctor y salir con ella los fines de semana en “pandilla”. - Vaya puterío -.

La verdad es que esto de la cerveza no era mentira, parecía que mi dolor de  cabeza se esfumaba por momentos... ¿Resaca superada?. Pedimos otra ronda y empezó a llegar gente a la mesa, Pepe y Silvia dejaron el tema y empezamos a juntar mesas y sillas, ya casi éramos veinte personas. cada vez que un nuevo “doctor” llegaba a la mesa tenía que levantarme para saludar - Elena el Doctor Bermudez, Doctor Bermudez, Elena - Era gente mayor, supongo que el reducto de juventud fue lo que conocí anoche, que por supuesto, también se unieron al grupo.

Entre presentación y presentación alguien me tapó los ojos con las palmas de las manos y dijo con voz de sorpresa, - ¿Quién soy? - La voz me era familiar, pero no lograba identificarlo... me giré de golpe y sonreí levantándome como un resorte lanzándome a los brazos de mi amigo Poli. Entre tía cuanto tiempo y ¿te vienes a tomar algo?, hubo doce o quince ¿qué ha sido de tu vida?, ¿dónde está Jose? y tenemos que quedar ya, ¿qué haces esta noche?... Estaba aturullada, entre la gente, Poli... por otro lado Héctor me decía vamos a comer mientras todos empezaban a recoger y terminarse las cervezas, yo no sabía a qué atender.

  • Bueno, me voy, te veo ocupada, esta tarde te llamo - Se iba, así, despidiéndose con la mano y gesticulando un beso, Poli se iba entre la gente.

Cogida del brazo por Héctor arranqué mi camino hacia un restaurante que si lo pienso ahora ni me acuerdo de por dónde se iba ni dónde estaba. Durante el trayecto comencé a pensar en Poli, en cómo nos conocimos y terminamos juntos en el instituto. Me pidió salir, estuvimos juntos a penas un par de meses, un verano.

Me recreaba en el recuerdo de sus labios, era muy ardiente al besar... mientras seguíamos caminando. Pensé en él, en lo que habíamos pasado juntos, la suya fue la primera polla que tuve entre mis manos. Cuando salíamos, lo hacíamos por separado, chicos por un lado y chicas por otro, a media noche nos juntábamos en alguna discoteca, normalmente en mambo y poco a poco las parejas se iban separando del resto del grupo para terminar la noche con tu pareja.

Solíamos hacer portales y cajeros. Buscábamos un portal con oscuros rincones o cajeros abiertos y en su interior nos besábamos y tocábamos, a penas teníamos diecisiete años. Al principio sólo fueron besos, caricias... nuestra excitación iba subiendo y cada vez llegábamos un poquito más lejos, a el le gustaba mientras me besaba sacarme la blusa o la camiseta del pantalón e ir haciendo círculos sobre mi barriga, subiendo cada vez un poquito más y más acercándose a mi pecho. El día que sus dedos tocaron por primera vez la aureola de mi pezón izquierdo creo que me corrí, un charco de fluidos acompañados por calambritos y escalofríos inundaron mi cosita, y eso que fue solo por encima del sujetador.

De ahí en adelante, cada vez nuestros gestos eran más y más atrevidos. Mi sujetador s desabrochaba con facilidad y frecuencia, mis pezones se endurecían entre las yemas de los dedos de Poli y mis manos y las suyas se deslizaban por el interior del pantalón del contrario en busca del placer, cada vez más excitante y deseado. Nos gustaba besarnos y de pié, con mi espalda contra la pared, el liberaba mis pechos y los acariciaba y mordisqueaba a la vez que sus manos se deslizaban por el interior de mis braguitas y las mías por el de sus calzoncillos. Yo siempre conseguía correrme; o su rodilla o su mano conseguían su propósito, pero él, que yo recuerde, jamás se corrió en mis manos.

El punto de inflexión de nuestra relación fue un San Mateo, a los pocos meses de empezar a salir. Habíamos bebido, demasiado, como siempre, y cuando nos separamos del resto fuimos a un parque que tiene bancos de granito y una especie de poyetes como mesas o algo así. Era una noche super oscura, aquello parecía la boca del lobo. Estábamos los dos excitados, sabíamos que nuestro ritual no podía demorarse más, iba a correrme y eso me  ponía más y más cachonda. El saber que vas a disfrutar es una sensación que a mi me hace empezar a disfrutar incluso antes de empezar a hacerlo. Como si se tratase de una rutina ensayada nuestros cuerpos empezaron a acoplarse en una serie de besos húmedos, en los que las manos de Poli se introducían entre mis cabellos, por aquel entonces mucho más cortos que ahora, su boca devoraba mi lengua y su saliva, en ocasiones, cuando más excitados y salvajes nos poníamos, caía entre nuestros labios.

Entre caricias, empujones y mordiscos acabamos sentados en uno de estos bancos, uno frente al otro. Poli desabrochó uno a uno los botones mi blusa y la abrió, dejándola reposar sobre mis hombros. Mi cuerpo excitado se echo hacia atrás, apoyándo las manos tras mi espalda, sobre el banco. Las manos de Poli me cogieron de la cintura y sus palmas comenzaron a recorrer mi abdomen y mi espalda, desabrocharon el cierre del sujetador y volvieron a mi abdomen, subiendo poco a poco, hasta colarse bajo el sujetador como ya había ocurrido cantidad de ocasiones atrás. Sentía mis pezones endurecerse con violencia, la temperatura tampoco acompañaba y la fría piedra hacía que las manos de Poli se agradecieran allí por donde pasaban.

Volvió a tomarme de la cintura y me atrajo hacia el. mis piernas lo rodearon y tal era su insistencia que me subí literalmente sobre el. Volvimos a los beses, muy pegados, mis pechos, casi al aire rozaban con su camiseta y mientras sus manos acariciaban mi espalda, las mías se la levantaban por la parte de alante, haciéndole sacar la cabeza, pero sin quitarse las mangas. Su camiseta era un burruño que rodeaba su cuello por detrás, pero mi recompensa era dejarle la espalda libre a mis manso, y sobre todo poder apoyar mi pecho sobre el suyo. La sensación fue excitante y relajante a la vez, su pecho caliente calmó mis pezones y una mezcla de sensaciones llenaron mi cuerpo de excitación y deseo nuevamente, su olor, a hombre, su tacto, su cuerpo, su piel... restregaba mi pecho contra el suyo mientras notaba que mi cosita estaba sentada sobre la suya y el roce la hacía disfrutar.

Poli me cogió nuevamente de las caderas y girándose sobre el banco se puso frente a la repisa que ahora quedaba a mi espalda. Me izó y me sentó sobre ella. Debía tener algo menos de un metro de altura, ya que seguía con mis piernas rodeando su cuerpo y mis nalgas reposaban enfundadas en sus vaqueros sobre la piedra. Se apartó levemente de mí para mirarme y sonreirme. Sus manos volvieron a deslizarse sobre mi vientre y mi al llegar al sujetador, esta vez sí, tumbada como estaba sobre la piedra, lo subió sobre mi cuello y dejó mis pechos al aire. nuevamente se distanció me miró y se sonrió.

Volvió a acercarse, yo nuevamente lo rodee con mis piernas y el comenzó a besarme y lamerme el ombligo, las caderas, los pechos... mordisqueó mis pezones y tiró entre los dientes de ellos, era a  la vez doloroso y placentero. Sus manos acariciaban mi cara y mi pelo mientras movía sus caderas frotando nuestras pelvis en busca de aumentar la excitación y el deseo.

Poco a poco conseguí incorporarme de nuevo, sentarme sobre el poyete, sin dejar de rodear a Poli con mis piernas, sin para de besarlo, de tocarlo, disfrutarlo. Lo aparté de mi, le di la vuelta y lo puse dándome la espalda. Mis manos se deslizaron por su estómago, acariciándolo de lado a lado, sobre la linea roja que marcaba el borde de su pantalón y poco a poco, a cada pasada, un centímetro más abajo. Finalmente noté el bello rizado pero suave, más abajo, ya en el interior del calzoncillo, la base de su polla. Mi mano derecha se deslizaba por encima de la base primero y por debajo, sobre los huevecillos después, siguiendo un movimiento rítmico, como un masaje, algunas veces, al pasar por debajo tomaba los huevos en el interior de mi mano y los acariciaba en círculos, mientras, con mis pechos unas veces, con la mano izquierda otras y con la boca las más, acariciaba la espalda de Poli que permanecía inmóvil disfrutando de la sensación.

Mi mano derecha decidió cambiar de empeño y poco a poco pasó de masajear la base a intentar cogerla y acariciarla. a penas las yemas de los dedos sí conseguían su objetivo, el pantalón estaba apretado y entre el paquete y mi mano ya no daba más de sí. saqué mi mano despacio, volví a masajearle el vientre y antes de que pudiera reaccionar o darse la vuelta, con ambas manos fui desabotonando uno a uno los botones del pantalón. El grande y los dos primeros salieron con paciencia, pero el resto de botones tiré de ambos lados del pantalón y se abrió como una cremallera. Al hacerlo Poli suspiró, su polla se había liberado y salía al exterior colgando por fuera del pantalón y el calzoncillo, que era de tela y no tenía ni botones.

Mis manos, ahora sí, libre de obstáculos comenzaron a acariciarle la polla al aire, por primera vez sin la interposición de la tela de un pantalón. Se sentía bien, caliente, con la palma de mi mano recorrí todo su miembro, de arriba a abajo, me parecía grandísimo (tampoco tenía mucho con lo que comparar) y la punta estaba resbaladiza y tremendamente mojada. Cerré mi mano sobre el capullo, y comencé a dar vueltas sobre el pringándome la mano con el líquido que desprendía, a modo de lubricante lo usé para deslizar mi mano, tan cerrada como podía a lo largo de la polla de Poli que comenzó a gemir.

Apretaba la mano con fuerza y procuraba ir desde la punta hasta la base, con movimientos rítmicos y secos, - como si estuviera follando - pensé. Mi mano izquierda se unió a la fiesta y entre las dos formaban una cueva en la que la polla de Poli se clavaba, esta vez si, con su colaboración. Poli movía sus caderas metiendo y sacando su polla de entre mis dedos a un ritmo cada vez mayor. Sus gemidos iban en aumento, parecía que fuera a correrse, pero yo quería disfrutar de las vistas, tenía curiosidad por vérsela, así que abrí las manos y Poli se separó de mi dándose la vuelta y mirándome con cara de incredulidad. Le observé, de arriba a abajo y me encantó lo que vi. Su polla se erguía hacia arriba, oscura, color canela, descapullada, casi sin “pellejo”, lisa, recta, con un capullo tremendo, se le veían los huevos colgar por fuera del calzoncillo, atrapados entre las aberturas del calzoncillo. El estaba sudoroso, agitado, respiraba hondo y sus hombros seguían el ritmo de la respiración mientras su polla, como la batuta de un director de orquesta comenzó a oscilar arriba y abajo, relajándose ante mi mirada, poco a poco. Extendí mi mano y volví a cogerla, esta vez de frente, desde la base a la punta, pero Poli se echó hacia atrás mientras con sus manos me empujaba a tumbarme nuevamente sobre la fría piedra.

Repitió nuevamente el ritual, acarició mi vientre, liberó mis pechos y subió el sujetador hasta mi cuello. Sus manos acariciaron las aureolas de mis pezones y siguieron bajando hasta mis caderas. Mis piernas colgaba a ambos lados de su cuerpo y sus manos recorrían el borde de mi pantalón. Sus dedos se introdujeron despacio y cogiendo la tela bajo el ombligo, uno a uno, mientras me miraba a los ojos, Poli abrió los botones del pantalón, ahuecó mi cuerpo para poder deslizar sus manso hacia atrás, en mi espalda, sobre mis nalgas y mis pies se apoyaron sobre sus muslos para permitir que sus mansos deslizasen hasta mis rodillas primero y mis tobillos después mis pantalones, acompañados en su destino por mis braguitas, dejándome prácticamente desnuda sobre la fría piedra. Sus manos volvieron a acariciar mi vientre y mis ojos se cerraron en busca del placer de sus dedos. Noté sus manso recorrer una y otra vez mis caderas acercándose en cada pasada a mi cosita que esperaba impaciente la llegada de sus dedos. Intenté abrir las piernas para facilitarle el trabajo, pero el conjunto pantalón - braguitas que se enganchaba entre mis rodillas y mis tobillos lo evitaba. Con el pié izquierdo sobre el taló derecho intenté zafarme del zapato, pero sacar el pantalón era imposible, y encima, para más inri, la hacerlo di una patada en la pierna a Poli. El me miró, deslizó su dedo índice por mis labios y siseo para que guardara silencia y paciencia: Con la palma de la mano, como le hacen a los muertos para cerrarles los ojos, la pasó por los míos, suspiré y los cerré intentando relajarme.

Sus manos se deslizaron por mis piernas hasta llegar a la ropa que me quedaba, donde perdí el tacto. Noté como sus manso me desprendían del zapato que me quedaba y uno a uno fueron saliendo mis calcetines primero y con paciencia y sin i ayuda, los ajustados vaqueros y mis braguitas después.

Me cogió por los tobillos y los apretó con fuerza, note sequedad en la garganta, la excitación estaba haciendo mella en mi cuerpo que empezaba a reaccionar de forma involuntaria a cada estímulo. Sus manos, firmes y calientes subieron por mis piernas hasta mis rodillas y luego mis muslos. Estaba incómoda,así que a trompicones conseguí meter el culo algo más en el poyete y plantar los talones sobre él. Poli seguí acariciándome las piernas, la cara interior de mis muslos, mis rodillas, la palma de su mano actuaba come el sol en las flores, haciendo que poco a poco y cada vez más abriera mis piernas permitiendo que sus manos llegaran cada vez más lejos.

Aún no había llegado a tocar mi cosita cuando yo ya estaba completamente abierta de piernas, tumbada, con los ojos cerrados y excitada como jamás había estado. Noté cómo sus manos se juntaban en torno a mi cosita, sin llegar a tocarla, ni siquiera los labios, pero sus dedos se movían haciendo que ésta se moviera también y me rozara con mi propia piel. Estoy convencida de que si hubiera seguido así un minuto más, me hubiera corrido entre sus manos, pero de repente se detuvo, con sus manso estiró la piel de mis labios hacia fuera todo lo que pudo y mi flor se abrió, noté el frío del aire en el interior de mi vagina y cómo mil alfileres empezaron a puncearme placenteramente en cada punto de mi rosada y húmeda conchita y de repente... calor, mucho calor, humedad, presión, era su lengua, su boca, me lamía con avidez cada pliegue, cada rincón, cada punto de mi conchita, en una sensación tan placentera como incontrolable. Su boca succionaba en ocasiones y su lengua pasaba de mi clítoris a la entrada de mi vagina a una velocidad vertiginosa, notaba como chorreaba y sus labios se deslizaban con total facilidad entre los míos. Si antes el placer era mayúsculo, ahora... El climax fue subiendo, como un relámpago y mi respiración se cortó en espera del trueno que estaba a punto de llegar... ¡Qué cabronazo! parecía que sabía el momento exacto, pues fue sentir un par de dedos deslizarse en mi interior y comenzar a gritar como una loca... Noté como me encharcaba, el ruido de los dedos chapoteando contra mi conchita, las yemas de sus dedos moviéndose en mi interior, su cara sobre mi vientre... era todo tan caliente y sensual...

Me quedé extasiada, inmóvil, al sacar sus dedos de mi interior su mano producía un dolor eléctrico a cada sensación, intentó posar sus dedos sobre mi conchita de nuevo, pero la sensación era desagradable, así que lo aparté de mi y suspirando estiré mi cuerpo hacia atrás todo lo que puede. Me sentía satisfecha, terminada, entumecida... Pasaron unos minutos.

Poli estaba tumbado a mi lado, al estirar la mano lo toqué, seguía con el pantalón desabrochado y la polla al aire,  pero ya no presentaba el aspecto majestuoso de hacía un rato. Ahí, tumbada, estiré mi mano y comencé a tocarlo de nuevo con la firme intención de terminar, por primera vez mi parte del trato. Su polla no tardó en reaccionar y volver tomar consistencia y dureza, pero respingaba como dolorido al acariciarle el capullo. La verdad es que estaba seco y mi mano se trababa contra su piel. Después de un par de respingos me dijo que le dejara hacer a el. Se puso de pié frente a mi y me pregunto con voz entrecortada - ¿Puedo pasar mi polla sobre tu cosita para lubricarla? - No se ni para qué me preguntó, antes de contestarle ya estaba deslizando sobre mi cosita su polla, masturbándose sobre mis labios.

La sensación era desagradable, aún me escocía y notaba pinchazos al tocar con el pene el clítoris, pero le dejé hacer, estiré mi mano entre las piernas y comencé a frotar su polla contra mi desnudo conejito en cumplimiento de sus deseos. La verdad es que funcionó, pues se deslizaba nuevamente a placer y Poli parecía cada vez más excitado. Mis manso acompañaban a sus movimientos, que imitaban el acto sexual, su polla se deslizaba sobre mi conejito como lo hubiera hecho en mi interior y la imagen volvió a excitarme nuevamente. Pasado un rato ya no podríamos decir quien masturbaba a quién, pues sus gemidos y los míos se mezclaban en la noche y mi mano apretaba con firmeza su polla contra mi clítoris mientras su polla se deslizaba de arriba a abajo a un ritmo cada vez más insistente y seco.

De repente, sin motivo aparente paró, me miró a los ojos y me dijo - Quiero sentirlo, meterte la puntita, sólo un poquito - Eso me cortó el rollo por completo, le devolví la mirada y le dije - No, no quiero hacerlo y ni siquiera tienes condón - Era virgen, insegura y no me apetecía tener ahora, en mitad de un parque en la noche mi primera relación sexual. Ahora lo pienso y seguro, en el estado de excitación que estaba, si hubiera esperado hasta que empezara a correrme, en ese momento, me hubiera dejado hacer lo que fuera sin rechistar, pero eso pasa por ser bueno...

Mi respuesta no le gustó, así que se separó de mí y se dio la vuelta, dándome la espalda. Condescendiente lo abracé por detrás y lo recosté sobre mi, sentada en el poyete, bajé mis manos hasta su polla, aún firme pese a la decepción y comencé a masturbarlo hasta que por primera vez noté correr entre mis dedos el semen de Poli.

Con frialdad e indiferencia nos vestimos. Un par de días después corté con el. Le dije - Los dos sabemos donde va a terminar esto y por ahora no quiero, necesito tiempo y alejarme de ti -.

Y así hasta hace un rato que la casualidad volvió a reunirnos.

ya habíamos llegado al restaurante, las mesas eran cuadradas y de unas diez personas, como nadie contaba conmigo me hicieron hueco en la mesa de l agente que “conocía”, allí esperaban ya sentados Ana y Héctor.

Continuará...