De Cómo cortar con tu novio y de paso... II
El final de la noche y el despertar fueron más de lo que jamás pude imaginar.
El Charlot era un local en el cuadro que cerraba tarde, había días que nos daban las diez o las once de la mañana dentro. Era la mejor opción para terminar la noche.
Nos encaminamos hacia el cuadro, andando como cadáveres o zombies. El camino se hizo ameno, comentamos la jugada de Silvia y Pepe y me contaron que era habitual que Silvia se soltara la melena en cualquier sitio. En una ocasión, contó Ana, durante un simposium, comenzó haciéndole una paja y terminó con una mamada, al correrse Pepe, desde el final de la sala dio tal alarido que todo el mundo se dio la vuelta a ver que pasaba. Al parecer era muy conocida en el mundillo de las aspirinas... Yo me reí al oírlo y sólo pude comentar - Me la imagino con un chorretón de semen corriendola por la barbilla mientras todo el mundo se quedaba mirándola... qué berguenza!!! - Héctor me miró a los ojos y me dijo - No hay chorretones, se lo traga todo - Ana se cogió de mi hombro riendo me empujó y proseguimos el camino.
Al llegar a la entrada había bastante gente, unos entraban, otros salían y yo en toda la noche no había visto a nadie conocido. La borrachera se estaba bajando, así que volvimos a la carga y pedimos una, dos tres rondas más... casi ni recuerdo lo ocurrido en el Charlot. Recuerdo flashes cosas sueltas, en el baño nos abordaron unos chicos, se pusieron gallitos y entraron con nosotras hasta dentro, parecían majos, pero unos yogurines a los ojos de Ana, que parecía llevar la voz cantante (para mi gusto no estaban nada mal).
Recuerdo también el objetivo de Ana para esa noche. Un chico de unos 35, moreno, alto... lo recuerdo como un hortera integral. Vestía con pantalón blanco, camisa rosa... me recordaba al de corrupción en Miami David Crocket o algo así se llamaba, pero en moreno. Ana me dijo, para seleccionar un hombre tienes que mirar sus zapatos, su paquete y su cabeza. ¿Qué rayos querría decir con eso?. Mira, lleva unos Lottusse, limpios, casi nuevos, eso denota que tiene dinero, lleva el pelo arreglado, con un corte reciente y bien peinado, eso denota que se cuida... - ¿Y el paquete? - pregunté... - ¿Has visto el bulto de su cartera en el bolsillo del pantalón?, si es más grande que su paquete no te lo folles, cásate con el, pero si la polla es más grande que su cartera... ¡Fiesta!. Comencé a reírme mientras le miraba, se percató y se acercó a nosotras.
Se llamaba Luis, lo recuerdo porque nos tiramos un buen rato bromeando con llamarle Louse Lottusse Crocket, hasta hicimos chistes con ello. Lo primero que hizo fue invitarnos a una ronda de chupitos. Camino de la barra busqué a Hector con la mirada, estaba intentando ligar con unas chicas que me sonaban de algo, era la primera vez que en toda la noche parecía que conocía a alguien. Hice el ademán de ir hacia el, pero Ana me cogió de la mano y me dijo - A tomar chupitos! - Se acercó a mi oído y me susurró - Aprende pequeña -.
Al llegar a la barra Luis pidió un machaquito. Aquello era un tubo de bebidas blancas con lima y una botella de sprite que había que beber dando golpes a la barra. De ahí salieron tres o cuatro chupitos por cabeza, yo ya no podía más y Ana cada vez hacía más tonterías. El amigo Luis se empeñó en bailar, y entre el y Ana no hacían más que darme vueltas y más vueltas, la cabeza se me iba, y los recuerdos a partir de ahí se nublan más y más.
Yo me tambaleaba de un lado a otro de la pista y casi no me podía tener en pie, me acerqué a Ana y la dije - Creo que tengo que ir al baño a vomitar - Te acompaño dijo ella - Estuvimos un buen rato en el baño y al salir el hortera se había ido. Ya no quedaba casi nadie en el local, habían apagado la música, abierto las puertas, encendido las luces y ya todo el mundo se iba. Al salir era de día, no recuerdo la hora, ni siquiera recuerdo haber mirado el reloj.
Creo que tomamos un taxi para volver al centro, una vez dentro ya no recuerdo nada...
Me despierto.
Me duele la cabeza.
No puedo abrir los ojos, la luz me ciega.
Las sábanas están frías y rígidas, huelen a limpio.
Definitivamente esta no es mi cama.
Me toco el cuerpo con temor y rapidez, nada arriba, y unas braguitas abajo. Instintivamente meto mis manos dentro de las bragas, parece seco. Me tranquilizo. La cabeza me va a estallar.
Vuelvo a intentar abrir los ojos... ¡Hay tanta luz!... estiro las piernas y toco a alguien, mi pie se recoge como un resorte, mis ojos se abren, el susto hace que ignore la luz.
Giro la cabeza, el pelo largo lacio y rubio de Ana la delata, es ella, está tumbada a mi lado, aún duerme. Miro sobre su hombro y veo otro bulto, me imagino que será Héctor, el color del pelo despeja las pocas dudas que podrían quedarme, es el. Ambos duermen. La cabeza me va a estallar.
Despacio me levanto de la cama, intento no hacer ruido, son dos camas, así que el colchón no se mueve demasiado. Miro a mi alrededor en busca de mi ropa, no la veo. Camino hacia la entrada de la habitación, ¿dónde coño estará mi ropa?. Hay un espejo grande junto a la entrada, instintivamente me quedo mirando mi cuerpo, tengo la piel clara, pelo castaño y largo, abundante, mis pechos son grandes y mis pezones redondos y oscuros, la punta del pezón sobresale como una gominola. Levanto los brazos para izar mis pechos, así se ven mucho más bonitos. Acaricio mis pechos y mi barriga, está plana, tengo un buen cuerpo, me giro para ver mi culo, es lo que menos me gusta. Con las palmas de las manos tiro de las nalgas hacia arriba, me gustaría tenerlo respingón, creo que es lo único que me falta para ser un bombón. Paso mis pulgares por la goma de las braguitas, las bajo poco a poco. Paro en las rodillas, miro mi cosita, tiene una mata de pelo abundante y rizado. ¡Llevo tanto tiempo sin cuidarlo!. Paso mi mano por los labios, me pregunto que pasaría desde que salí del Charlot hasta ahora. ¿Qué hora sería? ¿Y mi reloj?. Termino de bajar las braguitas, las saco por mis tobillos, miro en su interior, están pringadas por una costra dura y repugnante, anoche me mojé tanto que no es raro. Me giro, asomo la cabeza por la entrada, no ha habido movimiento, siguen dormidos, mi reloj está sobre la mesilla. Me acerco despacio, cojo el reloj, vuelvo corriendo a la entrada, abro la puerta del baño, enciendo el grifo del agua, pongo el tapón a la bañera, me siento en la taza, son las dos de la tarde, tengo que llamar a casa, estarán preocupados...
Creo que había un móvil en la mesilla, vuelvo a entrar en el dormitorio, me acerco a la mesilla y Ana me sobresalta, está despierta y con voz ronca me pregunta que tal. Tengo que llamar a casa la digo. Su mirada recorre mi cuerpo, se para en mi cosita desnuda, vuelve a mirarme a lo ojos y me dice - Llama - ofreciéndome el móvil. Lo cojo y ruborizada vuelvo al baño, me siento en la taza y marco el número de casa. Es mi madre - diga -
- Hola mama, soy yo.
- ¿Dónde te has metido?
- No te preocupes, me encontré con Alicia y unas compañeras del colegio y estuvimos toda la noche por ahí, como era tarde me he quedado a dormir con ella y ahora vamos a comer algo. Luego me paso por casa.
- Pero...
- Te dejo, que nos vamos a comer. - Y colgué. Quería evitarme el reguero de explicaciones, al final seguro que me pillaría, y lo de esa noche era imposible de explicar.
Dejé el móvil sobre la encimera y apagué el grifo. La bañera estaba llena, el agua calentita y mi cabeza seguía martilleándome. Me metía en la bañera, me tumbé y cerré los ojos. Cogí una toalla, la metí en el agua y haciéndola un rulo la puse sobre mis ojos, respiré hondo e intenté relajarme. No se oía nada, el agua cubría mis oídos y la sensación de paz se apoderaba de mi cuerpo. Con la punta de mi dedo gordo del pie jugueteaba con el caño del grifo y mis pechos flotaban en el agua, notaba asomar los pezones al exterior, por la diferencia de temperatura. Al moverme el agua pasaba entre los pelos de mi pubis. Me recreaba en todas y cada una de las sensaciones que mi cuerpo recibía del agua, el metal del grifo, la loza en mi espalda, la toalla sobre mis ojos... Estaba en la gloria, el dolor de cabeza se iba.
Creo que dormité durante unos minutos, seguía cansada a pesar de estar recién levantada. Ya no me acordaba de esta sensación. Estaba en la gloria.
Y de repente... RING, RING, RING... El teléfono comenzó a sonar sobre la encimera. Me puse nerviosa, la toalla saltó de mi cara, di un salto en la bañera, no sabía si cogerlo, llamar a Ana... me quedé inmóvil y la puerta del abaño se abrió. Héctor entró, fue directo a por el móvil, lo cogió y respondió sin percatarse de mi presencia.
- Dime cariño - Nada, estoy en la habitación de hotel, mañana volvemos a la hora de comer...
Se dio la vuelta, con el teléfono en la oreja y se quedó mirándome mientras seguía hablando con ¿su novia? ¿su mujer?... Me miró y me sonrió. Yo estaba tumbada en la bañera, inmersa en el agua a fin de tapar lo más posible mi cuerpo, la duda sobre lo ocurrido anoche volvió a planear sobre mi cabeza. El borde de la bañera me tapaba la linea de visión, pero por lo que podía ver, se trataba de un chico normalillo, para su edad no estaba mal, algo musculado, con barriguilla cervecera, pero bien cuidado.
Me impresionó su pecho, los pectorales sí se le marcaban bien y era el único sitio en el que tenía bello. Me fijé en su abdomen y estaba depilado y antes, de espaldas, tampoco tenía nada en ella. La curiosidad por ver el resto de su cuerpo hizo que me incorporara levemente... Qué vergüenza, ¡estaba desnudo!... disimuladamente volví a mi posición original... En mi mente recreaba la visión de sus piernas, depiladas también, y su pene... era muy bonito, o ese recuerdo tengo, oscuro y recto, arreglado, no estaba depilado pero el pelo debía habérselo cortado o arreglado, a Jose se le podían hacer trenzas con el pelo del pubis y éste era distinto. No era tan grande como la de Jose, o al menos no relajada, pero me pareció preciosa. Estaba absorta en mi recreación de las imágenes que durante segundos habían forjado mi retina cuando Héctor me miró a los ojos y me sonrió haciendo gestos de que estaba hablando y había para rato. Yo le miré y con gesto de indiferencia le hice saber que hablara tranquilo, a mi me daba lo mismo, pero mejor si salía del baño.
Se dio la vuelta y aproveché para salir del agua y envolverme en una toalla. Al salir me di cuenta de que el espejo estaba revelando a Héctor la imagen que con la oportunidad quería evitarle. Aprecié como su mirada me siguió desde la salida del agua hasta envolverme en la toalla, de izquierda a derecha, de arriba a abajo, sin perder detalle. Por muchos cuerpos que un médico vea, tener una chica quince años menor que tu desnuda a tu lado, debe ser excitante al menos.
Dejé a Héctor hablando por teléfono en el baño y salí al dormitorio Ana estaba sentada en el borde de la cama, llevaba puesto un pijama color claro y me sonrió. Yo aceleré el paso y me senté a su lado y susurrando la pregunté - ¿Está casado? - No lo se dijo Ana, - Creo que sí, ¿Por? -. Yo no entendía nada, el estaba casado, nosotras medio desnudas y no pasaba nada de nada, ¡qué gente más rara!
- Oye, por cierto, ¿Qué ha pasado con mi ropa? - En ese momento entró Héctor en el dormitorio y me dijo - ¿No te acuerdas? Te desnudaste en el taxi y recorriste medio Valladolid con las tetas al aire a las diez de la mañana.
- ¿Qué? Que yo hice ¿eso?...
- Si, y cuando subimos en el ascensor te abalanzaste sobre Ana, la besaste y arrancaste al ropa. Juntas cruzasteis el corredor del hotel y cuando llegué a la habitación las dos me esperabais tumbadas en la cama.
- Venga, no jodas...
- Pues no, la verdad es que te quedaste sopa en el taxi y te tuvimos que subir al hotel, al llegar te vomitaste encima y la ropa la sacamos en una bolsa al pasillo porque no había dios que aguantase el olor. Lo cierto es que te desnudamos entre los dos y eso fue muy excitante. Tienes unos pechos preciosos pero si no te quitábamos el sujetador no podíamos disfrutar de ellos. - Estaba avergonzada y colorada como un tomate ante el descaro de Héctor... medité unos instantes y pensé que Héctor estaría de nuevo de coña. Me reí nuevamente y mis risas los contagiaron a ambos... seguro que son compañeros de trabajo, comparten habitación y todo esto son sólo imaginaciones mías...
- ¿Me dejas algo de ropa? Luego te la trigo de vuelta.
- Ok, toma, me dijo Ana sacando del armario un vestido negro.- Lo cogí y volví al baño a secarme el pelo y cambiarme.
Tomé el secador del baño y comencé secarme. El secador era una mierda y parecía que nunca iba a terminar de secármelo, por más que lo cepillaba eso no daba aire. Después de casi media hora mi paciencia se había consumido y decidí vestirme y salir de nuevo al dormitorio.
Entré decidida y tan decidida como entre me quedé clavada en la entrada. La imagen era indescriptible, Héctor estaba tumbado en la cama, con una almohada sobre su cabeza, ahogaba los gritos bajo la almohada, tumbada de costado, sobre su abdomen, Ana chupaba con avidez la polla de Héctor. Estaba a punto de terminar. Ana, después de un par de profundas y rápidas chupadas asió la polla de Héctor con la mano derecha y cogiéndola de la base la masturbo con fuerza y firmeza, la punta de su polla reposaba sobre su lengua unas veces, entre sus labios otras y ocasionalmente volvía al interior de la boca de Ana que alargaba la agonía de Héctor que estaba a punto de explotar. Al sacar la polla de su boca Ana levantó la mirada y se quedó mirándome sin para de masturbarlo. Me miraba a lo ojos, sin desviar la mirada me guiñó un ojo y parando momentaneamente de masturbarlo, con la mano me hizo un gesto inequívoco de que me acercara a ellos.
Volvió a coger la polla y siguió masturbándolo. Yo, mientras, con la cabeza negué la invitación y comencé girarme para volver al baño, pero la curiosidad por ver el final de tan excitante escena me mantuvo apoyada junto a la entrada de la habitación, boquiabierta, viendo como a borbotones salía el semen de la polla de Héctor, pintando de blanco y brillo los labios, la nariz, la cara de Ana que chupaba y escupía mientras no paraba de masturbarlo. Ana volvió a levantar la mirada y yo volví a entrar en el baño, me senté en la taza y volví a decirme ¡Qué gente más rara! Me levanté, abrí la puerta salí de la habitación. Tenía la necesidad de huir, el miedo se apoderó de mi cuerpo y literalmente huí de allí.
Al llegar al ascensor me di cuenta de mi guisa, estaba envuelta en un vestido negro, que me estaba pequeño, sin sujetador y con unas bragas que me estaban destrozando viva. Una vez en el ascensor me quité las bragas rápidamente y las hice un buñuelo que escondí en el puño. Cerré la mano como si guardara un tesoro en su interior. Al salir al vestíbulo busqué una papelera, pero no vi ninguna, así que empecé a ponerme nerviosa, a dudar de si el vestido se transparentaba, si se notaba que iba sin ropa interior, me di cuenta de que no tenía ni cartera ni llaves, el bolso me lo habría dejado en la habitación o al menos eso esperaba... Me senté en un sofá, boca abajo, con las bragas en el puño cerrado pensando que hacer y el dolor de cabeza volvió a martillearme.
A mi lado había un gran jarrón con palos de colores saliendo de su interior. Acerqué mi mano hacia el jarrón y justo cuando iba a depositar las bragas dentro alguien me dio por detrás al tiempo que decía - Ehhh tía ¿Dónde os metisteis? - Era Silvia, venía con Pepe y parecían frescos como rosas...
- Hola... - No sabía que decir.
- ¿Vienes a tomar algo?.
- Bueno, os acompaño.
Me puse depié, observé a Pepe. Me tranquilizó que no me mirara ni sonriera, mis pintas aprobaban de momento. Salí por la puerta con paso firme, el vestido no pegaba nada con el calzado, pero nada más salir vi una papelera. Al pasar a su lado era otra persona, me había desecho de las braguitas, la gente no me miraba con cara rara y iba a comer algo... Estaba hambrienta.
Continuará...