De chica a esclava II
Un final...¿inesperado?
Después de una larga noche, el sol volvió a iluminar aquella habitación tan grande y lujosa a través de la ventana. No quería abrir los ojos, hacerlo significaba que tendría que enfrentarle de nuevo, y sólo de pensarlo, un mal presentimiento me envolvía por completo. Quería pensar que todo lo que había sucedido ayer, no había sido más que una horrible pesadilla, pero mis músculos entumecidos y mis zonas perforadas doloridas, me remarcaban que todo aquello estaba siendo muy real.
Oí unos pasos por la habitación, se notaba que aquella persona tenía prisa, el traqueteo de los zapatos sonaba muy deprisa, pero simplemente me limité a fingir que aún seguía dormida. Poco después, la puerta se cerró tras aquellos zapatos, y pude abrir los ojos e incorporarme levemente, pero fue entonces cuando me di cuenta de mi gran error, mi padre todavía seguía dentro de la habitación, al lado de la puerta, sonriendo hacia mí, revolviendo mi cuerpo.
-Buenos días pequeña, espero que hayas podido descansar bien. –Se acercó lentamente hacia mí, y al llegar a mi altura, se agachó, para colocarme un pequeño mechón de pelo rebelde, detrás de la oreja-.
-Me das asco, ¿cómo has podido hacernos esto a mamá y a mí? ¿Por qué me has hecho esto? Jamás seré tuya. –Las lágrimas rodaban por mis mejillas, hasta alzar el vuelo en mi barbilla, para luego estrellarse contra el suelo, y de la impotencia y asco que sentía le escupí en la cara-.
-No debiste hacer eso, ¡valiente puta! –Se le notaba muy enfadado.
Se veía enfadado, jamás había visto así a mi padre, él era una persona amable y cariñosa, siempre estaba sonriendo, y por muchas trastadas que hiciera, él siempre me esperaba con los brazos bien abiertos. Entonces fue cuando llegó, un golpe en mi cara con la palma de su mano, pero ese no fue el único, porque al levantarse, empezó a propinarme patadas por todo el cuerpo, y yo en lo único que pensé fue en proteger mi cabeza, no quería morir así.
Los golpes cesaron, quizás se había cansado, así que lentamente aparté mis brazos de la cabeza para saber que estaba pasando, y le vi sentado en la cama mirándome fijamente, me ponía nerviosa que lo hiciera de aquella manera. El cuerpo me dolía, de aquella paliza me saldrían moratones, lo tenía claro, pero ese era el menor de mis problemas, y volvieron a resonar las palabras de aquel hombre en mi cabeza: “ cuanto antes lo aceptes, mejor ”.
-Ahora irás con el médico, y luego recibirás tu castigo por escupirme en la cara. Espero que comprendas que esto lo hago por los dos, para que podamos disfrutar y para que en el futuro me quieras sólo a mí. –Acarició mi mejilla.
Se levantó, y sin tardar mucho en coger unas cosas, salió de la habitación dejándome sola, lo cual prefería. Miré por la ventana, la verdad es que hacía un día soleado precioso, perfecto para dar un pequeño paseo por allí, pero estaba encadenada a aquella pared, sin poder moverme demasiado, y sin poder controlar nada. Volví la mirada hacia la puerta, en cuanto esta sonó anunciando la entrada de alguien, pero eran varios hombres vestidos de blanco, y uno llevaba una bata.
-Sujetadla, necesito que no se mueva. -Ordenó el hombre de la bata-.
Entre los otros cuatro hombres que le acompañaban, me sujetaron dejándome inmovilizada por completo, y aunque intentaba con todas mis fuerzas escapar de aquello, era imposible que lo consiguiera. El hombre con bata sacó una jeringuilla de su bolsillo, y comprobando que todo estaba bien, me inyectó aquel líquido en el brazo, sintiendo poco después, como mis párpados pesaban, hasta caer dormida.
Poco a poco conseguí despertarme, apareciendo en una habitación muy distinta, todo era blanco, con muchos objetos médicos, pero tampoco podría deciros mucho más de aquella sala, la cabeza no paraba de darme vueltas. Entró el médico, y el que parecía ser su enfermero ayudante, me miraron, y rápidamente se pusieron manos a la obra conmigo. Cada uno estaba a un lado de la camilla dónde yo me encontraba atada y bien abierta de piernas, como en una de esas camillas de ginecología.
Sentí un pinchazo fuerte en el cuello, por donde estaba el médico, creo que me metieron algo, pero no estaba segura. Cogió un gel, y empezó a inspeccionarme el coño. No paraba de toquetearme, no me gustaba, odiaba esto, y entonces oí que me decía algo.
-Si no quieres que te duela y que esto no sea una tortura, es mejor que te dejes llevar, y lo disfrutes. –Me miraba con el semblante serio-.
Continuó con su tarea, y comprendí que no iba a parar, así que seguí su consejo, e intenté relajarme. Con ayuda del gel metieron sus manos y sus brazos en mi vagina hasta el útero, y por el culo, sintiendo como las movían y palpaban todo. Sacaron sus manos, y sin limpiarse, se pusieron a masajear mis tetas. El enfermero no paraba de apuntar cosas en sus papeles, todo aquello que le decía el medico que apuntara, y al acabar conmigo el médico le dijo al enfermero que por favor me llevara a la habitación. Él me desató de aquella silla, y empezó a llamar a los hombres que me trajeron aquí, pero como no había respuesta se asomó a la puerta.
¡Esa era mi oportunidad! ¡Podría escapar de esta tortura! Me levanté deprisa, y con lo primero que tuve al alcance de mis manos, le di un golpe en la cabeza, que le hizo caer redondo al suelo. Solté lo que había cogido, y salí corriendo de allí, probaba en todas las puertas, buscando la manera de poder salir. Cuando por fin la encontré salí disparada, como alma que lleva el diablo, pero después de correr un rato entre los árboles, y llegar a un acantilado, me di cuenta, estábamos en medio de la nada, no podía escapar, los kilómetros y kilómetros de mar que rodeaban la isla, me lo impedían.
Oí voces detrás de mí, así que me escondí en el primer sitio que vi y me pareció razonable. Al poco rato dejé de oír las voces, pero no me atrevía a salir, no quería que pasara lo de aquella mañana. Me dolían los pies de correr descalza, y tenía algunos pequeños arañazos provocados por correr rápidamente por la maleza, pero lo que peor llevaba era el frío que se me empezaba a calarme hasta los huesos.
Las horas pasaron y nadie había venido a buscarme, pensaba salir e ir a buscar otro escondite mejor, que estuviera menos improvisado, pero entonces lo sentí, una mano me agarraba del pelo, y me sacaba arrastras de mi escondrijo. Cuando pude verle, me di cuenta de quién era, mi peor pesadilla había vuelto a venir, jamás escaparía de esto, este era mi final.
-Veo que has estado ocupada puta. ¿Pensaste qué te dejaría escapar tan fácilmente? Te instalé un chip como a los perros, para saber siempre donde estás. –Comenzó a reírse, mientras a mí me caían las lágrimas por mis mejillas-.
Me tiró contra el suelo, se desabrochó el pantalón, y sin ningún pudor, se sacó la polla frente a mis narices. Intenté poco a poco ir hacia atrás, para volver a escapar, pero me cogió de los pies, se agachó poniendo su cuerpo sobre mí, y me penetró con una sola estocada. Me revolvía debajo de él, me estaba haciendo daño, no quería eso, ¡por favor que alguien me ayude!, pero nadie vendría en mi auxilio.
No paraba de follarme con fuerza y violencia, como si se estuviera desquitando conmigo, un mal día, no podía soportarlo. Quería besarme, pero no le dejaba hacerlo, apartando mi cara constantemente, así que optó por agarrar mi cuello, y empezar a asfixiarme. Pensé que me mataría ahí mismo, pero cuando creí que todo se acabaría, me soltó el cuello, y se corrió dentro de mí, dejando ahí todo su semen.
-Has hecho que mis hombres perdieran el tiempo buscándote, y además me escupiste esta mañana, ahora vas a recibir lo que te mereces puta. -Se colocó bien la ropa y se guardó la polla-.
Me volvió a agarrar del pelo, para arrastrarme por todo el terreno hasta la casa, dónde nada más atravesar la puerta, me soltó para que dos hombres me cogieran, y me llevaran hasta una salía fría y oscura. Encendieron una luz, me ataron las extremidades, para dejarme colgada del techo, y se marcharon justo cuando llegó él.
La espalda me quedaba hacia arriba, yo no podía dejar de ver como sus pies se movían por toda la estancia, hasta que pararon. Entonces llegó el primer golpe, se me clavaba en la piel, y cuando o sacaba dolía horrores, una y otra vez por toda la espalda. Pararon los golpes, cogió otra cosa, y llegaron azotes en el culo hasta que lo tuve bien escocido, no podría decirlos un color exactamente, porque no me lo llegaba a ver.
Me desató, cayendo al suelo como un peso muerto, las fuerzas no me daban para más, quería morirme, ¿qué clase de vida era esta? Yo no quería esto, sólo quería recuperar mi vida, irme a casa, y poder volver a abrazar a mis padres.
-Te vas a poner difícil, pero antes o después entrarás en razón, ya lo verás. –Mientras sonreía maquiavélicamente-.
¿De verdad era así mi padre? ¿Tanto había cambiado en estos dos años? Entró por la puerta el médico, con un maletín en una de las manos, se agachó a mi lado, y empezó a curarme las heridas, sin hacer preguntas ni comentarios. Observaba la habitación, para distraerme de las curas dolorosas, y entonces lo vi, el objeto con el que me había castigado, era una bola con pinchos alrededor, que todavía estaban manchados con mi sangre.
Al acabar el médico, mi padre me llevó cogida del pelo hasta la habitación, donde había una mesa para que cenáramos. Me sentó en una de las sillas, dejándome atada a ella, y se sentó en la que estaba a mi lado, pero reparé que enfrente había otro servicio, así que había un invitado aquella noche.
-Espero que no te moleste que haya invitado a alguien a cenar perrita, seguro que te gusta la visita. –Se reía muy raro, como si estuviera disfrutando de ello en todo momento-.
Por la puerta entró una mujer desnuda y atada, y detrás un hombre que la llevaba agarrada para que no huyera. Me fijé en quien era ella, y para mi sorpresa era… ¡MI MADRE! ¿También la había capturado? ¿Qué le había hecho a ella? Pero el hombre que iba detrás… ¡MI PADRASTRO! ¿Qué? No entiendo nada, ¿qué estaba pasando?
La sentó enfrente de nosotros, para que pudiéramos vernos bien las caras, y mis lágrimas no podían parar de escaparse de mis ojos. Un hombre de los que ya había estado conmigo antes, me agarró la cabeza, para que no perdiera detalle de aquella escena.
-Me alegro de verte querida, hace un tiempo que no me llamas, y he tenido que tomar medidas drásticas. –Sonreía.
-Eres un…. –Mi padrastro le propinó un guantazo, que la dejó sin habla.
-No hay que ser maleducado con quien te invita, ¿creías que no os tendría vigiladas, para cobrarme lo que es mío? Te lo dije, ella algún día me pertenecería y aquí estamos. –No podía dejar de sonreír, me estaban dando arcadas sólo de verle-. Me sorprende que todavía no le hayas contado a tu hija lo que pasó, debería saberlo.
-No, ella no tiene que saberlo, todo fue por tu culpa, jamás debía hacerte caso. –Tenía cara de enfado.
No entendía nada de lo que estaba pasando, ¿qué secreto escondían ellos dos? ¿Por qué habían decidido ocultármelo? La cabeza no paraba de darme vueltas, no entendía nada, y lo único que quería hacer, era salir corriendo de allí.
-¿Vas a dejar a tu hija con la intriga sobre el asesino de su padre? –Hizo un gesto para que uno de sus hombres se acercara con un hierro caliente, y lo posara sobre su piel, haciéndola gritar.
Repitió el proceso varias veces, yo tenía la boca tapada por quien sujetaba mi cabeza, y no podía hacer ni decir nada, solo sentía que las lágrimas seguían cayendo por mis mejillas, no quería ver a mi madre así, no podía soportarlo.
-¡PARA! ¡ESTA BIEN! ¡FUI YO! ¡YO MATÉ A MI MARIDO! –Mientras el hombre del hierro se alejaba.
Espera espera… ¿mi madre había matado a mi padre? ¿Por qué? Y entonces… ¿Quién era el hombre que me había capturado? ¿Cómo es que es clavado a mi padre? Nada de esto puede estar pasando. Continuará…
Espero vuestros comentarios.