De cena...

¿Qué puede surgir entre un hombre acostumbrado a tenerlo todo y una mujer dispuesta a entregárselo todo?, ¿y si además los dos ansían encontrar quien satisfaga sus secretas fantasías? Algunos lo llamarán vicio, ellos sólo se dejan llevar por su ardiente deseo...de poseer y pertenecer al otro.

Me llega un paquete suyo, dentro un vestidito un poco corto pero precioso, unos zapatos perfectamente combinados con unos largos y finos tacones y un conjunto diminuto de ropa interior. Pegada en la tapa de la caja una nota: “A las 21’30 paso a buscarte, lleva esto puesto y ponte bien guapa”.

Poco antes de las 21’30 me llega un mensaje: “Estoy ya abajo, espero que seas puntual”; salgo de casa pero, como siempre, el ascensor está ocupado cuando más lo necesito; faltan ya pocos segundos para las 21’30 cuando al fin lo cojo,… y unos segundos después suena mi móvil con otro mensaje suyo: “Sabes que me resulta muy molesto que no seas capaz de comportarte y que me hagas quedar mal, más te vale bajar rápido o tendré tiempo de más para pensar que hago contigo”; se abre la puerta y salgo disparada.

Ahí está él, coche caro, traje perfecto,… y esa mirada,… ya sabe con qué se va a vengar de mi mala manía de ir siempre justa de tiempo. Baja del coche y me besa la mejilla, como siempre, es un hombre metódico, de costumbres. Mientras abre la puerta: - “Hola preciosa…, estás deslumbrante, vas a ser un trofeo exquisito esta noche”-. Joder… esa voz, ese tono… las diminutas braguitas de seda se empapan, de poco van a servir ya… Subo al coche procurando que no se me suba mucho el vestido; lo ha elegido del largo exacto para que me pase la noche preocupándome de si se me verá o no algo, pero que, realmente, nadie más pueda disfrutar de la vista de lo que ya le pertenece.

Llegamos a un restaurante opulento, nos recibe un camarero de sonrisa pegajosa, igual que su pelo, ya me cae mal a primera vista. Nos lleva entre mesas con parejas y pequeños grupos, todos igual de aparentes; ellos le miran a él con envidia, ellas a mí con recelo, no me acostumbraré nunca a su manía de pasearme orgulloso como si de un botín se tratara…

  • “Señorita” - dice el camarero mientras aparta la silla; me sacan de quicio estas tonterías… Nos sentamos y le dan a él las cartas, cómo no, en estos restaurantes nosotras formamos parte de la decoración, claro. Él me mira sonriéndose con malicia, sabe perfectamente lo que pasa por mi cabeza y lo está disfrutando.

  • “Princesa… sabes que me debes algo… por poco no llegamos a la hora por tu culpa”.

  • “Si ya sé que bajé un poco tarde… pero no fue ni un minuto, y el ascensor está siempre ocup…”.

  • “Ya princesa, no será tu culpa, pero no me puedo enfadar con tus vecinos; algo tendré que hacer contigo para que otro día bajes antes”- Esa sonrisa otra vez… va a ser realmente retorcido, seguro. – “Vero… quiero que sepas que había pensado hacerte ir sin braguitas, pero no te he querido poner en un apuro en el coche… no te fueran a ver en algún semáforo quitándotelas… así que te las tendrás que quitar ahora”.

  • “Bueno… pues pedimos y voy al baño en un momento”.

  • “No, no, aquí princesa… Ya ves que a esta gente remilgada le encanta sobrecargar las mesas con faldones, y estamos en una esquina, si eres habilidosa ni se darán cuenta” -. Me deja boquiabierta, pero él no deja de sonreír, lo dice totalmente en serio. –“Venga nena, no me hagas repetirlo”.

-“Pero…”

-“Vale, tu misma, lo vas a acabar haciendo igualmente, pero si tengo que enfadarme para que lo hagas además tendrás un extra, así que ya puedes empezar a quitártelas si no quieres que vaya añadiendo extras”.

Inmediatamente extiendo la servilleta de tela sobre mis piernas, no cubre mucho pero espero que algo haga. Empiezo a tirar del borde de las braguitas, bajándolas poco a poco. Noto cómo se arrastran en mi cadera y van deslizándose por la curva del culo, levanto un poquito un lado, después el otro,… lo difícil está hecho, respiro tranquila, con las braguitas por mis muslos no queda nada, si lo hago disimuladamente… Y entonces él: -“Camarero, ya puede tomarnos la nota”. Me guiña un ojo mientras se acerca el camarero y susurra: -“El extra princesa…”.

Con el camarero al lado y roja de vergüenza continúo bajando mis braguitas, empapadas, por mis muslos. Siento la humedad deslizarse entre mis piernas y el tacto de la tela de la silla en mi coño; no me quiero ni imaginar cómo se va a quedar esta silla… Cuando consigo que lleguen a mis rodillas dejo que caigan al suelo, el camarero mira de reojo y haciendo amago de agacharse: - “Señorita, creo que se le ha caído…”-. –“No, no… gracias, ya lo cojo yo”- y me agacho rápidamente hacia el otro lado para recoger las braguitas del suelo. Al volver la mirada hacia el camarero me doy cuenta de que al agacharme se me ha subido el vestido, dejando mi muslo a la vista prácticamente al completo y que el camarero no puede dejar de mirarlo. Aprieto en mi mano las braguitas, ruborizada, deseando que se vaya cuanto antes.

  • “Perdone camarero, ¿le importaría, cuando deje de mirar los muslos y el escote de mi acompañante, tomar nota de lo que le acabo de decir? Lubina para ella, entrecotte para mí y para compartir, la ensalada especial. El mejor blanco que tengáis para acompañar la lubina y para el entrecotte le dice a Pablo que me elija un tinto, reserva”.

  • “Si… Perdone caballero, yo no estaba… Perdone”-. Y se va nervioso acabando de apuntar la comanda.

  • “¿Qué hago con las braguitas? No he traído bolso, ni abrigo…”-

  • “No entiendo donde ves el problema cielo, sube esa mano a la mesa y déjalas, ya las cogeré yo y las guardaré cuando me parezca oportuno”.

Un escalofrío me recorre la espalda, ¿dejarlas en la mesa? Su inquietante sonrisa lo confirma, sí, va muy en serio y más me vale hacerlo rápido. Miro alrededor, nadie parece mirar, son pequeñas, de seda y de un color verde esmeralda,… podrían parecer un pañuelo… Subo lentamente el puño con las braguitas dentro, él me mira atentamente, satisfecho. – “Buena chica, déjalas”-. Abro mi puño, dudo unos instantes dejando mí mano aun sobre ellas, tratando de ocultarlas. – “Nena, ¿que quieres otro extra?”-. Retiro la mano y dejo las braguitas, entre él y yo, cerca de su copa aun vacía. No puedo dejar de mirarlas, ahí, encima de la mesa, resultan tan evidentes sobre el mantel crudo y junto a la vajilla blanca,… Siento como me humedezco, como palpitan mis labios… Se acerca el camarero con el vino y la ensalada, indudablemente las ve, repara en el trozo de tela verde brillante sobre la mesa; y cuando las está mirando de reojo, a punto de verter el vino en la copa, él alarga su mano hacia mis braguitas y, cogiéndolas: - “Nena… si están empapadas”-. Siento el calor subiendo por mi cuerpo, no sé si es la vergüenza, la excitación o ambas cosas a la vez, pero siento de nuevo una oleada de humedad entre mis piernas.

  • “Tranquila preciosa, voy a dejarte comer la ensalada en calma, puedes relajarte”-. El camarero nos mira con curiosidad mientras deja la fuente de ensalada en la mesa: - “Que aproveche”-. La ensalada está deliciosa, él me habla del último cliente, de su próximo viaje, de su madre, de que su sobrina quiere estudiar lo mismo que estudié yo y que a lo mejor le dice que me llame,… Y me voy relajando; prácticamente olvido el tacto de la silla en mi coño y la humedad que hace un momento me avergonzaba.

Cuando nos recogen la fuente de la ensalada él pone algo junto a mis cubiertos. – “Un regalo”- me dice guiñando un ojo, por un instante pierde su habitual seriedad y me parece ver un gesto travieso en su mirada. Y al apartar la mano deja lo que parece un huevo de plástico sobre la mesa. – “Esto sí puedes ir a ponértelo al baño, me gustaría que te lo coloques bien adentro y además creo que será más interesante hacerte pasear entre las mesas con ese vestidito de puta fina y sin braguitas…; venga preciosa”.

Cojo el aparatito y me voy al baño nerviosa, estoy convencida de que repararán en lo que llevo en la mano o en la corta falda que cubre la ausencia de ropa interior,… si es que no se dan cuenta tanto de lo uno como de lo otro. Una vez en el baño me siento mirando el huevo en mi mano, pesa bastante…; es verdad que esta situación me excita y que me encantaría incomodar a esta gente estirada, y él lo sabe, pero llevarlo así a la realidad… Me siento inquieta, sé que si en cualquier momento quiero acabar con esto puedo pero… ¿voy a poner aquí el límite?, ¿sin saber a lo que puedo llegar o lo que ocurrirá después? ¿Y si le defraudo? Es un hombre estricto, pero me vuelve loca. Aprieto los dientes y apoyo el huevo en la entrada de mi coño, empiezo a empujarlo y entra perfectamente; estoy totalmente mojada, ¿por qué dudo?, si es evidente, estoy cachonda, excitada,… ¿a quién quiero engañar?

Antes de salir del baño estiro el vestidito todo lo que puedo, intentando cubrir lo máximo posible, y me dirijo con seguridad hacia la mesa… Y entonces noto una vibración en el interior de mi coño, corta pero intensa que se eleva por todo mi cuerpo; él me sonríe desde la mesa, mirándome con orgullo, con deseo. Me siento en la silla lentamente, procurando que no se vea más de lo debido. – “Perfecto princesa, has tapado un poco tus muslos para dejar aún más al descubierto esos maravillosos pechos”-. Miro y me encuentro con el borde de la puntilla del sujetador asomando por el pronunciadísimo escote. – “No te preocupes preciosa, estás deslumbrante”, y acompaña sus palabras con una nueva descarga de placer.

Mientras como la lubina no deja de torturarme, disfruta jugando con el mando del vibrador... y con mi placer, alternando vibraciones más intensas y cortas con otras más largas y suaves. Le brillan los ojos observando mi cara intentando esconder el placer y la excitación. Mientras, lo mismo sigue contándome sus cosas como me diciéndome otras como “te gustaría gemir, ¿eh putilla?”, “estás deseando correrte como una zorra, ¿verdad?”, “no sabes cómo me está poniendo esa cara de viciosa que pones”.

Entre las vibraciones, sus palabras, el tacto de la tela rozándome el coño, el recuerdo de la imagen de la tela verde y brillante de mis braguitas sobre el mantel… Estoy deseando que me folle, que me haga gemir, que me rompa el culo, que me clave su polla en el coño, que me haga atragantarme con su polla hasta la garganta,… - “Que abras las piernas te digo, Vero, ¿me estás escuchando?”-. Vuelvo a la realidad: - “Eh… sí… sísí, perdona”. Abro las piernas bajo el mantel y al hacerlo el vestidito se sube de nuevo ligeramente por mis muslos. – “Ya está”-. – “Bien, buena chica, rózate con un par de dedos el coño, desde el culo hacia arriba, hasta el clítoris; despacio y tranquila, nadie te va a ver”-. Obedezco, sabe que lo he hecho porque me observa mientras cierro los ojos con placer al llegar al clítoris. - “Otra vez puta…”- esta vez susurrado. Repito, estoy cada vez más mojada, mi coño y mi clítoris reaccionan cada vez más intensamente. – “Una vez más”-. De nuevo rozo suavemente mis húmedos labios y el clítoris, hinchado y caliente, empapando mis dedos en mi cálido flujo. – “Ahora chúpatelos zorra”-. Subo lentamente mis dedos hasta la boca y los saboreo despacio, sintiendo mi lengua juguetear entre ellos. – “Vuelve a mojarte los dedos, de la misma forma, tres veces más pero seguidas y vuelves a chupártelos”-. Esta vez pone en marcha el vibrador, sin pararlo mientras repito sus órdenes; ya me da igual si miran o no, lo estoy disfrutando y, si alguien mira, también lo estará disfrutando. Al acabar saco la mano de debajo del mantel y cuando voy a dirigirla hacia mi boca él me la coge y lleva mis dedos a la suya; me chupa los dedos lentamente, saboreándolos y relamiéndose: - “Sabes a zorra viciosa” susurra.

  • “Vamos a tomar el café tranquilos, pero luego solucionaremos tu deseo de orgasmo, y el mío… Me has puesto muy cachondo portándote como una viciosa cualquiera, tocándote como una vulgar guarrilla en mitad del restaurante. Dime, ¿cuántos orgasmos piensas regalarme hoy? Sabes que me encanta oírte gemir y mirar tu cara de zorra cuando te corres…”.

  • “N…no lo sé… nos van a acabar oyendo, por favor,…”.

  • “Bien, luego lo averiguaremos, pero antes de irnos tienes que hacerle un favor a alguien. Acábate el café princesa, nos esperan en el garaje”.

  • “Vale, pero no entiendo…”.

  • “No tienes que entender nada nena, basta con que accedas, por mí. No te va a costar nada, es más, seguro que te gusta, eres una zorra viciosa, tus jugos te delatan, te recuerdo que acabo de comprobarlo”.

En el garaje nos acercamos a su coche, grande y negro, delante resalta alguien, con una camisa blanca impoluta y… un engominado y pegajoso pelo, es el camarero que nos ha atendido. Nos mira nervioso, frotándose las manos. – “Bueno, entonces…e…era verdad, ¿me la va a dejar?, así, ¿sin más? Joder, gracias caballero, yo…no sé qué decir…”

  • “Entonces mejor cállate y nos haces un favor a todos. Sólo follártela, si te quieres agarrar a algún sitio te agarras al coche, a ella le tocas lo justo y necesario; le follas el coño, con condón. Para calentarte, si no lo estás lo suficiente, te voy a dejar que le mires sobarse las tetas, pero ni intentes tocárselas tú, y le tratas como a una señorita, que es lo que es. No pienses que me hace gracia dejártela, sólo lo hago porque a ella le gusta que le vea dejarse hacer y luego me la chupará agradecida; así que como te vea hacer algo raro hablaré con Pablo y mañana estás fuera”.

Mirándome a mí: - “Princesa, vas a sacarte el huevo vibrador, que te vea como lo haces, y se lo regalas, que le hará ilusión; te bajas los tirantitos, te quitas el sujetador y me lo das y después te sobas bien las tetas para este chico que nos ha atendido tan bien y tan discretamente, que no le ha dicho a todo el restaurante lo guarra y lo puta que eres. Y después te apoyas de frente en el coche y dejas que te folle desde atrás, ¿sí?”.

  • “Claro”-. Accedo excitada y avergonzada, abro las piernas y saco el huevo vibrador totalmente empapado de mi coño y se lo doy al muchacho que lo coge embobado, mirándolo fijamente. Mientras me bajo la parte de arriba del vestido y me quito el sujetador veo de reojo como lo acerca a su nariz y aspira el olor cerrando los ojos, después desliza un dedo y se lo mete en la boca, susurrando algo y negando con la cabeza, como si le pareciera increíble lo que está ocurriendo. Apoyo la espalda en el coche y empiezo a magrearme las tetas, estoy tan cachonda que en seguida empiezo a gemir mientras pellizco mis pezones.

  • “Ya, ya, me la follo ya, que si sigo así me voy a correr sin metérsela, joder, como me pone”.

  • “Bien, Vero, preciosa, date la vuelta, las manitas apoyadas en el coche, tu no hagas nada”-. Se saca mis braguitas del bolsillo: - “Y esto en la boca, no quiero que se monte un espectáculo”-. Hace un gesto al muchacho y éste se acerca tímidamente a mi espalda, va a agarrar con sus manos mi cintura, pero él le mira severamente y las apoya en el coche, cada una a un lado de mí, rodeándome y dejándome prácticamente sin margen de movimiento. Acerca su polla a la entrada de mi coño, la apoya y empieza a empujar; en el reflejo del cristal del coche veo como él se acaricia el paquete, sé que le excita ver cómo me porto como una puta y disfruto dándole ese placer, sé que debería sentirme sucia pero no puedo más que sentirme orgullosa de complacer sus bajos deseos. El chaval empieza a clavármela cada vez más deprisa, le oigo jadear a mi espalda y al cabo de un rato se corre. - “Joder, increíble, jamás pensé que me pasaría esto a mí, son ustedes una pareja de puta madre, muchísimas gracias; ¿van a venir a menudo por aquí?”

  • Si volvemos y nos atiendes como es debido y no dices una palabra de esto, mi zorrita te lo agradecerá. Ahora lárgate, como tardes mucho Pablo te va a echar a la puta calle”.

Mientras el chaval se aleja me rodea por la espalda: - “No te muevas zorra, me ha puesto muy cachondo ver cómo te follaba así el crio ese, voy a follarte yo ahora, pero voy a follarte el culo, que ya te ha dejado suficientemente abierto el coño”-. Empuja de nuevo mis bragas en la boca, metiéndomelas más y me susurra al oído: - “Intenta no gritar porque hoy tengo muchas ganas de tí, te has portado muy bien, y puede que te duela; pero ten en mente que será tu culpa, por ponerte tan perra y ser tan zorra..., tan guarra,… tan calientapollas…”.

Mientras susurra esas plabras muy cerca de mi oído, siento su polla presionar mi culo; las braguitas ahogan mi grito cuando su capullo entra, me coge por el cuello y mientras lo aprieta suavemente folla mi culo salvajemente. Me arde el culo, pero eso me vuelve loca, sentir como se desenfrena dentro de mí me excita. Comienza a azotarme el culo, los muslos y el clítoris mientras me la clava en el culo. – “Si zorra… te voy a llenar el culo de leche, eres una puta y es lo que te mereces, que te reviente el culo y te lo deje a rebosar de semen, mi princesa…”.

Me abandono al placer, a su mano rodeando mi cuello, su otra mano azotándome y su polla abriendo mi culo. – “Gimes como una perra en celo princesa...”-. Cierro los ojos y dejo venir un orgasmo… y otro… y otro…, hace que me corra varias veces hasta que él mismo se corre llenándome el culo como había prometido. Rápidamente me saca las bragas de la boca y empieza a metérmelas por el culo; duele un poco y siento una incomodísima presión, pero me excita sentir el culo lleno y saber que lo llevo lleno de su leche, marcada como una perra.

  • “Ahora nos vamos al centro a tomar unas copas, las braguitas se quedan donde están, toma, ponte el sujetador, que solo yo disfrute de esas preciosas tetas. Cuando lleguemos a casa te vas a masturbar para mí, con el culo lleno de mi leche y tus braguitas mojadas. Súbete al coche y chúpamela, te lo mereces, eres una chica increíble; además quiero llegar al centro con la polla dura”.

Me subo al coche y se la empiezo a lamer deseosa; se merece una buena mamada y deseo complacerle, sólo él sabe hacerme sentir así.