De caza
A veces las cosas más horribles son las más placenteras.
Todo empezó una fría noche de Abril. La lluvia acariciaba mi pelo mientras mis jadeos retumbaban por todo el callejón. Inclinada sobre mi estómago éste no pudo resistir más y echó todo lo que había cenado hacía treinta minutos. Una vez me hube tranquilizado me alcé de nuevo y seguí corriendo. Una parte de mí sabía que aquel tipo ya no me seguía pero mis piernas pedían una carrera. Llegué a un oscuro portal y me paré allí. Busqué el móvil en mi bolso y logré encontrarlo. Si no llamaba a Nuria se preocuparía por mi. Pasaron unos minutos y yo seguí sin moverme de aquel portal.
Estaba situado en la calle más apestosa de Barcelona, pero también en la más estrecha y escondida. Las farolas no iluminaban apenas y la gente que pasaba por ahí estaba demasiado colgada como para fijarse en una cara.
¡Al fin te encuentro maldita puta!- dijo una voz detrás de mi.
¡Espera! ¡No me hagas daño!- sollocé asustada.- ¡Te daré todo lo que quieras!
Sin lugar a dudas...- murmuró él.
El hombre me rodeó fuertemente por el cuello con el brazo y con la mano libre me estiró del pelo para colocarme la cabeza hacia atrás.
Ahora te estarás calladita o sino esto te dolerá mucho.
Por favor yo... yo...- titubeé.
Me soltó el pelo y de un golpe abrió el portal en el que me había escondido antes, parece ser que en ese barrio las llaves no eran objetos clave. Fue entonces cuando noté un gran bulto en su pantalón. Era la pistola con la que me iba a ejecutar. El miedo recorrió todo mi cuerpo. Las razones por las que me perseguía no eran suficientes para matarme, yo solo protegía lo que era mío.
Me arrastró para adentro y me lanzó debajo de la escalera que subía a los pisos superiores. Con el impulso tropecé y caí quedándome recostada junto a la pared
¿Ahora vas a ser una niña buena verdad?- me preguntó con una sonrisa retorcida en los labios y unos ojos que anhelaban algo más que muerte.
No.. No me haga daño...
Te lo haré daño solo si no te estás quieta.
El se agachó junto a mi, me cogió de las muñecas y empezó a besarme y a morderme en las orejas y el cuello.
Para... No... ¡Déjame! ¡Suéltame cerdo!- chillé.
Y antes de que me diera cuenta el dorso de su mano golpeó contra mi cara haciendo que uno de mis dientes se clavara en mi labio superior. Empecé a sangrar ligeramente y me asusté aun más.
¿Ves lo que me has obligado a hacer?- me dijo con un intento de voz tranquilizadora.- Espero que ahora te estés más quietecita.- y posó una de sus manos en mis pechos.
Los masajeó bruscamente por encima de mi blusa con la mano derecha y instantes después metió su otra mano por debajo para quitármela. Intenté resistirme entre sollozos pero todo esfuerzo era inútil. Cada vez que pensaba en gritar auxilio el fuerte dolor de mi boca me recordaba que ese hombre me podía matar de un puñetazo.
-¡Dios! Que pedazo de tetas!- exclamó asombrado.
Con una cara de asombrosa excitación empezó a pellizcarme los pezones y a lamérmelos.
Tienes unas tetas muy sabrosas. Que pena que seas una mala puta.
Empezó a hundir su cara entre ellas y a mordisquearlas mientras soltaba gemidos de placer. El gran bulto de sus pantalones se hizo más grande aún y entonces comprendí que no era una pistola.
Con movimientos frenéticos y sin dejar de lamerme los pezones sus manos bajaron hacia mi pantalón y empezaron a desabrocharlo.
No, ahí no por favor. Hazme lo que quieras pero por ahí no..- dije sin poder aguantarme las lágrimas.
¡Oh vamos! No te hagas la estrecha! Desde que te he manoseado las tetas has comenzado a echar flujo como un surtidor. ¡Ahora no me digas que no te gusta!
Lo que me dijo me horrorizó. Mientras me quitaba bruscamente los pantalones y me arrancaba las bragas comprendí que aquel monstruo no iba falto de razón. Estaba cachonda como una perra.
Que bien afeitadito.. susurró tremendamente cachondo.
Se bajó los pantalones y los lanzó contra la pared. Se arrodilló y empezó a lamerme el conejo. La lengua de ese criminal se movía de un lado para otro de mi clítoris y me hacía estremecer. Ahora lo que no podía aguantar no eran mis gritos, si no mis gemidos de placer. Mientras lamía todos los rincones de mi vagina empezó a introducirme uno a uno todos sus dedos. El primero casi no lo noté pero el segundo provocó una reacción tremenda en mi cuerpo y de tan excitada que estaba me corrí y salpiqué la cara del violador con mi flujo.
¡Aaaah!- gemió él.- joder, con esa ducha tuya me he corrido ya. ¿estás cachondisima eh?
Vi la mancha de semen en su calzoncillo y mis instintos más sucios me dijeron lo que tenía que hacer. Me incorporé y le bajé los calzoncillos. Después me metí su enorme polla en la boca. Era la más grande que había visto nunca. No me cabía entera pero como me había propuesto dejarla bien limpia la empecé a lamer desde la base hasta la punta. Cuando volvió a recuperar la erección le miré a la cara, me estiré y le dije: "Fóllame".
Su cara se iluminó y no se lo pensó dos veces. Se agachó hasta mí y sin ningún miramiento me perforó con su duro taladro. Cada embestida era una nueva ola de dolor y gozo. Cada embestida me hacía gritar más y más. Nunca me habían follado de esa manera y seguramente que él tampoco había tenido nunca un polvo así porque se corrió en seguida.
¿Ya está?- le pregunté.- ¿ese es todo el daño que me vas a hacer? ¡No pares! He sido muy mala...
¡Calla puta!- chilló.- ¿estás loca o que?
Me abalancé sobre él, le cogí de la polla y la empecé a menear para conseguir una nueva erección.
Vamos, esto no ha hecho nada más que empezar.
Le tiré al suelo y cuando conseguí que volviera a estar bien duro me la metí hasta el fondo otra vez y cabalgué todo lo fuerte que pude.
Después de cinco polvos me fui del portal dejándole estirado en el suelo. Aquella noche volvería a salir por el barrio. Volvería a ser una presa. Volvería a salir de caza.