De casada infeliz a casada infiel

Una madre de familia llega a mi aula a contarme sus problemas, y vaya manera que le ayudo a salir de ellos.

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Rosa, la madre de mi alumno Luis, una mujer casada, de 32 años, era delgada, de 1.65 metros o menos, de cabello castaño, ojos color miel, piel clara y labios rosados era aparentemente una de las madres más preocupadas por el desarrollo de su niño en clase ya que diariamente lo traía y lo recogía del colegio.

Por aquel tiempo yo venía enseñando el curso de Ingles. Su hijo Luis estaba últimamente muy retraído en clases, como esta era un problema para el desarrollo del niño, platiqué con la mamá de éste y le manifesté que Luis estaba últimamente retraído en clase.

En la plática pregunté a la madre de Luis por el padre de éste, ella bajo la cabeza en señal de no querer contestar esa pregunta, no insistí, le dije que Luis necesitaba ponerse al día en mi curso y repasar algunos temas ya que al parecer no ha captado la enseñanza que se le ha brindado. Ella aceptó como tratando de justificar el desempeño de su hijo.

Al cabo de unos días volví a platicar con la señora Rosa, pero en esta ocasión tenía un rostro de infelicidad, un rostro lleno de preocupaciones y problemas. Al platicarme me preguntó si Luis continuaba retraído en mi clase - la verdad que sí lo estaba -, le dije que no tanto que había mejorado un poco y pregunté ¿cómo había logrado que se corrija?. Ella me dijo que no fue ella quien corrigió la falta de atención en mi clase por parte su hijo, sino que fue el padre de.

Le pregunté como es que el esposo había corregido a Luis, ella inclinó su rostro y se puso a llorar. Como era hora de salida estaba sólo en el aula mientras que Luis estaba por las escaleras jugando mientras esperaba a su madre. Me acerqué y le toqué el hombro para que dejase de llorar. Ella sacó mi mano de su hombro y me dijo lo siento, es que mi esposo es una persona que castiga mucho a Luis, y lo peor es que viene mareado a casa y me obliga a tener relaciones delante del niño.

Me quedé asombrado de oírla, le dije que no llorase y si me permitía yo le apoyaría a Luis en las tardes con mi curso. Para que no haya mal entendido le indiqué que las clases serían aquí en el mismo aula; ella me dijo que no, que mejor sea en su casa, su esposo es de los que llega tarde. Así quedamos en que yo ayudaría algunos días a Luis con mi curso.

Uno de los días en que Luis no asistió al colegio, fui a su casa para preguntar por éste y para enseñarle al igual que los demás días que lo venía haciendo. Rosa me dijo que ese día no pudo ir Luis a estudiar porque estaba medio enfermito debido al severo castigo que le propinó su padre por la noche cuando al igual que en muchas oportunidades regresó mareado y sin que ni por qué lo castigó golpeándolo.

Estuve por retirarme en eso Rosa me dice que pase, que desea hablar conmigo. Al ingresar me quedé observándola, estaba puesta una falda color y una blusa escotada de color blanco con un poco de escote.

Al ingresar a su casa Rosa me invita a tomar asiento y me empieza a contar el motivo por qué el padre de Luis lo castigó, a medida que Rosa me contaba esto empezó a llorar, le dije que no llore que no merece estar con alguien así. La abrace muy fuerte, llegué a sentir sus blandos y enormes pechos, ella estaba aferrada a mi pecho, en ese lapso de tiempo, no sé cuanto fue, pero sí sé que por mi mente pasaron mil ideas; de un momento a otro, y de un movimiento repentino ella se puso de pie y me dijo que no quería incomodarme con sus problemas, que mejor me iría a servir un café, le dije que no era necesario. Por el contrario, me sentía bien de ser yo quien sabía de sus problemas, me sentía feliz porque de alguna manera yo lograría curar las heridas de ella y de Luis. Pregunté donde estaba su hijo y me indicó. Fuimos a curarlo a su cuarto, le unte una crema para aminorar el hinchazón de sus golpes, en verdad estaba muy mal el niño.

Luego de curar al niño pregunté a Rosa si ella tenía alguna herida, ella me respondió que no era importante, le dije en todo caso que me deje ver, ella me dijo con un tono cambiado y medio dudoso que no, que esta muy arriba de su rodilla y que no me lo enseñaría, bueno le dije, solo deseaba curarte, puse cara como de ofendido, ella comprendió y me dijo bueno te lo enseño pero estaba muy sonrojada en ese momento se levantó y alzó poco a poco su falda - era como una película en cámara lenta ver como mostraba su hermosa pierna, bien formada, blanca, con unas medias de nylon color marrón oscuro, vaya que sensación encontrada- observé la pierna y tenía un pequeño corte, miré su rostro y ella estaba ruborizada.

Ahí mismo aproveché y puse crema en mi mano, ella me dijo que no pensarás hacer lo que estoy pensando, a lo que sin decirle palabra alguna unte esa parte lastimada con la crema y empecé a masajearla con mi mano, ella instintivamente cerro los ojos y me di cuenta de que hace mucho no había sentido una mano que la toque con mucha delicadez, proseguí con lo mío al mismo tiempo que acaricie mas su muslo, sus medias, sus nalgas, alcé más su falda, me acerqué y le di un beso en la pierna, la acaricié y ella continuaba con los ojos cerrados, continué acariciando su pierna y metí mi mano por el borde de su ropa interior, poco a poco llegué al borde de su ropa interior, metí mis dedos y pude sentir lo húmeda que ya estaba.

Mientras hábilmente lograba excitarla, mis manos no se detenían, seguía tocando por todo lado, sus piernas, sus muslos, sus senos, y todo de ella, tenía que sentir como estaba ella de caliente, tenía que sentirla así, algo de mí decía que esa era lo que ella necesitaba.

Era increíble, tenía un hermoso trasero, blanco y blando, la acomodé de tal manera que tenía sus nalgas frente a mi rostro, bajé rápidamente su ropa interior y en un movimiento raudo metí mis narices entre su nalga y con la otra mano acaricie su vagina llena de bellos -que delicioso que piernas-.

Empecé a sentir como se inclinaba asía delante poniendo mas a la vista su vagina, era rosadita, jugosa carnosa, llena de pelos y un anito rozadito al parecer virgen, no quiso que le meta la lengua ahí, bueno lo acepte, pero con un dedo dentro de su vagina jugaba con su clítoris, ella perdió el control y sentí como gimió tapándose la boca, la observé, tenía sonrojada los pómulos, la mirada como soñolienta, y los labios muy rosados; creo por lo excitada que estaba, me cogió del cabello y me hizo ponerme de pie, me dijo vamos afuera, dejemos dormir a Luis.

Nos dirigimos a la sala, yo acariciaba su trasero desde el momento que se dio la vuelta para salir del cuarto -era inevitable ser un caballero ante semejante hembra-, me excité tanto que saliendo de la puerta del cuarto, la pegué a la pared y empecé a sobarle las tetas y rozar mi bulto por su culito -era delicioso sentir su enorme trasero -, ya no aguanté más, levanté su falda y puse mi pene a la entrada de su vagina así de pie, su vagina estaba completamente empapada, estaba calientita y mojada, empecé mis movimientos del mete y saca, mientras mis manos acariciaban sus enormes senos, mis dientes mordían sus hombros, la lamía, la devoraba, besaba sus labios, me comía sus labios, introducía mi lengua, aplastaba sus pezones, ella ya no aguantó mas y empezó a gemir diciendo que me gozaba, que se sentía mi hembra, que estaba contenta, que siga, que siga.

La puse frente a mí, al verla me incline a comerme sus senos, sus pezones, manoseaba sus nalgas, levanté sus piernas a cada lado de mi cintura, y continué introduciéndole mi rabo en esa deliciosa panocha, ella dejó caer su cabeza gozando de tanto placer que le brindaba. Seguí haciéndole el amor en esa posición cuando ella se corrió dio un pequeño grito, la tuve así un rato mientras yo seguía con mi mete y saca.

Al ver que ella ya había terminado por segunda vez quise correrme, ya sentía mi lefa en la punta de mi pene, la volteé a la pared y le pase mi pene por su culito, ella se dejaba, creo que ya no le interesaba lo que le haría o al menos no se precavía, introduje mi pene a la entrada de su anito y empecé lentamente a introducirla, mientras que se iba lubricando con parte de sus propios líquidos, de un momento a otro me sentí completamente dentro de ella, no me moví mientras se acomodaba mi pene a su ano, y por fin cuando sentí que el dolor era placer empecé a bombearla.

Era delicioso, sentirme dentro de su enorme porción de carne, era delicioso sentir como su delicioso ano se apoderaba de mi miembro, era delicioso sentir como lo reventaba, era delicioso saber que era el primero en poseerla por ahí, era delicioso introducirlo poco a poco hasta donde se podía, deseaba destrozarla, se lo metía y se lo sacaba, en algunos momentos aceleraba, en otros me detenía sintiendo lo apretadito que estaba y como sentía placer en mi pene al sacárselo fue un poco tiempo que pareció una eternidad, apretar su senos, lamer su espalda, coger su vagina peluda, sentir lo mojado que se encontraba, acariciar sus gruesas piernas, ahí de tanto placer acabe dentro de ella y para sorpresa mía ella emitió un gemido de placer que no dudo fue otro orgasmo.

Cuando saque mi pene de ese delicioso anito pude percatarme que lo tenia manchado de sangre, observe sus nalgas y también estaban un poco manchadas, ella me miró y me dijo que por ahí nunca lo hizo ni lo pensó hacer. Encontré un poco de defecado en la punta del glande de mi pene junto con la sangre, observe como el semen chorreaba desde su ano por sus piernas, me limpié con un poco de papel de servilleta que ella tenía a la mano. Nos vestimos tomamos un trago en su sala, luego de prometernos que siempre sería quien la consuele nos despedimos.