De casa rural con mi novia y sus amigas
Un chico va a pasar el fin de semana a una casa rural con su novia y dos amigas suyas a las que hace tiempo que no ve. Hetero/Voyeur/Lésbico
Llegamos al anochecer. Sofía había salido más tarde de lo previsto de la oficina y aunque nos pusimos en camino directamente no llegamos a la hora que teníamos planeada. Íbamos a pasar el fin de semana en una casa rural con otras dos chicas amigas de mi novia. Yo no las conocía y ellas hacía tiempo que no se veían así que organizaron la escapada mitad presentación, mitad reencuentro.
La casa rural estaba aproximadamente a hora y media de nuestra ciudad así que esperé con el coche en los alrededores del edificio de oficinas de Sofía y según terminó de trabajar la recogí y nos fuimos. Sus amigas viajaban desde su ciudad y nos encontraríamos directamente en la casa.
Durante el viaje Sofía fue desahogándose de las tensiones del día en el trabajo. Me contaba sus problemas con los clientes, con las compañeras, qué había hecho… Lo habitual para soltar las preocupaciones y aunque no podía hacer nada más que escucharla siempre le ayudaba el saber que podía desestresarse despotricando de todo el mundo conmigo. Yo mantenía la vista en la carretera aunque de vez en cuando la desviaba hacia ella para hacer contacto visual y aumentar la sensación de que la estaba escuchando. En alguna de esas ocasiones no podía evitar fijarme cómo el cinturón de seguridad que le pasaba entre los dos pechos acentuaba sus volúmenes. Al ceñir la blusa contra el cuerpo sus dos tetas ya de por sí grandes sobresalían como dos montañas a ambos lados de la depresión causada por el cinturón. Era una visión hipnótica que casi provocaba que desatendiera la carretera.
Cuando llegamos a la casa las dos amigas de mi novia, Tamara y Elena ya llevaban más de una hora en ella. Se habían instalado e incluso habían preparado algo para cenar. Sofía me las presentó y dejamos las cosas en la habitación que estaba libre antes de sentarnos a cenar. Las chicas enseguida recuperaron el ritmo de su amistad pese a llevar tanto sin verse y comenzaron a recordar viejos tiempos y anécdotas. Yo hacía algún comentario de vez en cuando aunque como suele ocurrir en esas situaciones no encontraba muchos momentos para intervenir. Además, cansado del viaje me dedicaba sobretodo a observar al grupo mientras me tomaba una cerveza.
Tamara era una chica alta y bastante delgadita. Tenía el pelo bastante corto y le daba algo de dureza a su cara que se compensaba con la sonrisa que siempre parecía tener. Llevaba puesta una camiseta básica oscura con una imagen que no supe identificar. Elena por el contrario era más bajita y un poco rellenita. Llevaba el pelo suelto con una melenita que le caía hasta los hombros y tenía puesta una camisa azul que le marcaba unas buenas curvas a la altura del pecho.
Aunque Sofía estaba disfrutando del reencuentro con sus amigas estaba agotada de la semana en la oficina así que teniendo aun todo el fin de semana por delante nos despedimos y nos fuimos a las habitaciones. Mientras ella se desmaquillaba en el baño yo me cambié de ropa. Me quité los vaqueros y la camiseta y las dejé sobre una de las sillas. Hacía calor en la casa así que decidí quedarme como estaba tan sólo con los calzoncillos puestos y me tumbé en la cama revisando el móvil.
Sofía volvió a la habitación al cabo de un rato. Dejé el teléfono en la mesilla y observé cómo se inclinaba para soltarse las botas. A través del escote pude ver perfectamente la mitad de sus preciosas tetas colgando ligeramente. No pude evitar imaginar que en el día a día seguramente sus compañeros de trabajo tendrían más de una oportunidad de ver el comienzo de sus grandes pechos a través del escote. Dependiendo de la posición y el ángulo quizás podrían llegar a ver hasta su sujetador. Me preguntaba cuántas erecciones provocaría al cabo del día.
Mi novia siguió desnudándose con la naturalidad que da el haberlo hecho tantas veces delante de mí. Yo la seguía con la mirada y vi cómo se soltaba y bajaba la falda de tubo. Empezó a desabrocharse la blusa quedando a la vista un sujetador granate de copas altas y con encaje en la mitad superior. Se bajó los pantis hasta las rodillas y se sentó en la cama para terminar de quitárselos. Finalmente sus manos se dirigieron a su espalda y soltó el cierre del sujetador. Con dos rápidos movimientos se desprendió de la prenda y lo dobló y dejó con el resto de la ropa. Observé cómo se bamboleaban sus enormes tetas al quedar colgando cuando se agachó a buscar en la maleta el camisón para dormir. Una vez encontrado se lo puso, era de estos finitos de tirantes, de tejido sedoso y suelto por arriba por lo que dejaba a la vista la mayor parte sus pechos. De largura le llegaba hasta medio muslo. Sofía se tumbó en la cama a mi lado. Yo no podía disimular la erección que se me marcaba en el calzoncillo.
Hoy te he tenido un poco abandonado – se disculpó dándome un beso en los labios.
No te preocupes, es normal. Hacía mucho que no veías a tus amigas – contesté mientras le acariciaba su pelo. Lo llevaba corto pero con una melenita abundante.
Espero que hayas estado a gusto.
Claro, son muy simpáticas. Me he perdido un poco cuando habéis empezado a recordar los viejos tiempos y vuestras bromas privadas. Pero me lo he pasado bien.
Me alegra escuchar eso – me dio otro beso en la boca, este un poco más largo. – Creo que te has ganado algo – añadió posando su mano sobre mi endurecido miembro.
Pensaba que estabas agotada.
Y lo estoy pero parece que esta tetita quiere su ración de mimos antes de dormir – dijo pícaramente mientras se agarraba el pecho izquierdo y se lo sacaba fuera del camisón. – Además para uno rápido siempre hay energías.
Sin perder un instante me acerqué su pecho expuesto y me lo acerqué a la boca. A mi novia le encantaba estar sólo con una teta al aire. Solía decirme que las tenía tan grandes que con que le viera sólo una ya veía más carne que cuando a otras chicas les veía las dos. A mí me ponía bastante esa sensación de medio desnudez que conseguía al dejarse un pecho tapado.
Mi lengua recorría en círculos su areola y su pezón ya había respondido y estaba endurecido y respingón. Sin apartar su pecho de mi boca vi cómo se llevaba las manos debajo del camisón y se quitaba las braguitas. Me las enseñó juguetona y las tiró hacia donde había dejado su ropa. Mientras yo seguía jugando con su teta se empezó a masturbar un poco para ponerse a punto. Después, me quitó los calzoncillos de golpe haciendo que mi polla saltara como un resorte y sonara al golpear con fuerza mi vientre.
Sofía se puso en cuclillas sobre mis piernas y mientras me agarraba el pene con la mano derecha para mantenerlo en posición vertical, con la izquierda se subía ligeramente el camisón. Desde mi posición pude ver cómo quedaba a la vista el triangulito de vello que cubría su pubis y que iba descendiendo mientras ella se agachaba hasta encajar su rajita con mi dura polla. Noté una resistencia inicial mientras me abría paso hacia su interior pero en seguida la humedad de su coño hizo que me deslizara fácilmente. Una vez que quedó sentada sobre mí con mi miembro clavado completamente, se apoyó con las manos y empezó a cabalgarme sin parar. El camisón volvía a taparme la visión así que únicamente podía sentir cómo mi pene entraba y salía repetidamente de mi novia siguiendo sus impulsos. Su pecho izquierdo seguía al aire y saltaba sin control en todas las direcciones con cada cabalgada. Su teta derecha también se movía pero milagrosamente seguía tapada por la ropa y no se le salía con tanto movimiento.
De pronto empecé a oir un gemido. Me extrañé ya que no sonaba como mi novia y ni siquiera venía de su dirección. Me di cuenta de que lo estaba escuchando provenir de la habitación de al lado y que lo estaba oyendo a través de la pared.
Tamara y Elena son pareja – me aclaró mi novia cuando se dio cuenta de mi perplejidad. – ¿No te lo había dicho?
Creo que se te había pasado ese detalle – le dije entre jadeos de placer.
Esa creo que es Elena. Tamara le debe estar comiendo el coño.
Creo que se me endureció aun más la polla con sólo escuchar a Sofía. No pude evitar imaginarme a sus amigas a las que acababa de conocer desnudas en la habitación de al lado y practicando sexo entre ellas. Cogí a mi novia de la cintura y sin salirme de ella la giré para tumbarla boca arriba en la cama y empecé marcar yo un ritmo intenso de las penetraciones. Le subí un poco el camisón para contemplar su pubis y cómo mi pene se deslizaba dentro y fuera de su coño con rapidez y facilidad. Sus tetas por fin se le habían salido y ahora se movían en círculos siguiendo el ritmo de mis embestidas.
La habitación era un coro de gemidos. A los de mi novia que cada vez eran más seguidos y a mis jadeos por el placer y el esfuerzo se les unía los que no dejaba de escuchar a través de la pared. Las dos amigas de Sofía parecían que estaban disfrutando de lo lindo y me imaginé que estarían haciendo una tijera o algo similar porque se las oía gemir a las dos a la vez.
Seguimos así durante un rato y de pronto me di cuenta que estaba a punto de correrme, no había estado prestando atención y ahora apenas tenía tiempo de sacarla de Sofía. Pero si lo hacía mi leche caería encima de su camisón manchándoselo entero así que decidí permanecer en su interior y con mis últimos empujones la avisé con un simple «me corro, Sofi».
Una descarga eléctrica recorrió desde mis testículos a la punta de mi pene y noté como mi semen salía disparado hacia el interior de mi novia. Tuve varias contracciones cada una de ellas lanzando un poco más de líquido. Cuando me vacié del todo y mi polla empezó a relajarse salí de Sofía y acerqué mi cara a su coño abierto. Vi cómo mi leche comenzaba a salir mezclado con sus flujos. Pasé mi lengua por sus labios dispuesto a terminar con la boca lo que no había conseguido con la penetración. Saboreé mi propio semen. No era la primera vez que lo hacía, Sofía lo había compartido conmigo en más de una ocasión. Desde que empezamos a salir juntos me dijo que a ella no le importaba que me corriera en su boca ni tragarse mi leche siempre y cuando yo también estuviera dispuesto a probarlo. Que no le pidiera nada que yo no estuviera dispuesto a hacer.
Me dediqué con esmero a la tarea. Pasé mi lengua por sus labios y la introduje en su interior. Rocé todos sus pliegues y las paredes interiores de su sexo. Lamí su clítoris y utilicé mis dedos para incrementar su placer. Su respiración cada vez más acelerada y sus gemidos intermitentes me indicaban que iba por buen camino. De pronto Sofía arqueó la espalda y su humedad impregnó mi cara mientras ella disfrutaba de su orgasmo. Chupé su coño hasta que se relajó y me tumbé a su lado donde nos besamos en la boca dejando que ella también saboreara nuestros fluidos.
Permanecimos un poco abrazados disfrutando del relax obtenido tras nuestros orgasmos y después fuimos alternativamente al baño para limpiarnos los restos de nuestro juego. Cuando nos metimos en la cama dispuestos a dormir los gemidos de sus amigas también se habían apagado. No tardamos mucho en dormirnos. El cansancio acumulado y la relajación del sexo hicieron que nos quedáramos fritos enseguida.
Dormí de un tirón y sin despertarme. Pese a ser una cama desconocida no noté las típicas incomodidades de pasar la noche fuera y tuve un descanso reparador. A la mañana siguiente cuando estaba empezando a recuperar la consciencia noté una sensación extraña en mi pene. Tardé en reaccionar, aun atrapado entre un sueño y la realidad y sin saber si la sensación pertenecía a uno u otro mundo. La sangre empezó a acumularse en mi miembro y noté que algo húmedo se deslizaba ahí abajo. Terminé abriendo los ojos y levantando la sábana para descubrir la cabeza de mi chica moviéndose arriba y abajo mientras se comía mi endurecida polla.
¿Qué tal has dormido? – me preguntó sacándose un instante el pene de la boca y volviéndose a meter a continuación.
No tan bien como he despertado – contesté acariciándola el pelo mientras retiraba completamente la sábana.
Observé fascinado como mi novia me hacía la mamada. La habitación ya estaba inundada de la luz de la mañana por lo que debía ser algo tarde. Su camisón había desaparecido y estaba vestida con una camiseta de tirantes y unos vaqueros. Parecía que ella ya se había preparado y viendo que yo no terminaba de levantarme había decidido despertarme chupándome la polla. La quiero.
Sofía es experta en el sexo oral. Le gusta hacerlo y lo hace bien. Se había hecho una coleta para que el pelo no le cayera por la cara. Su lengua pasaba por todo mi tronco sin olvidar mis testículos. Intercalaba los lametones con besitos en el glande y se la introducía casi entera en su boca. Veía cómo se hinchaba su papo cuando en ocasiones la metía torcida para jugar mejor con la lengua.
Eres el mejor despertador que he tenido nunca – le dije con toda sinceridad.
Parecía que nunca te ibas a despertar hiciera el ruido que hiciera. Me pareció que esta era mejor forma.
Desde luego. Ojalá me despertara todos los días así.
No te acostumbres – me dijo entre risas.
Mi chica estaba recostada junto a mí. Mientras hablábamos me sujetaba el pene con la mano y me acariciaba arriba y abajo para que no perdiera la erección. De pronto escuché unos golpes en la puerta y se abrió de inmediato. En la habitación entró Elena que se paró de golpe al ver la escena.
Oh, perdonad… Pensaba que ya estaríais preparados – se excusó y empezó a girarse.
No te preocupes. ¿Querías algo? – contestó mi novia quitándole hierro al asunto.
Te iba a pedir el secador de pelo. A nosotras se nos ha olvidado.
Claro, está en la maleta. ¿Lo coges tú? Tengo las manos ocupadas algo mismo.
Ya veo ya. Pues si no te importa.
Tranquila, no pasa nada.
Yo no podía creerme lo que estaba pasando. Quizás aun seguía dormido y estaba soñando. Al principio no reaccioné cuando vi que se abría la puerta y después al darme cuenta que mi novia no le daba ninguna importancia ni siquiera hice el amago de taparme. De hecho Sofía seguía masturbándome con toda la calma del mundo mientras charlaba con su amiga que estaba en la habitación buscando el secador en la maleta de mi chica.
Mira que sois despistadas. ¿Cómo os dejáis el secador? – comentó divertida Sofía.
Ya ves. Y eso que hemos revisado las maletas varias veces antes de venir. Pero siempre nos olvidamos algo.
No tenéis remedio.
¿Dónde dices que está?
En la verde, tiene que estar en un lateral.
Vale, ya lo he encontrado.
Elena se quedó mirándonos con el secador en la mano. Estaba con su melena mojada y prácticamente vestida, con los pantalones puestos y una camiseta interior blanca que se le ajustaba a las tetas. Probablemente esta última se la hubiera puesto para no entrar sólo tapada con el sujetador. Era bastante fina y si me fijaba con atención se le transparentaba algo. Mi excitación crecía por momentos, Sofía seguía masturbándome con toda naturalidad mientras su amiga nos miraba. No sabía si Elena sería lesbiana o bisexual y si la visión de mi polla podría significar algo erótico para ella.
¿Salimos a la hora que habíamos dicho? – quiso confirmar Elena.
Sí. Sólo queda que se prepare este. Por eso le estaba levantando – contestó Sofía.
Levantando en todos los sentidos – dijo entre risas.
Así es – confirmó mi novia moviendo mi pene para que lo viera bien y continuando rítmicamente la paja.
¿No se te cansa la mano? – preguntó Elena divertida sin apartar la vista.
Alguna vez, pero ya tengo entrenada la muñeca.
Los comentarios fueron demasiado para mí y me corrí en ese instante. Un chorro de semen salió disparado hacia el techo y observé cómo Elena ponía cara de sorpresa al ser testigo del instante de mi corrida. Pese a lo cachondo que me había puesto la situación y que una amiga de mi novia estuviera viendo cómo me corría sólo pude soltar un par de chorros más de leche que no tuvieron tanta fuerza. No hacía tantas horas que me había descargado completamente dentro de Sofía y aún no me había dado tiempo a rellenar mis reservas de líquido blanco. Pese a ello, los chorros que había lanzado habían manchado las sábanas y parte del suelo al caer y escurría un poco por la mano de mi novia.
Bueno chicos, os dejo que tendréis que prepararos y limpiar lo que ha manchado Pablo – dijo Elena haciendo que me excitara al hablar con tanta naturalidad sobre mi corrida. – Os veo en media hora.
¿Media hora? – pregunté cuando Elena ya se había marchado de la habitación.
Íbamos al monte de ruta, ¿recuerdas?
Cierto. Necesito una ducha. Y desayunar para coger fuerzas.
Venga, ve a prepararte. Ya limpio yo tu corrida.
Gracias. Te quiero – le di un beso en la boca antes de salir hacia el baño.
No me extraña – contestó de broma.
Estuve preparado a tiempo y nos fuimos de excursión. La ruta estaba cerca de la casa rural, era una de las razones por la que la habíamos escogido, y consistía en un paseo a través de monte y bosque que rodeaba el valle donde estábamos pasando el fin de semana.
Por el camino hablábamos a ratos, hacíamos gracias, sacábamos fotos cada poco tiempo. A veces caminábamos en silencio sobretodo por conservar el aliento para subir alguno de los repechos que tenía la ruta. Empecé a conocer mejor a Elena y Tamara y ahora que participaba más en la conversación con ellas enseguida cogí confianza y nos vacilábamos todos como si fuéramos amigos desde siempre. Aunque no era evidente, una vez que lo sabías se notaba que las dos chicas eran pareja. Algún comentario, alguna mano en la cintura, algún gesto cariñoso.
Disfrutamos del camino durante horas. A Sofía y a mi nos encanta pasear por el monte y sus amigas parecía que también les estaba gustando. Después del último tramo siguiendo el curso de un río decidimos hacer un alto para comer algo. Mientras Elena se acercaba a una fuente natural para rellenar las botellas de agua, Sofía se sentó en una piedra para sacar los bocadillos de la mochila. Al quedarme de pie junto a ella cuando miré hacia abajo podía verle la mayor parte de sus tetas a través del escote de la camiseta de tirantes. No había ningún problema en distinguir el volumen que tenía y la unión de las copas del sujetador al final del canalillo que se formaba a través de la separación de los pechos. Cuando me dio el bocadillo de Tamara levanté la vista para dárselo y me di cuenta que ella también se había quedado embobada mirándole las tetas a mi novia. Estuve un momento largo con la mano extendida hasta que ella se dio cuenta y cogió el bocadillo que le entregaba. No se me había ocurrido hasta ese momento que sus amigas pudieran sentirse atraídas por el cuerpo de Sofía pero era lo más natural del mundo.
Elena volvió con el agua y empezamos a devorar los bocadillos. La caminata de la mañana nos había abierto el apetito y estábamos algo cansados. Sofía parecía que había traído comida para un regimiento y además de los bocadillos empezó a sacar de la mochila piezas de fruta, chocolate, galletas y frutos secos. No me extrañaba que me hubiera pedido antes de salir que le llevara yo en la mochila su botella de agua.
Después de comer nos recostamos un poco. No estaba planificado pero íbamos bien de tiempo y estábamos un poco cansados. Nos echamos en la hierba, yo me estiré y Sofía apoyó su cabeza en mis piernas. Elena se tumbó de lado y Tamara imitó su postura detrás de ella pasándole un brazo por encima. De vez en cuando vi como le acariciaba el pelo y me pareció ver un par de veces que dejaba caer la mano con disimulo para rozarle las tetas.
Estuvimos charlando otro rato y me contaron alguna anécdota más de sus tiempos de universidad. Parecía que las tres en aquella época eran unas buenas piezas y que habían liado más de una. Se notaba que habían disfrutado aquellos momentos.
Tras el descanso y la sobremesa volvimos a ponernos en marcha y completamos la ruta hasta llegar de nuevo a la casa un poco pasada la media tarde. Allí nos aseamos y nos cambiamos de ropa y fuimos al pueblo a dar una vuelta y cenar algo. El pueblo no era muy grande, de ambiente rural aunque a esas horas estaba bastante concurrido. Paseamos un poco por sus calles, visitamos los puntos de interés, nos hicimos alguna foto más y nos dirigimos a la calle de los bares. Decidimos ir tapeando por los garitos en lugar de buscar un restaurante y entre copa y copa y tapa y tapa acabamos ligeramente contentillos.
Durante el camino de vuelta Tamara y Elena iban delante haciendo alguna ese ocasional. Tamara tenía agarrada a Elena por la cintura e iban paseando juntas. Por sus movimientos parecía que se iban dando algún que otro beso. Yo las imité y abracé a Sofía. Antes de posar la mano en su cadera la pasé por encima de la falda que llevaba tocándole el culo. Mientras andábamos notaba su pecho apretarse contra mí. Ella no quiso ser menos y sin disimular dejó su mano dentro del bolsillo trasero de mi pantalón para acariciarme el culo sin problema.
Llegamos a la casa y nos instalamos en el salón. Elena nos dijo que había traído algo para esta noche y se fue a la habitación a buscarlo. Volvió con un par de botellas de vodka y unos refrescos así que tras felicitarla por la idea nos preparamos unos cubatas. La habitación tenía dos sofás enfrentados, en uno nos sentamos Sofía y yo y en el otro Tamara y Elena. Entre la acumulación del alcohol del tapeo y el de los cubatas empezamos a desinhibirnos un poco. Como era algo que me daba bastante curiosidad y por qué no reconocerlo un poco de morbo les pregunté cómo empezaron a salir juntas.
Nos habíamos conocido en la universidad – comenzó Tamara. – Casualidades en las que el primer día te sientas cerca, empiezas a hablar, conectas…
De hecho así nos conocimos las tres – intervino Sofía.
Así es – continuó Elena. – Después del primer curso éramos ya muy amigas así que para el segundo decidimos buscar un piso para compartir.
Buscamos sólo para nosotras dos – matizó Tamara. – Ya que Sofía se quedaba con unos tíos suyos y no le hacía falta.
Así yo podía gastar el dinero que me ahorraba del alquiler en material indispensable para una universitaria como el alcohol – apuntilló entre risas Sofía.
Encontramos un piso pequeñito. Con un par de habitaciones y salón. Suficiente para nosotras. Así que el nuevo curso lo empezamos ahí. La convivencia del día a día nos hizo más íntimas aun – continuó la historia Tamara.
Eso y los accidentes inevitables por vivir en un sitio tan pequeño que acabábamos pillándonos desnudas cada dos por tres – dijo entre risas Elena. – Así fue como descubrí lo buena que estaba la cabrona y el culito tan rico que tenía.
A veces me pensaba que lo hacía aposta – comentó divertida Tamara. – Porque no era normal que me pillara tantas veces medio desnuda.
El caso es que con el roce del día a día y la confianza yo empecé a sentir algo más por Tamara. Pero no podía ser.
Yo por aquella época tenía novio.
Un gilipollas – dijo con rabia Elena.
Sí, lo era, aunque no lo supiera en ese momento. Pero era mi novio.
Y yo eso lo respeto. Si estás con alguien no intento nada. Sabía que ella era bisexual pero mientras estuviera con alguien yo solo iba a ser su mejor amiga.
Yo a veces sospeché que ella sintiera algo por mí y bueno para que negarlo, cada vez que la pillaba con las tetazas al aire por casa se me movía algo ahí abajo. Pero nunca la vi como algo más que mi amiga.
Hasta que una noche volví a casa tarde y me la encontré llorando – se puso algo más serie Elena. – Fui corriendo al sofá donde estaba y la abracé y le pregunté que le pasaba.
Acababa de romper con mi novio. Me había enterado que llevaba meses poniéndome los cuernos con otra. Alguien me lo había insinuado alguna vez pero yo no le creí. Hasta que lo vi con mis propios ojos. Me lo encontré por casualidad besando y metiéndole mano a otra. Creo que nunca me he sentido más traicionada y enfadada en mi vida. Le grité, le llamé de todo, la gente me miraba. Y me volví corriendo a casa.
Yo intenté consolarla. Le pusimos a parir, la abracé, le acaricié el pelo. No sé cuánto tiempo estuvimos así pero fue bastante. Yo sólo quería alegrarla un poco, darle mimos, no tenía otras intenciones. Fui a darle un beso en la mejilla, para darle cariño pero…
¡Me soltó un morreo de los que quitan el aire!
Y así es cómo Tamara me jode el romanticismo de la historia – dijo haciéndose la enfadada Elena.
Jaja, sólo quería hacerte rabiar, tonta – y le dio un beso en el pelo.
Fui a darle un beso en la mejilla pero la vi tan triste que no pude contenerme y todo lo que llevaba acumulando durante esos meses de convivencia salió y no pude evitarlo y la besé en los labios.
Lo que yo decía un morreo.
Tamara me miró con sorpresa pero volví a besarla y ella se dejó. Seguimos así, dándonos mimos, besándonos.
Pero empezamos a calentarnos. Yo reconozco que necesitaba sentirme querida y Elena lo estaba consiguiendo. Los besos fueron cada vez más apasionados, las manos empezaron a tocar zonas prohibidas… para cuando nos dimos cuenta estábamos desnudas y echando uno de los polvos más intensos que recuerdo.
Creo que nos debieron escuchar en todo el edificio.
¡Como ayer! – gritó riéndose Sofía. – Pablo se enteró que erais pareja porque se os oía gemir a través de la pared.
¿En serio? – preguntó Tamara.
Sí. Sofía siempre se refería a vosotras como sus amigas, nunca me había comentado que erais novias – les expliqué. En ese momento estaba bastante excitado. Mientras contaban la historia no pude evitar vivirla en la cabeza y cada vez que decían que se pillaban desnudas yo me las imaginaba sin ropa con todo lujo de detalles y ya en el momento del polvo las puse directamente en una película porno. ¡Y ahora mi novia les reconocía que las había escuchado gemir mientras follaban! Se notaba que estábamos muy desinhibidos con el alcohol.
Bueno, vosotros tampoco os quedasteis cortos, a ti también se te oía bonita – le dijo Tamara con retintín.
No jodas, ¡pero si me controlé!
Pues créeme que nos enteramos cuándo te corriste – insistió Tamara.
Lo que no sé es si tú te corriste – comentó Elena mirándome. – Visto lo que te han tenido que hacer esta mañana.
¿El qué? – preguntó Tamara.
Que no te he contado, tía. Cuando he entrado esta mañana a por el secador de pelo le he pillado a Elena haciéndole una paja.
¿Y no me dices nada? En esta relación no hay comunicación – se quejó riéndose Tamara.
Pero cuéntaselo todo – le picó Sofía. – Vale, me pilló en plena paja pero es que tras coger el secador se quedó mirando hasta que vio cómo se corría.
¿Que qué? – Tamara no salía de su asombro.
A ver, ya sabes que a mi no me interesan las pollas – se explicó Elena. – Pero al ver que le estaba masturbando, no sé me dio un poco de curiosidad a ver cómo lo hacía. Y un poco de morbo. Y tampoco es que ellos se cortaran porque estuviera yo delante mirando.
No me puedo creer que te quedaras mirando la polla del novio de tu amiga y menos cuando le pajeaban. Joder tía, ¿de verdad has visto cómo se corría?
Bueno, si es por mirar, Elena no es la única.
¡Uy! Eso suena bien. Cuéntame algo para quedar empatada con esta petarda – dijo rápidamente Elena.
Pues verás, esta mañana en el monte cuando fuiste a la fuente a por agua – le conté con un tono pausado para generar expectación. – Sofi se sentó en una piedra para sacar la comida de la mochila y bueno, con la camiseta de tirantes que llevaba y estando Tamara y yo de pie delante de ella se le veían las tetas prácticamente enteras. Y tu novia se las aprendió de memoria en plan que ni se dio cuenta que le estaba dando su bocadillo porque no apartaba la mirada de su escotazo.
¡Joder tío! ¡Eso no se cuenta! Pensaba que había sido disimulado – se intentó justificar Tamara. – Pero es que Sofi, con esa camiseta las llevabas más al aire que tapadas y una no es de piedra.
¡Jajaja! Vamos, así que yo no puedo mirar una polla cuando no me interesan porque soy lesbiana pero tú no hay problemas en mirarle las tetas a nuestra amiga, ¿ya no te gustan estas dos? – se hizo la indignada Elena mientras se agarraba un momento los pechos pero se notaba que estaban de broma y se lo estaban pasando muy bien las dos.
No me lo puedo creer, ¿me estuviste mirando las tetas? – comentó sorprendida Sofía.
Es que no sabes que visión desde la altura a la que estaba. No me las imaginaba tan grandes.
¿Nunca le habéis visto las tetas a Sofía? – pregunté con morbo. Yo había asumido que siendo tan buenas amigas se habían visto desnudas más de una vez.
La verdad es que no. Supongo que sabiendo que nos gustan las chicas Sofía ha tenido cuidado de evitar las situaciones en las que podríamos habérselas visto en algún despiste.
No sé cómo me atreví a hacer lo que hice, quizás el exceso de alcohol, la excitación de las conversaciones con las chicas o el hecho de que mi novia me hubiera exhibido por la mañana sin ningún reparo. El caso es que estando sentado al lado de Sofía puse mis manos en sus hombros, agarré los tirantes de su camiseta y sujetador y de golpe tiré hacia debajo de las dos prendas. Sin que ella pudiera reaccionar se las bajé lo suficiente para que sus dos tetazas saltaran y quedaran completamente al aire y a la vista de sus amigas. Sofía pegó un grito y con un «pero qué haces» intentó tapárselas con el brazo pero yo le agarré de los dos y se los llevé detrás de la espalda.
¿Qué os parecen las tetas de vuestra amiga? – pregunté a las dos sorprendidas chicas. – Aprovechad para mirárselas sin problemas.
Son… son preciosas – dijo Tamara asombrada.
Qué grandes las tienes Sofi, no pensaba que fueran mayores que las mías – comentó Elena.
¿Verdad que son fantásticas? – les dije mientras empezaba a acariciarle uno de los pechos.
Las dos chicas asintieron. Mi novia ya no oponía tanta resistencia aunque seguía sujetándola de los brazos para que no se tapara, se la veía caliente y el recibir los elogios de sus amigas la estaba motivando a mostrarse delante de ellas. Yo tenía una erección descomunal que notaba golpear contra la bragueta del pantalón. Pegado a Sofía la besaba el cuello y le masajeaba los pechos mientras sus amigas no perdían detalle de lo que hacía. Le puse los dos pezones completamente duros y moví sus tetas para que se las vieran desde todos los ángulos.
Me calenté tanto que le dije al oído «este es el pago por exhibirme esta mañana» y sin perder un instante le subí de golpe la falda hasta el vientre dejándola con las bragas a la vista. En el siguiente instante agarré sus bragas y tiré de ellas hacia abajo. En ese momento me di cuenta que ella estaba disfrutando porque levantó ligeramente el culo para que las bragas pudieran deslizarse sin problemas. Lo hizo tan sutil de forma que siguiera pareciendo que era yo quien la obligaba a hacerlo.
El coño mojado de mi novia quedó a la vista y sus dos amigas fijaron inmediatamente la mirada sobre él. Yo empecé a deslizar mi dedo corazón arriba y abajo por su rajita consiguiendo que poco a poco se fueran abriendo sus labios. Sofía empezó a soltar algún pequeño gemido de placer. Estaba disfrutando con la situación.
¿Os gusta esta parte del cuerpo de vuestra amiga? – les pregunté a las chicas que no perdían detalle. – Supongo que tampoco se lo habíais visto nunca.
Ya lo creo. Qué mojada estás – dijo Elena.
Muy sexy el triangulito de vello – comentó Tamara mordiéndose el labio.
¿Vosotras cómo lo lleváis? – pregunté tentando a la suerte a ver si me lo enseñaban.
Yo lo llevo completamente depilado – confesó Elena.
Yo suelo dejarme una tira vertical de vello – explicó Tamara.
Seguí masturbando a Sofía. Su coño ya estaba completamente abierto y mis dedos entraban y salían con facilidad. Aunque ella seguía con las manos a la espalda ya no necesitaba sujetarla y se dejaba hacer así que con la otra mano ahora libre le acariciaba las tetas. Yo miraba a las amigas de mi novia para comprobar sus reacciones. En realidad esperaba que se pusieran tan cachondas que se desnudaran y empezaran a follar también delante de nosotros. Quería verlas desnudas y me daba mucho morbo la idea de ver a dos lesbianas en directo pero por desgracia se controlaron. Se las notaba calientes, estaban muy juntas y sus manos se rozaban mientras no perdían detalle del cuerpo de mi chica y de lo que yo le hacía.
El tiempo se me pasó volando, yo estaba disfrutando como nunca acariciando el cuerpo de Sofía. Tocando sus tetas y masturbándola de la forma en la que sé que le encanta. Además todo esto mientras dos mujeres no perdían detalle de todo lo que hacía. Mi polla estaba a punto de reventar, De pronto Sofía me sacó de mis pensamientos con un simple pero inconfundible grito de «¡me corro!». La chica se arqueó sobre mí, su respiración se aceleró y entre gemidos noté cómo mi mano se llenaba con su flujo. La besé en los labios, suave, pero con mucho significado. Ella se levantó y sin decir nada se fue al baño, a limpiarse.
A Tamara y Elena se les notaba aceleradas, casi como si ellas mismas hubieran estado follando. No sabía qué decirlas una vez que había acabado el espectáculo pero mi polla pedía a gritos que la liberaran de la prisión de los pantalones donde casi no cabía debido a su erección. De pronto las dos chicas se levantaron y agarradas de la mano se dirigieron deprisa a su cuarto. Apenas habían cerrado la puerta cuando sus gemidos empezaron a oírse a través de las paredes.
Escuché que Sofía salía del baño y se iba a nuestra habitación así que fui yo también. Cuando entré me la encontré completamente desnuda encima de la cama. Me faltó tiempo para quitarme yo también toda la ropa y mi polla por fin saltó de alegría al obtener la libertad. Esa noche follamos como nunca, compitiendo las dos parejas a ver cuál hacía más ruido y se le oía más a través de las paredes.
Al día siguiente nos levantamos bastante tarde, casi con el tiempo justo para recoger la casa, comer algo y meternos cada pareja en su coche para volver a la vida cotidiana. Afortunadamente el ambiente era bueno y parecía que no había afectado la locura del día anterior. Incluso bromeamos con ello y Tamara le recordó a Elena que no estaban igualadas porque Elena me había visto la polla y cómo me corría y ella no. Yo les dije que quienes no estábamos igualados éramos nosotros porque tanto a Sofía cómo a mí nos habían visto cómo nos masturbaban y nos corríamos y nosotros ni siquiera las habíamos visto desnudas. Quién sabe, quizás la próxima vez que viajemos los cuatro sea yo quien las vea follar a ellas delante de nosotros. Ojalá.