De Buenos aires a Iguazú
Algunas horas de una noche en un ómnibus rumbo a Iguazú.
Vivo en Iguazú en la provincia de Misiones, República Argentina y les contaré una experiencia que acabo de vivir y que me ha resultado súmamente placentera.
Soy casado, tengo 38 años empresario, bien parecido y con un cuerpo en forma ya que asiduamente concurro al gimnasio para mantenerme bien; mido 1,82, cabello rubio claro, lacio y ojos también claros.
Generalmente por temas relacionados con mi empresa viajo a Buenos Aires, capital de mi país que está aproximadamente a 1.300 km. de Iguazú. Esto sucedió hace unos días como consecuencia de una huelga en la compañía de bandera de Argentina, Aerolineas Argentinas, que me obligó a viajar en ómnibus desde la capital a mi ciudad.
Deben saber que estos ómnibus tardan aproximadamente 14 horas en realizar su viaje y salen de Buenos aires a las 19,00hs para arribar a Iguazú a la mañana siguiente a las 9,00, son muy cómodos, tienen una fila de asientos individuales y otra de a dos, se hacen cama, tienen un muy buen servicio a bordo, que consiste primeramente en un pequeño aperitivo, luego cena y finalmente una copa de champagne o whisky según la preferencia de los pasajeros.
En este viaje yo viajaba en el asiento del pasillo de la fila de a dos y al lado mío viajaba un niño de aproximadamente 5 años, en la fila de adelante viajaban sus padres, un par de jóvenes de los cuales el marido, apenas tendría 38 años. Los había obsevado detenidamente al subir ya que el hombre tenía todas las características que me gustan: tez oliva, ojos claros, velludo algo más alto que yo y con un físico envidiable. A esta familia, al igual que a mi, le había ocurrido que se quedaron sin vuelo desde Buenos Aires y debieron recurrir al micro para no perder sus vacaciones ya que venían de Italia.
Luego del aperitivo el niño comenzó a sentirse incómodo y solicitaba a su madre viajar con ella, al principio no le dieron demasiada importancia al tema pensando que pronto se dormiría sin hacer mayores problemas, pero el chico siguió insistiendo hasta que su padre decidió cambiar de lugar con él para evitar las molestias que las insistencias del niño causaban al resto de los pasajeros.
Una vez que se ubicó al lado mío, noté inmediatamente que ocupaba toda la butaca dado su tamaño y al acomodarse me rozó con su brazo izquierdo, muy peludo por cierto, e inmediatamente en un mal español me pidió disculpas mostrando una dentadura perfecta que parecía aún más blanca de lo que era debido al color de su piel.
El roce hizo que prestara más atención a su figura, llevaba unos pantalones jean negros, una camisa de una tela muy liviana de color natural con tres botones desprendidos dejándo ver por esa abertura un pecho muy peludo y percibiéndose además, a través de la fina tela de la camisa unos pectorales espléndidos en los que se podía adivinar unas marcadas tetillas. Probablemente lo que más me llamó la atención fue el tamaño de sus pies enfundados en un par de calcetines negros, calzaba además unos mocasines de muy buena factura del mismo color.
Ya tenía yo en la mente todo su cuerpo memorizado al detalle cuando la azafata se acercó con la cena y nos preguntó si tomaríamos vino y de ser así si preferíamos tinto o blanco. Mi ocasional acompañante con la mayor naturalidad me preguntó qué podía yo aconsejarle dado que sabía que los vinos argentinos eran muy afamados por su calidad. Yo que tengo un fluido dominio del italiano dado que mis padres son de ese origen, le contesté en ese idioma que los vinos de los omnibus no eran tan buenos pero que de cualquier modo yo prefería el tinto.
Asi se inició una animada conversación mientras cenábamos y lo terminé invitando a él y su esposa a un Restaurante muy bueno de iguazú para que pudieran conocer los vinos que nos hacen famosos en algunos lugares del mundo, a lo que, con esa sonrisa tan seductora que tenía, aceptó de inmediato.
La conversación me permitió observarlo más de perfil y pude darme cuenta de una mandíbula inferior prominente, perfectamente formada y con un hoyuelo en su parte media que le daba un aspecto aún más varonil si es que tal cosa era posible.
Durante la cena y luego mientras degustábamos el champagne dos o tres veces nuestras piernas se rozaron produciéndome una corriente eléctrica inmediata cada vez que esto pasó.
No podía dejar de admirar esas gruesas piernas enfundadas en los jean negros y mientras lo hacía, trataba de disimular la erección que comenzaba hacérseme cada vez más notoria.
Una vez que las luces del ómnibus se apagaron, Paolo, ese era su nombre, se levantó, dio un beso de buenas noches a su esposa, convirtió su butaca en cama y desplegó en ella toda su hermosa humanidad, yo ya sabía que no dormiría toda la noche pensando en él y además deseaba fervientemente que el viaje, sobre todo la noche, no acabara nunca ya que hasta ese momento nunca un macho me había exitado de esa manera.
Paolo se quitó los zapatos, pero no hizo lo mismo con los calcetines y aunque se cubrió algo con la manta que nos entregaron luego de la cena yo podía adivinar uno de sus hermosos pies asomando por debajo de la misma. Para ese momento a todo lo que había podido ver y adivinar de él se sumaron esos poderosos pies enfundados en esos calcetines negros, algo transparentes que aprisionaban un espléndido arco y que hacían que mi calentura llegara más o menos al cielo.
Paolo, aparentemente sin darse cuenta de lo que me estaba produciendo se acomodó para dormir apoyándose en su costado con la cabeza puesta hacia mi lado, ante esa posición suya yo quedé en la duda de acomodarme mirándolo o darle la espalda para poder pensas aunque más no fuera por un momento, en otra cosa, finamente opté por la primera de las posiciones y con los ojos entrecerrados me dediqué a observarlo.
Puede notar cómo su profunda y varonil respiración fue haciéndose cada vez más pausada hasta entrar en un apacible sueño, eso me tranquilizó un poco porque pude mirarlo sin problemas hasta el último detalle de su hermoso rostro, su pecho asomando por debajo de la camisa, sus pantalones ajustados que dejaban ver un prominente bulto en su entrepierna, sus maravilosas piernas y sobre todo sus enormes pies.
Finalmente yo también entré en un sopor producto, sobre todo del alcohol que había ingerido, pero mi sueño en ningún momento fue profundo, fue asi que en un determinado momento Paolo extendió una de sus piernas y completamente dormido apoyó uno de sus pies sobre los míos, este movimiento no solo me despertó sino que además volvió a elevar mi temperatura terriblemente, tanto que mi verga pugnaba por abandonar los boxer y con vida propia salir a tomar un poco de aire.
Con mucha cautela moví uno de mis pies para poder sentir más el roce con el suyo, luego por un momento me quedé quieto y lo volví a repetir, al tercer movimiento mío uno imperceptible suyo se produjo en el pie que tenía sobre los míos y lentamente, pero muy lentamente pude darme cuenta que ya no pesaba tanto, signo evidente que ya no dormía tan profundamente o que se había despertado. La exitación mía era ya incontrolable y en un audáz movimiento quité uno de mis pies de debajo del suyo, lo apoyé encima y a la vez estiré una de mis manos hacia su butaca hasta rozarle imperceptiblemente el vello de su brazo y en esta posición me quedé quieto para ver cómo reaccionada y cual no sería mi sorpresa cuando noto que acerca más su torso a mi mano de modo que sus tetilas quedaron al alcance de mis dedos los que decidí mover lenta pero acompasadamente hasta lograr un endurecimiento notable en esos capulos que podía sentir pero que a la vez debía adivinar ya que me resultaba imposible verlos.
Presté nuevamente atención a su respiración y noté que ya no era tan plácida como había sido, sino que un dejo de rapidez comenzó a percibirse, rapidez a la que se fue sumando más profundidad en la misma y nuevos movimientos con el pie, aunque no decía nada y simulaba seguir dormido.
Durante buena parte de la madrugada hemos pasado así con tenues roces entre los dos, pero cada vez en lugares más íntimos y poco a poco me pude dar cuenta que él al igual que yo gozaba extremadamente de ese contacto mínimo pero absolutamente conciente que nos fue permitiendo reconocer las texturas de las telas de nuestras ropas, los vellos por debajo de la misma hasta alcanzar un grado de exitación en el cual todo lo que estaba a nuestro alrededor dejó de existir para que todo ese espacio fuera ocupado mentalmente solamente por nuestros cuerpos.
En un determinado momento puede llegar a su verga, caliente y palpitante por debajo de los pantalones, lentamente bajé el cierre e introduje la mano y cual no sería mi sorpresa al notar que no llevaba ropa interior, jugué largo rato con su húmedo glande hasta que en un espasmo muy sutil descargó su semen en mi mano, por suerte consiguió levantar en el momento parte de la manta para no manchar sus negros pantalones que a la mañana siguiente contarían de nuestro fugaz desliz.
Debí masturbarme para poder calmarme medianamente, cuando llegamos a Iguazú finalmente los invité a que fueran huéspedes mío y de mi esposa, los dos aceptaron encantados, durante quince días vivieron en mi casa y hemos podido disfrutar de nosotros mismos en repetidas ocasiones y en los lugares más insólitos, pero eso sí, siempre promoviendo primeramente unos instantes muy calmos pero erotizantes al máximo que fueron los prolegómenos de las imponentes penetraciones que entre los dos nos brindamos.
Hoy con mi esposa estamos organizando unas vacaciones en Italia.