De aventura con mi paquete
Mi paquete y yo emprendimos un viaje en moto lleno de aventura, sexo y placer, para él, para mí y para todos los que nos miraron gozar.
De Aventura con mi Paquete
Pensar en mi último año me llenaba de placer, puro y simple placer, había encontrado que el sexo más que una obligación marital era una maravillosa experiencia sumamente placentera gracias a mi grupo de tres "paquetes", un muchacho de 19 años, su hermano de 20 y su tío de 36 años, sus grandes paquetes me habían llenado de sensaciones que, a mis cuarenta y tantos años, nunca pensé conseguir. Le había quitado la virginidad a los dos hermanos, eso me había llenado de un vigor inusitado que me hizo vivir la aventura de tatuarme una linda flor en mi pubis, gracias a eso, el tatuador, mi tercer paquete, se convirtió en mi amante regular, además, me invitaba a una aventura diferente los fines de semana que yo tenía tiempo.
Sí, porque soy divorciada con dos hijos preadolescentes, mi vida durante la semana se va en trabajar y atender a sus necesidades, llevarlos al colegio, recogerlos del colegio, llevarlos al inglés, al tenis, a la natación, al futbol. En la semana era una mujer trabajadora y una maquina materna, los fines de semana, cuando mis hijos se iban con su padre, era una mujer dedicada a los placeres que me brindaba un sexo rico y variado.
Precisamente, ese fin de semana me esperaba una escapada a la playa con el XXL, debo admitir que estaba nerviosa a mi edad, con mis muchos kilos de más, exhibirme en traje de baño no me parecía muy atractivo, pero la expectativa de viajar en su gran moto y pasar un fin de semana solos, sin las interrupciones del Paquete Plus y sin la presión de que podía llegar el Paquete Nuevo en cualquier momento y, aun más importante, sin las miradas fisgonas de mi vecino, el papá de mis paquetes que, aunque me resultaba muy interesante, era incómodo. Sí, mi vecino era un mirón.
De hecho, mientras empacaba para el fin de semana, andaba desnuda por aquí y por allá recogiendo las cosas, desde que luzco un lindo tatuaje en mi pubis, cuando estoy sola en la casa siempre ando desnuda, me encanta liberar mis rollizas carnes y lucir el lindo arte corporal que me regaló mi primer paquete y que fue el comienzo de mi relación con XXL.
Claro, también había algo de exhibicionismo en mí, ya que mi vecino y yo llevábamos una extraña relación vecinal. Luego de nuestro primer intercambio voyerista, su fisgoneo era cada vez más descarado. Cerca de medianoche, percibí el humo de su habano aun con la ventana de mi habitación cerrada, decidí que era hora de fumar uno de mis cigarrillos mentolados y salí a mi balconcito, que daba justo al frente de la ventana de mi vecino, el papá de mis paquetes.
Esta vez dejó la luz de su cuarto encendida, para que yo pudiera verlo mejor, vestía una camisa de fiesta medio abierta y un pantalón negro donde se le notaba el paquete listo para la acción, pensé que esta sería una exhibición Premium, así que entré nuevamente a buscar mi lindo vibrador moradito, ya casi no lo usaba, pero como siempre, estaba listo para la acción. Mi vecino fisgón, tenía su habano en una mano y un vaso medio de lleno de algo que parecía whisky del otro, vació el vaso de un solo trago, se metió el puro a la boca y terminó de desabrocharse la camisa mientras me miraba fijamente.
Yo, encendí mi cigarrillo y la menta salió de él, le mostré mi vibrador al vecino y comencé a pasarlo por mis grandiosas y sensibles tetas, mientras miraba fijamente al mirón. Él se quitó parsimoniosamente su camisa, acarició sus tetillas e inhalo su habano. Yo mojé el vibrador con mi boca, apoyé mis gordas piernas abiertas en la baranda de mi balconcito y esperé. Él se abrió rápidamente el pantalón y dejó salir el paquete más grande de todos los paquetes de esa familia, un webo grande, rosado y duro que comenzó a pajear sólo para mí. Yo metí el vibrador en mi totona golosa y comenzamos a pajearnos en conjunto, él desde su ventana, yo desde mi balcón, disfrutando cada uno de la vista. Después de unos minutos nos corrimos en conjunto, pero separados, nos sonreímos y nos despedimos.
A la mañana siguiente, muy temprano, el ruido del motor de la Harley Davidson azul metalizado del Paquete XXL, me advirtió que había llegado, me sentía agitada y vibrante, iba a realizar uno de mis sueños, viajar en carretera sobre una gran moto chopper. Yo vestía unos jeans ajustados, botas y una chaqueta de cuero que me prestó XXL, pero debajo sólo llevaba mis grandes tetas gozonas dispuestas a salir en cualquier momento. Atendiendo a una solicitud de mi Paquete, tampoco llevaba pantys, me sentía rara, pero muy alborotada, al contrario que con los otros paquetes, con el XXL me sentía más joven y disfrutaba de esa sensación.
Mi paquete me esperaba sonriendo, como siempre, sentado sobre su gran Harley modelo 2000, muy bien conservada, tenía el manillar y el faro delantero elevados, un buen asiento, respaldo alto acolchado para mejor apoyo, amplias alforjas y doble tubo de escape, era realmente muy bella y yo iba a viajar en ella. Mi Paquete me recibió con un fogoso beso de lengua, me manoseó una nalga y me puso el casco, se subió a la moto y me indicó cómo hacerlo, me subí mientras el apoyaba sus pies firmemente en el asfalto, dándole estabilidad a la moto.
- Abrázate a mí y me aprietas duro. Me indicó.
Yo, obediente, seguí sus instrucciones. Arrancamos con el ruido propio de la motocicleta y poco después estábamos en la autopista. Era impresionante todo lo que sentía viajando en esa moto, me sentía libre en medio de la naturaleza, el viento, la lluvia, el sol... Y la vibración que continuamente recorría la parte baja de mi cuerpo, era una experiencia excitante en todo el sentido de la palabra. Salimos de la autopista para tomar una curvosa carretera que subía y subía por una empinada montaña, a nuestra derecha quedaba un cerro lleno de enormes árboles y frondosos helechos, a nuestra izquierda una espectacular vista de la costa, los colores del mar iban desde el azul profundo que se perdía en el horizonte hasta el verde esmeralda que se encontraba con la arena dorada. El cielo nos ofrecía un límpido azul tachonado con alguna nubecitas.
En poco tiempo llegamos a la cima, la parte más elevada de la carretera nos ofrecía una vista aun mejor que el primer tramo, porque ante nosotros se abría una hermosa bahía, con grandes olas, un poco más allá una montañita que daba a una pequeña ensenada donde desembocaba un río, el pueblo tenía apenas tres calles largas que estaban delimitadas por el río a un lado y sembradíos por el otro y seis calles perpendiculares. Al lado contrario del río había manglares y una lagunita que también desaguaba en la playa. En las faldas del cerro que estaba frente a nosotros, cerca de la ensenada, había algunas casas, XXL me indicó que en esa dirección quedaba su casa de fines de semana.
Seguimos la carretera y pocos metros después nos desviamos por un pequeño camino, atravesamos el espeso follaje hasta que llegamos a un claro del bosque tropical, estacionamos la moto a la orilla de un riachuelo, bordeado por grandes lajas de piedra y coronado con una cascada, era pequeña, no medía más de tres metros, pero el agua caía con fuerza, las gotas chispeaban hasta nosotros.
Nos bajamos de la Harley, XXL me quitó el casco liberando los rizos achocolatados de mi cabello, me miró y me dio un rico beso en la boca, mordiendo suavemente mis labios, eso me calentaba, le bajé el cierre a su chaqueta, él me ayudó a quitarme la mía, mis tetas salieron contentas y él las recibió con un beso para cada una, nos seguimos besando mientras yo le quitaba la chaqueta, cuando lo hice salieron los piercings de sus tetillas que se asomaban en su amplio pecho peludo, le chupé uno de los piercings y él me haló del cabello para seguir besándome, nos terminamos de desnudar.
- Vamos a lavarnos el aura. Me invitó sonriendo.
Para los seguidores de la Nueva Era, lavarse el aura significa bañarse en una cascada para limpiar las energías y revitalizarse, además de eso yo tenía otras cosas en mente. XXL estaba juguetón lo seguí alegre. El agua estaba fría, pero nosotros chapoteábamos como dos carajitos, agarrándonos y pellizcándonos las nalgas, mis tetas, mi totona, su webo que comenzaba a alzarse emocionado. Nadamos un poquito en el pocito de la cascada, era pequeño, pero profundo, hasta que llegamos al chorreron.
No era la primera vez que me metía en una cascada, pero era la primera vez que lo hacía desnuda y en tan buena compañía. Ya bajo el chorro de agua, el jugueteo dejó paso a las caricias y los pellizcos pasaron a ser besos apasionados, el agua nos golpeaba con fuerza, eso nos excitaba aun más. XXL me pegó a una laja de piedra que estaba justo debajo de la caída de agua, la acción del chorro había labrado un escalón en la roca, era el lugar ideal para posar mi gran culo. XXL me besaba, el agua caía sobre mis tetas masajeándolas con la presión de un hidrojet y el agua donde estábamos sumergidos hacía burbujas como un jacuzzi frío, lejos de enfriarme con el agua helada, estaba cada vez más caliente.
Me abrí de piernas, dándole la bienvenida a su verga grande, gruesa y muy dura que me penetró acompañada por una oleada de agua que anego mi totona, cada vez que me metía su verga el agua volvía a entrar presionando las paredes de mi vagina y haciendo burbujas en mi clítoris mientras yo observaba los pequeños arcoíris que formaba el sol al copular con el agua de la cascada. No terminé una, si no tres veces, me corrí escandalosamente, aprovechando el ruido que producía el agua al caer sobre las lajas y sobre nuestros cuerpos.
Después de "lavar nuestra aura" nos acostamos cansados sobre una de las lajas de piedra milenaria que bordeaba el pozo, para secarnos a la luz del sol. No sé cuánto tiempo dormimos, lo que sé es que nos despertaron las voces de gente bañándose en el pozo. Al abrir los ojos, me vi rodeada de cinco muchachos, no mayores de 16 años, bañándose completamente desnudos a nuestro alrededor, XXL los saludaba a todos por sus nombres o apodos, había vergas de todos los tamaños, pero todas eran morenitas, casi todos las tenían en reposo, con excepción de dos muchachos que tenían sus morenas vergas tiesas.
A uno lo pillé mirándome, el otro miraba a mi paquete, sonreí, ambos tocaban disimuladamente sus vergas largas y delgadas, eso me calentó, mis pezones se irguieron y mi totona se humedeció, me metí al agua y XXL me siguió, nos besábamos y nos acariciábamos bajo el agua, mientras los muchachos jugaban en el pozo mirándonos de tanto en tanto.
Cuando estuvimos listos para la acción, le indiqué a mi paquete que nos saliéramos y él me siguió con su webo bien duro, ya bien dispuesto para otra buena cogida, me abrazó desde atrás mientras caminábamos, me tocaba las tetas y la totona con las manos, mientras su verga tocaba con fuerza mi culo. Cuando llegamos a la moto me tumbé sobre el asiento, con mi cara hacia el pozo, dejando mi culo levantado a un lado y mis tetas hacia el otro, quería ver como se masturbaban los muchachos ¡Cógeme! Le ordené a mi paquete, quien me obedeció de inmediato, me abrió las piernas, ubicó su webo en mi raja bien mojada y me embistió de un solo golpe, haciéndome pegar un gritito, los muchachos se ubicaron sobre unas lajas de piedra para vernos y pajearse mejor.
Mi paquete estuvo unos instantes dentro de mi sin moverse, me agarraba fuertemente las nalgas mientras me hurgaba el culo con un dedo, eso me calentó muchísimo. Los muchachos detuvieron sus movimientos, también a la expectativa, así que decidí meterme uno de mis grandes pezones a mi boca, eso los enloqueció, ya el grupo entero de cinco muchachos se pajeaba en silencio observándonos. De repente, XXL reinició sus embestidas, mantenía sus manos aferradas a mis nalgas y un dedo metido en mi culo, él también podía ver a los muchachos, se estaba luciendo, me enloquecía que tuviéramos tanto público y que todos estuvieran masturbándose.
XXL, también excitado, sacaba y metía con fuerza, mientras jadeaba como un toro, clavaba su webo hasta el fondo de mi totona, sus bolas gorditas me golpeaban rítmicamente, no podía evitar gemir ante cada embestida, mi totona y mi culo eran penetrados con diferente intensidad pero, con igualdad de placer, con cada movimiento mis tetas pegaban con el frío cromado de los tubos de escape de la moto, los muchachos en las piedras nos miraban concentrados en sus propias vergas, después de un rato de esa deliciosa cogida acabamos los siete, nosotros dos y los cinco muchachos que se pajearon con nuestro espectáculo, claro, no al mismo tiempo, pero sí muy cercanos unos de otros.
Reiniciamos el viaje con el aura limpiecita y repletos del placer del buen sexo. Yo me había cambiado los jeans por una amplia falda blanca, pero seguía sin pantys, el movimiento de la moto me calentaba muchísimo, era una sensación nueva que me gustaba mucho, me dejé la chaqueta abierta para pegar mis tetas a las espaldas de XXL, que continuó el camino, sólo con un short y sus botas Dr. Marteen. Hasta ese momento había sido un viaje de intenso placer, lleno de gozo para todos mis sentidos, pasamos rápido por una de las dos calles del pueblo, era un pequeño pueblo que vivía de la explotación del coco de la playa, del cacao de las montañas, de la pesca y del turismo, en sus playas practicaban surf. La gente era sencilla, acogedora y muy tolerante con la sexualidad.
Las mujeres, desde niñas, vestían faldas muy cortas y tapaban sus senos con la parte de arriba de diminutos bikinis, así mismo las mujeres adultas, podían variar la vestimenta con shorts también muy cortos y pegados. Los hombres, desde niños usaban solamente un short de surfista o bermudas, casi todos los que vi, los dejaban caer hasta el comienzo de sus ingles, parecía que los shorts eran sostenidos por las vergas, que se dibujaban grandes a través de la tela que dejaba muy poco espacio para la imaginación. Algunas mujeres mayores usaban vestidos, pero todos los hombres sin excepción, sólo usaban short. Casi todos andaban descalzos, eran muy naturales y desinhibidos.
En cada rincón del pueblo se podía respirar sexo, en la forma en que se vestían, en la forma en que caminaban, en la forma en que hablaban, en la forma en que se tocaban, incluso, en la forma en que jugaban. Al comentarle eso a mi paquete, me respondió que eso era lo que le gustaba más del pueblo, que el sexo lejos de ser un tabú era algo normalmente aceptado y disfrutado.
- Espera a ver cómo bailan. Me dijo sonriendo pícaramente.
Así que no me sentí fuera de lugar con mis tetas desnudas pegadas a la espalda de mi paquete. Él saludaba a todo el mundo, a muchos por su nombre y ellos lo saludaban contentos y me sonreían abiertamente.
El final de la calle sombreada por cocoteros, nos llevó a una pequeña bahía rodeada por el mar verdoso de fuerte oleaje, el sol le arrancaba brillo a la espuma de las olas y a la tabla de los surfistas que las montaban, en la orilla había gente de todas las edades, inclusive otros motorizados, pero poquísimos carros. Muchas de las mujeres andaban en topless y alcancé a ver a uno de los motorizados desnudos. Todos saludaban a XXL al pasar. Pasamos una pequeña loma para tomar un camino de tierra que nos conduciría hacia su casa, me sugirió que me quitara la chaqueta, le obedecí inmediatamente, me encantaba la libertad que me rodeaba.
Anduvimos un poco más y llegamos al río tranquilo que desembocaba en una minúscula ensenada, con aguas aparentemente tranquilas, allí había algunas personas, se bañaban completamente desnudas. ¡Uy! Habíamos llegado al paraíso, tanta belleza natural y las personas sin ningún tipo de inhibiciones se despojaban de sus ropas. Los que nos vieron también nos saludaron. Pasamos el río, subimos una lomita y llegamos a la casa de mi paquete empotrada en la montaña.
Estacionó la moto, bajo un techo había dos cuatriciclos y una vieja y destartalada camioneta. Subimos una corta escalinata y lo primero que apareció ante nosotros fue una piscina cristalina de medianas proporciones, el tamaño de su ovalo correspondía a un tercio de una piscina olímpica, en vez de escalinata su borde tenían a los extremos dos suaves declives que se sumergían en las aguas color aguamarina, a un lado de la casa el río corría entre peñascos, allí había una churuata pequeña de donde colgaban tres chinchorros. Por último estaba la casa, la pared del frente era completamente de vidrio ligeramente ahumado, las puertas ventanas, los ventanales de la parte alta, permitían ver su interior y la hacían ver más amplia de lo que era en realidad.
En el corredor delantero de la casa, donde colgaban más chinchorros, nos recibió un viejo, el encargado de cuidarla, era un lugareño vecino del lugar, él, un hijo adolescente y su mujer mantenían la casa limpia y cuidada, XXL me abrazó por la cintura, me presentó como su mujer y le indicó que debían cumplir mis solicitudes. El viejo me miró brevemente las tetas y asintió, extrañamente no me sentía desnuda, tal vez porque el también tenía el torso descubierto. Entramos, me mostró la sala que tenía tres amplios sofás blancos. La cocina, separada de la sala por una mesa- bar, rodeada de ocho bancos altos. En la amplia estancia había cuatro ventiladores de techo que permitían que a brisa marina recirculara por la casa.
Ya solos, subimos, había dos habitaciones, grandes, aireadas y con una vista espectacular de la bahía, de la ensenada y de la desembocadura del río, su habitación y la habitación de huéspedes. Entramos a una habitación totalmente blanca, me tiré sobre la cama kign size, viendo la gente que se bañaba desnuda en la playa y él encendió el equipo de sonido con música de Dream Theater. Se quitó lo poco que tenía de ropa, pero se dejó las botas, permaneció unos momentos detrás de mí en silencio, hasta que me tomó los tobillos firmemente y me haló hacia él, me giró y la vista de su webo firme nuevamente me excitó, era una excitación nueva, me sentía libre, con una libertad que no había gozado hasta ese momento, anduve semidesnuda por la calle y nadie me miró prejuiciosamente, parecía que nadie juzgaba mis kilos.
Abrió mucho mis muslos, me levantó la falda y se metió bajo ella. Me besó el pubis, y comenzó a bajar besándome la raja en toda su extensión hasta llegar al huequito de mi culo, se detuvo allí, me abrió las piernas un poco más y comenzó a lamer mi culo, suavemente, sin apuro. Yo acariciaba mis pezones y lo dejaba hacer magia con su lengua, mi totona comenzó a mojarse, el tomaba jugo prestado de mi totona y lo pasaba por mi culo con un dedo, luego lo regaba con su lengua, siguió haciendo eso por unos minutos, hasta que mi culo comenzó a abrirse, entonces introdujo un dedo, mientras me chupaba la totona, luego dos, me enloquecían sus lamidas y las chupadas que le daba a mi clítoris, haciendo que mi pepa creciera más y más, me incorporé para ver que hacía, pero la falda no me lo permitió.
Fue allí cuando lo vi, era un muchacho entre catorce y quince años, estaba de pie en la entrada del cuarto, tenía la boca abierta, casi con baba en ella, el webo, negro y grueso se salió del short y él lo acariciaba con premura, cuando nuestras miradas se cruzaron palideció, pero no dejó de tocarse el webo. Eso me calentó más y lancé un jadeo, gracias a mi nueva libertad, no mencioné que el muchacho estaba allí, es más me calentaba muchísimo que estuviera allí. Cuando estaba al borde de la locura provocada por exceso de placer, XXL me dio la vuelta de nuevo, colocó mi culo al aire, lo levantó un poco, colocando dos almohadas debajo de mí y comenzó a penetrarme el culo.
Primero pasó su webo por mi raja que, más que mojada, estaba empapada, mis jugos mojaban la cama, su webo, todo alrededor, tomó prestado algo de esos jugos para meterlos en mi culo. Colocó su gruesa cabeza en la entrada y lo movió en pequeños círculos, cuando pasó el "anillo de seguridad", se dio cuenta de que teníamos compañía y me sacó el webo.
- ¡Epa Pedrito! Lo saludó como si estuviéramos tomando el sol en la piscina -¿Quieres ver cómo me cojo el culo de mi mujer?
Al parecer Pedrito asintió.
- Mami ¿Te importa que Pedrito nos vea gozar? Me preguntó a mí con morbo en la voz.
Me volteé, lo vi tembloroso de la excitación que sentía.
- Claro, pero yo quiero ver cómo goza él con nosotros. Asentí volteándome en su dirección.
Ya frente a Pedro, que permanecía en el umbral del cuarto con su webo entre las manos, XXL, continuó metiendo su rico webo en mi culo, lo empujó hondo y rápido arrancándome un grito mezcla de dolor y placer. Pedrito, le imprimía más velocidad a su paja y yo me regocijaba en el placer propio, en el placer de mi hombre y en el placer del muchacho que nos miraba y gozaba gracias a nosotros. XXL embestía sin piedad mi culo causándome un hondo dolor muy, muy placentero, me estrujaba las tetas y halaba mi cabello de cuando en cuando, de pronto, me pegó una nalgada. Me asustó, pero el cosquilleo en mi nalga gorda me encantó.
- Pégame en la otra nalga.
Enseguida obedeció, me pegó dos nalgadas en cada una. Pedrito al ver eso terminó a chorros en sus manos, y en el piso ¡Que lástima! Me hubiera gustado probar su leche joven, yo también acabé más atrás con gritos estentóreos que, estoy segura, se escucharon hasta la playa, después de nosotros, XXL terminó a chorros dentro de mi culo. Mi hombre el paquete XXL, definitivamente era el hombre que me hacía gozar mejor.