De arquitecta a puta barata, de Carla a Kyle M

Eres mi único objetivo en la vida, te deseo, no pararé hasta conseguirte, Carla.

David ya era residente de cuarto año, a punto de terminar la especialidad de Anestesiología y Reanimación, una especialidad muy dura por todo lo que conlleva a nivel profesional y social. Había sufrido bastante hasta llegar a su último año, pero había merecido la pena. Había conocido dos años antes a Carla, una arquitecta de su misma edad, 28 años, con quien se había casado un año antes. Carla era muy exigente con los hombres, y David cumplía todos y cada uno de los requisitos que demandaba la bella mujer: responsable, agradable, simpático, con buen futuro y romántico. Ella era una mujer preciosa. Alta, de pelo largo, hasta media espalda, castaño y ligeramente ondulado, con unos ojazos negros que hipnotizaban, una boca preciosa, unos pechos bien puestos, no exageradamente grandes, unas caderas perfectamente perfiladas, que desembocaban en un trasero bien cuidado, duro y sin muestras de envejecimiento. Sus piernas eran divinas, degadas, suaves, sin ningún punto débil. Ejercía de arquitecta desde ya hacía unos años, con una gran perspectiva de futuro, pues su bienhacer junto a su belleza física le abría muchas puertas, siempre desde la profesionalidad, pues los directores la escogían a ella antes que a un hombre con igual currículum.

A Carla le encantaba vestir elegante, con faldas o pantalones ajustados, botas o sandalias de tacón, tops escotados lo justo y chaquetas de primeras marcas. Adornaba sus pienas con unas medias semitransparentes, que lucían preciosas, junto a la maleta que transportaba sus dossieres.

Ese día David había entrado a la guardia, como residente de último año, es decir, casi como especialista, por lo que tenía casi total autonomía en los actos médicos, mientras que los adjuntos especialistas se iban a dormir o a ver la televisión, sólo apoyándole en las dudas que tuviera. Eran dos, Jorge y Manuel. El primero era joven, dos años mayor que David, y Manuel algo más mayor, rozando la cuarentena. Los dos conocía a Carla, de la boda y posteriores comidas juntos. La veían, como la mayoría de hombres, preciosa, perfecta, aunque muy inaccesible por su carácter, algo chulita y altiva, sabedora de su belleza y de su estatus social. De hecho, mandaba bastante más que David en casa, aunque en realidad era muy sensible y frágil.

Durante la guardia Jorge estuvo hablando con David de Carla:

-          ¿Qué tal el matrimonio? Bien ¿no?

-          Sí, perfecto tío, estoy flipando en colores jeje. – Respondió David.

-          Ya vees, vaya pivón que te has llevado no? Carla está para mojar pan y lo que no es pan tío jaja. ¡Y lo sabes! – Le picó Jorge en el brazo.

-          Sí… y que lo digas tío. Aunque es muy mandona eh, pero me pone tanto cuando me manda que lo hago todo como si fuera su perrito faldero jeje. Me tiene loco Jorge, te lo juro. – David se estaba abriendo a Jorge, con quien compartía gustos femeninos, y se sinceraba de vez en cuando respecto a los aspectos sexuales de su mujer, sobretodo cuando iba borracho, cosas que Jorge se guardaba para sus fantasías sexuales con la mujer de su residente, a quien deseaba follarse como fuera. Era su obsesión.

-          Pues pagaría lo que fuera por tirármela tío… ¿Cuánto pides? Jeje – Le soltó Jorge en tono bromista, aunque en el fondo deseaba que David le planteara una opción, por cara que fuera, para follársela.

-          Jaja estás loco tío. No está a la venta. Y sería carísima si lo estuviera, te lo aseguro… - Le dijo David, guiñándole un ojo, en tono de superioridad.

Esa respuesta estimuló la mente de Jorge, tan perverso cuando no consigue su objetivo por las buenas. A todo esto, Jorge era un chico bastante guapo, moreno, de ojos verdes claros, más alto que David y Carla en unos  centímetros, muy simpático con sus amigos, y muy desagradable con sus enemigos. Y David se estaba convirtiendo, sin él quererlo ni desearlo, en enemigo de Jorge. Era el principal obstáculo para tirarse a su mujer.

Rápidamente puso la primera piedra del que debía ser un plan perfecto. David estaba qn quirófano vigilando una cirugía, que todo fuera bien, cuando Jorge entró con él.

-          David – le dijo en voz baja- déjame tu móvil, que no me queda batería y tengo que llamar de manera urgente.

-          Sí, espera. – David sacó su móvil del bolsillo y se lo tendió amablemente. Se lo desbloqueó  y se lo dio en bandeja. No sabía que acababa de abrirle las puertas –y seguramente las piernas- de su mujer a su adjunto Jorge.

-          Gracias. Luego te lo devuelvo. Te debo una.

-          Nada tranquilo, para eso estamos. – Jorge sonrió en su interior… para eso estamos… para regalarme a tu mujer estás, capullo.

Jorge abandonó el quirófano y entró en la salita de estar. Estaba solo, así que desbloqueó el móvil de David y lo primero que hizo fue localizar el número de Carla. Cosa fácil. Se lo guardó en el suyo y prosiguió su búsqueda de fotos o vídeos de su objetivo, de esa preciosidad de mujer a la cual quería tirarse.

Encontró algunas fotos, normales, de pareja, pero nada erótico. Ni un solo vídeo había grabado el idiota de David de su mujercita comiéndosela o siendo follada. Primera cosa a arreglar. Entró en el Whatsapp y se comunicó con Carla, en nombre de David:

-          Hola cari – así la llamaba David.

-          Hola amor – respondió Carla a los pocos segundos.

-          Mira, mañana me tendré que quedar aquí por un trabajo pero vendrá Jorge, mi adjunto, a casa a instalar una cosa del ordenador ¿vale?. Le tendrás que abrir antes de irte al trabajo, ¿vale cariño?

-          ¿A instalar que? – preguntó sorprendida Carla, pues lo tenía todo controlado en casa.

-          Nada, es una sorpresa, ya te la enseñaré, no insistas jeje. Mañana se pasará un momento y me lo dejará listo, tranquila. No te preocupes, ya te contaré.

-          Vale bueno. Pero que venga temprano eh, que me tengo que ir pronto.

-          Vale ya se lo diré. Un beso amor.

-          Otro.

Volvió al quirófano, devolviéndole el móvil a David, no sin antes borrar la conversación que acababa de tener con su mujer, a la vez que le comunicaba la mala noticia:

-          Mañana te tendrás que quedar aquí por la mañana para recoger las complicaciones del último mes. Pasado mañana me las enseñas. – Y se fue, satisfecho de su mente privilegiada.

David se quedó ahí, pasmado ante la infortunio, la mala suerte. Pero qúe le iba a hacer, tenía que hacer lo que le mandaban. Era su último año, y era buen chico, así que lo acató, guardándose el móvil en el bolsillo.

Carla se había acostado pronto. Se había puesto una blusita semitransparente cortita, con un conjunto de lencería precioso debajo. Estaba como siempre, preciosa, perfectamente sexy. Así durmió y así despertó. Se apresuró en ducharse y lavarse los dientes, no sin antes haberse tomado un café con leche y unas tostadas exprés. Cuando empezó a vestirse sonó el timbre. Era Jorge, por supuesto. Vivían en un sexto piso, así que abrió mientras le daba tiempo a ponerse algo. Se quitó la toalla cogiendo rápidamente un tanga y un sujetador del primer cajón, poniéndoselo todo muy rápido, acostumbrada como estaba a vestir ese tipo de prendas. Luego, al oír que alguien entraba por la puerta, cogió la toalla y se la puso encima, tapándose los pechos hasta medio muslo.

-          Buenos días, ¿se puede? – preguntó Jorge asomándose al pasillo descaradamente.

-          Sí perdona, pasa.

Al ver ese monumento de mujer delante suyo, con sólo una toalla cubriéndole sus carnes, Jorge se empalmó enseguida. Se puso muy nervioso, a la vez que excitado. Deseaba follársela ahí mismo, pero se contuvo.

Carla se acercó a él, estiró el cuerpo para darle dos besos, a lo que él se detuvo unas milésimas para otearle el escote. Se fijó que llevaba sujetador, sin tirantes, pero su par de tetas se veían perfectamente. Carla se percató de esa miradita, normal por otra parte, pues recibir a un invitado con semejante atuendo es provocar. Simplemente.

-          ¿Vienes a ver el ordenador no?

-          Eso es Carla, llévame a él. – Le ordenó Jorge.

Carla se sentía cohibida, por su vestimenta, por su situación, pues caminaba delante y se sentía expuesta, y por dejar a Jorge solo en su casa, a sus anchas. Pero si era lo que quería David… bueno David también hacía fallos.

-          No le insistas a David que te lo explique eh, que es una sorpresa que te tiene preparada, sé buena con él Carlita. ¿Entendido? – Le inquirió Jorge, desde su posición más alta, acariciándole la barbilla.

-          Oye, menos toqueteos eh, que no soy una niña. ¿Y no sabes qué es la sorpresa? – Prguntó, tras el enfado, más tranquila, rogando.

-          ¿Dónde está el ordenador nena? Llévame, va, que no tengo toda la mañana. – Cambió de tema Jorge, dándole la espalda. Ahora Carla se sentía menospreciada, y esto a una señorita como ella, acostumbrada a mandar y ser observada resultaba una ofensa.

-          Oye tranquilito eh, que es mi casa, y te llevo si yo quiero vale? – Visto que Jorge no le hacía ni caso, seguí caminando en dirección a la habitación donde le dijo antes que estaba, se puso delante suyo y le gritó: ¡Y no me llames nena!

-          Vale Carla, lo siento, pero ahora llévame al ordenador ¿vale preciosa? – respondió tranquilo Jorge, apartándola suavemente del camino por el hombro.

-          Preciosa tampoco… ¿Pero qué te has creído que eres? No soy una de esas crías a las que te ligas cada finde eh. A mí me tratas con respeto, y más en mi propia casa, ¿vale?. Carla estaba visiblemente enfadada.

Jorge cerró los ojos, suspiró y los volvió a abrir. Entonces  Carla entendió que no tenía tiempo de discusiones y le llevó al ordenador, un portátil. Lo encendió y le dejó el escritorio abierto para él.

Los dos estuvieron callados unos 5 segundos, hasta que Jorge dijo en tono satisfecho: Precioso fondo de pantalla… Carlita. Y rió. El fondo de pantalla era ella posando en la playa, con un bikini negro, inmaculado, ajustado a su precioso cuerpo, con un top sin tirantes, que lucía unos pechos redonditos y apretaditos, y unas braguitas pequeñas, muy sexys, que tapaban lo justo y necesario, pero que dejaban a la vista mucha carne en esa zona tan atractiva de la mujer. Su vientre plano y sus preciosas piernas lucían al sol de manera espectacular, con el mar al fondo. Carla estaba estirada de lado, sonriente, mientras, seguramente David, le hacía la foto.

-          Es en la luna de miel… Fuimos a las Seychelles… - Dijo Carla, rojísima, ante la impasividad de Jorge, que seguía admirando esa imagen angelical en el fondo de pantalla. – Hizo algo de mal tiempo la verdad… pero nos lo pasamos bien… - Seguía Carla, pretendiendo en vano desviar la atención de su invitado de su figura.

-          Bueno, déjame dejarte lista la sorpresa de David ¿vale? No quiero que la veas. Ve a vestirte y a trabajar. En cuanto termine me voy.

-          Vale… no tardes. – respondió resignada e impotente la señorita impasible, la dama de hierro, ante esa actitud pasiva de su invitado.

Y se fue a su vestidor en silencio, mirando cómo Jorge se quedaba observando aquel fondo de pantalla babeando. Estaba incomodísima. Pero era una mujer fuerte y no le dio mayor importancia.

Jorge se frotó las manos ante el tesoro que tenía delante. Un ordenador lleno de fotos y vídeos de esa Diosa llamada Carla, que en poco tiempo estaría lista para ser follada. Sin perder tiempo, y mientras todavia la anfitriona estaba en la casa, abrió las carpetas de documentos y se dispuso a buscar material de interés, encontrando algunas carpetas de fotos comunes, en bikini y poca cosa más. Pero en algún lugar debían de estar. Estaba seguro. Tenía toda la mañana para encontrarlos.

De pronto entró Carla, la mujer de la casa. Iba elegantísima, y bastante apetecible… Lucía un top de escote palabra de honor, que mostraba las copas de sus pechos, con una faldita ajustada a su trasero, que le llegaba a medio muslo, con unas medias tansparentes. Unas botitas culminaban su figura esbelta. Llevaba la chaqueta en la mano.

Miró a Jorge, que la miraba pasmado. De arriba a abajo, de abajo a arriba.

-          Bueno Jorge, yo me voy ¿vale? Si necesitas cualquier cosa no dudes en llamarme. Te dejo mi número apuntado aquí… - Se acercó a la mesa para apuntárselo, mientras Jorge no dejaba de mirarle el escote, ya descaradamente, sin miedos. Era preciosa. No podía negarlo ni disimularlo. Carla sabía que la estaba devorando con la mirada, pero ya era costumbre. Uno más…

Aunque no quería engañarse. Jorge no era uno más. Era el jefe de su marido. Estaba en su casa, cotilleando en su ordenador a placer, con un fondo de escritorio suyo, muy sexy luciendo carne, como si fuera su ganado. Y no podía negarle nada. David, su marido, le había pemitido entrar. En todo caso, como mujer moderna, le encantaba que la mirasen y la adorasen, pues por mucha carrera de Arquitectura que tuviera y su enorme proyección, no dejaba de ser un florero a los ojos de muchos, y ella lo asumía con orgullo, aunque lo disimulaba perfectamente en su día a día.

Cuando alzó la mirada vio claramente cómo le estaba mirando los pechos, sin reparo, bajando en ese instante a sus piernas. Tardó en ver el papel en el que estaba apuntado el número de Carla, seguramente porque ya lo tenía en su agenda.

-          Aquí lo tienes Jorge. Me llamas para cualquier cosa… ¿vale? – Carla estaba encantada con la situación. Sabía que aquella situación le ponía. Creía dominar a ese hombre, el jefe, pero en el fondo había algo que no iba bien. Él hurgaba en su ordenador a placer, en su propio dormitorio, y se quedaría solo en casa, para poder hacer lo que quisiera con lo que quisiera. ¡Qué idiota había sido David! , pensó para sus adentros, pero ya estaba ahí.

-          ¿Quieres que me quede un rato por si necesitas ayuda? Lo digo para que no te quedes solo…

-          ¿Qué te crees que voy a hurgar en tu ropa interior muñeca? – preguntó con sorna Jorge, mirándole el escote sin pudor. – Ya me conozco todos tus tangas y sujetadores… bueno, casi – y bajó su mirada a la entrepierna de esa muñeca con descaro.

-          Oye idiota, a mi no me mires con esa chulería, que no soy una de esas crías del hospital a las que te tiras… que ya me lo ha contado David… - Y sonrió creyéndose haber ganado esa pequeña batalla dialéctica, triunfante, arreglándose el escote y la falda, y disponiéndose a retirarse, cuando notó que una mano la agarraba de la cintura, volviéndose, nerviosa. Jorge se estaba levantando de su asiento, ante una Carla, ahora sí, inmóvil, dominada, nerviosa, esa mujer hecha y derecha que aparentaba chulería y orgullo ante todo y todos, estaba hecha un flan ante ese hombre, que sólo con su mirada la hipnotizaba, con su cuerpo esbelto y fuerte la atemorizaba y con sus brazos la sometía.

-          Mira Carlita, no me vuelvas a insultar. Pídeme perdón.

-          V… Vale, perdóname Jorge, he sido una maleducada – respondió Carla como pudo, con una mezcla de miedo y excitación.

Esa reacción de Carla no se la esperaba Jorge, que reaccionó con enorme satisfacción. La tenía dominada, ahora sí que sí. Era suya. Ellos dos solos, en su dormitorio, sin su marido. Pasó una mano por su cintura, suavemente, mientras con la otra le quitaba la chaqueta de la mano y la dejaba en la silla. Acercó su cara a la de Carla, pasó por delante de sus labios, sin detenerse, aumentando la excitación de la bella mujer, hasta llegar a su oreja izquierda.

-          Mmmm, me encanta ese perfume muñeca… ¿sabías que una de las crías a las que me tiro en el trabajo lleva ese mismo perfume? – preguntó, fijando sus ojos en los de ella – pero es una guarra de cuidado, no tiene esa elegancia que sólo tienes tu, ni ese cuerpo, con ese par de tetas preciosas, esos ojos, esa boquita, ese pelo, esa piel –iba acariciándole los brazos con la otra mano, mientras que con la mano de la cintura se movía por el lateral de su culo y su muslo – ese trasero de oficinista sexy, aparentando ser buena chica, pero deseando que le peguen una buena follada… responde nena… ¿tengo razón o no?

La mano ya invadía toda la superficie de ese culito pequeño y respingón de Carla, mientras con la otra le acariciaba la mejilla. Bajó esa mano a su cintura, agarrándola fuerte hacia sí, haciéndola suya, esa muñeca barbie ya era suya, le pertenecía. Carla le miraba nerviosa, sin saber qué hacer. Siempre había dominado a los hombres, pero Jorge la tenía sometida, bajo su hechizo.  Hasta que sonó el móvil. Era de su trabajo.

Carla tardó en percatarse de ello, de lo nerviosa que estaba, hasta que dijo con voz temblorosa y bajita, casi susurrando a Jorge:

-          Déjame cogerlo por favor que me están llamando…

-          Cógelo tranquila muñeca – le concedió Jorge, sabiéndose vencedor absoluto de la situación. Mantuvo una mano en el culo de Carla mientras ella se daba la vuelta para mirar quién era. Respondió sin moverse de su sitio, bajo el poder de Jorge, dándole la espalda, notando una mano en su culo, subiendo y bajando, sin pudor, luego otra, acariciándole las piernas, subiendo levemente, para volver a palpar esas nalgas por fuera de la falda. Eran movimientos rítimicos y suaves, hasta que notó que Jorge se pegaba a ella por detrás, rozándola con su pene en el culo. Apretó. Ella tartamudeaba mientras hablaba, pero seguía inmóvil. Era su florero, su muñeca, no tenía ganas de defraudarle. Le ponían mucho los hombres dominantes, creídos, y Jorge era uno de ellos. David, en cambio, era más blando, sumiso, afable, respetuoso, lo que antes era un hombre ideal.

Carla acabó de hablar y colgó. Miró a Jorge desde su altura, hacia arriba, a escasos cm de su barbilla.

-          Era del trabajo… me tengo que ir Jorge. Vamos a dejar de hacer el tonto. Te he dejado que me tocases un poco el culo para que supieras cómo es una mujer de verdad, y no esas niñatas… - dijo Carla recomponiéndose aparentemente – olvidémonos de esto que ha pasado ¿vale Jorge?

-          No Carla, creo que no me entiendes. A partir de hoy mi único objetivo en la vida será conquistarte. Te quiero para mí. Eres mi deseo desde que te conocí como novia de David. Mira. – Y sacó su móvil, enseñándole fotos de Carla en diferentes situaciones, hechas a escondidas, pero bastante bien cogidas. Todas vestida. Pero en todas muy sexy- Eres preciosa nena… -le dijo mientras la miraba fijamente, acercando sus labios a los de ella.

-          Me halagas Jorge, de verdad. Eres guapo, atractivo, buena persona, con futuro, pero sabes que estoy casada ¿no? Y con tu residente. Estamos enamorados, no puede ser. Entiéndelo Jorge.

-          Eso es, tu marido es mi residente. ¿No crees que te mereces algo mejor que eso? Yo soy lo que te mereces. Vas a vivir muy bien a mi lado, te lo aseguro. Te traeré una asistenta cuando vivamos juntos, así no tendrás que trabajar tanto. Dedicarás a tu trabajo pocas horas al día. Yo te mantendré muñeca. No quiero que trabajes tanto. Al fin y al cabo eres sólo una mujer, no puedes estropear tu belleza por trabajar. Tienes que mantenerte guapa. En mi casa vivirás mejor. Divórciate y cásate conmigo. Te deseo Carla.

Carla estava congelada. No sabía qué decir. Creía que Jorge sólo venía a instalar no sé qué, pero ¡se quería casar con ella! Quería que se divorciase de David… No se lo podía creer. ¡Qué guapo era!¡Y cómo la conquistaba con su carácter dominante! Y tenía poder.

-          Shht, no digas nada muñeca. – Y juntó sus labios con los de esa muñeca de porcelana.

-          Para Jorge… - Consiguió decir Carla, entre la excitación y la cordura.

Pero un  nuevo beso la hizo callar de nuevo, esta vez más profundo y sensual. Una mano de Jorge fue a parar a su cintura, fuerte y decidida, para apretarla hacia él, sin dejarle escapatoria. Carla correspondió con su lengua, de manera inconsciente, durante unos segundos. Tenía los ojos cerrados, disfrutaba de ese hombre… ¡Pero no podía ser!

Entonces se apartó de golpe. Jorge la mantenía en su poder, pero ya no se estaban besando.

-          Jorge… para. No podemos hacer esto. David es tu residente. Estoy casada…

-          Desnúdate.

-          ¿Cómo? – preguntó Carla estupefacta ante esa orden de Jorge.

-          Que te desnudes. Sólo quiero verte bien. Y te dejaré marchar, te doy mi palabra.

Carla no se lo creía. Llegaba tarde al trabajo, pero si no se desnudaba para Jorge no la dejaría ir… Y estaba excitada. No se lo pensó dos veces.

-          Vale. Pero me dejas ir luego ¿vale?

-          Pon música de baile. Quiero que bailes para mí. Venga nena.

-          Voy.

Sonó una música muy sensual. Carla sabía lo que hacía. Parecía una puta de lujo… Hasta que Jorge sacó su móvil y se pudo a grabar el show.

-          ¡Qué haces! – Se quejó Carla.

-          Grabar, ¡venga baila joder!

Carla estaba indecisa, pero ya no era la arquitecta González, era una mujer florero… así que definitivamente siguió bailando para Jorge.

Se acariciaba el cuerpo, los pechos, la cintura y la cadera, sensualmente, mientras era grabada por Jorge. Se fue quitando el top, quedándose en sujetador.¡Por fin veía esas peras Jorge! Aunque quedaba por verla desnuda. Siguió por la falda y las medias, tirádnole la ropa que se iba quitando a donde estaba Jorge. Se sentía cada vez más cómoda. Sentía la necesidad de complacerlo. Ya no era ella. Era una simple cría de las que se tiraba Jorge en el trabajo.

Se quitó la falda tan sensualmente que Jorge sintió la urgencia de tocar esas nalgas adornadas por un tanguita precioso, blanco.

-          Acércate nena.

Carla ya no habló más, ni se quejó por nada. Era una showgirl. Se acercó a Jorge, que estaba sentado, grabandola, sonriendo.

-          Date la vuelta.

Obedeció sin más. Notó la mano de Jorge agredirla, violarla, sobeteos, cachetes, azotes.

-          Quítate el tanga.

Y ahí tenía el tan ansiado culo de Carla, desnudo. Cogió el tanga de la mano de la bella mujer, lo olió y se lo guardó en el bolsillo del pantalón. Le dio más azotes, fuertes, muy fuertes, sentía placer azotándola, y ella también. Seguía quieta, como una ovejita obediente, una perrita, una zorrita, una putita, una buena puta. Jorge la había convertido. Y ella lo sabía. Empezó a acariciarle el coño, dulcemente, hasta excitarla del todo. Ella cerró los ojos y se entregó del todo. No podía más.

-          ¡Sigue bailando y muéstrame las tetas puta! –Ordenó de mala manera Jorge, sabedor que ya la poseía. Ella se defraudó porque había dejado de tocarle el coño, pero tenía que obedecer. No existía el trabajo. No existía David. Sólo existía Jorge.

Muy sensualmente se quitó el sujetador, luciendo su par de tetas, sus melones, sus peras, no le quedaban secretos por guardar. Jorge acababa de conocer las partes mejor guardadas de Carla. ¡Qué tetazas!

-          Ven putita, dame esas tetas.

Carla obedeció al instante, guiada por su hombre, se sentó en sus muslos, dándole la espalda a Jorge, para dejarle manosear sus tetas a placer, mientras él seguía grabando con el móbil.

-          Toma, graba tú nena – le ordenó Jorge, para acabar de humillar a una Carla irreconocible, degradada al nivel de esclava sexual, obediente en todo lo que le ordenaba su hombre, sumisa y emputecida en su propio dormitorio.

Carla cogió el móvil, lo sostuvo como para hacerse un selfie, mientras grababa la escena, con una mezcla de excitación e inutilidad. Se sentia como lo que era: un objeto. Mientrastanto, Jorge no perdió ni un segundo en manosearle las preciosas tetazas, amasándolas con ambas manos con fuerzas, pellizcando los pezones rudamente. Por la excitación, puso su cabeza en su hombro, mordiéndoselo, marcándola como a una ovejita suelta de un rebaño cualquiera. Carla no se quejaba, estaba perdida en su nuevo papel de objeto, muy preciado, pero objeto al fin y al cabo.

Ninguno de los dos sabría decir el tiempo que Jorge le estuvo violando las tetas bestialmente, pero Carla sostuvo la cámara de manera increíblemente bien, siempre enfocando a ambos y al sobeteo en sus tetas.

Cada dedo que recorría su piel, cada pellizco, cada azote, cada mordisco, cada palabra denigrante ayudaba a su conversión en puta, en utensilio sexual, aceleraba el olvido de su vida pasada, la de esa genial arquitecta con una enorme proyección, reputada en su despacho, casada felizmente con un médico del montón. Cada recuerdo, cada momento de su anterior vida iba difuminándose entre los dedos de Jorge, entre su movimientos, sus pellizcos y sus azotes, entre sus palabras e insultos. Nada quedaba de aquella Carla orgullosa, con personalidad de hierro, aquella mujer dominante, mandona. Todo había sido un espejismo. Ahora se había convertido en una vulgar puta, podía llamarse Alexandra o Vanessa, pasar por rumana o ucraniana.

Empezó a gemir del placer, provocando que el móvil fuera desenfocando la escena, hasta que su brazo se derrumbó por el cansancio.

-          ¡Coge el puto móvil y graba zorra asquerosa! – Gritó enfadado Jorge. Carla pegó un repingo de repente por el susto y levantó de nuevo el móvil enfocando su violación.

Pasaron varios minutos más, hasta que Jorge pasó al siguiente nivel de emputecimiento de Carla. Dejó de manosearla y le ordenó:

-          Dame el móvil puta. – Carla, por supuesto, obedeció.

-          Levanta, vamos. – Ya la tenia levantada delante suyo, desnuda, y le pego dos cachetes en el coño. Carla, esta vez sí, hizo un gesto de dolor, pero se quedó quietecita. Se había covnertido rápidamente, sin quererlo ni ella ni el propio Jorge, que sólo quería echarle cuatro polvos y casarse con ella. Pero visto lo visto, podía ser que se repensase la idea de qué hacer con semejante tesoro en el futuro…

-          Ponte a cuatro patas, apoyándote en la cama, venga muñeca. – Una vez en la postura ordenada, Jorge le dio otros tantos azotes, ante la inmovilidad de la muñeca. Ni una sola queja. Se bajó los pantalones. La tenía tiesa. Muy tiesa. Lista para actuar. Enfocó al ano de Carla. La agarró de su pelo recién lavado, le giró un poco la cabeza y se le acercó.

-          ¿Lo tienes virgen verdad cariño? – La había llamado cariño… Se enterneció la chica, y respondió con sinceridad, creyendo que volvían a ser iguales mujer y hombre.

-          Sí. Nadie me lo ha follado nunca. Pero no me lo folles ¿vale? Es que quiero que me lo estrene mi marido… - Hacía más de una hora que Carla no decía nada congruente con su nivel intelectual, pero Jorge se encargó rápiamente de devolverla a su estado natural.

-          Haré contigo lo que quiera ¿vale cariño? – Jorge la iba grabando- ¿No te importa no? ¿Sabes lo que eres?

-          Pero no me lo folles… por favor… ¿Qué soy? – preguntó la recién estrenada putita, pues en su ámbito nunca había conocido la sumisión.

-          Eres mi puta, Carla. ¿Lo entiendes? Me perteneces – Le dijo al oído Jorge, para que se enterase de lo que era.

-          No quiero ser puta, Jorge. Déjame ir por favor. – Suplicó Carla, con voz entrecortada del cansancio. No podía hacer nada más. Estaba sometida.

-          Si te portas bien te dejaré ir, ¿vale Carlita?

-          Vale.

-          ¿Vale qué, nena?

-          Que me voy a portar bien contigo –Lo mejor de todo era que esas frases salían de la propia Carla, no tenía que guiarle Jorge.

-          Perfecto, buena nena. Vas a ser una buena puta ¿a que sí muñeca?

-          Sí, voy a ser una buena puta, me voy a portar muy bien.

Jorge estaba que no se lo creía. No hacía falta decirle nada. Tenía madera la muy guarra. Estaba tan excitado que no esperó más para estrenarla. La agarró fuerte del pelo, encurvándola lo máximo, y atacó.

-          AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHH –gritó desesperada la dulce mujer- PARA PARA PARA PARAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA, POR FAVOOOOOOOORRRR JORGEEEEEEEEEEEEEE

Jorge la agarró fuerte para que no se le fuera, mientras bombeaba lo máximo adentro del ano de esa preciosidad. Hilitos de sangre salían de ese orificio, señal que se lo estaba petando, literalmente. La metía, la mantenía unos segundos, durante los cuales la chica respiraba, y la sacaba parcialmente, para volverla a perforar. Entonces volvía a gritar la puta. Grababa la escena sin parar ni un segundo, hasta que alguien le llamó al móvil. Mantuvo el pene dentro de su culo y respondió.

-          ¿Sí?

-          ¡Qué pasa Jorge!, soy David. Bueno sólo era para decirte que he tenido unos problemas con la recopilación de los datos. Si quieres podemos quedar para exlpicárseto, cuando quieras.

-          Vale, ahora le estoy dando por culo a tu mujer jajaja, es broma tío, tengo aquí a una puta barata desfogándome. Esta tarde si quieres en tu casa quedamos y me dejas follármela de verdad jejeje.

-          Jaja ¡estás obsesionado con mi mujer tío! Cásate ya anda y la dejas en paz jeje. Vale pues ¿quedamos a las seis?

-          A una hora en que esté tu mujer eh que la quiero empalar ya.

-          A las seis está jaja. Venga anda,¡y deja de hacerte pajas a su salud pervertido!

Carla no podía decir nada. Tenía un puñal en la espalda que la partía en dos. Lo había oído todo, pero sabía que era una puta barata. Había descansado durante toda la conversación, pero sabía que Jorge acabaría con ella enseguida.

-          Venga puta, acabemos ya con esto, que lo estaba soñando desde hacía años. – Y se la empaló de nuevo.

-          ¡¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHH DIOSSSSSSSS QUÉ DAÑOOOOOOOOOO!!!!

-          ¡Grita puta! Jajajaja – Jorge estaba que se salía, aumentó el ritmo, para que la chica no se acostumbrara y dejase de dolerle. Notaba que se iba a correr. Siguió follándosela, ahora con más fuerza. A Carla le dolía ya más la cabeza de los tirones de pelo que le daba Jorge que el culo. Algunas lágrimas empezaban a caer por su mejilla. Hasta que llegó el ‘baño María’. Semen. Mucho semen inundaba su ano por dentro. La quemaba. Ella lloraba desconsolada. La habían humillado. Ahora sí que sí. Era una puta barata.

Jorge acabó de vaciarse dentro de Carla, dejándola tirada en la cama. Se acercó con el móvil en la mano y le preguntó:

-          ¿Qué eres Carla?

-          Soy tu puta Jorge.

Por fin había llegado el tan esperado momento. Eran las 10:50 de la mañana. Cuando David tenía que estar durmiendo en casa, descansando de la guardia, Jorge haciendo lo propio en la suya, y Carla trabajando en su bufete de Arquitectura, el primero estaba aún en el hospital, el segundo le acababa de dar por culo a la mujer del primero y la acababa de convertir en su puta. La tercera… simplemente acababa dearruinar su vida.

-          Eso es Carlita… eres preciosa. Vas a ser muy buena, ya lo verás. Límpiamela anda, que me tengo que ir.

Acercó su polla llena de restos de sangre y de heces, mezclados con semen, a la boquita de su nueva puta, entreabierta, metiéndola lentamente, sin resistencia alguna. Se detuvo cuando notó la campanilla de la mujer, dejando que ésta trabajase con su lengua, dejándola limpia de todo rastro de la follada. Le miró a los ojos, y a la cámara, esbozando una sonrisa pícara, como quien sabe que está haciendo bien su trabajo y a la vez dándole satisfacción a su jefe.

Cuando Carla acabó de limpiarle la polla a Jorge, éste se fue increíblemente contento al baño. Se duchó rápido y volvió. Carla yacía en la cama, en la misma postura en que la dejó, con el ano dejando caer hilitos de sangre, con las rodillas apoyadas en el suelo, con las tetas chafadas contra el colchón, y una carita preciosa. Dormía. Seguramente del cansancio. Y del placer.

Ya eran las seis de la tarde. Jorge ya había comido en casa, había repasado miles de veces el vídeo de la mañana follándose a la preciosa Carla y había pensado en lo que hacer a partir de entonces. Haberse follado a esa hermosura de mujer suponía un antes y un después en su vida, y seguramente en la de ella.

David le abrió la puerta. Al ver su cara, le entró una risa interna difícil de parar. ‘ Te voy a robar a tu mujer en tus narices como no espabiles, chaval’ pensó.

-          ¡Hombre Jorge!

-          Ey,¿qué tal todo?

-          Bien aquí, en casita, con mi mujer jeje.

-          ¡Qué suerte tienes chaval! Debe de ser un placer follársela por el culo ¿no tío? – preguntó Jorge, para ver la respuesta de David.

-          Uf pues todavía no lo he probado, pero ya habrá tiempo jeje.

-          Corre que el tiempo se acaba chaval. Como la coja por banda la empalo y no la suelto eh jaja. – Le dio una palmada en la espalda y entraron juntos al salón. Ahí les esperaba la mujer de David, la puta de Jorge, Carla. Estaba preciosa. Llevaba un vestido corto de tirantes, con leve escote, que dejaba apreciar sus tetazas, llegaba a medio muslo, dejaba ver más carne que la falda de esa mañana. Su melena lucía espectacular. Su mirada era diferente, poco a poco la personalidad sumisa iría abriéndose hueco hasta ser la suya propia. No fijaba tanto la mirada como antes. A Jorge lo miraba con sumisión, a David con desprecio. A todo esto, permanecía de pie.

-          Siéntate a mi lado Carlita – dijo David, para lucir mujer ante ese devoramujeres que era Jorge.

-          No quiero cariño, no tengo ganas. – Jorge la miró, sonrió, sabiendo que no podría sentarse en varios días por la follada que le había propinado. Estaba orgulloso de su actitud. Ni una sospecha, ni un mal gesto, había aceptado su nuevo rol, el que nunca debía haber despreciado, era el que marcaría su vida de ahora en adelante.

-          ¿No le habrás dado por culo no cabroncete? – le preguntó con sorna Jorge a David, delante suyo.

-          Jeje tío, que está aquí, te puede matar jaja. No la conoces tú bien.

-          El que no la conoce eres tú tío. A las mujeres hay que darles por culo todos los días tío. No tienes ni idea de cómo tratarlas. Si no, cuando quieras follártela por ahí le va a doler horrores. Y cuando te quiera poner los cuernos y se la quieran empalar por ahí les va a costar jajaja. Haz el favor a los demás jajaja.

Jorge miró a Carla, que permanecía impasible, roja, como una sirvienta esperando nuevas órdenes. David estaba flipando.¿Cómo se atrevía a decirle esto de su mujer? ¡Y delante de ella! ¿Y por qué no reaccionaba como antes ella? Empezaba a sospechar algo, pero no sabía qué. ¿Sería verdad que Jorge se la estaba beneficiando cuando lo llamó? Esto explicaría esa actitud impasible de Carla, la dominante de la casa, ante sus comentarios.

Acabaron la reunión informal, entre risas y miraditas a la mujer de David, comentarios obscenos hacia ella y peticiones de préstamo de la susodicha a Jorge. Cuando éste se fue, David se acercó a Carla y le preguntó cariñosamente:

-          ¿Cariño te pasa algo? Estás muy rara.

-          No David, es que tengo un cacao mental que no me quito de la cabeza. El trabajo… ya sabes. Tranquilo ¿vale? – Y le plantó un beso en la boca.

-          Vale preciosa, cualquier cosa sabes que me la puedes contar eh.

-          Sí amor.

Carla recibió un whatsapp poco después. Era de Jorge.

‘ Cada cuarto de hora quiero que me digas lo que eres Carla. Que no se te olvide’

A partir de entonces Carla estuvo más pendiente del reloj que de otra cosa. Cada cuarto de hora le enviaba un mensaje que decía: Soy tu puta Jorge.

Había aprendido bien la lección. Era obediente, sumisa, sabía y aceptaba su rol y, lo más importante, de su boca no salía ni una sola queja.

A las nueve de la noche recibió un nuevo Whatsapp mientras estaba viendo un partido de Champions con David. Habían estado hablando más amenamente, acercándose a su relación habitual, pero ese nuevo Whatsapp le recordó en lo que inevitablemente se estaba covirtiendo: una simple puta barata.

-          Ve al baño y escribe lo que eres en tus tetas. Hazte una foto y mándamela. Vamos. Este será tu contrato conmigo. Aceptas ser mi puta el tiempo que yo lo decida. No te quejarás en ningún momento. Siempre obedecerás. Mis órdenes prevalecerán sobre las de cualquier otro hombre. Tu mente y tu cuerpo me pertenecerán.

-          Ahora ve y háztela putita-

Carla estaba cegada por la excitación, pues el hecho de no haberse corrido en todo el día y tras la excitación recibida esa mañana, la hacía guiarse sólo por sus instintos más básicos, los de cualquier mujer descerebrada. Sentía la necesidad de que alguien decidiera por ella, algún hombre que la guiase por la vida, y ese hombre era Jorge.

Claro que se iba a hacer la foto. Su cerebro así se lo decía, y su coño y su culo aún más. Las hormonas mandaban en ella. Así que se levantó con dificultad y se fue al baño, como si fuera un robot controlado por una tercera persona.

-          ¿Dónde vas preciosa? – preguntó David.

-          Al baño… - respondió sin ganas.

Una vez dentro se apresuró a desnudarse por completo. Quería hacerlo lo mejor posible. Cogió el pintalabios rojo y se escribió encima de las tetas y el escote: SOY TU PUTA, para continuar en su estómago: JORGE. Cogió el móvil y se hizo varias fotos, le mandó lsa dos en las que mejor salía, de cuerpo entero, por supuesto, pues le pertenecía a él.

-          Eso es, buena nena. De ahora en adelante eres mía. Me perteneces. Ya no hay marcha atrás ¿lo sabes putita?

-          Sí.

-          Eso es, me gustas mucho. Buena puta.Tu nombre de trabajo va a ser Kyle M. M de morena, porque hay muchas Kyles putas como tú. Ahora vístete sexy para mí, tú eliges la ropa con la que quieres impresionarme, y ven a mi casa. Vas a dormir conmigo. Te quiero aquí a menos cuarto. Corre zorra.

-          Voy mi amo.

Salió del baño y rápidamente se fue al vestidor. Escogió una minifalda cortísima, que apenas tapaba el culo, y un top ceñido a más no poder. Sabía que durante el camino le costaría respirar, pero Jorge vivía a diez minutos andando, así que merecía la pena satisfacerle. Escogió el tanga que se pondría, lo dejó todo apartado y fue el salón.

-          Cariño, voy a salir con mi prima Ángela que está muy deprimida. Así me desahogo un poco vale? Y la ayudo a ella a desahogarse…  No tardaré ¿vale?

-          ¿Ahora? Joder con tu prima, ¡si hace años que no la ves! ¿Qué le ha pasado?

-          Ha roto con su novio y esta fatal.

-          ¿Bueno pero entre semana quiere salir? Mañana estarás destrozada cariño, mejor no vayas.

-          A ver David, me apetece salir. Voy a salir. Así que sé un buen chico y vete a dormir temprano que mañana madrugas ¿vale? No te preocupes por mí. ¿Lo vas a hacer?

-          Vale preciosa – A David su mujer le convencía muy fácilmente, era blandengue y obediente.

-          Y no me llames, no quiero que se piensen que eres un plasta ¿entendido?

-          Vale.

-          Ahora repíteme lo que vas y lo que no vas a hacer – ordenó Carla

-          Voy a ir a dormir temprano y no te voy a llamar… ¿Así?

-          Exacto, buen chico. – Se le acercó y le dio un beso en la mejilla.

Ya tenía camino libre para ir a dar placer a su nuevo amo esa misma noche. Así que volvió al vestidor y se puso la minifalda, el tanguita y el top sin sujetador. Se excitó cuando vio entre el escote del top las letras pintadas en rojo U PU (de SOY TU PUTA), se puso unas botas altas, cogió el bolso y se fue, decidida a dar placer a su nuevo hombre.

Realmente aparentaba ser una putita barata, muy barata, no parecía tener los estudios y la carrera que tenía, pues es lo que tiene la excitación permanente, que cambia la mente radicalmente, la hace más sumisa, más superficial, más hormonal. A las mujeres las convierte en putas baratas y a los hombres, en pervertidos.

La calle a esa hora estaba bastante concurrida, y más en su zona, en la parte media alta de la ciudad. Algunos vecinos y conocidos la vieron, la saludaron asustados  por su nuevo look:

  • Buenas noches señora González.

-Buenas noches Carla.

Pero ella era una nueva persona. Una simple puta. Miraba al frente sin saludar a nadie. Le pertenecía. Sólo tenía que calentarle a él, a nadie más. Con sus andares de mujer pública, meneando el culo al ritmo de sus pasos, llamaba la atención de todos. Estaba renovada. Hasta que llegó a casa de su amo.

-          Pasa putita.

-          Vas preciosa nena…  Vas a ser muy buena, ya verás – le dijo mientras le sobaba los pechos. Le miró las piernas y bajó una mano. Le subió la minifalda y vio ese tanga azul, muy sofisticado.

-          ¿Qué has hecho con David? – preguntó sonriente Jorge.

-          Nada jeje, le he ordenado que vaya a dormir y que no me moleste en toda la noche – y le guiñó un ojo, satisfecha por haber sido una buena puta.

-          Jajaja esa es mi puta. Mi Kyle… Pasa por la cocina y tráeme la bebida que mejor creas que me sentirá. Te espero en el sofá viendo el partido guarra.

Le dio un azote en el culo y desapareció. Ella buscó la cocina hasta que la encontró. Abrió un armario lleno de bebidas alcohólicas, hasta que dio con una de vodka de marca. Pensó que la ocasión lo merecía. Lo preparó como sabía y se lo llevó.

-          Buena chica. Sabes lo que me gusta… Ven aquí y dame placer nena. Que no hay nada mejor que ver un partido con una chica chupándotela jeje.

Kyle M se arrodilló en el suelo, dejando ver su culo en todo su esplendor, adornado por ese tanga, y su escote con el mensaje delatador. Le miró, sonrió, aunque él estaba mirando el partido, cosa que no le gustó, así que se le ocurrió proponerle una cosa:

-          ¿Quieres que me grabe con el móvil mientras te la chupo amo?

A Jorge se le iban a salir los ojos de su órbita cuando oyó eso. No se lo podía creer. Y todo salía de su boquita, por iniciativa propia.

-          Buena idea putita mía. Adelante. Pero graba bien eh, que las mujeres sois muy torpes con eso de la tecnología jaja. Y ahora calla que estoy viendo el partido.

Carla estaba contenta por haberle propuesto esa idea tan buena. Sacó su móvil del bolso y se pudo a grabar.

-          Eh eh, grabas con el mío zorra. No quiero líos de vídeos, todos en el mío. Busca el mío anda, y ¡corre coño! –Jorge le ordenaba como a una perra, pero le encantaba que fuera a buscar su móvil sin tan siquiera saber donde podía estar. Pero ella salió pitando a buscar, con el culito al aire y las tetas botando.

-          ¡Busca va, busca perrita! Se regodeaba mientrastanto Jorge de la situación, estimulándose la polla él mismo para no perder tono.

Kyle M buscaba desesperada por toda la casa, sin éxito, hasta que volvió a su amo y le dijo resignada:

-          No lo encuentro amo… Dame ni que sea una pista, por favor.

-          Ven que te voy a dar dos cachetes en el culo zorra.

Kyle M se acercó a su nuevo amo, dándose la vuelta. Jorge le bajó la falda y ell se la quitó por los pies. PLAS! PLAS!

-          Lo tengo en mi bolsillo puta jaja. Va, cógelo y sigue chupando anda. Que contento me tienes…

La puta obedeció sin rechistar. De nuevo de rodillas, le sacó la polla de su escondite bajándole los pantalones hasta los pies, y los boxers con la boca, ayudándose de las manos.

-          Eso es, eres buena puta, muy buena… - la acariciaba del pelo, cariñosamente.

Le chupó lentamente la puntita, mirándole a los ojos, mientras jugaba con sus huevos y se grababa. Sonreía mucho. Se la fue metiendo poco a poco, para no volvérsela a sacar más. Se la clavava a sí misma, ahogándose con ella, sintiendo cada vez más placer viendo la cara de su amo. La sacaba un poco para respirar 2 segundo pero volvia rápido a metérsela dentro, hasta el fondo.

Más de 20 minutos estuvo jugueteando con su polla, chupándola por fuera, por el tronco, por los huevos, intentando que su amo se corriera. Pero nada. Él la miraba satisfecho, veía que no cedía, quería su leche, quería hacer bien su trabajo, no pararía hasta no dejarle satisfecho. Iba a ganar mucho dinero con ese pedazo de puta, vaya que sí.

Entonces Jorge se levantó, le sacó la polla de la boca y le dijo:

-          Apóyate en la pared zorra. Como esta mañana. Voy a volver a follarte el culo, que lo tienes muy cerrado. Tienes que estar lista para tus clientes.

-          Mmm – no sabía qué decir, Kyle M, pero obedeció rápidamente. No le gustaba la idea, pero era una puta, tenía que obedecer. Además, ¿qué coño era una puta con el culo cerrado? Nada.

-          Coge una almohada y muérdela puillta de mercadillo.

Kyle M se la puso en la boca, preparándose para lo peor. Hasta que llegó.

-          ¡¡¡MMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM!!!

-          Buena puta, ni se te ocurra moverte –le ordenó agarrándola del pelo, fuerte, mientras se grababa la cara sonriente.

La escena se repitió durante unos larguísimos 15 minutos, pues Jorge no quería correrse, para hacerla sufrir más, pero también para dilatárselo mejor.

Kyle M cada vez gemía menos, por cansancio y porque sentía menos dolor. Se iba acostumbrando. Las zorras lo hacían por ahí, y ella debía hacerlo por ahí. Cada vez se sentía mejor, más cómoda, se sentía más útil para la sociedad que haciendo planos de edificios. Veía la felicidad directamente en el rostro de su amo, y no había nada mejor que esa sensación.

-          Buena zorra, vas mejorando. ¡Quítate la almohada de la boca y gime de placer putaza!

Kyle M lo hizo enseguida, gimiendo verdaderamente de placer. No existía el dolor, aunque no veía los hilitos de sangre que caían de su ano. Era feliz. Jorge la tiró más del pelo hasta acercarle la cabeza a la suya. Le propinó un beso auténtico, hasta que se corrió dentro de su culo. Seguían en pleno beso, aunque a Kyle M le molestó un poco el semen.  Hasta que cayó rendida al sofá.

Jorge descansó a su lado, y le propuso ducharse juntos, como dos enamorados recién casados. Ella, evidentemente, aceptó.

Dentro de la ducha y bajo el agua templada, ambos sebesaron apasionadamente, sintiéndose libre Jorge de follársela por el coño, esta vez con amor y dulzura. Esta vez Carla, que se sentía como su novia, gimió de placer y por fin se corrió, por varias veces, de amor. La cuarta vez que se corrió fue cuando notó que el semen de Jorge la inundaba por dentro, ¡por fin! Ya podía decir que era absoultamente suya. Ya había sido marcada.

CONTINUARÁ.