De amos y sumisas

Dicen que los hombres y las mujeres somos diferentes. Yo conozco a muchos hombres y no se parecen en nada entre ellos, también conozco a muchas mujeres que no tienen nada en común entre ellas. Hombres y mujeres somos diferentes tanto en género como generalmente.

De amos y sumisas.

Dicen que los hombres y las mujeres somos diferentes. Yo conozco a muchos hombres y no se parecen en nada entre ellos, también conozco a muchas mujeres que no tienen nada en común entre ellas.

Hombres y mujeres somos diferentes tanto en género como generalmente. Desde mi condición de amo, en innumerables ocasiones he conocido mujeres cuyos deseos eran comunes pero las maneras de convertirlos en realidad eran totalmente diferentes. Cada mujer un mundo, cada sumisa un universo. Y llegar a todas ellas, entrar en sus mentes y encontrar la combinación de la caja fuerte que es su voluntad, es nuestra tarea, mi tarea en mi condición de amo. No siempre lo consigo. Una sumisa es como una pieza estándar del jazz. Sobre la partitura todos son iguales, pero al momento de interpretarlos, todos suenan diferentes.

Todos suenan especiales. Un amo es como un músico que comienza con una partitura desconocida, un instrumento que le es ajeno y finalmente consigue extraer un resultado que le agrada tanto a el como a los que le rodean. No todo amo es buen músico, tampoco malo, pero de la misma manera no toda sumisa es una pieza excelente ni un instrumento perfecto. De la conjunción de un buen amo y una perfecta sumisa puede nacer la más honda de las decepciones.

De la conjunción de un mediocre amo con una novata sumisa puede surgir la más satisfactoria de las sesiones. Quien diga que existe una pauta, miente. Recordad esto que os digo cuando tengáis en vuestra mano una fusta o cuando alguien os ate y amordace. Recordad que no todas las humillaciones consiguen humillar. La mayor humillación de una sumisa es la decepción pues es una humillación que no controla. A veces he tenido a mis pies mujeres, con los ojos cerrados y la boca abierta dispuestas a recibir cuanto quisiera darles. Eran madres de familia, adolescentes en busca de emociones fuertes, mujeres aburridas o emocionadas.

Cada una tenía un motivo. Igual que cada amo tiene un motivo para hacer lo que hace. He visto desaparecer gente sin ningún motivo de la misma y silenciosa manera en que llegaron hasta mí. He visto gente que no soporta la más mínima presión. Gentes que prometen servilismo absoluto con la misma facilidad con que se saluda cada día al llegar al trabajo. He visto sumisas silenciosas que soportaban los castigos mas extremos sin la menor duda, sin hacer gala de sus condiciones.

He visto gente acercarse y alejarse. Durante todos estos años he aprendido más sobre la condición humana de lo que puede aprender cualquier persona que me rodee. Y todo eso me lo guardo para mí. Para mí y para las sumisas que vienen a mí. Quizás pensáis que es una actitud egoísta. Quizás lo sea.

Pero desde luego no es fácil, ni aun menos amable. No os dejéis impresionar por los relatos sobre sumisión que leéis en estas páginas (ni míos ni de otros), muchas veces las palabras adornan los hechos. La realidad es algo diferente, ni mejor ni peor. Simplemente diferente. Es un buen consejo, creedme.